+ Autoexamen de sus prácticas a ras de tierra, explicaría todo
En medio del desconcierto por la derrota, en el Partido Revolucionario Institucional ahora tratan de justificar sus buenos resultados, en una poco limpia operación de sus adversarios, y en un ejercicio electoral inusitado por parte de ciertos sectores de la ciudadanía. En efecto, contrario a lo que pudiera pensarse, al seno del tricolor niegan el rechazo ciudadano, el voto de castigo, e incluso el fracaso de su operación de ingeniería electoral. Impermeables a la autocrítica, e instalados aún en la soberbia, aseguran que todo fue consecuencia de factores externos y no de sus fallos.
De acuerdo con el resultado final de la jornada para elegir Gobernador, la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso (PAN, PRD, PT y Convergencia) obtuvo 733 mil 783 votos, mientras que la Coalición por la Transformación de Oaxaca (PRI-PVEM) captó una votación de 613 mil 651 votos. La diferencia entre uno y otro es insuperable. Nada menos que 120 mil 132 sufragios. Los opositores ganaron de modo irrebatible, a unos priistas que aún no alcanzan a comprender cabalmente la derrota.
A nivel de la ciudadanía, este resultado rápidamente encontró explicaciones. Un poco por sentido común, y otro por coincidir y secundar el discurso de los partidos de oposición, en muchos corrillos no políticos se dijo que todo eso era el resultado de lo convulsionado que habían sido los últimos años para Oaxaca; se dijo también que esto era también un cobro de facturas por los agravios inferidos a la población por el conflicto magisterial de 2006; por la impunidad, por la corrupción, por los excesos en que incurrieron ciertos personajes de la alta cúpula del tricolor; por las traiciones, y por la soberbia que predominó en no pocos de ellos.
Esto parecía lógico. En la reciente votación ocurrida en Oaxaca era evidente que había salido a votar mucho más electores de los previstos; que esa gran masa de potenciales votantes que nunca se reflejó ni en las encuestas ni en las previsiones de los partidos, fue la que inclinó la balanza a favor de los opositores; y que, seguramente, todos esos votantes emitieron su sufragio a favor de la coalición opositora.
Además, también se estableció en las trincheras no políticas, que al interior del tricolor habían costado caro las trifulcas internas, la forma tan dolorosa en cómo los priistas “parieron” a su candidato a Gobernador; la negativa sistemática de éste a desmarcarse tajantemente de sus antecesores; y el modo tan poco aseado y cercano a la gente en cómo, en procesos meramente cupulares, designaron a sus candidatos a diputados y ediles.
Así, en la lógica del ciudadano común, lo que quedaba claro es que fueron éstos quienes le cobraron las facturas al gobierno y al partido gobernante a través del voto de castigo, y no un fallo en la operación electoral del tricolor, lo que lo llevó a la derrota. Por eso, más allá de las estructuras formales de las fuerzas opositoras y del posible “acarreo” postelectoral, muchos espontáneos salieron a festejar el triunfo opositor desde la misma noche del 4 de julio.
SOBERBIA TRICOLOR
Sin embargo, en el tricolor no piensan así. Para ellos, aún en la derrota, el PRI de Oaxaca demostró la efectividad de su operación de ingeniería electoral; reiteró que tiene la capacidad de obtener los márgenes de votación que se proponen; e incluso se dicen satisfechos e integrados a las próximas tareas de su partido en otras entidades federativas en las que habrá comicios en 2011. Estos argumentos son parcialmente ciertos, aunque aún cargados fuertemente del tufo de soberbia y suficiencia que tanto daño les ha provocado a los priistas en los últimos años.
Así, por ejemplo, los tricolores de cúpula niegan tajantemente la posibilidad de que en Oaxaca haya ocurrido un voto ciudadano de castigo. Aseguran que eso es imposible, porque el voto de castigo ocurre, y se demuestra en los resultados, cuando una votación posterior, es menor a la anterior inmediata. Es decir, que para ellos, el voto de castigo hubiera ocurrido en el caso de que en la votación de 2010 hubieran obtenido menos votos que en la de 2004. Para fundar ese dicho, aseguran que mientras hace seis años obtuvieron 534 mil votos, en la presente llegaron a más de 610 mil sufragios.
Del mismo modo, aseguran que para ellos el resultado de los comicios no es un fracaso, porque su piso de votación era de alrededor de 460 mil votos. Es decir, que para sus cálculos, obtuvieron más de 150 mil votos de lo mínimo que esperaban obtener. Dicen que todos sus asesores les indicaban, a través de cálculos matemáticos, que con 600 mil votos sería suficiente para ganar la elección, y que eso fue lo que obtuvo la operación de su estructura territorial. No contaron con los votantes indecisos, que sólo resolvieron acudir a las casillas electorales, en el momento mismo de la jornada electoral.
Y por si fuera poco, aseguran ¡que la oposición los superó en las prácticas de ingeniería electoral! Aceptan en lo privado que, como siempre, ellos establecieron una estructura electoral que funciona con dinero, y que tiene como objeto la compra del voto; pero señalan que ahora los operadores de la Coalición opositora traían más dinero y más margen de maniobra que ellos, y que por esa razón incluso se pudieron agenciar —es decir, comprar— “casillas zapato” en las que el tricolor no obtuvo un solo voto.
Es posible que parcialmente tengan razón. Sin embargo, junto a esos argumentos tendrían que preguntarse por qué esos más de cien mil electores indecisos, que los hizo perder esta elección, prefirió a la Coalición que abanderó a Gabino Cué Monteagudo; por qué su candidato, Eviel Pérez Magaña, no logró generar un capital político propio para no dejar todo el trabajo a la estructura de su partido. Es grave que frente a las circunstancias, los priistas asuman posturas chovinistas que sólo los llevan al autoengaño, y a mantenerse en el error, por soberbia, voluntariamente. Algo por demás grave.
¿VANDALISMO TRICOLOR?
En varias zonas de la ciudad, han aparecido pintas exigiendo que “la burbuja” no tome el control del PRI. Esto pareciera una reedición de los peores tiempos del priismo juvenil, que estaba más cerca del porrismo y vandalismo, que de las propuestas. ¿Es coincidencia? ¿O será que el líder del FJR, Francisco Ángel Maldonado Martínez, está recurriendo a las prácticas sucias que hace poco criticaba?
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