¿Tres años antes, estamos preparados para tener aspirantes presidenciales?

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Presidente Desconocido

+ Sucesión adelantada, producto de la ilegitimidad de quienes ejercen el poder


 

Una encuesta publicada por el periódico El Universal, de la Ciudad de México, marcó la pauta para la carrera de la sucesión presidencial que, como en los últimos lustros en México, está adelantada a su tiempo. Al margen de los nombres y las revelaciones que hace dicha encuesta sobre el panorama electoral, vale la pena preguntarnos cuál es la razón de este fenómeno de aceleración sucesoria, en un contexto en el que parecía que el PRI había vuelto con sus tradicionales formas de gobernar y transmitirse el poder.

En efecto, una encuesta nacional del periódico El Universal y la encuestadora Buendía & Laredo, levantada entre el 16 y 19 de noviembre, presentó el panorama electoral rumbo a las elecciones presidenciales de 2018. De acuerdo con la publicación, cuando se pidió a los encuestados, de manera espontánea, decir quién le gustaría que fuera el próximo Presidente de la República, ocho por ciento respondió que Andrés Manuel López Obrador y dos por ciento que el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas. No obstante, 7 de cada 10 entrevistados no supo quién le gustaría que fuera el elegido.

Según la encuesta, el priista mejor posicionado para la contienda presidencial de 2018 es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; mientras que en el PAN la esposa del ex presidente Felipe Calderón, Margarita Zavala Gómez del Campo, tiene una ventaja de más de 20 puntos respecto al actual presidente del CEN blanquiazul, Ricardo Anaya, y el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle. Entre los miembros del Partido Acción Nacional, así como entre los independientes, la ex Primera Dama del país cuenta con el respaldo de 49% y 33%, respectivamente.

De todo esto, la mayoría de los escenarios muestra un empate entre el PAN, la alianza PRI-PVEM y Morena, mientras que el PRD y una eventual candidatura independiente de El Bronco se disputan la cuarta posición. Al enfocarnos en el careo con los abanderados mejor posicionados en las contiendas internas, el resultado es una contienda “a tercios”: El candidato de la alianza PRI-PVEM, Osorio Chong, 23%; Margarita Zavala del PAN, 22%; López Obrador de Morena, 20%, Mancera del PRD, 7%, y El Bronco, como candidato independiente, 5%. Sin embargo, es interesante que en esta contienda, los independientes prefieran a López Obrador (21%), seguido por Margarita Zavala (19%) y en tercer lugar Osorio Chong con 15%.

¿Qué nos dice todo esto? Que el 2018 está enfilado desde ahora, y que en este panorama es muy previsible una nueva alternancia de partidos en la Presidencia de la República. Sorprendentemente, parece que desde ahora la balanza se está inclinando nuevamente por la preferencia hacia los candidatos de los partidos políticos, pero también resalta que en esta contienda hay un ayuno casi total de posibles aspirantes independientes con verdaderas posibilidades de participar en la contienda.

Pero más allá de esta lucha de números, encuestas y partidos, lo que parece evidente —y prácticamente no se dice, y menos se analiza— es que el aderezo de la contienda presidencial será el hartazgo de un régimen que, más allá de los nombres, está agotado por la corrupción, la opacidad y la incapacidad de generar confianza a partir de la rendición de cuentas.

ALTERNANCIA, ¿HACIA DÓNDE?

Según la encuesta, la competencia entre el PRI, y los partidos de derecha e izquierda, respectivamente, va “a tercios”. Es decir, hay un empate entre las preferencias de Osorio Chong, López Obrador y Zavala. El punto fino en estos números —y que tiene mucho que ver con el enojo de la sociedad frente a la corrupción— es que mientras los números de Zavala y AMLO tienden irremediablemente a crecer, los de Osorio Chong continuarán cayendo conforme avance su desgaste natural como el servidor público encargado de la seguridad y la gobernabilidad del país.

¿Por qué ocurre esto? La respuesta no está en lo que el lugar común apunta a denominar como “las calenturas tempraneras” sino más bien al agotamiento anticipado no sólo del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, sino de todo el modelo político por el que han tenido estabilidad los últimos mandatarios en nuestro país. Dicho modelo es aquel que en el pasado le intercambió a los mexicanos democracia por estabilidad, y que luego les dio democracia a cambio de la tolerancia a la corrupción. Hoy esa dinámica parece estar llegando a su fin, y por esa razón pareciera que la ciudadanía está tratando de construir un nuevo panorama en el que los cambios que pudiesen ocurrir sean más radicales que los decididos hasta ahora.

Ello se explica en sí mismo: el único posible candidato del partido en el poder está a merced del desgaste que puedan generarle las circunstancias, la corrupción o la incapacidad del gobierno para el que trabaja. Junto a él se encuentra el líder mesiánico, radical, que sin embargo se nutre todos los días del genuino cansancio de la ciudadanía. Y junto a él, casi hombro con hombro, se encuentra la ex Primera Dama, que da un fario de fortaleza y certidumbre que no lo habían dado otras mujeres que en el pasado reciente aspiraron a la Presidencia de la República.

Al final, así como en las recientes elecciones de Argentina no fueron los candidatos, sino el desastre económico y la corrupción y frivolidad, los que derrotaron definitivamente a la presidenta Cristina Fernández, en México parece que algo similar es lo que terminará definiendo el rumbo de Peña Nieto, que a pesar de todo se niega a promover el cambio democrático de fondo que está exigiendo el país, y que no tiene que ver con las reformas electorales sino con las demostraciones de combatir la corrupción, el conflicto de interés, y la impunidad, que hasta ahora han sido los únicos signos distintivos de su gobierno y a los cuales no opacan ni el manejo de la economía estable, y mucho menos las eclipsadas reformas electorales. Así de trágico es su panorama.

QUE LES PREGUNTEN…

Se ha vuelto práctica que unos tomen la voz de otros, sin antes preguntar, para indignarse, y con eso parecer muy comprometidos y muy rebeldes. Es el caso de los que se ofendieron por un comercial de un refresco filmado en la comunidad mixe de Totontepec. ¿Ya le preguntaron a los oriundos de ese municipio qué opinan de eso? Podemos coincidir con la crítica a Coca Cola. Pero los que no nacimos ahí, antes de todo deberíamos conocer y respetar la opinión que tengan los totontepecanos al respecto.

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