+ Métodos para generar caos, no para hacer valer argumentos
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un acto de sabotaje es todo daño o deterioro que en las instalaciones, productos, etcétera, se hace como procedimiento de lucha contra los patronos, contra el Estado o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales o políticos. Generalmente, las acciones de sabotaje ocurren a manos de grupos organizados, que ya no buscan transigir, sino directamente entorpecer el funcionamiento de instalaciones o servicios estratégicos para el Estado, como una forma de protesta. Eso es lo que ocurre, ante la pasividad del gobierno, con la toma de instalaciones de Petróleos Mexicanos en Oaxaca, por parte de la Sección 22 del SNTE.
En efecto, en los últimos tiempos el único acto específico de sabotaje que ha ocurrido en el país, tuvo también como blanco instalaciones estratégicas de Pemex, pero ocurrió a manos del EPR en 2007. Como bien se debe recordar, en julio de 2007 el EPR perpetró acciones de sabotaje a instalaciones estratégicas de Pemex en Querétaro y Guanajuato, al colocar y hacer estallar artefactos explosivos en ductos que transportaban combustibles para la industria en esa región del país.
Esos actos generaron graves daños a las instalaciones y también a quienes dependían de los energéticos para la fabricación de bienes y servicios. Y el EPR los perpetró como una forma de ejercer presión para que el gobierno federal presentara con vida a sus dos compañeros (Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya) que habían sido detenidos y desaparecidos dos meses antes en Oaxaca.
En aquellos momentos, sobre las acciones de sabotaje, el EPR señaló: 1. Hemos iniciado una campaña nacional de hostigamiento a los intereses económicos de la oligarquía y de este gobierno antipopular, declarando objetivo militar todos los intereses de la oligarquía que impuso violentamente al gobierno ilegítimo de Calderón. 2. Las explosiones en los ductos de PEMEX en Celaya, Salamanca, Valle de Santiago Guanajuato y la válvula de seccionamiento Coroneo fueron acciones quirúrgicas de hostigamiento, llevadas a cabo por unidades de nuestro ejército, apoyadas por milicias populares, bajo la conducción del Comité Estatal de Guanajuato. 3. Las acciones de hostigamiento no pararán hasta que sean presentados con vida nuestros compañeros Edmundo Reyes Amaya y Raymundo Rivera Bravo o Gabriel Alberto Cruz Sánchez, así como todos los desaparecidos denunciados en Oaxaca, del Estado de México y Guerrero (Comunicado del 10 de julio de 2007).
Ahora bien, veamos esas acciones a la luz de lo que está haciendo hoy la Sección 22, que dice estar bloqueando instalaciones estratégicas de Pemex en protesta por la falta de cumplimiento a su pliego de demandas, y como acto de presión en contra del gobierno federal que no ha hecho lo suficiente para dar solución a lo que ellos denominan como “su problemática”. Si bien el método es claramente distinto (aquellas fueron explosiones y éstas son “tomas pacíficas”), parece ser que la finalidad es exactamente la misma: generar caos y tomar esto como una forma de presión al Estado para que haga algo extraordinario.
LOS EFECTOS DEL SABOTAJE
A estas alturas no hay duda de la clara relación que existe entre los métodos de lucha de los grupos armados y algunas organizaciones sociales, que en esencia actúan como grupos periféricos de la guerrilla, utilizando distintos métodos de lucha para llegar a un mismo fin. Ese es un punto que ya no debiera estar a discusión, máxime cuando en momentos clave el propio EPR ha aceptado públicamente que varios de sus militantes —entre ellos los dos desaparecidos en Oaxaca en mayo de 2007— participaron con el magisterio en episodios como la revuelta magisterial y popular de 2006.
Lo más importante, en todo esto, es el efecto que han tenido las acciones de sabotaje emprendidas por unos y otros. Porque cuando el EPR dinamitó y voló los ductos de Pemex en Querétaro y Guanajuato, lo hizo como una clara forma de enfrentar quirúrgicamente al Estado mexicano, pero no para generar daños, temor o incertidumbre directamente entre la ciudadanía, que no resintió en su ámbito personal los efectos de los bombazos a los ductos, y que ni siquiera tuvo algún tipo de acceso directo a las zonas donde ocurrieron las explosiones (éstas ocurrieron en zonas despobladas y alejadas de centros urbanos, y la ciudadanía sólo pudo medio ver la magnitud de los daños a través de algunas imágenes aisladas transmitidas por la televisión e internet).
Frente a ello, hay una clara diferencia entre lo que en su momento hizo el EPR como una forma de hostigamiento al Estado para que cumpliera demandas específicas, y lo que hoy está haciendo la Sección 22 ante la ciudadanía, para tratar de presionar al gobierno federal, que ha mantenido una posición de clara ambigüedad frente a las acciones de sabotaje.
Las del EPR fueron demostraciones muy focalizadas de eficacia, contundencia y capacidad de operación al Estado y no a la ciudadanía; pero lo que está haciendo la 22 al tomar como rehén a toda una sociedad a través de la toma de control de un elemento básico para la generalidad como son los combustibles, es un acto de un calado muy superior que lo que está generando es un altísimo grado de riesgo por la incertidumbre generalizada que lleva aparejada.
Ayer, por ejemplo, un grupo de transportistas intentó cercar a los integrantes de la Sección 22 que se encontraban a las afueras de las instalaciones de Pemex, en el Tule. Si hay un gremio que ha demostrado no tenerle miedo a la violencia, ese es el de los concesionarios del transporte público (en todas sus vertientes). ¿Cuál habría sido el saldo de haber ocurrido un enfrentamiento violento entre ambos? ¿Que nadie ve que la ciudadanía está aterrorizada con lo que pasa, y que eso en cualquier momento pudiera derivar en violencia aislada, pero también organizada?
Parece que, al final, todos están jugando con fuego, en un escenario en el que la Sección 22 está siendo más frontal de lo que debería en su intento por conseguir demandas que son sólo de ellos. Nadie está preocupado por la ciudadanía, que está indefensa y abandonada por un Estado que no parece tener ningún grado de sensibilidad frente a estos brutales actos de sabotaje.
¿QUIÉN GANA?
Es lo que todos se preguntan, volteando a ver a cualquiera de los partidos. Nosotros sólo tenemos una certeza: quien pierde, en todos los flancos, es Oaxaca. Seguro.