+ Hechos de ayer demuestran que el magisterio intenta tomar una nueva medida
A las ocho de la mañana de ayer, cuando en un noticiero televisivo de la capital del país entrevistaron al director del IEEPO, Moisés Robles Cruz, sobre el impacto que había tenido en Oaxaca el llamado al paro de labores de la CNTE, éste soltó una cifra que nadie supo si era totalmente real, o cuál era la estadística que la soportara. Con esos titubeos, y con las declaraciones vacías del titular de la SEP sobre la firmeza de la ley —mientras en Oaxaca los maestros desquiciaban la capital—, todo más bien parecía ser una burla para la sociedad mexicana.
En efecto, ayer ante la pregunta del periodista Carlos Loret sobre el número de escuelas que sí habían tenido labores en Oaxaca, Robles aseguró que era un 35 por ciento. Por el tono y la espontaneidad con la que soltó la cifra, más bien parecía que había improvisado el número para salir del paso, pues luego aclaró que aún no tenía cifras concretas sobre el total de escuelas que abren a las 7 de la mañana que sí habían tenido labores, y que además faltaba que se generara el reporte de cuántas escuelas primarias (que inician la jornada a las 8 am) sí habían tenido clases. Es decir, que según sus propios dichos la cifra ofrecida era un mero número al aire.
Luego, un par de horas después, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, ofreció una conferencia de prensa a los medios de comunicación de la capital del país, en la que hizo una larga defensa de la reforma educativa, y repetía una y otra vez que habría descuentos a los maestros que no laboraran este lunes. “estamos de lado de las niñas y los niños, y los maestros que creen que es válido dejar sin clases a los menores están equivocados (…) De tal suerte que no vamos a dialogar bajo presión y mucho menos cuando se está violando la ley; si están haciendo una marcha dejando a niños sin clases, que es el derecho fundamental para exigir diálogo, esa no es la manera de exigirlo”, subrayaba.
Del mismo modo, Nuño intentaba decir, con energía, que en la SEP harían un balance del paro de labores realizado este lunes, y que de inmediato procederían a descontar el día a los maestros que no hubieran ido a trabajar, para posteriormente hacer una revisión de los directores y supervisores que no hubieran hecho los reportes sobre las inasistencias, para que éstos también fueran sancionados administrativamente. Y quienes acumulen más de tres faltas en un mes, serán dados de baja del servicio, reiteraba.
Mientras esto ocurría, los maestros le daban rienda suelta a sus movilizaciones. En la capital oaxaqueña no lograron hacer todas las acciones que habían previsto, pero sí lograron cerrar varios cruceros importantes para la movilidad de una buena parte de la ciudadanía. Aunque no todos participaron en las movilizaciones, sí en la capital y en la mayoría de los municipios de la entidad las escuelas estuvieron cerradas.
Esto significa que, por un lado, los maestros continúan respondiendo a los llamados de su sindicato sobre los paros de labores; por el otro, que no le tienen ningún temor ni a los descuentos ni a la amenaza velada sobre la pérdida de su empleo; y en un tercer ángulo pareciera que ninguno de los llamados de la autoridad han logrado permear entre las bases magisteriales que no reparan en reincidir en la dosis de los paros anunciados y consumados de labores.
¿Qué es lo que más llama la atención? Que a diferencia de algunos otros momentos, en los que el gobierno intentaba hacer presencia aunque fuera simbólica frente a las movilizaciones magisteriales, ahora no ocurrió. Todavía en las primeras horas de la tarde había reportes de que los profesores mantenían bloqueos en varios puntos de la entidad, y ni los discursos del Director General del IEEPO, ni las amenazas del titular de la SEP podían persuadirlos de deponer su decisión de mantener las movilizaciones.
¿Qué significa todo esto? Que al menos ayer, en Oaxaca volvimos al pasado. Ese pasado en el que la autoridad es una caricatura; en el que los maestros hacen y deshacen a placer; y en el que la ciudadanía es presa silenciosa de la ira magisterial sin control. ¿En esas condiciones quieren que creamos que ahora sí la reforma educativa va, y que las cosas van a cambiar en Oaxaca?
NO HAY REFORMA
Podemos suponer válidamente que los profesores oaxaqueños, y de varias entidades del país, siguen pensando que todo eso de los descuentos y los ceses por inasistencias, es una falacia que únicamente sirve para asustarlos pero que no va a ocurrir porque la SEP —que es ahora quien paga directamente la nómina magisterial en todo el país— no tiene el control de las incidencias y, le guste o no a Aurelio Nuño, los coordinadores, directores y supervisores de todo el sistema educativo nacional —y más aún los de la CNTE, que tienen un adoctrinamiento profundo sobre su militancia y lealtades políticas— siguen siendo profesores que, sin excepción, velarán por cuidar a sus compañeros, antes que entregarlos a la autoridad para que les descuenten.
Incluso, se puede suponer válidamente que los profesores tienen esa idea porque en realidad el único paro de labores que habían realizado antes que el de ayer, fue el del pasado 2 de octubre, cuando también se tomaron el día para protestar en las calles, o simplemente como de asueto, ante el llamado de su sindicato para cerrar las escuelas. Son dos paros de labores de un solo día en lo que va de una quincena.
¿Qué debería hacer entonces la SEP? Descontar cuanto antes, los días no laborados. Pero para eso necesita tener respaldos documentales —es decir, reportes de inasistencias— que quién sabe si llegue a conseguir sobre el 70 % por ciento de los profesores que no laboraron el 2 de octubre; y sobre el 65 % que según el director del IEEPO no fue ayer a clases. Sólo así podría descontar y no meterse en problemas. De lo contrario, descontará y luego reintegrará ante su imposibilidad de comprobar la inasistencia. Irremediablemente, para esos efectos, todos los profesores habrán laborado, y todos serán blanco de una persecución política. Podemos adelantarlo.
LA PRUEBA DEL ÁCIDO
Si este escenario previsible, ocurre, entonces estaremos ante el ocaso material de una reforma educativa que ha sido muy cuestionada, muy defendida, y muy implementada hasta con el cuidado de la fuerza pública, pero que no podría sortear la circunstancia del proceso administrativo para hacerla valer.