+ La definición pasa por los procesos electorales de Veracruz y Puebla
Las dirigencias nacionales del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática, han manifestado su decisión de ir en coalición por lo menos en seis de las doce entidades federativas en las que habrá elección de Gobernador el año próximo. Esta definición viene acompañada de la pregunta sobre cómo se van a definir las respectivas candidaturas. En esa cuestión hay varias claves que pueden darnos luces de lo que podría ocurrir en Oaxaca.
En efecto, según información del periódico El Universal, las distintas tribus del perredismo nacional analizan ir en alianza con el blanquiazul en entidades como Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Zacatecas y Durango. Según la información, en las reuniones privadas que han sostenido las tribus con la dirigencia nacional del PRD, se ha puesto sobre la mesa que el PAN quiere encabezar —con sus respectivos candidatos— la alianza con la izquierda en Puebla, Durango y Veracruz; mientras que el PRD busca que sus abanderados vayan en Oaxaca, Tlaxcala y Zacatecas.
Básicamente, esta tendencia confirma la idea de que para decidir a sus respectivos candidatos en los estados donde vayan en coalición, tanto el PAN como el PRD tendrán que hacerse concesiones recíprocas para la aceptación de sus abanderados. Según el perredismo, el hecho de que el PAN ponga a su candidato en estados como Puebla o Veracruz, hace desbalanceada la alianza porque esas entidades federativas tienen un padrón electoral mayor que los de las entidades —Oaxaca, entre ellas— en las que se le dejaría al PRD la responsabilidad de nombrar al candidato.
En este escenario, una de las variables que no hay que perder de vista es en quién recae la responsabilidad de la conformación de las alianzas; quién será el responsable de elegir a los candidatos, y cuál será el método para ello. Pues en el caso particular de Oaxaca, pareciera que las agendas políticas de las dirigencias estatal y nacional van por caminos distintos, que están a punto de generar una situación mucho más compleja. Pues esencialmente, la dirigencia estatal ha delineado una agenda en la que parece estar seguro de poder dictarle a la dirigencia nacional quién será el Candidato a Gobernador por ese partido, y por ende de la coalición de partidos, ante la debilidad del PAN como fuerza política en la entidad.
El problema que parece haber en esa intención, es que —como lo apuntamos en este espacio hace más de tres meses— la agenda local no corresponde con la agenda nacional del perredismo. Pues mientras en Oaxaca hay un grupo cerrado que pretende impulsar una candidatura en base a intereses políticos y no a competitividad electoral, en el perredismo nacional parecen estar muy claros que la ruta hacia los años siguientes, debe ser la de la búsqueda de triunfos, y no necesariamente la de la satisfacción de caprichos de grupos políticos estatales.
Esta situación tiene un elemento adicional que, con el paso del tiempo y el avance del proceso electoral, incrementará el nivel de complejidad en la toma de la decisión final de quién será el candidato a Gobernador. Pues por un lado, Cué tratará de hacer valer su posición y su fuerza política al interior del PRD como uno de sus gobernadores que más triunfos electorales le ha reportado al perredismo; y por el otro estará la posición delineada por Agustín Basave que ha establecido la necesidad de que sea la competitividad quien determine las candidaturas.
Y todo esto se enmarca en el hecho de que las definiciones relacionadas con la conformación de coaliciones y todo lo relacionado con ellas —incluyendo lo relacionado con la definición del Candidato a Gobernador— está definido estatutariamente como una facultad exclusiva del Consejo Nacional del PRD, sin injerencia de los grupos locales, las llamadas tribus, los consejos estatales o los factores materiales de poder en ese partido.
CANDIDATO, ¿CÓMO?
Una de las cuestiones que no ha definido el Consejo Nacional del PRD, y que quién sabe cómo se vaya a establecer en el convenio de coalición entre el PAN y el PRD en las entidades en las que finalmente se decida ir en alianza, es el método para la selección del candidato. Es claro que la mitad de esa definición ya se está estableciendo a partir de la idea de que, entre partidos, se van a repartir la facultad de designación en las entidades federativas en las que irán en coalición. Lo que no se ha dicho es cómo se hará esa selección al interior de cada partido.
Pues resulta que, por ejemplo, en el caso de Puebla hay una intención clara y manifiesta de que sea el Gobernador quien ponga al candidato, y que lo haga a través del Partido Acción Nacional. Pero en Oaxaca, esa situación está sujeta a otras variables que tienen que ver con la incapacidad de generar un consenso por parte de la dirigencia estatal entre todos los aspirantes, y la distancia que existe —además— entre la competitividad electoral del aspirante que no es el favorito de la dirigencia estatal y del grupo gobernante, y la intención de éstos últimos de impulsar a un candidato que tendría que crecer muchísimo, electoralmente hablando, para poder ofrecer competencia a los candidatos de los otros partidos políticos.
Ello explica, en gran medida, por qué hoy al interior del PRD hay una batalla campal entre los aspirantes. Al no haber estándares establecidos, y al haber de todos modos una competencia natural entre aspirantes, pero sin puntos de referencia y sin reglas específicas, lo que estamos viendo es una competencia plagada de rudeza y señalamientos que evidentemente no abonan a la construcción de un consenso entre ellos.
Si las cosas siguen en el rumbo que llevan hasta ahora, dentro de muy poco tiempo ya no habrá posibilidad de recomposiciones internas o de operaciones “cicatriz” para ir a competir contra los candidatos de otros partidos.
Esa indefinición sería aún más tóxica, si implícitamente tiene también la intención de dilatar la definición para también inhibir el brinco de uno de los precandidatos a la ruta independiente.
EL ENREDO DE LAS ENCUESTAS
Imaginamos la insistencia de algunos candidatos por publicar encuestas a modo, como una forma de hacer terapia de grupo, en la que el chiste no es hablar con la verdad ni buscar soluciones de fondo, sino únicamente darse un poco de tranquilidad a base de autoengaño. Bonito ejercicio, que al final no le sirve ni a los que pagan por éstos.