+ PRI: injerencia ociosa; La Coalición, rehén de sus fantasmas
La postulación de Flavio Sosa Villavicencio como candidato a diputado local plurinominal por el Partido del Trabajo, enfrentó a todas las fuerzas políticas en Oaxaca, a sus más reprimidos fantasmas. Cada uno de los partidos asumió posturas no propias de una democracia. Ante dicho anuncio, afloraron las intromisiones, los rubores y las falsas vergüenzas, entre todos los que pretenden evadir las responsabilidades de fondo sobre el conflicto magisterial y popular de 2006, y más bien pretenden valerse de él para sacar ventaja a sus adversarios.
Apenas habían pasado unos días, desde que el PT dio a conocer su lista de postulaciones a la diputación local por la vía de la representación proporcional, cuando representantes de la dirigencia estatal del PRI —Adolfo Toledo Infanzón y Héctor Pablo Ramírez— emplazaron a la Coalición opositora a retirar de sus candidaturas a Sosa, por considerar que éste es “un criminal no debe estar, ni en las instituciones ni haciendo leyes”.
Sorprendentemente, en la Coalición opositora también trataron de recular. Ayer mismo, los dirigentes estatales tanto del Partido Acción Nacional, como del PRD, PT y Convergencia —Carlos Moreno, Amador Jara, Daniel Juárez y Mario Mendoza— llamaron a Sosa a “reconsiderar” su postulación, y a anteponer el interés y las posibilidades de triunfo de la Alianza opositora. Así, todos los que se han servido de los actores y los hechos acontecidos durante el conflicto magisterial de 2006, hoy asumen supuestas posiciones “de pureza” no propias de partidos políticos maduros.
En primer término, es claro que la injerencia del Revolucionario Institucional en un asunto estrictamente privado de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca, era no sólo innecesaria, sino incluso condenable. Les guste o no a los tricolores, todas las determinaciones ocurridas en fuerzas políticas ajenas a ellos —independientemente del contenido de las mismas, por más abominables que éstas pudieran ser— no tienen por qué ocuparles, y tampoco les dan legitimidad para exigir acciones o abstenciones.
Y, del mismo modo, les guste o no a los priistas, Flavio Sosa es un personaje que, independientemente de los calificativos que ellos le endilguen, e incluso de que los ciudadanos podamos o no estar de acuerdo con su postulación, tiene vigentes todos sus derechos políticos; Sosa, por si no lo recuerdan, fue absuelto por los propios tribunales de Oaxaca, ante los cuales enfrentó diversos procesos penales relativos al conflicto de 2006. Y por tanto, tiene enteras posibilidades legales —que podrían no existir si la Procuraduría Estatal hubiese integrado y conducido eficazmente las acusaciones en su contra— no sólo para aceptar una candidatura, sino también para acceder al Congreso local en calidad de diputado.
De este modo, la dirigencia estatal y los estrategas del priismo no sólo revelaron lo confusa y mal intencionada que resulta ser su inconformidad. Sea como sea, entrometerse en la vida y las decisiones de terceros, es un error que revela, además, una intolerancia y un injerencismo que no corresponden lo que debería ser una fuerza democrática madura, que entiende cuál es el límite de sus derechos, dónde comienzan las potestades de los demás. ¿Acaso olvidaron que el respeto al derecho ajeno, es la paz? En su desafortunado intento por ganar adeptos en esta batalla política, ya revelaron que sí.
COALICIÓN ¿PERTURBADA?
Sin embargo, ¿por qué la Coalición opositora se “adhirió” tácitamente a la exigencia priista de retirar la candidatura de Flavio Sosa Villavicencio? Según lo que trataron de aparentar, es que esta solicitud corresponde a un intento de “control de daños” frente a una decisión del Partido del Trabajo que resultó ser impopular, y que podría generar más costos que beneficios a la campaña de Gabino Cué Monteagudo.
Sin embargo, ante esta razón, necesariamente tenemos que preguntarnos: ¿A quién pretenden engañar en la Coalición opositora? Es simplemente impensable que tanto el Candidato a Gobernador, como los dirigentes estatales de las fuerzas coaligadas, y los “cerebros políticos” de la alianza, desconocieran que uno de los partidos aliancistas tenía la intención de postular a ese personaje. Vamos, es simplemente imposible suponer que esa decisión trascendental —la posición de Sosa es la de un seguro diputado— se hubiera tomado al margen de los órganos de dirección locales y nacionales de la Coalición.
Y por si eso fuera poco, la Alianza opositora está también renegando de una de las banderas que le dio origen. El conflicto magisterial y popular de 2006, ocurrió por el choque entre el gobierno estatal y todos los grupos sociales, gremiales y políticos que le eran disidentes. El mismo Gabino Cué fue un declarado partidario de las causas que dieron origen a la Asamblea Popular, y de los argumentos esgrimidos por el magisterio de la Sección 22 del SNTE para encabezar esa lucha.
En esa lógica, puede entenderse que todos aquellos ciudadanos que en su momento apoyaron la revuelta popular, que exigieron la salida del gobernador Ulises Ruiz, y que pugnaron activamente por el cese a la persecución de personajes como Sosa, son muchos de los que ahora apoyarán con su voto a la Coalición, para expulsar al PRI del Gobierno del Estado.
Sin embargo, al renegar de personajes como Sosa, en la Alianza opositora están también renegando de sus propios antecedentes. Si en su momento todos juntos fueron tan valientes como para tomar las calles y contribuir a la violencia para lograr objetivos políticos, ahora también deberían serlo para buscar el respaldo ciudadano y encauzar esas banderas por la vía institucional. Es claro que supeditar su propio origen a razones “de imagen” y de la preservación del triunfo aliancista, es tanto como avergonzarse de los grupos que le dieron sustento y banderas de cambio en Oaxaca, a la Coalición opositora.
ENCUESTAS REPUDIADAS
Hace apenas unas semanas, todos eran partidarios de las encuestas. Como todos los encuestadores han revelado sus querencias y conveniencias, ahora todos reniegan hasta de quienes les dan el triunfo. Innecesariamente, abarataron un ejercicio importante de los procesos electorales, y los llenaron de intereses, cooptaciones y morbo. El problema, para ellos, es que a nadie sirven tanto las encuestas como a los mismos partidos políticos.
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