El fracaso de la transición puede alentar la regresión democrática

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muracue

+ La tentación radica en reformar, para reducir, margen democrático


Una de las tentaciones más claras que tendrá el nuevo régimen en Oaxaca, será el de tratar de aprovechar el sentimiento de fracaso y derrota de la transición democrática impulsada fallidamente en los últimos seis años. Ese sentimiento de derrota tiene su base en las expectativas rotas del gobierno saliente. Sin embargo, si algo dejará la alternancia de partidos en Oaxaca, son los mecanismos de democracia participativa establecidos en la reforma constitucional de abril de 2011, que no sólo no deben reducirse ni sepultarse, sino maximizar su contenido democrático.

En efecto, hemos visto en las últimas semanas cómo el gobierno que asumirá el 1 de diciembre ha intentado generarse un escenario favorable a partir de la dominación total que ejerce el PRI sobre la LXII Legislatura. Ha sido ésta quien ha concretado diversas reformas para disminuir su propia influencia sobre el Ejecutivo, y para permitirle al nuevo gobierno márgenes más amplios de utilización de las atribuciones que le da la misma Constitución.

En esa dinámica, han reformado algunos de los esquemas de la relación Ejecutivo-Legislativo; han ampliado la discrecionalidad gubernamental, al abrir la puerta al traje a la medida que se está haciendo el Ejecutivo con la administración estatal; e incluso, por voluntad, el Congreso decidió que la próxima integración legislativa sea más compleja en cuanto a la conformación de bancadas y el reparto del poder.

En este marco, hay por lo menos dos cuestiones que se deben considerar: primera, que si el nuevo gobierno tiene una agenda democrática nutrida, ésta debe pasar por la revisión de los mecanismos de participación ciudadana pero en los términos y condicionantes que establece la Constitución de la República; y segunda, que desde el inicio la LXIII Legislatura debe establecer sus propias coordenadas en la relación con el Ejecutivo. En ese marco, será determinante la definición política de las fuerzas opositoras frente a un PRI que intentará por todas las vías reinstaurar un régimen de amplia dominación del Ejecutivo sobre el Legislativo, como fue en el pasado.

Estas dos cuestiones van concatenadas. Pues, en el primero de los rubros, el nuevo gobierno y los partidos que lo respaldan deben asumir que de forma concomitante a las políticas y estrategias que implementen para legitimarse en el poder, deben también establecer una agenda democrática. Dicha agenda debe tener como base de su contenido la revisión de los mecanismos de participación, así como las formas de relación entre los poderes, y la incidencia que deba tener la ciudadanía en el cumplimiento de dichos fines.

Ese es el marco más aceptable. Sin embargo, también puede ocurrir que la agenda democrática del nuevo régimen sea regresiva, con el objeto de incrementar la concentración de poder a favor del Ejecutivo. En ese marco podrían, por ejemplo, pensar en desaparecer algunos de los mecanismos de participación ciudadana en los que, con todas sus fallas e insuficiencias, Oaxaca es líder: el plebiscito, el referéndum, la revocación de mandato, y algunas otras figuras que ni siquiera se pusieron en práctica.

¿Esto puede ocurrir? Hay amplias posibilidades de que eso sí pueda pasar. La LXII Legislatura ya lo intentó, con éxito, al establecer la prescripción de todas las responsabilidades administrativas de los servidores públicos en sólo tres años (y no en siete, como se establece en la Constitución federal), sin que hubiera oposición alguna. Si ya concretó lisa y llanamente una reforma regresiva, bien podría hacerlo con otras similares.

MECANISMOS INSERVIBLES

Es cierto que los mecanismos de participación ciudadana, o de democracia participativa, necesitan muchos ajustes: cada uno de ellos se debe hacer operante y accesible a la ciudadanía; rubros como el referéndum y el plebiscito deben flexibilizar sus requisitos y mecanismos de acceso, para que pueda servir en la definición de temas trascendentes para la ciudadanía. La oposición al Centro de Convenciones en el Cerro del Fortín, por ejemplo, demostró que a pesar del amplio movimiento social que se generó alrededor de ese tema, no hubo forma de acceder a dichos mecanismos ante la alta complejidad de sus requisitos de operación.

Lo que no debe considerarse es que, como esos mecanismos son actualmente inoperantes e inaccesibles (y que sólo son un testimonio documental de la participación ciudadana en la entidad), entonces hay que eliminarlos. Eso podría pasar a partir de la búsqueda de provecho por el fracaso democrático que implica el término de un gobierno de altas expectativas pero bajísimos resultados. Sin embargo, nadie en su sano criterio podría pensar que esa es la solución o el lavado de culpa para esta experiencia trágica relacionada con la alternancia de partidos en el poder en Oaxaca.

DEFINICIONES POLÍTICAS

Por eso son también muy importantes las definiciones políticas que asuman las fuerzas de oposición. Si se van a dedicar a ser satélites del nuevo gobierno, entonces tendremos abierta la posibilidad de reformas democráticas regresivas, aún cuando éstas llegaren a atentar contra el principio de progresividad que define a toda norma que consagra derechos fundamentales. Si la oposición tiene la capacidad de generar o alimentar esa agenda democrática, entonces tendrán que enfrentarse las reformas deseables contra las reformas posibles, y que ahí la política cumpla con sus fines. Oaxaca está ante grandes oportunidades. Deben tener ese derrotero para no convertirse en amenazas para nuestra incipiente democracia.

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