Falta alrededor de una semana para que termine el periodo de proselitismo político, y en Oaxaca la carrera al Senado presenta tres escenarios excluyentes, que bien pudieran ser de procesos electorales distintos cada uno frente a los demás. No hay el mismo nivel de trabajo ni entusiasmo frente a la jornada electoral. Y por eso mismo parece quedar claro que mientras unos aprietan el paso, otros simplemente —por confianza o por desánimo— están dejando que la inercia los conduzca al resultado. ¿Qué explica esta disparidad entre escenarios?
En efecto, han pasado casi ochenta días de campañas proselitistas para los cargos federales en disputa —la Presidencia, los escaños del Senado y las curules de la Cámara de Diputados—, y en las entidades federativas ha habido una carrera larguísima de los candidatos a senadores y diputados federales por conseguir la confianza ciudadana a través del voto. En Oaxaca, a pesar de ser éste el periodo de proselitismo más prolongado, pareció siempre que las campañas de los candidatos a cargos federales de elección popular, fueron de las más cautelosas y discretas frente a las de quienes buscan cargos estatales o municipales.
La razón que explica esa cautela, y esa transformación aparente de las formas de la campaña a lo largo del calendario electoral, se encuentra en el hecho de que los candidatos no tienen posibilidad de mantener una sola estrategia de campaña durante los 90 días que dura el proselitismo. Por eso, prácticamente todos comenzaron en bajo perfil y paulatinamente han tratado de administrar su presencia —y sus recursos— para no enredarse entre tantos días de la campaña y perder la consistencia antes de tiempo.
En ese contexto, queda claro que de haber sido ésta una competencia pareja desde el inicio, hoy tendríamos que estar viendo a todos los candidatos a cargos federales —máxime quienes aspiran al Senado— dejando atrás la mesura de las primeras semanas de la campaña, para ubicarse ya en una auténtica competencia por marcar sus posiciones finales. Sin embargo, una de las mayores improntas de este proceso electoral, ha sido la disparidad entre contendientes así como la influencia inercial que tiene cada una de las campañas presidenciales con respecto a los demás cargos en disputa.
Quedó claro que Morena tuvo ventaja desde el inicio sobre los demás partidos y candidatos, y que eso ha marcado el trabajo que han realizado a lo largo de estos casi ochenta días, en la carrera al Senado y las diputaciones federales. Una de las cuestiones que, en esto, resulta más cuestionable —y lamentable—, es que la comodidad por la ventaja se haya traducido en la falta de trabajo proselitista y en el ayuno prácticamente total de las propuestas que los ciudadanos debiéramos estar escuchando de quienes aspiran a representarnos.
Pues si el periodo de campañas está hecho justamente para que los ciudadanos conozcamos qué propone cada candidato, y para que haya un proceso de convencimiento para elegir votar por uno en específico con respecto a todos los demás, lo cierto es que la inercia de la actual campaña inhibió muchas de las posibilidades de hacer del proselitismo un ejercicio medianamente democrático. Al no haber sido así, hoy que estamos en la víspera de la jornada electoral, resulta que para algunos candidatos su suerte está echada con un ancla al resultado de la elección presidencial.
ESCENARIOS DISPARES
El candidato presidencial y dueño de Morena, Andrés Manuel López Obrador, decidió que la cantante Susana Harp sería quien encabezara la fórmula de ese partido al Senado de la República en Oaxaca y, como es acostumbrado, no hubo poder humano que revirtiera tal decisión.
A partir de ello, Harp inició campaña llevando como compañero de fórmula al tristemente célebre Salomón Jara Cruz. ¿Qué han hecho en estos casi ochenta días de labor proselitista? En realidad, han hecho muy poco. Ellos, como casi todos los candidatos de Morena a cargos de elección popular en todo el país, están esperanzados en lo que puedan lograr a través del proselitismo que realiza el propio López Obrador.
En ese sentido, todos se confían de la importante capacidad que tiene el tabasqueño para mantenerse vigente en toda la geografía nacional a través de visitas periódicas; aunque lo cierto es que eso mismo les permite confiarse en la fortaleza electoral del tabasqueño para evitar el desgaste personal, económico y político de llevar a cabo una campaña de verdad.
Tal es el caso de Susana Harp, que hasta el momento ha realizado relativamente pocos actos públicos y se ha concentrado en mantener su campaña a través de ciertos posicionamientos en medios y, eso sí, acompañando a Andrés Manuel en cada ocasión que llega a Oaxaca. Al final, entienden su fortaleza, aunque ello implique que no haya proselitismo, ni campañas, ni propuestas, ni nada.
Esa misma inmovilidad se nota en la campaña al Senado de la coalición PAN-PRD-MC en Oaxaca, aunque por razones distintas. Pareciera que, al final, en todas las campañas impulsadas por esa coalición en la entidad sí pesó un factor que fue visto desde el inicio, aunque no reconocido: en Oaxaca, ni el PAN ni el PRD tienen una estructura electoral notable. En los últimos procesos electorales locales y federales, ninguno de esos partidos ha tenido un desempeño eficiente.
Y es que si el PAN tiene un problema importante de representación entre los oaxaqueños, el PRD oaxaqueño primero fue desfondado con la creación de Morena, y luego recibió un segundo golpe importante cuando en la campaña para elegir Gobernador en 2016 Benjamín Robles se llevó a otro bloque de perredistas primero al Partido del Trabajo, y más recientemente a Morena. Todo eso dejó al PRD oaxaqueño en estado de inanición, a grado tal que tuvieron que postular a un externo para encabezar la fórmula al Senado, y revivir a una panista de la vieja guardia para tratar de mantener la dignidad de la competencia electoral.
¿Qué ha ocurrido? Que por más que intentó, Héctor Pablo Ramírez no pudo hacer prender su campaña. No privilegió el proselitismo a ras de tierra. Tampoco consiguió algo importante a través de los actos masivos. Y lleva semanas organizando conferencias de prensa en la capital de Oaxaca, como si eso supliera el trabajo en las regiones que quizá pretenda que le soporte la estructura electoral creada desde sus tiempos de funcionario federal, al margen del trabajo efectivo. Al final, no parece sino resignado a un resultado desfavorable.
CAMPAÑA PUJANTE
Frente a todo esto se encuentra la campaña priista que encabeza Raúl Bolaños Cacho Cué como candidato a Senador. Es el único de los contendientes que nunca aflojó el paso, y que ha demostrado haber hecho una campaña que estratégicamente ha ido de menos a más. El contraste entre la campaña excesivamente confiada de Susana Harp, y la de Bolaños que no ha dejado de ir hacia delante, podría dar como resultado un triunfo inesperado del PRI no sólo para Oaxaca, sino para el priismo de la mayoría de los estados del país, que no tienen una perspectiva clara de poder ganar las fórmulas de mayoría al Senado.