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Chedraui, empleos e inversión: verdades a medias

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+ Fomento no se logra con empleos de bajo ingreso

Uno de los argumentos centrales que utilizó el gobierno municipal de Oaxaca de Juárez para tratar de legitimar la autorización de la construcción de la nueva tienda Chedraui, en el llamado “Predio Sarmiento”, es el relativo a que ésta inversión generará empleos y provocará derrama económica de beneficio para la entidad. Una verdad, pero a medias que, hasta ahora, nadie se ha tomado la molestia en cuestionar e indagar. Al ver el asunto fríamente, puede corroborarse que las supuestas bondades laborales, y la captación de capitales, no son tan atractivas ni tan benéficas como parecen.

En efecto, según las estimaciones dadas a conocer al mismo tiempo que el reinicio del proyecto de construcción, el pasado martes, los responsables de la obra aseguraron que “se generarán 400 empleos temporales durante la construcción de la obra, misma que contará con un año a partir de esta fecha para su conclusión, además de la generación de 250 trabajos indirectos y 300 empleos más de forma indirecta.” También indicaron que la obra tendrá un costo total de unos 220 millones de pesos, y que será ecológicamente vanguardista tanto a nivel local, como nacional, e incluso en América Latina.

Sí. Todo eso suena muy bien. De hecho, esos fueron los mismos argumentos que utilizó la autoridad municipal, para justificar su decisión de dar por inválidos todos los argumentos con los que anteriormente negó los permisos, y ahora sí dar públicamente su anuencia para la edificación de otra sucursal más de Chedraui. Por conveniencia, ellos nunca ponen en tela de juicio la calidad tanto de la obra, como de la derrama económica, e incluso de los empleos que todo eso está generando. Lamentablemente, pareciera que pocos ciudadanos tienen conciencia crítica respecto al peso real que tienen esos argumentos, y la gran manipulación de que todo eso es objeto.

Por principio de cuentas, tanto Chedraui como la empresa inicial encargada de la construcción, son de origen veracruzano. Ello, en sí mismo, no genera ningún cuestionamiento, pues es perfectamente legal y legítimo que una empresa de origen mexicano, invierta donde mejor le acomode dentro del territorio nacional. Es una libertad fundamental. El problema, para el caso que ocupa a los ámbitos de gobierno municipal y estatal de Oaxaca, es que el reporte de impuestos de esas empresas, evidentemente, se encuentra en sus lugares de origen, y no aquí. Así, la generación de impuestos, y de riqueza para las arcas públicas, es en total beneficio de otras entidades federativas que no son la nuestra.

Ahora bien, es evidente que, al no tener la constructora asiento en Oaxaca, la gran mayoría de los materiales e insumos que habrán de utilizarse, no serán adquiridos o encargados a empresas de origen local. Si acaso, son los empleos relacionados directamente con la mano de obra, los que constituirán la derrama más importante de dicha obra, tanto en trabajo como en recursos económicos relacionados con el empleo. En pocas palabras, será el de trabajadores como el de maestros albañiles, ayudantes en general, plomeros y demás técnicos —pero muy pocos profesionistas—, la mayoría de los empleos que se generen durante toda la construcción de esa nueva sucursal.

DESARROLLO ENGAÑOSO

A lo largo de la última década, en más de una ocasión los oaxaqueños nos hemos creído aquel cuento de que la llegada de tiendas departamentales es sinónimo de desarrollo. Habría que ver el asunto con un poco menos de frivolidad, y con más apego y sensibilidad a la realidad y los escollos que eso ha provocado en la economía estatal.

Es cierto que hasta antes de la llegada de grandes tiendas de autoservicio y departamentales, muchas de las empresas oaxaqueñas que se dedicaban a vender esos mismos productos, lo hacían incurriendo en no pocos abusos. Aún hay personas que tienen la idea de que, como era hace veinte años, las tiendas al vender hacen un favor al consumidor, trabajan con horarios reducidos e inflexibles, y tienen precios por momentos inalcanzables para los particulares. Eso, ciertamente, ha cambiado. Sin embargo, eso no necesariamente significa que ahora la economía y el empleo son mejores para las varias miles de personas que, en conjunto, trabajan en Oaxaca para esas cadenas de tiendas departamentales.

La economía no mejoró y, al contrario, empeoró. En gran medida, fueron los propios empresarios oaxaqueños los que no tuvieron ni la visión, ni las estrategias empresariales, que eran necesarias para hacer frente a las grandes inversiones que comenzaban a llegar desde otras entidades. El dinamismo y la actitud innovadora de las sucursales recién llegadas a Oaxaca, rápidamente avasallaron a los empresarios locales, que seguían pensando que ésta era la misma ciudad de los años sesentas, y que por tanto creyeron que el mercado cautivo, los excesos, y el atraso en sus estrategias y organización empresarial, podrían ser eternos. No tuvieron la capacidad de competir. Y así, desaparecieron comercios locales de todo tipo; salas de cine, farmacias, etcétera.

El empleo, en realidad, tampoco mejoró. La llegada de esos nuevos centros de trabajo no significó que la calidad de los puestos y los ingresos mejoraran. La gran mayoría, casi la totalidad, de los trabajadores de las tiendas departamentales, tienen salarios bajos, con prestaciones mínimas o a veces inexistentes, y con pocas posibilidades de verdadero desarrollo laboral. Es decir, que en esos negocios no es sencillo que un empleado común pase a ocupar puestos gerenciales, y tampoco que ambos tipos de empleo sean sinónimo de ingresos aceptables, ya sea para una persona que ha demostrado esfuerzo y lealtad, como para aquellas que sí gozan de preparación académica sólida. Unos y otros, en esos empleos, difícilmente logran ingresos suficientes como para asegurar que tienen garantizado el progreso personal.

ARGUMENTOS ENGAÑOSOS

Poco, o casi nada, es lo que todo eso se toma en cuenta. Las inversiones no son benéficas, en la medida que reportan verdaderos beneficios colectivos, y no sólo ganancias para unos cuantos. Oaxaca parece estar condenada a repetir ese mismo círculo vicioso: el de suponer que con la llegada de esas empresas hay beneficio, pero que mientras éstas hacen creer esto a sus consumidores, hacen negocios millonarios, y a bajo costo. A costa de la economía y el empleo locales. ¿Chedraui, o las demás, dejan sus ganancias en Oaxaca?

Confrontación GCM-URO: ya debía terminar

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+ Hostilidad, poco útil en condiciones actuales

Más allá de sus propios errores como político, Gabino Cué Monteagudo fue, y es, el villano favorito del actual grupo gobernante. Lo es ahora, y lo fue antes, aunque la diferencia se encuentra entre lo frontales que eran las disputas y descalificaciones ­­—que eran mutuas— hasta antes del 4 de julio, y lo disimuladas que, quizá, sean a partir de ahora que él es el inminente gobernador electo de Oaxaca, y que comienza a construir una relación de entendimiento con el gobernador Ulises Ruiz Ortiz. La hostilidad era hasta cierto punto natural, como ahora quizá lo sea la aparente civilidad y prudencia entre los grupos políticos entrante y saliente.

A diferencia de otros “rencores” que tiene el grupo político del gobernador Ruiz, es evidente que el que añeja respecto a Gabino Cué Monteagudo, es uno de los más antiguos y enraizados. Desde hace seis años, ambos personajes y grupos, ya eran adversarios políticos declarados, y ya contaban entre sus haberes varios frentes no de batalla política, sino de guerra; ya habían competido por conseguir el máximo cargo político de la entidad; y unos y otros ya se habían lanzado todo tipo de acusaciones sobre su respectivo pasado, sus orígenes, su desempeño en el sector público, e incluso, en algunos casos, sobre aspectos personales o maritales, e incluso respecto a sus preferencias sexuales.

Así, si desde 2004 la cadena de agravios entre uno y otro grupo ya era extensa, seis años después ésta supuraba ya adversidades y odios, que bien podrían haber ya traspasado lo político para convertirse en asuntos personales. Las discordias no habrían sido sólo entre los personajes directamente involucrados, sino fundamentalmente entre los grupos que rodeaban a cada uno de ellos. En esas circunstancias, lo menos que podía esperarse era que una vez reeditada la más intensa de las batallas entre ambos grupos —la de la gubernatura del Estado—, era que también los rencores mostraran sus residuos y nuevamente adquirieran concentración.

Eso fue exactamente lo que ocurrió en la reciente campaña proselitista. Aún cuando el equipo de campaña, y el propio candidato del Partido Revolucionario Institucional a la gubernatura del Estado, Eviel Pérez Magaña, aseguró —y en buena medida lo cumplió— que no se referiría directamente a Gabino Cué como uno de los ejes de ataque de su discurso, fue claro que los personajes que lo rodearon, y el propio gobernador Ruiz como militante priista, sí fueron implacables en los juicios emitidos en contra de su adversario y la alianza que lo postulaba. Aunque con mucha menos cobertura mediática, fue evidente que el entonces candidato Cué sí estableció como uno de sus elementos discursivos el ataque directo a la administración estatal y al gobernador Ruiz.

Incluso, una vez ocurrida la jornada electoral, y conocido el desenlace de ésta, ciertos núcleos del priismo se negaban a reconocer las circunstancias, y fue eso lo que motivó que las hostilidades se reavivaran, aunque mutuamente, con motivo de la conformación del llamado “equipo de transición” y la exigencia del inicio del proceso de entrega-recepción de la administración estatal.

En el fondo, ésta no era propiamente una batalla por lograr una transmisión de poderes ordenada y sistematizada. Fue, más bien, el pretexto a través del cual, una vez más, ambos grupos trataron de medir fuerzas. Por un lado, los opositores que habían ganado la elección, aún sin tener la legitimación legal necesaria, dispusieron el inicio inmediato de los trabajos de entrega-recepción, como una muestra de derrota aplastante para sus adversarios.

Por su parte, los oficialistas que habían perdido los comicios trataron de envolverse en diversos legalismos para justificar sus particulares resistencias a iniciar unos trabajos de transmisión de poderes que, irremediablemente, en algún momento, y antes del mes de noviembre, tendrían que comenzar a ocurrir.

Así, una vez que tanto el Gobernador en funciones, como el Mandatario electo, se sentaron en una mesa a tener un primer diálogo institucional, quedaron atrás las hostilidades que muchos esperaban, pero que parecían indeseables para una entidad como Oaxaca, que de por sí abreva incontables turbulencias y frágiles equilibrios políticos. Si ambos se jactaban de ser políticos reales, entonces más temprano que tarde tendría que haber ocurrido este encuentro que, valga decirlo, tampoco deberá ser entendido como un sinónimo de tersidad o avenencia en la transmisión de poderes.

NECESIDAD MUTUA

Pero además de las razones estrictamente políticas, era ya evidente la urgencia de un primer acercamiento entre ambos grupos. En un primer momento, esto se aparece como una garantía de entendimientos mínimos. Pero también es una muestra de que más allá de los rencores personales o de grupo, en ambos bloques tienen la idea clara de que uno no podrá gobernar, ni ser oposición, sin el otro.

El gobierno de Ulises Ruiz dice ser el más auditado del país. Sin embargo, es claro que no en sólo los puntos estratégicos que se han revisado en auditoría, sino en las múltiples dependencias que tiene la administración estatal, habrán de ocurrir faltantes y la revelación de ejercicios presupuestales ilegales, que necesariamente tendrán que ser enfrentadas por ambos grupos, pero que pueden evitarse a través de una revisión conjunta en tiempos —como éstos— que aún no son apremiantes.

Por su parte, el gobierno de Gabino Cué tendrá múltiples necesidades que sólo podrán ser solventadas, ahora y después, a través de cierto grado de entendimiento con quienes fueron sus adversarios. Esto no necesariamente debe significar una política de “borrón y cuenta nueva”, sino más bien de conjunción de las tareas que hasta ahora se han realizado, con el proyecto de gestión y políticas públicas que tiene el nuevo gobierno.

ADVERSARIOS, SIEMPRE

Es evidente que adversarios nunca dejarán de ser, y que ahora mismo lo siguen siendo. Sin embargo, en los umbrales del cambio de administración, ninguno de los dos grupos tiene todas las certezas consigo. Por eso comenzamos a ver con claridad esas aparentes actitudes de civilidad y compromiso con el diálogo, que ambas partes se reiteran, ahora que las controversias legales están prácticamente resueltas. Este entendimiento será sólo momentáneo. Por eso ni se le dará carpetazo al pasado, como tampoco ocurrirá una disputa a muerte, como muchos lo pronosticaban. No, por lo menos ahora.

Caso Chedraui: una historia de complicidades

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Autorización: traición a conciencia ciudadana

Ayer, con el anuncio de la autorización para que Tiendas Chedraui construya su polémica sucursal de la colonia Reforma, en esta capital oaxaqueña, el Ayuntamiento citadino demostró cuán poco que le interesa el verdadero sentir y la movilización ciudadana civilizada, y también cuánto calculó sus conveniencias políticas.

Alejada ya la administración municipal de Oaxaca de Juárez, de todas las efervescencias electorales, y más bien arrinconada por las derrotas continuadas, ahora sí se animaron a hacer lo que hace poco más de dos años el entonces edil José Antonio Hernández Fraguas, negó rotundamente a hacer no en base a su conciencia ciudadana, sino a sus intereses políticos: expedir las autorizaciones y legitimar la construcción de una edificación que, en sí misma, ha provocado importantes muestras de rechazo ciudadano.

Esta historia, como bien ha de recordarse, comenzó un miércoles 9 de julio de 2008, cuando en las primeras horas de la mañana, un grupo de trabajadores de la Constructora Ingrid, se apersonaron en un predio localizado entre las calles de Pensamientos y Heroica Escuela Naval Militar, en la colonia Reforma de esta capital, para derribar alrededor de 150 arbustos adultos que eran parte del terreno, e iniciar los trabajos de cimentación de lo que sería una sucursal más de las Tiendas Chedraui.

Desde el amanecer, centenares de vecinos se hicieron presentes en el lugar, para protestar por lo que ellos mismos calificaron como un ecocidio. Horas después, otros grupos de inconformes se hicieron presentes en la sesión de Cabildo del Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, para exigirle al entonces presidente Municipal, José Antonio Hernández Fraguas, que cancelara los trabajos e impusiera una multa ejemplar tanto a la empresa constructora, como a quien la contrató, por la tala no autorizada de esos árboles que eran parte del patrimonio ecológico de la zona.

En un primer momento, el edil Hernández dijo que los trabajos serían clausurados temporalmente, en tanto se indagaba si era o no viable continuar con los trabajos, y dijo que había que tener ciertas consideraciones, porque esa inversión era un ejemplo claro de que Oaxaca era un sitio atractivo para las inversiones de capital. Sólo que ante el fuerte incremento de las protestas, el Munícipe tuvo que recular.

Así, unos días después, también en sesión de Cabildo, y a través del entonces regidor Guillermo Zavaleta Rojas, anunció la cancelación definitiva de la licencia de construcción, así como la imposición de una multa de 10 millones de pesos a la cadena comercial por el ecocidio. Con esto, el gobierno municipal fingió responder al reclamo ciudadano, a través de un anuncio y una multa espectaculares. Era difícil anticipar, entonces, que todo eso sería echado por tierra.

La primera fuerza que destruyó esa aparente sensibilidad municipal para decretar la cancelación de la licencia de construcción a Chedraui, y su castigo ejemplar, fue la legal. En abril del año pasado, la cadena comercial, cobijada en la protección de la justicia federal que obtuvo a través de un juicio de amparo, obligó al Ayuntamiento citadino a rectificar en el monto de la multa, y reducirlo a menos de una décima parte de la cantidad que originalmente se había impuesto. El juicio de garantías tuvo el efecto de conminar a la autoridad municipal a utilizar las normas correctas, e interpretarlas adecuadamente para imponer sus sanciones, no en base a manipulaciones políticas, sino conforme a derecho.

Así, como lo previmos en nuestra entrega del lunes 13 de abril de 2009 al analizar los preceptos correctos de los que se tendría que valer la autoridad para imponer sanciones, la multa final no podría rebasar la cifra de un millón 39 mil pesos. Y así fue. Apenas en junio pasado se supo que la sanción última fue de sólo 990 mil pesos. Poco más de nueve veces menos que aquella espectacular multa de 10 millones de pesos que, según lo dicho ayer por la autoridad, fue pagada por Chedraui desde mayo pasado.

LICENCIA ANUNCIADA

El pasado 26 de junio, en relación a este caso, apuntamos en este espacio que “Hernández Fraguas tomó el asunto [de Chedraui] como una de sus principales banderas políticas, y también para demostrar a todos que él sí es un político sensible. Aplicó una multa millonaria y canceló permisos. ¿Y qué pasó dos años después? La sanción económica ejemplar, ya no lo es tanto. De 10 millones se redujo, como aquí lo advertimos desde hace 14 meses, una cifra cercana a un millón de pesos. Y en cualquier momento podría reiniciar la edificación de esa plaza comercial. Mucho compromiso, ¿no?”.

Todo eso finalmente ocurrió. Hoy es evidente que al haber sido superados todos los intereses políticos y electorales, quienes integran el Ayuntamiento citadino ahora sí decidieron tomar decisiones impopulares que antes se negaron a asumir, al encontrarse envueltos en una aparente casaca de representantes ciudadanos, aunque ocultando sus verdaderos cálculos electorales mezquinos.

En su momento, el gobierno de José Antonio Hernández Fraguas decidió tomar el caso Chedraui como una demostración de su eficacia como gobernante. Hoy como ya no tiene aspiración alguna, ni le interesa seguir teniendo una importante ascendencia entre el electorado que pudiera reportarle beneficios electorales, y ni siquiera encabeza el gobierno de la ciudad, entonces sí decidieron darle luz verde a la construcción.

Al final de cuentas, no está mal que hayan autorizado un proyecto que, quizá, cumple con todos los lineamientos y requerimientos de las autoridades municipales, ecológicas y reguladoras de las construcciones. Lo que no tiene explicación, ni justificación, es, por un lado, que la administración municipal haya manipulado de tal modo este caso para tratar de salir ganancioso en aspectos políticos o electorales; y por el otro, que ahora, sean ellos mismos quienes convaliden un proyecto que en julio de 2008, habían anunciado que estaba “muerto y enterrado”, pero en el que cometieron, quizá voluntariamente, tal cantidad de errores e inconsistencias, que en el fondo parecían estar encaminadas a lograr, en última instancia, la legitimación de la decisión de, ahora sí, autorizarle su construcción a la nueva sucursal de Chedraui.

DERROTA CIUDADANA

Esta cancelación fue un triunfo ciudadano auténtico. Fue la gente, movilizada y oponiéndose civilizadamente, la que consiguió esto. Más que de la ecología, esta es una derrota para ellos.

Iglesia vs matrimonios gay, en Oaxaca buscará consensos locales

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+ ¿Clero endurece su posición, para “doblar” a GCM?

Hoy, cuando una discusión tan barroca como la de los matrimonios entre personas del mismo sexo parece tan lejana a Oaxaca, la jerarquía católica ha corroborado su apoyo irrestricto a una de las posiciones más conservadoramente radicales de que se tenga memoria. Dijeron respaldar al cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, respecto de los señalamientos fuertemente discriminatorios y ofensivos que lanzó en contra de los homosexuales que hoy tienen la posibilidad, en la capital del país, de contraer matrimonio y adoptar menores. Aunque parece un tema irrelevante, esa posición de severidad de la Iglesia Católica no parece ser sino una repetición de la estrategia con la cual, hace casi un año, logró que en Oaxaca se vedara constitucionalmente cualquier posibilidad de legalizar los abortos.

En efecto, a principios de año, cuando la alianza entre partidos de oposición estaba en francas vías de trabarse en Oaxaca, para buscar la gubernatura, las alcaldías y las diputaciones locales, algunos medios de información cuestionaron al dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática, Jesús Ortega Martínez, que si los partidos de derecha e izquierda tenían posiciones radicalmente opuestas en temas como el de la legalización del aborto, o el de los matrimonios entre personas del mismo sexo, cómo harían para conjuntar esas visiones de ganar el gobierno y el Congreso de una entidad federativa como Oaxaca.

La respuesta salomónica del Líder nacional perredista, fue que como esos temas no se incluían en la plataforma conjunta de gobierno que habían creado y aprobado tanto ellos, como el Partido Acción Nacional, Convergencia y el Partido del Trabajo, entonces eran asuntos que no se habrían de contemplar, y que tampoco estarían a discusión al seno de una coalición que, de sí, se aparecía como aquel lugar común “del agua y el aceite”.

Con esa seguridad —que en realidad no estaba comprada ni garantizada—, todos los opositores de izquierda y derecha, fueron juntos a encabezar un proyecto político que, hoy que tiene formalmente el poder estatal en las manos, seguramente dentro de algún tiempo se verá orillado, por presiones aviesas, a discutir y, potencialmente, aprobar ese tema que originalmente se dijo que no sería abordado.

¿Por qué asegurar lo anterior? Porque, en primer término, es claro que el nuevo gobierno tendrá que buscar la porción de legitimidad que le hace falta. Aunque su victoria electoral fue clara y difícilmente cuestionable, es evidente que el bloque de ciudadanos que no votaron por esa opción es igualmente numeroso y, en términos sencillos, superior a quienes los prefirieron.

En ese sentido, parece claro que ese es, para la Iglesia Católica, el escenario perfecto para conseguir ciertos fines que, ni legal ni políticamente, han podido frenar los integrantes de la derecha nacional, a través de procesos legislativos o acciones de inconstitucionalidad presentadas ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

¿Por qué esas son dos razones que se combinan? Porque para cualquier régimen de gobierno, es nada despreciable la posibilidad de conseguir cierta porción de la legitimidad que les hace falta, a través de una institución que, nos guste o no, tiene una influencia determinante sobre la sociedad, como lo es la Iglesia Católica. Ésta, por su parte, siempre ha aprovechado los momentos de debilidad de los regímenes de gobierno, para conseguir sus fines. ¿Cómo? Valiéndose de la crítica agria y sistemática, hasta conseguir un margen de negociación a través del cual conseguir algo, a cambio de disminuir la intensidad de sus señalamientos.

MONEDAS DE CAMBIO

Todo ciudadano interesado en los asuntos públicos, se habrá dado cuenta que a partir de septiembre del año pasado, la jerarquía católica oaxaqueña prácticamente cesó cualquier señalamiento importante en contra del gobierno; también habrá notado que antes de ello, sus posiciones parecían ser de una dureza innecesaria en contra de la administración estatal, que de por sí cargaba con fuertes y recurrentes crisis de legitimidad por los incontables señalamientos que los involucraban y responsabilizaban.

Y, aunque no se aceptó —porque era obvio que fue un pacto de naturaleza inconfesable—, fue evidente que el interés mostrado por los diputados locales priistas y panistas por lograr la aprobación de la reforma al artículo 12 de la Constitución Estatal —que “consolidaba” el derecho a la vida desde el momento de la concepción, y por tanto cerraba la puerta a cualquier posibilidad de legislar, bajo el esquema constitucional actual, cualquier reforma que autorizara la práctica de abortos por voluntad—, fue directamente proporcional al cese de las críticas y señalamientos que la jerarquía católica lanzaba en contra del gobierno de Oaxaca.

¿No podría ocurrir lo mismo en este caso? Si el gobierno de Gabino Cué Monteagudo encuentra sus márgenes de legitimidad por otras vías, y si logra conservar la inmunidad frente a la acidez de la Iglesia, entonces nada de esto ocurrirá. Pero si los señalamientos comienzan a hacer mella, y éstos ceden en los intentos derecho-panistas de emprender reformas para cerrar cualquier posibilidad de aprobación de matrimonios entre personas del mismo sexo, entonces pronto veremos a los diputados locales por lo menos discutiendo tal reforma.

El mismo conservadurismo y tradicionalismo de nuestra sociedad, hace lejana la “bienvenida” a una discusión de esa naturaleza. Sin embargo, aquí ni siquiera se había discutido el tema de la legalización del aborto, y de todos modos hubo reformas para cancelarlo.

¿Cómo lograr dicho objetivo? Fácil: estableciendo en el mismo, y controversial, artículo 12, octavo párrafo de la Constitución del Estado, que la familia está integrada en base al  matrimonio celebrado entre un solo hombre y una sola mujer. De hacer eso, lograrían sus fines morales, atávicos y falsamente divinos, al menos en el ámbito estatal. Y doblarían al Congreso. Aún cuando los diputados tanto del PAN, como del PRD y las fuerzas de izquierda, aseguraran que temas como ese no serían discutidos en las dos siguientes Legislaturas locales.

¿TRICOLORES LAICOS?

Disimuladamente los priistas guardan silencio a todas estas discusiones. No son temas suyos, dicen. ¿Qué nadie se acuerda que, al menos en Oaxaca, ellos, los laicos defensores de la Revolución, fueron los que le hicieron la chamba a la Iglesia con el tema del aborto?

Lorenzo San Pablo: paradigma impune del 2006

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+ APPO y S-22: lucha vs régimen, sólo testimonial

Digan lo que digan los grupos involucrados, la única muerte directamente relacionada con el conflicto magisterial y popular de 2006, que no tiene, ni tendrá más explicación que la del ataque artero y desproporcionado de agentes estatales, y que es muestra total y vergonzosa de impunidad, es la de Lorenzo San Pablo Hernández.

En efecto, ayer domingo se cumplieron cuatro años de aquel homicidio, que presuntamente ocurrió a manos de efectivos policiacos estatales, en medio de un operativo que hasta ahora carece de explicación y fundamento. La realidad indica que no existe investigación ni justicia, en ese y todos los asuntos relacionados con la crisis magisterial. Pero, particularmente, el problema es que a casi un lustro de distancia, no sólo ha sido el gobierno de Oaxaca, sino también los grupos opositores, quienes han procurado la impunidad en ese homicidio que, por sus características, resulta ser un paradigma de aquella revuelta social, y sus componendas finales.

¿Por qué decir que el homicidio de Lorenzo San Pablo no tiene más explicación que el ataque desproporcionado y artero de las fuerzas del orden? Porque a pesar de su gravedad, diversas autoridades del gobierno estatal, aseguraron en su momento tener conocimiento —aunque ello no signifique que participación directa o capacidad de decisión y mando— de aquel “Operativo de limpieza de vialidades” que realizaron agentes de la entonces Policía Ministerial, Preventiva y Auxiliar del Gobierno del Estado, frente a la toma de estaciones de radio —ocurrida la mañana del 21 de agosto de 2006.

Aquel operativo, teóricamente, se justificó tanto en la ocupación de instalaciones radiofónicas por parte de los grupos inconforme, como en el cierre de algunas vialidades cercanas que éstos hicieron, para resguardar la toma de oficinas, equipos y antenas transmisoras de las estaciones. En sus argumentos de defensa, las autoridades estatales aseguraron que tal operativo se habría realizado para despejar las calles y brindar seguridad a la ciudadanía.

Lo cierto es que más allá de los dichos oficiales, ese operativo de limpieza de calles provocó un doble desastre: en su único día de funcionamiento, protagonizaron una balacera en la colonia Reforma, en calles aledañas a donde se ubican las instalaciones de la empresa Radio Publicidad de Oaxaca (RPO), que entonces estaba ya ocupada por el magisterio y la APPO, y cuya señal convirtieron en “La Ley del Pueblo”.

Fue un doble desastre, porque en esa operación cayó muerto de un disparo, sin explicación o justificación alguna, Lorenzo San Pablo; y porque fue nada menos que ese hecho lo que motivó que, a partir de entonces, los grupos inconformes invitaran a la población, a través de las señales radiofónicas, a instalar barricadas en todas las arterias viales que les fuera posible, precisamente para evitar la posibilidad de tránsito nocturno de lo que ellos, fundadamente, denominaron “Las caravanas de la muerte”.

El gobierno estatal, evidentemente, jamás tendría la voluntad política para iniciar investigaciones que involucraran a funcionarios de ese mismo régimen, tanto para esclarecer la muerte de Lorenzo San Pablo, como también para identificar la cadena de mando que dispuso aquel operativo de limpieza de calles, e imponerle las sanciones correspondientes.

Todos se centraron en defender o satanizar la instalación de barricadas. No se sabe si accidental o deliberadamente, tanto la Sección 22 como la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, olvidaron tanto el hecho de sangre (la muerte de San Pablo) como la causa (las caravanas de la muerte) que desencadenó la instalación de las mismas; y nada le convenía más al propio gobierno, que mantener en silencio, y en el olvido, la verdadera razón por la que ellos fueron corresponsables de los bloqueos viales nocturnos que, durante varios meses, fueron los que impusieron ley en la capital oaxaqueña.

IMPUNIDAD CONVALIDADA

En ese olvido, aparentemente accidental o posiblemente deliberado, de toda la serie de hechos que fueron determinantes y que ocurrieron entre el 21 y 22 de agosto de 2006, tanto la Sección 22 como la APPO y demás grupos detractores del gobierno estatal, lo único que han hecho es convalidar por partida doble la impunidad que se ha procurado respecto a ese crimen.

Hasta ahora, las exigencias de justicia y los reproches por la inexistencia de una investigación seria sobre ese caso, han sido meramente testimoniales. Es cierto que este gobierno jamás tendrá la voluntad para indagarse e incriminarse a sí mismo. Pero también es evidente que fuera de la entidad, existen otras instancias nacionales e internacionales, a través de las cuales sí se podría exigir efectivamente justicia, e incluso presionar a todas las esferas gubernamentales involucradas a que investigaran ese hecho, que marca el capítulo más negro del conflicto magisterial, y de la actuación del gobierno estatal, en medio de los hechos del 2006.

A la Sección 22, la APPO y demás, les interesa mucho continuar en la escena pública, asegurando que exigirán juicios penales en contra de los funcionarios involucrados en los hechos de 2006, que dejarán sus cargos en el próximo mes de diciembre. Esa es una mera posición política, que sin embargo no cuenta con el verdadero interés de ser llevada a los hechos. Sólo buscan su decoro como frente de lucha política, pero no justicia efectiva para las banderas que ondean.

No buscan justicia efectiva, porque sólo conmemoran la muerte de San Pablo y de otras personas más que, a su juicio, murieron por causa del conflicto magisterial; pero esos grupos —que tienen los recursos, la legitimidad y la atención como para emprender acciones más contundentes— no han sido capaces de acudir con verdadera energía ante instancias internacionales de tutela de derechos humanos, o de justicia penal, para lograr la investigación y el esclarecimiento, al más alto nivel, de estos hechos. Con sus lamentos, sólo ayudan al gobierno a procurar su propia impunidad.

JUSTICIA RESTAURATIVA

Este día, la PGJE celebra el tercer aniversario de su Centro de Justicia Restaurativa. A través de éste, han buscado proveer mecanismos de vanguardia en la solución de conflictos entre particulares, a través del avenimiento y la mediación. Enhorabuena por la maestra en Derecho, Jhazibe Valencia de los Santos. Ojalá que, en esas tareas, sigan cosechando éxitos.

Toma de estaciones de radio: cuatro años

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+ 21 de agosto: determinante para la APPO

Quizá esta sea ya una jornada para muchos intrascendente. Pero el 21 de agosto de 2006, resulta ser una fecha trascendental porque ésta fue la que marcó el antes y el después de las jornadas de lucha de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, y los profesores de la Sección 22 del SNTE en aquel año aciago de la revuelta magisterial y popular.

Hace exactamente cuatro años, un grupo de profesores que se encontraba resguardando las antenas de transmisión de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión, fueron atacados por sujetos desconocidos. En respuesta, cuadrillas bien organizadas de profesores e integrantes de la APPO, ocuparon prácticamente todas las estaciones de radio de la capital oaxaqueña, primero en protesta por la agresión sufrida esa madrugada, pero sobre todo para poner en marcha una fase superior de su plan de acción, tendiente a masificar el conflicto, que entonces ya se encontraba en un relativo estado de estancamiento.

Hagamos memoria de qué pasaba en los últimos días del mes de agosto en Oaxaca. Los profesores e integrantes de la APPO, habían resistido estoicamente el paso de todo el periodo vacacional de verano, pero se encontraban en un dilema importante frente al inicio del nuevo ciclo escolar: tenían la opción de sostener su lucha, pero volver a las aulas, y así evitar que el gobierno estatal decretara la retención de sus salarios; la segunda opción, era la de sostener su lucha en términos de radicalización, y paro indefinido de labores, hasta lograr que los ámbitos de gobierno cedieran a sus demandas y les dieran respuestas satisfactorias. Una, pues, era la postura moderada, y la otra, la tradicional que ocupa el magisterio de poner contra la pared a sus adversarios, para iniciar desde ese punto las fases de negociación.

Si bien se recuerda, una asamblea estatal de la Sección 22 ocurriría apenas unos días después de aquel aciago 21 de agosto de 2006. En ella, había un claro encaminamiento a lograr destrabar el paro indefinido, y conseguir que por lo menos grupos representativos de profesores inauguraran el ciclo escolar 2006-2007, sin que esto significara que las escuelas reanudarían sus labores por completo, ni tampoco que todos los profesores abandonarían sus tareas sindicales para regresar a las aulas. Era, o parecía, un movimiento táctico para dar un aire a la intensa lucha política que libraban en contra del gobierno de Ulises Ruiz Ortiz.

Sin embargo, a la par de esa postura moderada, se encontraba la de los sectores radicales del magisterio y la APPO, que llamaban a continuar el paro indefinido de labores, y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Eran quienes decían que no podía existir ningún margen de negociación, ni ninguna demostración de flaqueza por parte de los profesores democráticos frente al mal gobierno, y que por tanto había que sostenerse en sus posiciones hasta conseguir los objetivos planteados.

El caso es que, ante esas dos posturas, había una clara tendencia por privilegiar la primera. Sólo que, sospechosamente, ante el inminente inicio del ciclo escolar, comenzaron a ocurrir ciertos hechos que orillaron a los profesores democráticos a abandonar sus intenciones iniciales, y optar por el recrudecimiento de la lucha política.

Eso fue exactamente lo que ocurrió el 21 de agosto de aquel año. Independientemente de que tal ataque hubiese o no ocurrido, o que se hubiere perpetrado en la forma en que los democráticos dijeron que había sido, lo cierto es que eso marcó una tendencia irreversible en el magisterio a continuar en bloque frente a la lucha.

Ante el ataque, ellos no se podían permitir concesiones. Por eso, ese fue el día en que se canceló cualquier posibilidad de arreglo civilizado con los profesores, y se inició, con ayuda involuntaria de la radio, el periodo más violento y plagado de incertidumbre que ocurriera en Oaxaca durante el conflicto magisterial de 2006.

ARENGA NOCIVA

Desde la mañana de aquel 21 de agosto, los profesores de la Sección 22 tomaron todas las estaciones comerciales de radio, en protesta por el ataque sufrido. Junto con la agresión a balazos, ellos aprovecharon para protestar en contra de un cerco informativo del que se decían objeto.

Tomaron, en razón de ello, todas las frecuencias radiofónicas existentes en la capital oaxaqueña —sólo dejaron libre a la del empresario Humberto Lópezlena Cruz—, bajo el argumento de poder difundir su mensaje y su versión del conflicto magisterial. Hubo la expectativa de que las estaciones serían devueltas a la brevedad posible, o que, en su caso, intervendrían las instancias federales encargadas de las telecomunicaciones, para impedir que el uso indiscriminado de las señales se convirtiera en una tarea cotidiana.

El gobierno estatal se encontraba totalmente paralizado. No ejercía autoridad alguna sobre nadie en la entidad; y el gobierno federal hizo como que ese problema no existía, y que por tanto no tenía nada que hacer en la entidad. El problema es que mientras unos se decían incapaces, y los otros desinteresados, los grupos inconformes que se apoderaron de las frecuencias de varias estaciones, por más de tres meses, vertían mensajes poco mesurados sobre la necesidad de la participación del pueblo en la lucha del magisterio y la APPO, instrucciones sobre la colocación de barricadas y la autodefensa, e incluso la información, en tiempo real, de qué era lo que estaba ocurriendo en ciertos lugares álgidos, cómo tomar providencias, o cómo tendría que contrarrestarse algún intento policiaco de reacción frente a los grupos inconformes.

No hubo autoridad alguna que, en todo ese tiempo, se pronuncia por lo menos con preocupación por lo que ocurría en Oaxaca capital. Pero esas arengas constantes y accesibles hasta para el público menos pudiente, fueron determinantes para redimensionar el conflicto magisterial, y proporcionarle esas bases que fueron quienes le dieron fuerza a una lucha del magisterio que, por sí solo, no habría podido librar del todo.

ILEGALIDAD IMPUNE

Por esas usurpaciones en las estaciones de radio, debieron haber investigaciones ministeriales, y quizá detenidos. Se violaron, nada menos que estrictas leyes federales sobre radiodifusión, y sobre telecomunicaciones. Esta fue una demostración genuina de lo poco que le interesaba Oaxaca al gobierno del entonces presidente Vicente Fox Quesada, y de la ignominia que fuimos capaces de cometer los ciudadanos, contra nosotros mismos.

“Pulpo” camionero y gobierno se arreglan. ¿Y la sociedad?

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+ Resistencias internas… rasgo de priismo cambiante

Un aspecto que no debería quedar fuera de la discusión sobre el transporte público, es el de la opinión y postura que tiene el usuario. Al menos en Oaxaca, es imposible que las personas que todos los días utilizan los autobuses urbanos, puedan hacer una queja efectiva, y una recriminación real al pésimo y peligroso servicio que reciben. No pueden porque el sector está sujetado hegemónicamente a un duopolio, en el que el común denominador se localiza en las arbitrariedades y el mal servicio; porque el gobierno es totalmente omiso e insensible al sentir ciudadano; pero también porque nosotros mismos, los ciudadanos, hemos construido poca conciencia, poca cultura, y pocos caminos para poder quejarnos adecuadamente.

El asunto no es menor, si se observa desde las trincheras ciudadanas. En esta ocasión, como en casi todas, el tema de la discusión sobre el transporte público, se centró en las necesidades económicas que argumentaron los concesionarios que controlan las líneas camioneras, y las “resistencias” que débilmente puso el gobierno estatal, para tratar de ejercer sendas presiones, y lograr un acuerdo respecto al establecimiento de una nueva tarifa. Nadie tomó en cuenta, cualquier cosa que tuviera que decir quienes finalmente son quienes utilizan, quienes pagan, y quienes padecen el servicio de transporte urbano que reciben. Es decir, el sentir de los usuarios.

Ese es, en realidad, uno de los aspectos más graves de la deslegitimación que hoy pesa sobre el incremento a la tarifa del transporte público. En un momento dado, pudiera considerarse como válido aquel argumento que señala que los costos del combustible, de las refacciones, y de los insumos de las unidades, se ha elevado tanto como para hacer necesario un incremento al precio del pasaje, que rebasa el 20 por ciento respecto a su importe anterior.

Podría también comprenderse que, como lo dice la autoridad, estos incrementos fueran sólo una recatada correspondencia al aumento anual de la inflación, y a la contención de las tarifas —para no incrementarse anualmente en relación al aumento del costo de la vida— decretadas por disposición oficial. La autoridad dice, como argumento de defensa, que de todos modos las tarifas tienen que ajustarse a la realidad económica, y que por eso era necesario este incremento.

Sí. Esa y cualquier otra razón podría asumirse totalmente como válida, siempre que unos y otros —es decir, el gobierno y los concesionarios— honraran medianamente su palabra y sus promesas. Si a partir de diciembre de 2007, hubiera ocurrido un mejoramiento visible en la calidad del servicio que prestan, en la renovación de unidades, en la contratación del seguro del usuario, y en la disminución en las estadísticas de accidentes, lesionados y muertos en los que estuvieran relacionados autobuses de servicio urbano, entonces, de entrada, no habría problema alguno para legitimar este incremento al costo del pasaje.

Pero si esto —que son las meras razones objetivas— no ocurrió, mucho menos hubo sensibilidad para comprender que como no son ellos —camioneros y gobierno— quienes pagan los costos de sus decisiones, entonces cuando menos tendría que ser necesario escuchar al usuario, y que éste legitimara los incrementos base a su propia experiencia en la utilización del servicio.

Nadie voltea a ver al ciudadano que todos los días utiliza el transporte urbano, porque esto equivaldría a tener un choque artero con la realidad. A diferencia de otras ciudades, en las que el transporte público se usa como opción y no como una necesidad irremediable, nadie en Oaxaca utiliza el transporte público como una alternativa: todo aquel que puede, se compra un automóvil, para dejar de padecer al “pulpo”. Esto, de entrada, tendría que ser al revés, y así se evitarían congestionamientos, contaminación y cientos de percances viales cada año.

Sin embargo, lo que queda claro es que en la entidad, el grueso de los usuarios no tiene ni la idea de exigir un transporte público más eficiente, y mucho menos la de poder castigar enérgicamente a quien no cumple con las expectativas. Por una parte no puede hacerlo, porque no existen opciones. Pero por el otro, y también queda claro, es un asunto que no le provoca mayor interés.

OPOSICIÓN PRIISTA

Sin embargo, frente a toda esta aparente estela de desencuentros, habría que comenzar a considerar algunos destellos importantes, nada menos que entre las fuerzas partidistas involucradas en el asunto. Uno de esos destellos, fue la propia oposición que presentó al Cabildo, el bloque de concejales priistas en el Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez.

Fueron éstos, a través del regidor Rodrigo González Illescas, y no los partidos de oposición, quienes presentaron un punto de acuerdo en el que solicitaban al Gobierno del Estado, y al Congreso local, que no autorizara incrementos a la tarifa del transporte público, por la difícil situación económica por la que atraviesa el país, y por el incumplimiento de los acuerdos por parte del llamado “pulpo camionero”.

Aunque se ha soslayado dicha acción por quienes desearían una oposición ruidosa pero poco efectiva, es evidente que esta resulta ser una primera demostración de oposición interna, planteada con responsabilidad y mesura, al seno de un priismo que está acostumbrado a actuar siempre en bloque, convalidando las decisiones que se toman desde los órganos superiores del partido o del gobierno, sin siquiera considerar si la medida tiene o no impacto negativo para sus propios intereses, para su imagen como fuerza política cercana a la ciudadanía, o para la misma población que es quien enfrenta las consecuencias.

¿Ese sería uno de los posibles caminos que podría seguir el priismo de ahora en adelante? No sabemos si eso se encuentre entre sus planes, o entre sus márgenes de tolerancia. Pero, sin duda, tendría que ser una primera demostración de algo que ellos prácticamente no conocen, y que se llama autocrítica tolerante.

VER FANTASMAS

Ha sido común, en los días recientes, que la reacción virulenta de los concesionarios, y la respuesta condescendiente del gobierno estatal, haya sido tratada de explicar por un choque entre grupos políticos. Es decir, entre opositores y priistas. Si eso hubiera sido, entonces los camioneros no se habrían conformado con el incremento de un peso a la tarifa. Es más, se habrían empecinado con los 7 pesos. No. Este no es un asunto partidista. Es un tema de fuertes intereses económicos.

Nueva tarifa: todo estaba previamente pactado

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+ Gobierno demuestra burdo nivel de negociación

Desde la noche del martes, quedó claro que todo era consecuencia de un pacto previamente construido. A pesar de que anteayer los concesionarios del transporte público decretaron un sitio completo de la capital oaxaqueña, y sus zonas conurbadas, y que la autoridad hizo como que aplicó la ley, e hizo como que negoció, para luego hacer como que entendió, y luego como que cedió, todo pareció ser un plan perfectamente elaborado para legitimar un incremento a la tarifa del pasaje que, en realidad, no tiene justificación económica, legal o política alguna.

No es nueva la queja de los concesionarios del transporte público, respecto al alto costo que, según, para ellos significa el mantenimiento y costeo de las unidades. Aunque ellos se dicen consecuencia de la cultura del esfuerzo, es evidente que por lo menos en el transporte urbano, la gran mayoría de las unidades —que circulan a través de las dos grandes líneas camioneras, y sus subdivisiones— es propiedad de no más de 20 personas, que han amasado fortunas inmensas al amparo no sólo de su trabajo, sino de los privilegios que le ha dado la autoridad a lo largo de los años a cambio de colaboración política y partidista, y del incumplimiento a las contraprestaciones que reiteradamente le ofrece al usuario a cambio de los incrementos a la tarifa.

Vayamos a lo objetivo. En lo que va del año, ha habido ocho incrementos de alrededor de ocho centavos, cada uno, al precio del litro de diesel. Es, exactamente, la misma proporción en que ha subido la gasolina Magna, que es la que ocupa la gran mayoría de la población en sus vehículos de motor. En el caso de un autobús de pasajeros, que consume diariamente entre 100 y 150 litros de diesel, el incremento del gasto —que no pagan los concesionarios— resulta ser de menos de cien pesos diarios. Cualquiera puede hacer una operación aritmética simple, para corroborar lo anterior.

Ahora bien, otro de los argumentos que sistemáticamente utilizan los concesionarios para justificar su voracidad, se encuentra en el, dicen, constante incremento a los precios de las refacciones e insumos de las unidades. Esto resulta paradójico, en un primer momento, porque si la renovación de la flota camionera fue uno de los compromisos iniciales a cambio de los cuales se les autorizó el incremento anterior, y se presupone que una unidad nueva tiene menos fallas y necesidades técnicas que una unidad con una década de uso diario, entonces significa que los camioneros se quejan por un incumplimiento, u omisión, propio. Es decir, que se quejan por los altos costos de reparación y refacciones de unidades viejas, que ellos mismos se habían comprometido a sustituir por vehículos nuevos.

Lo peor de todo, que además resulta ser lo más vergonzante para los concesionarios, y que revela de cuerpo entero su voracidad, es que en la mayoría de los casos no son ellos quienes pagan todos los costos que hemos enumerado, sino directamente los usuarios, e indirectamente los conductores de las unidades que, para efectos prácticos, no son sus empleados sino simples comisionistas.

En efecto, cualquier conductor de una unidad de transporte público puede dar cuenta de lo siguiente: que, todos los días, el dueño de la unidad, le exige que al final de la jornada, éste entregue una “cuenta” —consistente entre 5 y 7 mil pesos—, en la que no se incluya el diesel de la unidad. Y todas las reparaciones y refacciones de la unidad, normalmente, son pagadas tanto por el dueño como por el conductor, en partes iguales (50 por ciento del costo, cada uno).

Así, lo que puede verse es que el conductor debe trabajar para sacar una cuenta que, íntegramente, ingresa en los bolsillos del concesionario; que es él quien paga el combustible, sin importar que éste se incremente cada semana; y que además es quien carga con el costo de las reparaciones. Por eso, a los concesionarios no les interesa ni prestar un buen servicio, ni renovar las unidades, ni proteger al usuario: pase lo que pase, ellos tienen su ingreso asegurado, a través de trabajadores a los que tratan como esclavos, y de usuarios que no tienen otra alternativa, más que utilizar ese servicio, así sea en pésimas condiciones, porque es el único.

PACTOS INMORALES

Todas esas, sin embargo, son razones intrascendentes tanto para el gobierno como para los concesionarios. Las razones que para ellos valen, son las que sistemáticamente utilizan para justificar sus pactos inconfesables. ¿Por qué hablar de pactos?

Porque, según parece, toda esta fue una acción concertada. Es decir, algo así como una farsa en la que, al final, todos saldrían ganando. A pesar de que el gobierno estatal había dicho que no autorizaría un incremento desproporcionado al costo del pasaje, la tarde de ayer se anunció que éste se incrementaría en un peso, para fijarse en $5.50; su incremento “moderado”, fue de nada menos que de un 22 por ciento. A cambio de nada.

El problema, según parece, es que nadie quiso cargar con el costo político completo de la decisión. Por eso, en una aparente actitud de fuerza, los concesionarios se rebelaron en contra de la autoridad que, curiosamente, se mostró tímida ante una de las afrentas más importantes que se hayan visto en los últimos años en la entidad. La imposición unilateral de nuevas tarifas, un día de sitio, y otro de amenazas, fueron suficientes para que el gobierno tomara la decisión de apartarse de sus posiciones iniciales, y ceder en el incremento al costo del pasaje en transporte público.

En el fondo, esa es una muestra del decadente nivel de diálogo y concertación que existe hoy entre el gobierno estatal y los poderes fácticos. La simulación y la “colaboración” mafiosa entre unos y otros, para tratar de engañar a la población —que recibe un pésimo servicio, que de todos modos no va a mejorar… y eso es lo más grave de todo esto— e imponerle, o asestarle, un nuevo precio a un servicio básico, que también representa un golpe certero para la economía familiar.

¿EFICIENCIA?

Seguramente, luego de “pactar” formalmente el incremento que previamente había sido acordado, y luego de la “legitimación” de fuerza habido en los días previos, los concesionarios “reconocerán” a la autoridad, y éstas se felicitarán por haber conducido exitosamente una negociación. El pueblo se va a acordar, de unos y de otros, cada vez que utilice esas unidades que son, como dice Juan Diego, auténticos “ataúdes rodantes”.

Concesionarios: espejo de este gobierno

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+ Autoridad, desacreditada y deslegitimada

Lo que ocurre en Oaxaca es digno del Ripley: una autoridad estatal, autoriza infundadamente un incremento a las tarifas del transporte público, para resarcir a los concesionarios de las mismas, por las pérdidas económicas sufridas durante un conflicto social que, en buena medida, fue ocasionado por la ineptitud y la soberbia de los funcionarios que integran ese gobierno. Es decir, que los quebrantos de unos, y las insuficiencias de los otros, fueron cargados a los bolsillos del pueblo, a través de una serie de argumentos y justificaciones que, ingenuamente, los particulares creímos. Y si eso era digno de la más vodevilesca Galería de Horrores, lo que ocurre ahora no tiene nombre.

¿Qué ocurre hoy? Que, seguramente, la autoridad gubernamental estatal, afiliada y estrechamente ligada —como debe de ser— a un partido político, buscó todos los apoyos políticos posibles para el impulso a su candidato a Gobernador, y a su proyecto político. Dentro de los apoyos que consiguieron, fue el del sector del transporte público. ¿En qué consistía ese apoyo? En servir de instrumento para la movilización; en ser un elemento más para la propaganda política, y en servir como una demostración del más anquilosado corporativismo político que, en otras épocas, representaba carretadas de votos a favor de un partido determinado.

Hubo, en esa comedia ligera y frívola, una serie de pactos recíprocos a cambio de ese apoyo, que fue sólo de una parte del sector. Aquella autoridad estatal, propuso que a todos aquellos que se vieron dispuestos, u orillados, a prestar ese apoyo político, que una vez ganada la elección, se podría negociar un incremento a las tarifas del transporte urbano. Con la otra parte del sector, hubo un rompimiento estruendoso, cuando una de las principales concesionarias de una de las líneas camioneras —y en otros tiempos amplia beneficiaria del sistema— rompió políticamente con ese partido, para anunciar su apoyo total e incondicional, a la causa política contraria a la de quienes buscaban repetir en el poder gubernamental.

El resultado fue ampliamente abrumador, a favor de la causa opositora al régimen gobernante. Aún con todos los apoyos conseguidos, y su apoyo firme, no fue suficiente como para repetir en las más importantes responsabilidades públicas. Ante la derrota, todos los pactos se rompieron, o cuando menos dejó de importarles si éstos se cumplían o no.

Entonces, uno de esos tantos agraviados, los concesionarios, intensificaron los llamados a cumplir esos pactos. Primero utilizaron aquel viejo argumento de que la crisis económica, y la inflación, hacían imposible seguir costeando una actividad económica lucrativa, en la que los servicios, el combustible y las refacciones incrementan sus precios todos los días. Nadie les creyó.

Luego se valieron de otro. Dijeron que la flota camionera necesitaba ser renovada, para adquirir unidades menos contaminantes; y que del mismo modo, era apremiante dar capacitación a todos aquellos conductores que no tenían nociones claras del servicio que prestaban; y que, incluso, el incremento era necesario para garantizar la adquisición de seguros de viajero, que dieran certeza al usuario de que sería resarcido ante cualquier eventualidad que ocurriese mientras viajaba en una unidad del transporte público. Pero como en diciembre de 2007 dijeron y prometieron lo mismo, sin cumplir, tampoco nadie les creyó.

Así, como ninguna de sus estrategias anteriores funcionó, ahora decidieron lograr sus objetivos “a la brava”. Esta no parece ser una cuestión de golpeteo mediático, sino una acción concreta, que no es más que consecuencia de lo que este gobierno se dedicó a sembrar durante toda su gestión: el descrédito a su propia autoridad, y el incumplimiento de los pactos que ellos mismos proponen.

TODOS, MUY MAL…

Sólo los concesionarios saben si, de verdad, el problema de fondo en sus exigencias, radica en los incrementos constantes a los insumos y servicios que requieren las unidades. Si es así, entonces no parece. Esto porque en una declaración de ingenuidad o franqueza, hace unos días uno de los concesionarios (Erasmo Medina Ángeles) exigió que ahora el gobierno estatal cumpliera con la palabra empeñada a los transportistas, porque el incremento a la tarifa había sido un pacto a través del cual, ellos aceptaron impulsar la candidatura a Gobernador del diputado federal del PRI, Eviel Pérez Magaña.

El gobierno estatal negó cualquier tipo de pactos (era obvio que no podría aceptarlo), y anunció que la tarifa no se incrementaría. Los transportistas —que, con empresas distintas, apoyaron a ambos candidatos— continuaron insistiendo en que era urgente el incremento, ante la imposibilidad de continuar costeando sus operaciones. Ante la presión ciudadana, de nuevo la autoridad dijo que no. Y entonces el golpe que dieron los concesionarios a la economía familiar, fue directamente proporcional a la burla pública a la que sometieron a la autoridad.

La Coordinación de Transporte, ayer, quedó reducida a su tamaño natural. Si durante los últimos años, sus funcionarios actuaron como agentes de los concesionarios, y como legitimadores y justificadores de sus necesidades y decisiones (nunca las de los usuarios), ahora los dueños de las unidades de transporte los hicieron ver como unos auténticos buenos para nada, que tienen la misma autoridad que una estampita con imágenes de súper héroes o luchadores:

Sin siquiera ofrecer alguna contraprestación al usuario, ayer decretaron unilateralmente un incremento a la tarifa del transporte. No les importó no contar con el aval de la autoridad. A la hora que Tránsito del Estado, y la Cotran, iniciaron la detención de las unidades que cobraban ya 7 pesos al usuario, ¡Fueron los mismos transportistas quienes iniciaron sendos bloqueos en prácticamente todas las vialidades importantes de la capital oaxaqueña y municipios conurbados!

UN MUNDO RARO

¿Qué no eran antes los estudiantes quienes tomaban los camiones, para protestar por los incrementos? ¿Qué no el transporte público era también parte eso que algunos llaman “pueblo de Oaxaca”? ¿Y será que nos gobierna una autoridad, o el payaso de las hamburguesas? Caramba. Este bien puede ser el mundo al revés. Quizá luego resulte que Gonzalo Ruiz Cerón llame a colocar barricadas, e iniciar una insurrección popular, para impedir el paso de los tiranos autobuses que cobran más de lo que deben. Qué desgracia.

Cajas de ahorro: Carmelina “atiza” la insolvencia masiva

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+ Atender y denunciar: un binomio poco útil

A estas alturas, ya nadie sabe bien a bien si la diputada Carmelina Cruz Silva ayuda o perjudica a los no pocos defraudados de las cajas de ahorro populares de Oaxaca. Desde que tomó las riendas de ese asunto, y durante los meses que se ha dedicado casi exclusivamente al tema, ha sido lo mismo un signo de interlocución entre los quebrantados y el poder público, pero también un símbolo de imprudencia, desatinos y protagonismos con los que ha terminado haciéndole el favor a los defraudadores, pero con los que también ha provocado más incertidumbre que acciones positivas para quienes perdieron su patrimonio económico.

En efecto, desde hace alrededor de un año, existe una comisión especial de diputados locales, dedicados casi exclusivamente a atender un problema que ha crecido como la espuma, a partir de que en 2008 hizo crisis un primer problema de defraudación de ahorradores, con la tristemente célebre Caja Sacriputla, pero que luego fue haciendo caer en insolvencia a docenas más de cajas de ahorro populares, que por malos manejos, por manipulaciones políticas, o por un “efecto dominó”.

Las cajas de ahorro, como bien se sabe, pueden crearse al margen de las regulaciones del sistema bancario nacional. Es decir, que a diferencia de la banca comercial —que está sometida a rigurosos procedimientos de vigilancia y garantía por parte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público—, las cajas de ahorro pueden constituirse como meras asociaciones entre particulares, que establecen ciertos fines en los que, aparentemente, nada tiene que ver el interés público o la regulación del Estado.

Ese ha sido, en realidad, sólo una parte del problema. Porque una laguna legal que impide la regulación a nivel federal, y la ausencia de una norma estatal —que sigue congelada por la falta de capacidades y voluntad política por parte del Congreso, y por los reiterados intentos comunes de manipulación del conflicto por parte de diversos grupos políticos—, no serían límite para que de todos modos esas organizaciones funcionaran correctamente y, como se dice coloquialmente, tuviera sus finanzas “en números negros”.

El problema es que esa falta de regulación y vigilancia, en buena medida fue aprovechada por vivales que buscaban beneficios económicos por la vía de la defraudación y la estafa, y que para lograrlo se valieron de la necesidad y el poco conocimiento del tema, por parte de miles de personas que ingenuamente confiaron en ellos.

La consecuencia de todo esto, es que, en los últimos años, cientos de miles de personas —aunque se habla de un millón de ahorradores potencialmente convertidos en defraudados, sólo en Oaxaca— invirtieron sus recursos en esas organizaciones populares, bajo la promesa de obtener rendimientos superiores a los que podrían obtener a través de la banca comercial. A través de ese gancho, la masa de dinero manejada por las cajas de ahorro se volvió inmensa. Éstas crecieron sin control y, ante el éxito inicial, se masificaron por todo el territorio estatal.

Sólo que del tamaño del “boom” y de los estratosféricos rendimientos iniciales, fue la caída y el fraude consiguiente para decenas de miles de personas. Solamente en la quiebra de una decena de cajas de ahorro importantes, resultaron más de diez mil defraudados. El problema fue que cuando esta quiebra comenzó a reproducirse, otras cajas de ahorro cayeron no por sus malos manejos ni por los potenciales fraudes cometidos por sus manejadores, sino por la incertidumbre que ciertas declaraciones de la diputada Cruz Silva, y de otros personajes involucrados, sembraron entre los ahorradores que aún tenían garantizados sus recursos en cajas de ahorro relativamente sanas.

IMPRUDENCIAS

Al analizar objetivamente este problema, se puede ver que no todas las cajas de ahorro que se han declarado insolventes, quebraron por malos manejos o por los fraudes cometidos por sus accionistas o propietarios. Más de las que se puede uno imaginar, cayeron en una masiva falta de recursos como consecuencia del efecto dominó que se creó a partir del interés de algunos grupos políticos, y de las menudas ayudas que les proporcionaron desde el propio Congreso del Estado.

En ese sentido, desde el pasado 30 de noviembre de 2009, en este espacio apuntamos que “existen denuncias serias, en el sentido de que muchas de las cajas de ahorro han quebrado por la manipulación de ciertos datos y la especulación de que las han hecho objeto. Señalan, por ejemplo, que ante el quiebre de algunas cajas, algunos personajes cercanos al Partido Convergencia o al ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, tienen la tarea permanente de acudir a docenas de comunidades del interior del Estado, a “poner en alerta” a los pobladores para que retiren sus inversiones de las cajas de ahorro. Les dicen que éstas se encuentran en vías de quebrar, o que su dinero será utilizado para campañas políticas del PRI. En muchos de los casos, ese es motivo suficiente para que los ahorradores retiren sus inversiones en masa. Ante la descapitalización, las instituciones se quedan sin la posibilidad de garantizar las inversiones de quienes sí confían en ellas. Al final, esto se les vuelve un problema mayor que los lleva a la inestabilidad y a la quiebra.”

Esa ha sido una práctica común de ciertos grupos políticos opositores al PRI, que vieron a los defraudados como un arma política, y que no se sabe si voluntaria o involuntariamente, o por un protagonismo poco entendible, han sido ayudados por personas afines al sistema como la diputada Cruz Silva. ¿Cuántas veces, quizá para captar la atención de la prensa, ésta ha “alertado” a los ahorradores a que saquen su dinero de las cajas que gozan de salud financiera? Hasta la institución bancaria más sólida, o las finanzas de un país —y qué decir de una caja de ahorro, independientemente de sus condiciones—, colapsan ante una fuga masiva de dinero. Por eso, hoy ya no se sabe si la diputada Cruz está a favor o en contra de los defraudados.

POR LA TOLERANCIA

Ayer, la Corte dio un paso fundamental en cuanto a la preservación de los derechos y la tolerancia entre los mexicanos. Al validar constitucionalmente los matrimonios entre personas del mismo sexo, y el derecho de éstas a la adopción, convalida la idea de un Estado laico regido por leyes, y no por atavismos, dogmas o moralidades. Abundaremos.