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Juanito: precedentes de Oaxaca, rebasados por PRD

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+ Democracia, de nuevo en entredicho por Iztapalapa

El conflicto magisterial y popular de Oaxaca, ocurrido de mayo a diciembre de 2006, dejó importantes precedentes en cuanto a lo que debe entenderse por ingobernabilidad. Más allá de las causas y las motivaciones políticas y partidistas, aquel episodio sirvió a los poderes del Estado para determinar con mayor precisión cuáles son los límites en la actuación de un gobierno, y en qué forma y medida deben utilizarse los mecanismos que establece la propia Constitución Federal para determinar la desaparición de los poderes públicos en una entidad. Nada de esto parece estarse hoy tomando en cuenta, en el Distrito Federal, ante la crisis en Iztapalapa creada por el hasta ayer delegado, Rafael Acosta López, “Juanito”.

Es necesario, en primer término, recordar qué fue lo que, a grandes rasgos, ocurrió en Oaxaca durante 2006. En aquel año, una pugna salarial de los profesores integrantes de la Sección 22 del SNTE fue mal conducida por el Gobierno del Estado. Lo que parecía una jornada más de inconformidad, pronto se convirtió en un asunto delicado, cuando la Administración Estatal determinó utilizar a la fuerza pública para disolver la invasión a la vía pública que entonces existía, y obligar a los profesores a regresar a las aulas. Los errores de cálculo tanto en el operativo policiaco como en los efectos políticos que esto tendría, desencadenaron una crisis social y política nunca antes vista.

¿Por qué? Porque aún cuando ésta no era ni la primera ni la más prolongada ni la más radical de las protestas magisteriales, sí fue la primera que generó un desbordamiento social capaz de generar reiterados brotes de violencia. Por primera vez, las fuerzas estatales de seguridad fueron puestas contra la pared y superadas en número y capacidad por los grupos inconformes, que durante meses tomaron el control de las calles y establecieron sus propias normas de conducta a los ciudadanos.

En aquellos meses, había en la capital oaxaqueña un exacerbado sentimiento de polarización social y política, y los grupos inconformes tomaron diversas previsiones para generar una percepción de ingobernabilidad que, según ellos, llevaría a los poderes federales a decretar la desaparición de poderes en la entidad, y lograr así la salida del gobernador Ulises Ruiz Ortiz.

Para ello, sólo en la capital y su zona conurbada, los grupos de manifestantes bloquearon las sedes de los tres poderes del Estado; interrumpieron la actividad de los juzgados de primera instancia y de las dependencias de la administración estatal; sin embargo, aún con ello los poderes siguieron funcionando: el Poder Legislativo continúo con su actividad en sedes alternas, el Poder Judicial remitió su actividad más apremiante a los juzgados de los distritos aledaños. Y el más mermado fue el Ejecutivo, pues se vio impedido para otorgar todos los servicios que le marca la ley.

Sin embargo, ante las solicitudes planteadas por los grupos inconformes y por el propio Partido de la Revolución Democrática, respecto a la urgencia de indagar y dictaminar la desaparición de poderes en Oaxaca, una comisión del Senado de la República se apersonó en la capital para evaluar la situación y establecer los parámetros necesarios a través de los cuales pudiera determinarse si, en efecto, aquí habían desaparecido o no los poderes.

El resultado es, de todos, conocido: el Senado admitió que había ciertas interrupciones en la prestación de algunos servicios públicos; pero que de ninguna manera podía considerarse que eso era sinónimo de ingobernabilidad. Al no darse tal situación, dijeron, era imposible continuar legalmente con un proceso de desaparición de poderes, porque por esto último debía entenderse que toda la actividad de los tres poderes se encontraba entorpecida de modo permanente.

CANIBALISMO

Uno de los principales promotores de la desaparición de poderes preconcebida fue el Partido de la Revolución Democrática, en conjunto con sus fuerzas hermanas (el Partido del Trabajo y Convergencia): ellos pugnaron porque en Oaxaca se determinara esa situación aún antes de que se apersonara aquí una comisión que corroborara los hechos y las circunstancias, y de que los representantes de los poderes del Estado presentaran sus propias pruebas y alegatos como garantía de defensa. Eso que no pudieron hacer tres años atrás ante el conflicto magisterial de nuestra entidad, ahora sí lo consiguieron en Iztapalapa. ¿Por qué?

Porque el caso de Rafael Acosta López fue resuelto exactamente del modo en que los perredistas hubieran querido que concluyera la crisis magisterial de Oaxaca: con una negociación oscura y antidemocrática; con la simulación de la legalidad; y con un manotazo que dejara satisfechos a los grupos de poder aún cuando esto fuera totalmente carente de legitimidad. Veamos por qué.

Acosta López ganó los comicios en Iztapalapa, ciertamente, por la disposición de López Obrador de apuntar a su favor todas las estructuras electorales con las que cuenta en esa demarcación. Sin embargo, como en todos los procesos del sector público, la verdad que vale es la verdad legal. Y Rafael Acosta fue electo no sólo legal, sino constitucionalmente como Jefe Delegacional. Nadie objetó la legalidad y legitimidad de su triunfo. Y por tanto, cualquier maniobra para destituirlo atacando su persona era no sólo infundada, sino abominable.

Quizá por eso, al final los grupos de poder perredistas del Distrito Federal decidieron atacarlo por la vía de la declaración de ingobernabilidad en el territorio que hasta ayer gobernaba. Ningún señalamiento fue elocuente y, mucho menos, afianzado a través de probanzas. Todos supusieron que por su poca capacidad intelectual y problemas de salud, era incapaz de gobernar; las protestas populares que generó la crisis política en esa demarcación fue comprendida como legitimidad. Y derivado de una negociación política en la que se puso sobre la mesa la constitucionalidad de su encargo, ayer fue forzado a presentar su licencia definitiva al cargo.

¡VAYA DEMOCRACIA!

En el caso de Iztapalapa, a nadie en la Asamblea o el Gobierno del DF nadie le interesó apoyarse en los precedentes de lo que exactamente debe entenderse por ingobernabilidad, que se generaron a partir del conflicto magisterial de Oaxaca. Ahí les bastaron sus suposiciones para establecerlas como una verdad legal, y a partir de eso actuar en consecuencia para satisfacer a los grupos de poder que dominan. Era lo que les interesaba. ¿Pero qué tal que eso lo hubiera hecho un gobierno panista en contra de ellos?

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Evencio: nada está resuelto en PGJEO

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+ Aprehensiones: otro botón de muestra

La comparecencia del procurador Evencio Nicolás Martínez Ramírez, tuvo como característica principal el desgano y el desinterés de los diputados sobre el tema. Contrario a cómo ocurrió con otras comparecencias, éste no recibió mayores cuestionamientos, y su exposición fue simplemente una perorata que transcurrió sin mayor contratiempo. ¿Ello significa que su actuación es aceptable, o que el silencio y la sorna de los legisladores es sinónimo de aprobación?
Evidentemente no. Y es así porque, en realidad, la gestión del procurador Martínez Ramírez ha estado enmarcada lo mismo por las ineficiencias que por los desengaños. En los casi dos años y medio que lleva al frente de la dependencia, el común denominador ha sido las justificaciones, el aval a las mañas existentes en la Procuraduría, e incluso la reproducción de las mismas. Todo esto, claro, enmarcado por la impunidad profesada, y por la negativa sistemática del Procurador —y su equipo de trabajo completo— a involucrarse en verdaderos temas de fondo relacionados con el cumplimiento exacto de su deber.
Vayamos a dos señalamientos específicos, que ilustran de buen modo el lamentable estado en que se encuentra la Procuraduría. El primero está relacionado con las funciones esenciales de la figura del Ministerio Público (MP); y el segundo con el cumplimiento de las obligaciones relacionadas con la persecución de delitos, la integración de averiguaciones previas, el establecimiento de las responsabilidades probables; y la captura y presentación de los señalados ante el órgano que imparte la justicia. Pero vayamos por partes.
Teóricamente, la Procuraduría de justicia es el órgano en el que se materializa el MP, como una figura indivisible. Como tal, el MP se erige como representante de la sociedad ante el Estado, para ejercer la acción penal. Entre sus funciones esenciales derivadas de esa representación, se encuentran las de investigar hechos que constituyan delitos, y establecer el grado de responsabilidad de quienes los cometieron. Es decir que, por ejemplo, ante un cadáver hallado en la vía pública, la PGJE debe determinar el tipo de delito que se cometió, así como el móvil y la identidad de quienes lo protagonizaron.
Todo eso, que en el ideal parece tan sencillo y hasta de la “romántica” acción de la justicia, es un imperativo que en Oaxaca no se cumple. Aquí, el Ministerio Público es, y ha sido, un ente obeso en el cual se encuentran pocas posibilidades de procurar la justicia, en las que las “investigaciones ministeriales” se limitan a la sola recopilación de datos, y a la realización de consignaciones basadas en los señalamientos directos, pero no en investigaciones reales, comprobables y concretas.
Los ejemplos están a la vista. Mientras la Procuraduría funge como un órgano de hostigamiento y de persecución a modo, que favorece a unos en detrimento de la mayoría, hay una lista larguísima de crímenes que no han tenido solución alguna. Éstos van desde los homicidios inexplicables que comúnmente ocurren en la capital y el interior del Estado —que malamente se consideran “irrelevantes” por no involucrar a personas o hechos de relevancia social o política—, hasta los “importantes” que se han cometido en contra de jefes policiacos activos y en el retiro, periodistas, dirigentes de zonas rurales y de mercados, como los ocurridos recientemente.
Un caso emblemático es el del camarógrafo norteamericano Bradley Rolland Will, cuya investigación fue entregada a la Procuraduría General de la República, ante la incapacidad del órgano de justicia estatal ya no de establecer una investigación exhaustiva, sino incluso de generar las certezas mínimas sobre su actuación.

ACTUACIÓN
DISCRECIONAL

Todo eso ha ocurrido mientras el procurador Martínez Ramírez justifica su ineficiencia, y la ineficacia de la institución que encabeza, con el argumento de que la tarea de procurar justicia “no es fácil”. Si la percepción de impunidad hoy es alta en Oaxaca, mucho tiene que ver que la población vea y corrobore reiteradamente que cualquiera es libre de cometer un delito —de la magnitud, en el sitio y a la hora que sea—, sin que exista la posibilidad de que se establezca su identidad y se le presente para que responda ante la justicia.
Mientras esto ocurre, sobre quienes encabezan la Procuraduría pesan señalamientos sobre su enriquecimiento aparentemente inexplicable; sobre los lujos y comodidades con las que viven desde que accedieron a sus respectivos cargos; y sobre la actitud de soberbia y desdén que tienen respecto al señalamiento popular de que ellos no están haciendo correcta y satisfactoriamente su trabajo. ¿Puede haber, además de esto, un señalamiento aún más grave?
Parece que sí. Porque nadie en Oaxaca ha tenido a bien cuestionar al procurador respecto al uso que le da a la única corporación policiaca que materialmente quedó bajo su mando. Esta es la llamada Fuerza Policial de Alto Rendimiento, que encabeza el comandante Pedro Hernández Hernández. Pareciera que la actuación de ese grupo pasa desapercibido. Pero cualquiera que tiene interés en que se ejecute una orden de aprehensión bajo circunstancias específicas, sabe que en esas siglas se encuentra la clave de todo.
En ese sentido, podría pensarse que ciertas prácticas policiacas excesivas, relacionadas con el cumplimiento de órdenes de aprehensión (tales como las detenciones violentas, el “sabadazo” y la “negociación” de esos mandamientos judiciales) habían quedado en el pasado. Tendría que revisarse con detenimiento qué tipo de órdenes ejecuta la AEI, y cuáles la FPAR. Dentro de las mismas corporaciones policiacas es bien sabido que ésta última se encarga de resolver los asuntos que directamente le interesan al Procurador, que tal corporación no se encuentra integrada al llamado “mando único” de la SSPE, y que por tanto no entrega cuentas a nadie más que no sea Martínez Ramírez.

¿SIN CUESTIONAMIENTOS?
Los diputados oaxaqueños manifestaron su desacuerdo con el Procurador de la peor forma: ignorándolo casi por completo. Hicieron mal. Parte de la responsabilidad por su arribo y permanencia a dicho cargo, es de ellos. Su ratificación fue determinante para que éste se terminara de acomodar en un cargo que, a todas luces, le queda grande. Lo peor, es que esas incapacidades se traducen en un riesgo real para la población, que no cuenta con suficientes garantías de seguridad y de que, en caso de necesitarlo, se le procure la justicia.
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PRI: El futuro, bien explicado en el pasado

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+ Sucesión: imposiciones siempre acaban mal

Para explicar de un modo más ilustrativo el escenario sucesorio actual de Oaxaca, habría que echar un vistazo al pasado. Sin duda, una referencia directa, que además constituyó una fuerte lección para el PRI, fueron los comicios presidenciales de 2006. Particularmente, hoy esos episodios tendrían que ser revisados con cuidado por quienes, desde el priismo oaxaqueño, apuntalaron la estrategia y los manotazos con los que el tabasqueño Roberto Madrazo Pintado se hizo de la candidatura presidencial de su partido, y hoy pretenden repetir la dosis.
¿Por qué traer esos episodios a la memoria? Porque, sin duda, la forma en cómo el grupo de Madrazo se hizo de la candidatura priista hace tres años, bien podría ser equiparable al modo en que hoy, en Oaxaca, un grupo de tricolores está tratando de imponer a uno de los suyos en la candidatura al Gobierno del Estado.
La historia de la unción presidencial priista de 2006, para quien no lo recuerde, tuvo, entre sus características principales, las de los manotazos, las estrategias duras, la división y los rompimientos. Fue así como un grupo logró imponerse sobre los demás, pero a costa de una serie de escisiones que derivaron en una feroz confrontación interna y, por ende, en la más dolorosa derrota del priismo en el país.
Veamos si no. En aquel momento, entre 2004 y 2006, había por lo menos tres aspirantes presidenciales importantes al seno del tricolor. El entonces senador, Enrique Jackson, el gobernador del estado de México, Arturo Montiel, y el presidente del CEN del PRI, Roberto Madrazo, encabezaban las posibilidades de convertirse en el abanderado priista. Para entonces, Madrazo había dejado ya en el camino, aparentemente avasallada, a la líder del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales.
En 2005 ocurrieron dos hechos importantes. El senador Jackson declinó sus aspiraciones presidenciales a favor del gobernador Montiel. Éste y un grupo nutrido de gobernadores, legisladores y militantes priistas de relevancia (Tomás Yarrington, Enrique Martínez, Enrique Jackson, Manuel Ángel Núñez Soto, Eduardo Bours, Miguel Alemán y José Natividad González Parás, entre otros) denunciaron las inequidades habidas en el proceso interno para elegir al candidato presidencial.
Razones para realizar y explicar esas denuncias, había de sobra. Madrazo fungía al mismo tiempo como líder del PRI, y como aspirante presidencial. El proceso interno, evidentemente, sería conducido por el Partido; y éste se encontraba totalmente bajo la tutela y mando del tabasqueño. Sus disidentes formaron un grupo denominado “Tucom”, para contrarrestar el avasallamiento de que serían objeto. Y cerraron filas a favor del gobernador Montiel.
Empero, al abrirse el proceso interno (una elección abierta) para escoger al Abanderado presidencial, un escándalo mediático —sustentado en filtraciones sobre el dudoso origen de una abultada fortuna económica—, desdibujó al Mandatario mexiquense como precandidato presidencial. La sospecha sobre el origen madracista de la filtración nuevamente cimbró al priismo. Finalmente, en una batalla prácticamente en solitario (su único adversario fue Everardo Moreno), Madrazo Pintado se convirtió en Abanderado presidencial priista.
Hizo una campaña aparentemente holgada. Pero el retiro de los apoyos de todos los gobernadores del Tucom —con la posterior negociación de sus apoyos electorales al PAN y la candidatura de Felipe Calderón—, la feroz venganza y persecución que desató en su contra la Dirigente nacional del magisterio, y la fermentación de los enconos y frentes de guerra que abrió en el afán de obtener la candidatura presidencial, llevó a Madrazo y al tricolor, a sufrir la peor y más vergonzosa derrota de su historia en una elección presidencial.

RIESGOS DEL
AVASALLAMIENTO
Roberto Madrazo hizo una campaña presidencial basada en el avasallamiento. Al final, la mayoría de los gobernadores y factores de poder en el priismo, le negaron su apoyo por una razón elemental: no le darían la posibilidad de llegar a la Presidencia de la República, a un hombre que los coaccionó, que trató de pasarles por encima, y que provocó conflictos irreconciliables.
Esto porque lejos de ponderar cualquier beneficio político o económico por tener un presidente priista, darle ese poder a Roberto Madrazo habría significado empoderarlo, consolidar la validez de sus manotazos, y darle las pautas para la repetición del avasallamiento y prácticas duras que les aplicó en la lucha interna de 2005 y 2006. Por eso todo, prácticamente todo el priismo del norte del país le dio la espalda a Madrazo, y éste perdió los comicios estrepitosamente.
Ese, sin exagerar, podría ser uno de los escenarios del priismo en la sucesión gubernamental de Oaxaca para 2010. Nuevamente, como entonces, al inicio los grupos de poder manifestaron su disposición para emprender un proceso interno enmarcado por la democracia, por las reglas claras y por la equidad; pero en la práctica, es evidente que unos están tratando de avasallar y aplastar a los demás, y que eso está generando una tensión que llegaría al grado de las traiciones, las componendas y las rupturas.
¿Por qué? Porque parte de la naturaleza del poder, es la de la supervivencia y la negociación. Si dentro del tricolor no se establecen los márgenes necesarios de negociación, equidad y concertación, y más bien se fragua una imposición donde debería existir una elección, entonces es más probable que los damnificados busquen depositar su poder y sus posibilidades de triunfo, en fuerzas distintas a las iniciales. Es decir, entre sus antiguos adversarios con quienes, paradójicamente, sí encontrarían voluntad de negociación.
En 2006, las divisiones que generó la imposición de Madrazo fueron irremediables. El Tucom fue un adversario silencioso del madracismo. El gordillismo y el SNTE también. Y lo mismo todos a los que antes ya había atropellado. Eso se podría repetir ahora, si lejos de conciliar y competir, de nuevo se prefieren la descalificación, los manotazos y la imposición.

EL PASADO, HOY
Eso lo deberían saber todos los que impulsan, hoy, una precandidatura —la del diputado federal Eviel Pérez Magaña— que rompe con todas las reglas del proceso interno en el priismo de Oaxaca. Se equivocan los que piensan que pueden pasar por encima de todo y de todos, y que luego la “institucionalidad” de los priistas hará su trabajo mágico para que los avasallados se sumen. Al contrario: con eso generarán traidores y enemigos que sobrevivirán. Aún a costa de ellos.
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Proceso interno tricolor: la legitimidad en riesgo

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+ Contienda o avasallamiento: dilema de aspirantes

 

Hace poco más de un mes, los aspirantes priistas a la gubernatura dieron muestra de una voluntad democrática y de equidad, que hoy se encuentra en grave riesgo. El 4 de noviembre pasado, la cúpula del Partido Revolucionario Institucional presentó a quienes considera como los seis personajes con posibilidades de alcanzar la postulación a la gubernatura. Ahí, todos refrendaron promesas de respeto, igualdad y pluralidad que no se han cumplido.

El asunto no es menor. A 34 días de distancia de ese encuentro, es visible que el priismo se encuentra en un grave riesgo de fractura, y que la intención de que la contienda interna fuera abierta y civilizada, hoy está cancelada. Es claro que las reglas mínimas de equidad fueron violentadas sin ninguna discrecionalidad. Y que más allá de las fobias, filias y “apoyos manifiestos” a los aspirantes, es el proceso mismo el que se está sometiendo a un cuestionamiento dañino e innecesario. Veamos por qué.

Cuando el 4 de noviembre se reunieron en una comida con el delegado del CEN del PRI, Carlos Jiménez Macías, José Antonio Hernández Fraguas, José Antonio Estefan Garfias, Eviel Pérez Magaña, Adolfo Toledo Infanzón, Jorge Franco Vargas y Martín Vásquez Villanueva, unos y otros manifestaron que el proceso de elección del candidato a Gobernador sería democrático, civilizado y equilibrado. Justamente, esa reunión pretendía dejar en claro que en dicho partido se respetarían los tiempos, y que la competencia se daría en un escenario de equidad en el que todos tendrían las mismas oportunidades de posicionamiento ante el electorado.

Esas promesas no se han cumplido. La razón es hoy evidente. Pues más allá del exacerbado dinamismo que le han impregnado a la actividad legislativa del diputado federal Eviel Pérez Magaña, es claro que sus más cercanos consejeros y colaboradores, ya lo hicieron entrar en una ruta peligrosa que, seguramente, no tendrá regreso ni forma de resarcimiento.

Esa ruta, evidentemente, es la de la confrontación, la diatriba y el intento de avasallamiento. A nadie debería preocupar que manos oscuras estén costeando la compra de importantes espacios en la mayoría de los medios de información estatales y del Distrito Federal; que algunos de los que apuestan políticamente a su favor, le hayan tendido puentes para comenzar a ser mencionado de forma importante como un aspirante a la gubernatura; ni que todos los días se sumen a su aspiración personajes de la política y la administración pública local. Eso es lo de menos.

El problema, en realidad, es que la construcción de una imagen mediática, y el posicionamiento de que está siendo objeto, está rompiendo gravemente las reglas mínimas de equidad y de mesura que sí están guardando sus demás oponentes. Lo que el diputado Pérez Magaña y su equipo de colaboradores está intentando, en realidad, es generar una percepción de simpatía y decisión respecto de la candidatura a Gobernador, y a partir de ello avasallar a todos sus oponentes.

En una segunda vertiente, ellos ya entraron en una ruta sin regreso de ofensas y descalificaciones a sus adversarios que, aunado con la estrategia anterior, están generando una tensión importante entre los demás aspirantes.

 

PROCESO ENRARECIDO

La millonaria inversión que se está haciendo en la construcción de la imagen y el sustento político del diputado Pérez, sería motivo suficiente para enrarecer el proceso y la serenidad que debería prevalecer entre los demás aspirantes.

Sin embargo, hoy es claro que a todo esto se le deben sumar los intentos de “cargada”; las descalificaciones directas de las que, a través de filtraciones de prensa, ha hecho objeto a más de uno de sus oponentes; y la circunstancia irrebatible de que hoy pretenden conseguir por medio del sometimiento y la imposición lo que podrían estar construyendo a través de alianzas con los verdaderos priistas de influencia, son motivos suficientes para considerar que hoy el proceso interno del tricolor se está alejando gravemente de los anhelos democráticos y de civilidad, que los seis aspirantes hicieron patente hace apenas un mes.

Hoy, el equipo de campaña y los estrategas electorales del diputado Pérez Magaña parecen estar olvidando que el riesgo final para él, para los demás aspirantes, y para su propio partido, se llama ruptura. Es el paso previo a la derrota. Él y su equipo deberían considerar que las descalificaciones y el avasallamiento del que está pretendiendo hacer objeto a los demás aspirantes, en el futuro cercano se traducirá en inmovilidad, fracturas y aversiones.

Los cercanos al diputado Pérez han filtrado, por ejemplo, la posible “repartición” de cargos políticos entre los cinco aspirantes actuales, cuando él sea Gobernador. Del mismo modo, más de uno se siente agraviado por ciertas descalificaciones que no tienen otro origen más que el del “manejo de medios” de uno de sus oponentes. Todos, en el disimulo, manifiestan su molestia por la negativa a seguir las reglas de equidad que se habían refrendado.

Todo eso va a generar efectos adversos: muchos de los agravios y descalificaciones que ocurren actualmente, no serán olvidados ni resarcidos por intentos de “cicatrización” que se hagan en el futuro. La subsistencia de esa estrategia no hará más que terminar de llevar el proceso al cuestionamiento sobre sus propios métodos democráticos, y a los contendientes a la confrontación directa e irreconciliable.

En esas condiciones, al diputado Pérez finalmente le será imposible sumar a los verdaderos factores de poder y trascendencia en el priismo. Es decir, a los otros 5 aspirantes. Lo primero que tendría que ponderar, es si quienes hoy lo apoyan y aconsejan, son quienes verdaderamente le darán sustento a su campaña y podrán llevarlo a la victoria.

Ir a una elección sin el sustento de ninguno de los priistas que se quedaran en el camino, en Oaxaca y en cualquier sitio, sería una misión de muy alto riesgo. Quién sabe si el diputado Pérez, con sus estrategias y su equipo actual, tengan el sustento suficiente para lograr, en esas condiciones visibles y predecibles, la hazaña del triunfo arrollador que necesita.

 

¿MODERACIÓN?

Del mismo modo, quién sabe si haya aún tiempo y oportunidad para la moderación y el respeto a las reglas. Quien las rompe, es el primero que tiene que soportar las consecuencias. Nadie regatea el intento legítimo de construir las posibilidades de un aspirante; pero era innecesario meter al proceso a esta dinámica de confrontación que, finalmente, afectará el proyecto común del priismo.

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Gabino: dos condiciones para erigir la Coalición

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+ Robles Montoya: asesor de doble moral para GC

Desde hace varias semanas se ha hablado con insistencia del momento en que se erigirá la llamada Coalición opositora, entre los partidos De la Revolución Democrática, Acción Nacional, Convergencia y del Trabajo. Se ha señalado de las seguridades que existen tanto en el equipo del senador Gabino Cué Monteagudo, como en las propias fuerzas políticas de que él será el Abanderado. Pero poco se ha hurgado en relación a las condiciones impuestas entre esos grupos, para afianzar la unión de fuerzas e institutos políticos rumbo a los comicios estatales del próximo año.

Largamente se anunció la intención común tanto de Acción Nacional, como de los grupos que apoyan al senador Cué, de anunciar formalmente la conformación de la Coalición opositora, una vez que en el Congreso de la Unión concluyera la discusión sobre el Presupuesto del próximo año. Cuando dicho anuncio no llegó, se dijo que el CEN panista había impuesto una condición al Senador por Convergencia para hacer válido el anuncio.

Dicha condición era —según reportaron diversos medios de Oaxaca y la capital del país como eco de los comentarios hechos por los propios involucrados— que Cué Monteagudo realizara un deslinde abierto de las acciones, ideas y discursos del ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, quien continúa sin reconocer al gobierno del presidente Felipe Calderón, y realiza una intensa actividad proselitista por territorio oaxaqueño.

Esa condición, hasta ahora, no se ha cumplido. Sólo que en realidad ya se sabe entre quienes están trabajando en la conformación de la Coalición, que dentro de no pocos días comenzará a darse un nuevo viraje en el discurso del senador Cué, en relación no sólo a López Obrador sino también a la viabilidad de ir hombro con hombro con AN a los comicios. No será, dicen, una ruptura y seguramente tampoco un deslinde: Cué tratará de disimular del modo más “terso” posible la distancia que tome de AMLO, para así cumplir con la condición que le impuso el panismo.

Sin embargo, hoy se sabe que hay una condición más que impuso no sólo el panismo, sino que habría salido directamente de Los Pinos: que el senador Cué aparte de toda relación con AN al diputado local convergente, Benjamín Robles Montoya. ¿Por qué? Aunque pareciera una exageración que el PAN le tomara esa importancia a un personaje de segundo nivel como Robles, aseguran que en la Casa Presidencial tienen referencias exactas de sus intrigas, mañas y “métodos de trabajo”.

En efecto, aseguran que la aversión del presidente Felipe Calderón hacia Robles Montoya es añeja, y data de hace más de una década. En 1995, el hoy Presidente de México fue candidato a la gubernatura de Michoacán. Esos comicios los perdió ante el candidato priista, Víctor Manuel Tinoco Rubí. Robles Montoya, según consta en abundantes reseñas periodísticas que se encuentran disponibles en Internet, era uno de los operadores más eficaces del entonces Senador por el tricolor, en cuestiones de espionaje y recopilación de información sobre sus adversarios políticos. Estaba bajo el mando del veracruzano Juan Benito Coquet Ramos.

Coquet y Robles Montoya, durante la campaña proselitista de ese año, hicieron objeto de todo tipo de intrigas, vigilancia e investigaciones a los adversarios de Tinoco Rubí, para determinar sus movimientos, estrategias y acciones. Aseguran que uno de sus vigilados —y éste lo sabía— era Calderón Hinojosa.

Luego, durante el gobierno del priista, Robles fue parte de un grupo de espionaje conocido como “La Legión Extranjera”, que se encargó de hostigar y atemorizar a todos los opositores del régimen gubernamental. Todo eso siempre fue sabido, vivido y padecido por el ahora presidente Calderón Hinojosa, y por eso quiere a Robles Montoya fuera de toda relación con Cué Monteagudo, y de cualquier responsabilidad en la Coalición opositora de Oaxaca.

DOBLE MORAL

Esa parte de la historia de Robles Montoya, la de su pasado priista y su estrecha vinculación con el gobierno de Tinoco Rubí en Michoacán. Las “actividades” poco decorosas que entonces realizaba, los antecedentes que ahí dejó, y la reputación nada decorosa que se ganó por todo ello, hoy contrasta con la imagen de demócrata y opositor firme que hoy pretende arrogarse. En su paso por Oaxaca, es uno de los que más ha ganado con la imagen del senador Cué.

Hoy, su propia actuación en el Congreso del Estado puede dar cuenta puntual de todo eso. A lo largo de los poco más de dos años que lleva en funciones la LX Legislatura, es quien ha demostrado de mejor modo que se puede transigir con el oficialismo en aras de sostener una imagen de opositor que amague, pero sin convertirse en una incomodidad real para los detentadores del poder. Los hechos hablan por sí mismos.

Un ejemplo. Hace cinco semanas, cuando la Legislatura del Estado en pleno viajó a la ciudad de Puerto Escondido para realizar allá la ceremonia con la que se elevaría dicha población al rango de Ciudad, Robles Montoya prometió no sólo sabotear la ceremonia a la que asistirían los representantes de los Tres Poderes del Estado, sino incluso gritar —y “escupir” si fuera posible— a los Titulares de los Poderes Ejecutivo y Judicial del Estado. Tal amenaza nunca se cumplió.

¿Por qué? Porque no fueron razones políticas las que motivaron y cancelaron su fervor como representante de la oposición. En realidad, el Diputado convergente se encontraba molesto porque “algo” había ocurrido por esos mismos días en relación al proceso judicial que se le sigue a su hijo por un homicidio culposo. Un día antes, afanoso, Robles Montoya se encontraba transmitiendo su amenaza lo mismo al Procurador de Justicia que al Secretario General de Gobierno. Aseguran que ambos funcionarios atendieron algunas de sus peticiones, y éste apaciguó por completo su ánimo reivindicador de las causas opositoras.

NEGOCIADOR

Esa es la misma estrategia —la de llevar asuntos personales a las arenas políticas para darle a todo un matiz de persecución por parte del Estado, pero capitular por completo cuando llega a un buen arreglo— que ha ocupado a lo largo de los años que ha figurado en el escenario político de Oaxaca. Sólo sabe hacer ruido, pero nunca ha podido acabar —porque no es su intención— con las prácticas corruptas de quienes detentan el poder en Oaxaca. Veremos qué hacen él y el senador Cué ahora que es condición que se alejen, para que se conforme la Coalición.

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Oaxaca, edén de la violencia y la impunidad

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Pasaban apenas de las siete de la noche, cuando el 1 de diciembre pasado fue acribillado, en el restaurante de un hotel a las afueras de la capital oaxaqueña, el dirigente de mercaderes, Roberto Mendoza López. Un homicida solitario ingresó al lugar cubierto de un pasamontañas, se acercó a su objetivo y disparó en más de seis ocasiones un arma de fuego calibre 22. En el ataque, Mendoza perdió la vida y su esposa resultó lesionada. El atacante pudo escapar tranquilamente, sin que hasta el momento se tenga noticia de su paradero, ni de las razones que lo llevaron a cometer el crimen.

Esta es la historia que, en los últimos años, se ha repetido hasta el cansancio en la entidad oaxaqueña. Desde hace por lo menos un lustro, una serie de homicidios han ocurrido sin que hasta el momento existan avances en la investigación, determinación de hechos concretos o captura de presuntos responsables. En prácticamente todos los hechos, tanto los cuerpos de seguridad pública, como las instancias de procuración de justicia, han prometido realizar indagatorias exhaustivas, pero sólo han entregado impunidad, violencia y silencio que se convierte en complicidad. Así, Oaxaca es hoy un auténtico paraíso para la violencia y los ajustes de cuentas que nunca son aclarados ni perseguidos por la autoridad.

En este sentido, es imposible justificar la violencia como también lo es justificar la impunidad. Una y otra vez, han ocurrido hechos graves relacionados con ajustes de cuentas, en los que no sólo han ejecutado a posibles personajes relacionados con problemas sociales, políticos o incluso con el crimen organizado, sino que también han atacado a personas inocentes que por una causa circunstancial se encontraron en un mal momento, en el sitio equivocado. Hasta el momento, el común denominador es el mismo: la impunidad galopante.

Mientras, la autoridad ministerial y de seguridad pública asegura que este tipo de problemas son “normales”. Señala que el fenómeno criminal tiene sus altas y sus bajas, y que ni el mejor trabajo de inteligencia tiene la capacidad de anticiparse a los hechos. Por su parte, en la Procuraduría General de Justicia, se justifican argumentando que las investigaciones ministeriales no son sencillas de realizar, que ellos se enfrentan a innumerables retos y riesgos que complican y retrasan la entrega de resultados. Incluso, en más de una ocasión pretenden evadir sus responsabilidades a través de señalamientos infundados y anticipados con los que buscan explicar hechos sobre los cuales ni ellos saben cuál fue el móvil y los motivos reales.

El problema es que, al no detener la ola criminal, esta se sigue reproduciendo. Hace apenas unos años, aquí no ocurrían hechos violentos en la magnitud que actualmente suceden. La autoridad no era retada y vulnerada con tanta facilidad como lo hacen ahora. Así, es evidente que la propia permisividad y pasividad de quienes tienen en sus manos la tarea de velar por la justicia, ha estimulado la reproducción de esos hechos inadmisibles, que día a día se siguen reproduciendo ante la certeza de los criminales de que la autoridad no tiene la capacidad de investigar; que tiene miedo, o que simplemente no se quiere meter en problemas. Mientras, las ejecuciones y demás hechos de violencia continúan ocurriendo, ante el silencio cómplice de quienes deberían pero no procuran ni la seguridad ni la justicia.

¿Qué o hasta cuándo habrá que esperar para que el esclarecimiento de un ilícito tan grave como una ejecución, sea cuestión de hechos y no de discursos y promesas a las que ya nadie cree? ¿Cuándo habrá la posibilidad de tener certeza de que las autoridades darán con los autores materiales e intelectuales de hechos de ese tipo? ¿Llegará algún día el momento en que la justicia sea una certeza y no un anhelo aparentemente imposible de realizar?

 

HOMICIDIOS VIOLENTOS

El asesinato de Roberto Mendoza López viene a sumarse a una cadena de hechos violentos que nunca fueron aclarados. Hace menos de un año, el 23 de enero pasado, fue asesinado en condiciones más o menos similares el ex coordinador de Seguridad Pública, Tránsito y Protección Civil Municipal, Aristeo López Martínez.

Al igual que en la ejecución de Mendoza, el homicidio de López ocurrió no en un despoblado ni en una zona de difícil acceso, ni a una hora de muchas dificultades. En el primero de los casos, el hecho ocurrió apenas entrada la noche en un sitio medianamente concurrido que no se encuentra lejos de la capital oaxaqueña, ni fuera del alcance eficaz de las autoridades y corporaciones policiacas. En el segundo, ocurrió en una transitada calle a plena luz de las primeras horas de la tarde.

Algo más o menos similar ocurrió un año antes del homicidio de Aristeo López, cuando fue ejecutado el también mando policiaco, director de la Policía Auxiliar, Bancaria, Industrial y Comercial, Alejandro Barrita Ortiz. Dicho funcionario fue ultimado una mañana de enero de 2008 en la entrada del parque recreativo El Tequio. En el lugar, las ráfagas de armas de fuego de alto poder alcanzaron a dos de sus escoltas, y a otras dos personas que en ese momento realizaban sus ejercicios matutinos, pero que nada tenían que ver con el hecho.

En medio de esos hechos ocurrieron otros que tampoco fueron aclarados por la autoridad. El viernes 8 de marzo de 2008, en el Paseo Juárez, en pleno corazón de la capital y siendo más o menos las 16 horas, fue acribillado por varios sujetos que portaban armas de alto poder, el comandante de la entonces Policía Ministerial del Estado, Ricardo Rodríguez Silva.

Un año antes, en junio de 2007, nuestro compañero reportero de TIEMPO, Misael Sánchez Sarmiento fue atacado violentamente en inmediaciones de su domicilio, por un solitario sujeto que pretendió asesinarlo. El Reportero salvó la vida de milagro, pero la intención real de su atacante era la de privarlo de la vida. Meses después, tres papeleros del diario El Imparcial, fueron ultimados a balazos en una carretera de Salina Cruz, en la costa istmeña de Oaxaca. Así, la lista de ejecuciones, atentados y ataques parece interminable. Esos hechos son los que, por su trascendencia, conmocionaron a la sociedad. Pero es evidente que en esos y muchísimos otros ataques la voz cantante la ha llevado la falta de investigaciones y respuestas y, por tanto, el predominio de la impunidad.

 

AUTORIDAD, EN SILENCIO

La sociedad oaxaqueña ha clamado con irritación la urgencia de que las autoridades cambien su actitud, asuman sus funciones con el valor que se requiere, y abatan realmente la impunidad que tanto daño le hace a Oaxaca. Se han invertido cientos de millones de pesos en recursos públicos, para establecer una policía más profesional, científica y confiable que tenga la capacidad de reaccionar con eficacia ante los momentos de crisis, y que cuente con los hechos necesarios para garantizar la seguridad, para procurar la justicia y para establecer móviles, paraderos e identidades que lleven a una verdadera acción de la justicia. Es poco lo que ha ocurrido.

Eso mismo puede decirse de la Procuraduría. A pesar de que la unificación del mando policiaco le habría de permitir centrar sus funciones en la investigación y persecución de delitos, esto pareciera que ha terminado de desarticular sus funciones. Hoy los funcionarios de la Procuraduría, comenzando por su titular, Evencio Martínez Ramírez, son muestra clara de la inoperancia, los temores y la imposibilidad de cumplir con sus funciones. Antes que ofrecer explicaciones claras a la sociedad por sus nulos resultados, quienes integran la PGJE se han especializado en encontrar argumentos que justifiquen su inoperancia, sus limitaciones y las acciones fallidas que, según, han emprendido para mejorar sus atribuciones y funcionamiento.

 

IMPUNIDAD CONSOLIDADA

Tanto la Procuraduría Estatal como la ahora Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca cuentan con recursos millonarios para realizar sus tareas, y tienen a su alcance todas las herramientas legales que ellos mismos solicitaron al Congreso del Estado para la mejor realización de sus funciones. En uno y otro caso, los objetivos y planes de trabajo han sido incumplidos.

En el caso de la SSPE, los actuales mandos policiacos y funcionarios aseguraron, hace más de un año y medio que arribaron a Oaxaca, que el modelo de seguridad pública que emprenderían tendría como base una modificación integral de los esquemas tácticos de operación, y el establecimiento de rigurosos mecanismos de control de confianza, que garantizaran la eficiencia y confiabilidad de sus agentes.

Sin embargo, en lo táctico parece que se ha hecho muy poco, pues casi todos los esquemas operativos del pasado continúan aplicándose cotidianamente. En el caso de la confiabilidad de los agentes, éste es un proceso que ha avanzado con una lentitud alarmante. Con sólo cuatro polígrafos y equipos de análisis, pretenden examinar a los más de siete mil agentes que integran las corporaciones policiacas estatales.

El caso de la Procuraduría es aún peor. Es sabida y visible la lejanía entre el procurador Martínez Ramírez y los mandos de la SSPE; en todos éstos, lo primero que tendría que existir es interlocución fluida y comunicación permanente. Hoy, esos dos entes que debían estar unificados, están más distantes que nunca. ¿Qué significa esto?

Que la indagación de los delitos no es tan eficiente como debía; que los vicios de ambas corporaciones se unificaron junto con el establecimiento de un mando único; que no existe coordinación; y que, en resumen, cada uno de esos entes hace lo que quiere.

El resultado se llama impunidad. Cada uno de los hechos que —por acción u omisión— se quedan sin investigar y aclarar, son un premio para quienes actúan libremente liquidando a personas que, por alguna razón, les son inconvenientes o con las que tienen cuentas pendientes. La autoridad ha demostrado en reiteradas ocasiones su imposibilidad de cumplir con los deberes que le mandan las leyes y la sociedad. El problema es que en medio de ese fuego cruzado y riesgo permanente, se queda una sociedad oaxaqueña incrédula de las promesas de seguridad, y azorada por la violencia y la impunidad que prevalece en esos hechos.

Reelección de legisladores: ¿por qué no?

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+ Situación actual, para concentrar el poder

Hace una semana, el presidente Felipe Calderón Hinojosa conmemoró los tres años de su gestión al frente del gobierno federal. Luego de hacer un recuento de las metas y de los fracasos de su gobierno, anunció que enviaría al Congreso de la Unión una propuesta de reforma en materia electoral, a través de la cual los legisladores federales y los ediles tuvieran la posibilidad de reelegirse sin las limitaciones constitucionales actuales. ¿Sería favorable una reforma en ese sentido? Y sobre todo: ¿Por qué provoca tanta inquietud e incomodidad social, política y hasta emocional en los mexicanos, una propuesta como esa? Vayamos por partes.

Por principio de cuentas es necesario acudir al Texto Constitucional para comprender la situación actual. En este sentido, la Constitución General de la República establece en su artículo 59 que “Los Senadores y Diputados al Congreso de la Unión no podrán ser reelectos para el período inmediato. Los Senadores y Diputados Suplentes podrán ser electos para el período inmediato con el carácter de propietarios, siempre que no hubieren estado en ejercicio…”

Esto es, que existe un principio denominado “de irregibilidad relativa” para los legisladores federales, debido a que ninguno puede acceder a la misma posición en el periodo inmediato al en que desempeñó el cargo. Un diputado federal que culmina su gestión sí puede ser senador inmediatamente, y viceversa. Pero para acceder al mismo encargo (es decir, repetir como diputado federal o senador) debe dejar pasar por lo menos una Legislatura, y así poder ser constitucionalmente elegible. Esta prohibición, sin embargo, no aplica cuando se tuvo el carácter de suplente y nunca se estuvo en funciones.

El principio de la no reelección en los cargos políticos del país, tiene una larga tradición y antecedentes históricos. En México, hasta el periodo postrevolucionario, prácticamente todas las guerras internas tuvieron como motivo o punto de partida la urgencia de remover a un gobernante de su encargo. Si revisamos la historia, podremos darnos cuenta que desde Agustín de Iturbide, la mayoría de los gobernantes mexicanos trató de perpetuarse en el poder presidencial, y en la mayoría de los casos su deposición se dio en el marco de un alzamiento armado, una revuelta popular o una amenaza velada de las fuerzas armadas para sostener el orden o sus privilegios.

México no pudo sostener sólidamente un principio de la no reelección, sino hasta la promulgación de la Constitución federal de 1917. En la publicación original del Texto Constitucional se señalaba, en el artículo 83 que “El Presidente entrará a ejercer su encargo el 1o. de diciembre, durará en él cuatro años, y nunca podrá ser reelecto…” estableciendo un principio de no reelección relativa a quienes desempeñaran el cargo presidencial bajo la figura de interno o sustituto. Antes de que eso se plasmara como norma constitucional, hubo una sangrienta guerra que duró seis años. Luego del establecimiento de esa norma hubieron intentos por modificarla en términos de regresión al principio de la reelección. Finalmente, el constitucionalismo tuvo uno de sus grandes triunfos en el país ante la consolidación de la no reelección presidencial, que tanto defendemos y nos da identidad a los mexicanos. De hecho, así como la privatización del petróleo o la separación de la Iglesia y el Estado, ese es uno de los grandes temas que no está, ni estará, a discusión entre los ciudadanos, los partidos políticos o los poderes de la República.

Pero, ¿Qué historia está detrás de la reelección de los legisladores? ¿Esta historia es o fue similar a la de las cruentas batallas que ocurrieron para consolidar lo relativo al Presidente de la República? Analicemos el caso.

VIEJA HISTORIA

Contrario a lo que pudiéramos suponer, en el texto original de la Constitución federal de 1917 no aparecía el principio de la no reelección relativa de diputados y senadores. De hecho, lo único que establecía el numeral eran algunos requisitos de edad para que un ciudadano pudiera ser electo para desempeñar alguno de los cargos legislativos en las Cámaras federales. Tal principio se estableció el 29 de abril de 1933. ¿Para qué?

El académico e investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; Lorenzo Córdova Vianello da la explicación suscita de las razones. En un texto publicado el pasado 2 de diciembre en el periódico El Universal, editado en la Ciudad de México, da cuenta de lo siguiente: “Esa prohibición (…) en vez de tener una justificación democrática, buscó entonces fortalecer el poder de la omnímoda figura presidencial, incrementando las capacidades de decisión y de control que le daba el ser el ‘jefe nato’ del partido oficial y por ello la prerrogativa de ‘palomear’ a los candidatos a cargos electivos postulados por el mismo. En efecto, la imposibilidad de reelección sucesiva, además de inducir un forzado recambio en la élites gobernantes, permitía al presidente controlar el destino de prácticamente todos los políticos que, lejos de deberle el encargo a sus electores, se debían a la generosa y magnánima voluntad presidencial (detrás de la que se escondía un férreo control político).”

Es evidente que, ante todo ello, nos encontramos frente a una situación que debe ser no sólo comprendida sino modificada: esa bien podría ser una de las razones por las que en México existe una élite legislativa poco vinculada, conocedora y eficiente en sus funciones. Se necesita que exista más estabilidad, experiencia y preparación en los legisladores. El argumento negativo, en todo esto, sería el de la consolidación de los grupos impreparados y ruidosos que hoy aturden mucho y aportan muy poco al país desde el Congreso federal.

Estas posibilidades deben analizarse con más detenimiento, con más frialdad y con menos prejuicios. Habría que ver si de verdad la clase política está preparada para abrir un principio de esta naturaleza a mayores posibilidades. La falta de madurez ha sido manifiesta en ellos. Esto podría dar cuenta de sus avances, o de la voracidad que les caracteriza, al tener enfrente un suculento botín del cual podrían seguir medrando deliberadamente.

POLÍTICA, HOY

A partir de este día, el semanario POLÍTICA editado por este diario, aparecerá los sábados. De este modo nos veremos en la posibilidad de plantear de mejor modo nuestra oferta informativa y de análisis. Agradecemos como siempre, a usted amable lector, por su preferencia.

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Mercado de Abasto: todas son cuentas millonarias

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+ Líderes de comerciantes: manipulación por doquier

La ejecución de uno de los dirigentes populares del Mercado de Abasto, en la capital oaxaqueña, causó conmoción pero, sobre todo, especulaciones. Casi desde el momento en que se supo del homicidio violento de Roberto Mendoza López, comenzaron a correr versiones que vincularon el hecho a motivos políticos, a disputas internas o incluso, a un ajuste de cuentas, al mejor estilo de la mafia o el crimen organizado. Más allá de las teorías a través de las que se pretende “aclarar” el crimen, no está de más echar un vistazo a los obesos intereses, al modo en cómo la autoridad fue totalmente rebasada por la ley del más fuerte, a las redes de protección y a las millonarias cantidades de dinero que todos los días se manejan ahí en el Mercado de Abasto.

Roberto Mendoza López era uno más de los más de 40 líderes que tiene el Mercado de Abasto. Así como en algún momento Marcos Villanueva Serrano fue el máximo manejador de locatarios, vendedores semifijos, ambulantes y grupos de choque, hoy las actividades de la plaza comercial más grande de la entidad —y el manejo político y económico de las mismas— se encuentran perfectamente separadas y delineadas entre los diferentes dirigentes y grupos de vendedores.

En efecto, hace ya un buen tiempo que el otrora liderazgo total de Villanueva Serrano, fue superado dentro de la Central de Abasto. Éste, paulatinamente, comenzó a desarticular, y a ser despojado, de varios de los rubros que manejaba en ese Mercado, para luego dar paso al manejo de los espacios, la protección y las transacciones económicas a otros personajes. Uno de los más importantes es Israel Ramírez Bracamontes. Otro, sin duda, era Mendoza López, e incluso también se cuenta entre ellos a Gonzalo Rodríguez Cortés.

Tal parece que cada uno de ellos buscó diversificarse; pareciera que, incluso, llegaron a establecer ciertos equilibrios y márgenes de respeto para que los agremiados a cada una de las organizaciones tuviera sus propios espacios de trabajo y zonas de influencia. Ello, sin embargo, no significa que con la “masificación” de los dirigentes y las actividades económicas, la manipulación, las afrentas y las cantidades millonarias de dinero dejaran de circular entre los líderes y sus organizaciones. Al contrario.

Marcos Villanueva Serrano conserva aún el manejo de los varios miles de locatarios establecidos dentro y en los alrededores del Mercado de Abasto. Roberto Mendoza López tenía el control casi total de los principales mercados sobre ruedas que se instalaban de manera temporal o intermitente en ese y otros puntos de la ciudad; Israel Ramírez Bracamontes ha sido el manejador principal del comercio de aparatos eléctricos, electrónicos y demás, que popularmente se conoce como “fayuca”. Quienes conocen la Central de Abasto, saben que particularmente este personaje ha buscado la diversificación de sus actividades, a través de la venta de protección a mototaxistas a través de la organización “Lazcar”, bajo la que éstos operan en diversos municipios conurbados a la capital oaxaqueña.

El comercio establecido dentro del Mercado de Abasto alcanza a unos catorce mil locatarios; todos los no establecidos —entre semifijos, ambulantes y demás— alcanzan una cifra de 12 mil en los llamados “días de plaza”; independientemente de las cantidades de dinero que legalmente le cobra el Municipio de Oaxaca de Juárez a cada uno de ellos, éstos entregan, diariamente, cantidades diversas a sus dirigentes para poder mantener sus negociaciones en operación.

LA RUTA DEL DINERO

Dentro del Mercado, aseguran que un comerciante establecido debe pagar a su líder una cuota que oscila entre los 20 y 30 pesos diarios; la cuota que pagan al Municipio por el uso de suelo y servicios, apenas rebasa los 100 pesos mensuales. Igualmente, un comerciante ambulante, o quien tiene un espacio en alguno de los tianguis que se instalan en esa plaza o en algún punto de la ciudad, debe pagar inicialmente por él una cantidad superior a los 30 mil pesos. Evidentemente, ese pago se queda en las arcas del líder de los mercaderes o en la organización que él controla; además, por cada día de trabajo debe pagarle una cuota superior a los 70 pesos. Casi lo mismo que le cobra mensualmente el Ayuntamiento por el mismo concepto.

¿Para qué pagar cuotas todos los días a la organización o al dirigente? Para que éste le provea gestiones ante la autoridad, protección de un posible desalojo o redada —cuando venden productos como contrabando o piratería—; y “seguridad” para no ser molestado por ladrones o extorsionadores mientras realiza sus ventas. De ese modo, se tiene perfectamente controlado un jugoso negocio que se encuentra al margen de toda regulación de la autoridad.

Particularmente, en la Central de Abasto todo es un negocio. Aseguran que diariamente muchos de esos líderes hacen un negocio extra con el dinero que obtienen del manejo de locatarios y vendedores ambulantes. Ese negocio se llama “agio”. En efecto, hay personas que tienen otorgadas “líneas de crédito” ante esos líderes. Esos préstamos les sirven para adquirir los productos que van a vender. Pero el negocio es harto redituable: si a las 5 de la mañana les prestan mil pesos para iniciar sus operaciones, al final del día los acreedores deben devolver la cantidad más altísimos intereses, que a veces llegan a duplicar la suma. En ese tipo de operaciones, circulan entre seis y ocho millones de pesos en préstamos y pagos, todos los días.

De ahí en adelante todo es un negocio: los “diableros”, los baños, los pasillos, el agua potable, la protección contra asaltos y robos a las negociaciones y compradores, los indigentes, el escuadrón de la muerte, los estacionamientos, las banquetas, la prostitución, el narcomenudeo, la piratería, la fayuca… todo. Y, en el manejo de estos millonarios negocios, líderes como Villanueva Serrano, Ramírez Bracamontes, Mendoza y demás, son todo menos la Madre Teresa de Calcuta.

¿CRIMEN POLÍTICO?

Así, es posible que la ejecución de Roberto Mendoza tenga que ver con motivaciones políticas. Pero también es evidente que siguiendo la ruta del dinero —y de los intereses nada confesables que se mueven alrededor de la actividad que éste y otros líderes realizaba— se puede encontrar una explicación lógica y posible de las razones por las que fue ultimado. El Mercado de Abasto es un enorme negocio legal e ilegal por el que todos pelean. Más allá de la satanización o santificación del líder caído, es muy posible que en algo de eso se encuentre la explicación a lo ocurrido.

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UABJO y Torres: ¿Cómo defender lo indefendible?

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+ Buenas intenciones: choque frontal con la realidad

Hoy parece más claro que nunca que la UABJO vive en una doble realidad: por un lado, se enfrenta a la cada vez más complicada preservación de una situación académica nada envidiable; y por el otro, a un proceso largamente ventilado de inestabilidad y descomposición política. ¿Cómo sostener argumentos medianamente alentadores de una Casa de Estudios que todos los días revela sus atrasos y su caótica cotidianeidad?

Este es, pues, el claro choque entre las buenas intenciones y la realidad: enalteciendo el espíritu universitario, se puede asegurar que independientemente de cualquier viso de inestabilidad, atraso o violencia, la UABJO ha dado a Oaxaca más glorias académicas, científicas y culturales que ninguna otra institución. Se puede asegurar que a pesar de lo complicada que es su situación política, existen ciertos avances académicos que reiteran su vocación por la educación. Se puede decir todo eso, hasta que los argumentos chocan con las circunstancias, con el ejercicio implacable del poder, y con las disputas que todos los días se viven en la Universidad.

¿Ser un “buen universitario” es negar la realidad? Evidentemente no. Del mismo modo, parece claro que tener una vocación universitaria no necesariamente parte de haber egresado de la UABJO. A pesar de ello, este espacio ha tratado de conservar como parte de las causas que todo espacio periodístico debe tener, la defensa no de las personas, sino de los valores y las instituciones que trascienden a la sociedad. Por eso ha quedado claro que la crítica va siempre encaminada al modo tan cuestionable en cómo en la Universidad se desarrolla la educación pública.

Sin embargo, eso no es óbice para señalar la dolorosamente deficiente gestión del rector Rafael Torres Valdez. Su administración ha estado enmarcada, como nunca, por la inestabilidad, las disputas por el poder, el porrismo y el daño a la instrucción de nivel superior, que ahí debería impartirse como no se hace. Para muestra existen botones de sobra: en los últimos meses, prácticamente no ha habido semana en la que la Universidad se libre de cierres, toma de instalaciones, enfrentamientos y protestas en contra de la administración o las facciones que subsisten o acumulan poder, al amparo de una pluralidad y tolerancia, que son simuladas y mal comprendidas dentro de la Universidad.

En ese mismo sentido, es claro que la Universidad se ve constantemente amenazada por la voracidad de muchos de sus manejadores, por la codicia que les genera un presupuesto universitario que es permanentemente utilizado bajo un amplio esquema de opacidad; por una administración universitaria que sólo le rinde cuentas a un Consejo Universitario controlado y domado por ellos mismos. Que todos van tras una rectoría que, en realidad, no le rinde cuentas a nadie. A nadie.

Así, la disputa permanente es por una Universidad que es vista como un botín, y no como una auténtica tabla de salvación de la siempre disminuida educación pública que existe, en todos los niveles, en la entidad. Aquí hemos señalado en diversos momentos que los problemas de la Universidad van más allá del rector Torres Valdez; pero también hemos señalado oportuna y reiteradamente que el actual Rector es un dique que contiene y contribuye a preservar muchos de los vicios que se han anidado y consolidado en la Máxima Casa de Estudios.

Es decir, que la salida de Torres de la UABJO no resolvería sus problemas; pero si ésta ocurriera en un marco político favorable —y no en la guerra de poder actual—, sí sería un factor que contribuiría enormemente a la concertación política, a la academia, a la honestidad, y la verdadera democratización de la Universidad.

TEORÍA VS PRAXIS

Lo peor de todo sería que junto a los graves problemas políticos y de ingobernabilidad que ocurren en la Universidad, no hubiera un solo viso de academia, estímulo a la educación, a las ciencias o a las artes. El problema es que todo eso palidece, de nuevo, frente a una Universidad que todos los días demuestra ser un caos.

¿Cómo hablar de avances y logros, cuando prácticamente todas las preparatorias, escuelas y facultades tienen interrupciones permanentes en su vida académica; cuando el ausentismo, la venta de calificaciones, las extorsiones, y hasta la inseguridad y los robos, son cosa de todos los días en las instalaciones universitarias?

¿Cómo poder hablar de progreso académico y político, cuando los procesos internos de prácticamente todas las escuelas y Facultades para elegir a sus directivas, ha terminado en disputas, enfrentamientos y mayores niveles de inestabilidad? ¿Cómo defender los innegables logros de la academia, cuando todo eso choca con una realidad implacable que dice mucho más que cualquier recuento de avances que, ante ella, resultan ser lo mismo nimios que parciales, aunque no por ello menos importantes?

¿Cómo poder hablar de una universidad de primer nivel, cuando sólo algunos de sus edificios han sido remozados, pero otros siguen teniendo condiciones inaceptables? ¿Cómo argumentar algo a favor, cuando en varias facultades siguen reinando atrasos tan básicos: uno de ellos es, por ejemplo, el hacinamiento en los salones de clase; los baños que son una desgracia, o los profesores universitarios que, en muchos casos, tienen niveles de preparación superior tan indignos como los salarios que perciben?

A lo largo de meses, y años, diversos grupos de personas han hablado del cierre de la Universidad, como una “alternativa” al problema de caos que vive la UABJO. Esa, sin duda, sería la peor medida que alguna persona, gobierno, Congreso o Consejo podría tomar para darle un “remedio” a la Universidad. No harían más que coronar las intenciones de quienes quisieran repartir el presupuesto universitario en otros fines, aviesos todos, que en nada contribuyeran al avance de Oaxaca.

¿CÓMO AVANZAR?

Así, el rector Torres Valdez y su administración podrán decir misa. Pero la realidad es una. Sólo faltaría que quisieran fanfarrias y cohetes por hacer apenas una parte, en lo académico, de lo que es su obligación. Una defensa verdaderamente eficiente e irrebatible podría darla no con las palabras, sino con los hechos. ¿Cuándo hablarán de la nueva Ley Orgánica de la Universidad? ¿Cuándo harán lo propio por la reorganización de sus esquemas administrativos, democráticos y de rendición de cuentas? ¿Cuándo se dignarán a abrir verdaderamente sus cuentas? Todas estas son preguntas que también atañen a los poderes locales, que sospechosamente se sienten ajenos al problema universitario.

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Cajas de ahorro: ahora comienza caída de las grandes

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+ Diputados: “comisiones especiales” con más apremios

Justo cuando el pasado lunes el suplemento Política de TIEMPO puso sobre la mesa de la discusión en Oaxaca, la necesidad de legislar y terminar con la manipulación de que están siendo objeto las organizaciones populares de ahorro y crédito, la financiera InverOax cerró silenciosamente sus puertas y canceló sus operaciones.

Este hecho no debe tomarse a la ligera: InverOax es una de las cajas de ahorro más grandes de la entidad, por lo que el número de ahorradores defraudados habrá de multiplicarse, y sumarse a los quebrantados por otras organizaciones que recientemente se han ido a la bancarrota. Y mientras todo eso ocurre, ni en el gobierno estatal ni en el Congreso del Estado, parecen comprender la apremiante lógica de este asunto o mucho menos plantear una solución eficaz a este problema que crece casi cotidianamente.

Es claro que hoy, el problema de las cajas de ahorro se ha vuelto redituable políticamente. En este y otros espacios, hemos dado cuenta de cómo la inestabilidad de esas organizaciones se ha convertido en un botín político lo mismo para quienes siembran las dudas y especulaciones entre los ahorradores, como en los que se convierten en sus manipuladores una vez que éstos adquieren la calidad de “defraudados”. Mientras miles de oaxaqueños pierden sus ahorros, unos y otros están obteniendo ganancias económicas y políticas de tales desgracias.

Repasemos algunos números que, según información interna del Congreso del Estado a la que tuvo acceso este espacio, dan cuenta del tamaño del problema: hay en Oaxaca más de 300 cajas de ahorro; sólo una de esas 300 se ha sometido a las certificaciones y revisiones de la CNBV. Las demás, se encuentran al margen de esa regulación, lo mismo porque les es imposible cumplir con los requisitos que exige la autoridad federal, que por preferir mantener en la discrecionalidad su funcionamiento (lo cual les permite amplias posibilidades de realizar operaciones ilegales).

Mientras todo eso ocurre, se calcula que alrededor de un millón de oaxaqueños son socios de alguna organización popular de ahorro y crédito, en el que se encuentran invertidas cantidades exorbitantes de dinero que —por la misma discrecionalidad en su manejo— ni siquiera pueden ser cuantificadas por la autoridad gubernamental o el Congreso. Así, el tamaño de este problema es, según esas apreciaciones, de alrededor del millón de ahorradores que potencialmente pueden convertirse en defraudados.

¿Cómo resolver este problema? La primera solución, y la más cómoda para la autoridad estatal, es la de exigir la intervención de las autoridades bancarias federales en todo esto. El problema está en que esas organizaciones nacieron precisamente como una “alternativa” —es decir, gracias a los huecos que existen en las normas federales— al ahorro y préstamo que les estaba vedado a los estratos sociales y económicos más bajos. Por eso, hasta ahora las leyes y autoridades federales sólo pueden intervenir en las cajas populares cuando éstas se someten a sus revisiones. Y, al menos en lo que se puede ver, al gobierno federal no le provoca mucha inquietud intervenir en organizaciones de crédito relativamente pequeñas en las que, comparados los capitales con los de las instituciones bancarias, los montos de dinero que están en juego son mínimos.

PROBLEMA LOCAL

Así, es evidente que todo este problema ni será atendido por el gobierno federal, pero tampoco parece terminar de entenderse en el Gobierno del Estado, a pesar de que desde hace tiempo tienen antecedentes de este problema. Fue en 2008, cuando un primer lío de esta naturaleza le explotó en las manos al entonces secretario de Economía, Enrique Sada Fernández, con los ahorradores defraudados de Caja Sacriputla.

Si bien se recuerda, dicha instancia tuvo puntual conocimiento de cómo los ahorradores de esa organización se convirtieron en defraudados. La solución dada fue meramente dilatoria y, actualmente ante la magnitud del problema, inviable: se creó un fondo de resarcimiento —con dinero proveniente de las arcas públicas—, para tratar de reponer al menos parcialmente los montos con los que Caja Sacriputla había defraudado a sus ahorradores.

Al haber incumplimientos, ineptitud por parte de esa Secretaría para manejar ese problema y cumplir con los ofrecimientos hechos, el problema se convirtió en una disputa política que luego derivó en toma de oficinas, cierre de calles y manifestaciones por parte de los ahorradores defraudados, que ya para entonces lo mismo eran víctimas de defraudación que de incumplimientos, y también de manipulación por quienes les “recomendaron” hacer de todo esto un asunto de orden político.

Hoy, la quiebra de cajas de ahorro se ha multiplicado aceleradamente. Ante el tamaño del problema, pronto será imposible que el Gobierno del Estado pueda seguir destinando montos de dinero público para resarcir los fraudes que perpetran particulares. Sin embargo, eso no significa que el gobierno estatal tenga que desentenderse: al contrario. En el mejor de los casos, debería estarse trabajando con toda urgencia por la creación de mecanismos legales que generaran cierta certidumbre respecto a las organizaciones populares de crédito, regularlas obligatoriamente, y frenar la especulación y la manipulación de orden político que hoy las invade.

Eso mismo debería estar ocurriendo en el Congreso para actuar con inteligencia ante este problema. En nada ayudan “recomendaciones” como la dada ayer en el periódico El Imparcial por la diputada Carmelina Cruz Silva, en el sentido de que los ahorradores deben sacar sus inversiones de las cajas de ahorro. Esto, por sí solo, lo único que hará es acelerar el proceso de descapitalización de esas organizaciones y, por tanto, el cierre anticipado de varias de esas instituciones que todavía podrían tener cierta viabilidad financiera.

SOLUCIONES DE FONDO

Es cierto que los ahorradores de las cajas populares deben, en el mejor de los casos, recuperar sus inversiones con premura. Sin embargo, por ahí podría comenzar la Comisión Especial creada para ese efecto en el Congreso del Estado. No sirve de nada que ese grupo de diputados se haya constituido “para exigir justicia”, cuando podrían estarse dedicando a tareas más trascendentales. No deben seguir postergando la presentación de proyectos legislativos que propongan soluciones de fondo al problema. Si siguen simulando trabajo, pronto este asunto será incontrolable.

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