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Gabino Cué: el reto social de Oaxaca no tiene precedentes

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+ No dar la razón a gobiernos endebles: el mayor de sus retos

El domingo, Gabino Cué Monteagudo recibió su constancia de mayoría, que formalmente lo acredita como gobernador electo de Oaxaca. En dicho documento, se asienta que fue respaldado por alrededor del 54 por ciento del total de votantes que acudieron a las urnas. Es decir, que unos 730 mil electores lo favorecieron con su voto. Ante el triunfo inobjetable de su causa política, y la legitimidad que le brinda un triunfo de esas características, dos preguntas son fundamentales de responder ante el planteamiento de su programa de gobierno: ¿cómo diferenciarse, para bien, de las gestiones anteriores? Y sobre todo, ¿cómo cumplir las expectativas que generó su candidatura, y su propuesta democrática y de gobierno?

De acuerdo con las cifras registradas en la jornada electoral del pasado 4 de julio, resulta evidente que Gabino Cué obtuvo el triunfo debido no sólo al trabajo electoral —limpio y sucio— que el bloque de partidos de oposición pudiera haber realizado para apuntalar su candidatura, sino también porque un sector determinante del electorado (el llamado voto volátil, o indeciso) resolvió sí salir a votar el día de los comicios. Más allá del llamado “voto duro” que trabajó cada una de las fuerzas políticas, fue claro que esa franja de electores fue la que marcó la diferencia en el resultado electoral.

En este sentido, aseguran quienes conocen el comportamiento de los procesos electorales, que de acuerdo con la experiencia internacional, cuando en un régimen se disputan el poder la continuidad frente a la posibilidad de un cambio, y la franja de electores indecisos resuelve acudir a las urnas, normalmente éstos votan a favor de la alternancia, y son quienes determinan el sentido del resultado. Eso fue lo que, en una de las vertientes, ocurrió en Oaxaca. Es lo que ha pasado en otros escenarios de México y varios países de América Latina, en los que se llega a la alternancia a través de los cauces institucionales, y no de la violencia como ocurría en el pasado.

No obstante, más allá de ese comportamiento de un sector del electorado, tendríamos que preguntarnos por qué los indecisos deciden votar por la alternancia. La respuesta está lejos de ser un descubrimiento: la gran mayoría de ese voto volátil llegó a esa categoría, luego de desencantarse del partido gobernante, y tomar conciencia de que los cambios son saludables, cuando existen opciones alternativas viables.

El problema, en realidad, no llega cuando el votante no comprometido con cierta causa política, decide votar por una alternancia que en realidad no está bien sustentada. En la experiencia mexicana y latinoamericana, se tienen registros precisos de que el agotamiento de los regímenes alineados a los llamados “designios estadounidenses”, a las políticas económicas internacionales, y a los modelos más identificados con los partidos de centro y de derecha, fue lo que abrió la puerta a gobiernos de alternancia, pero que no por ello fueron mejores que los anteriores.

Así, en innumerables casos el desencanto con esos gobiernos permitió que sus adversarios vendieran ilusiones irrealizables, a través de promesas de gobiernos de izquierda no alineados, que en realidad explotaron exitosamente el desánimo y la inconformidad del electorado con sus gobiernos, y se convirtieron en opciones políticas exitosas a través del uso del populismo como herramienta de legitimación. En el ámbito internacional, el caso de Venezuela, con el presidente Hugo Chávez, acaso es el mejor ejemplo de esta situación. Y en México, existen también no pocos casos de gobiernos de alternancia que, por la preservación de sus vicios e ineficacia, resultaron ser mucho más nefastos que sus antecesores.

GOBIERNO DIFERENTE

En Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo tendrá la nada sencilla tarea de cumplir con las expectativas que generó como candidato a Gobernador, pero sin caer en los extremos antes mencionados. No deberá convertir su administración en una copia al carbón de las anteriores, pero tampoco aferrarse a posiciones populistas, que lejos de resolver los rezagos, en realidad generen más problemas sociales y políticos de los que ya existen en la entidad.

En ese sentido, deben ser claras y precisas las respuestas que brinde a los ciudadanos. Por citar un ejemplo, si el Gobernador electo ya se comprometió a que su gobierno estará integrado por los hombres y mujeres mejor calificados que tiene la entidad para la gestión pública, debe dar pasos sustanciales no sólo para establecer reglas y requisitos claros para realizar esas nuevas contrataciones, sino también para regular la situación laboral de los miles de trabajadores de confianza que hoy tiene la administración estatal.

Veamos el asunto a detalle. Aquí, cualquier persona que ha laborado en alguna dependencia municipal y estatal, sabe que los requisitos de contratación son esencialmente discrecionales, en cuanto a los trabajadores de confianza. Es decir, que independientemente de que existan algunos criterios, esto, en todas las dependencias estatales, queda casi por completo al arbitrio del titular de la misma.

Esto genera, por un lado, un alto grado de inestabilidad laboral para esos trabajadores, que conservan su trabajo muchas veces en función de circunstancias ajenas a su desempeño laboral; y por el otro, esa discrecionalidad también alimenta algunas de las prácticas que tanto reprueba la sociedad no sólo en Oaxaca, sino en el país. Es decir, que las personas sean contratadas por amistad o por compromiso, pero no por tener experiencia y capacidad probada en las tareas públicas a desempeñar.

Así, en Oaxaca debería existir un servicio profesional de carrera que regulara toda esa situación. Y, sobre todo, debería existir un compromiso firme del nuevo Gobierno para cumplir cabalmente con esas regulaciones. El mejor ejemplo de que por sí solo el establecimiento del mecanismo no funciona, se encuentra en el gobierno federal, en el que el presidente Felipe Calderón está rodeado, en los más altos cargos del gobierno federal, no de los mexicanos más eficientes y preparados, sino de sus mejores amigos.

RESPUESTAS CLARAS

Las expectativas deben ser satisfechas con respuestas claras y puntuales, no con espejismos. Un gobierno diferente sólo se logrará con la materialización de las promesas hechas en campaña. Es decir, que esas promesas se conviertan en leyes y prácticas. Si no, del tamaño de la expectativa habrá de ser el fracaso.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

Eviel a dirigencia priista: tras él, consolidación de lo peor

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+ Tricolores no entienden el fondo del castigo de ciudadanos

Acostumbrados a torcer y manipular sus estatutos y normas internas, ahora mismo un grupo de priistas va tras una nueva empresa cuestionable en Oaxaca. Un sector del PRI —importante pero descalificado por los resultados de la elección del 4 de julio pasado— pretende imponer al ex candidato a Gobernador como nuevo dirigente estatal del tricolor. Esto, independientemente de las cuestiones estatutarias, se convierte en un verdadero problema cuando se calcula el futuro desalentador que le esperaría a un tricolor convertido en partido opositor y sin gobierno.

En efecto, durante a lo largo de la semana anterior creció la versión, en los más altos círculos del poder, que una vez concluido formalmente el proceso electoral, el aún Jefe Político de los priistas buscaría consolidar un enroque importante en las estructuras partidistas, para que el senador Adolfo Toledo Infanzón abandonara la dirigencia estatal del tricolor y le entregara la estafeta al diputado federal con licencia, Pérez Magaña. La justificación sería sencilla: si éste fue respaldado en las urnas por un importante número de oaxaqueños, aún en la derrota, tendría la legitimidad suficiente como para asumir el liderazgo tricolor y encabezar los trabajos para reestructurar el partido y organizar los procesos electorales siguientes.

Esa decisión, a simple vista, parecería hasta positiva. No así que, en primer término, los priistas de nuevo tuvieran que torcer sus estatutos y forzar la toma de decisiones internas que se basan en cálculos infundados y caprichos; y que, en segundo término, fueran los grupos y “líderes políticos” más descalificados y cuestionados —y que en gran medida son los responsables de la desgracia priista— quienes estuvieran prestos para tomar el control del partido.

Ambas vertientes, que son las que se tratarían de satisfacer con ese cambio, no harían más que minar al tricolor más de lo que ya está. Porque para efectos prácticos del grupo gobernante, la cuestión estatutaria es lo de menos. A lo largo del presente sexenio, cuando menos en siete ocasiones hemos visto cómo, más que reglas que deben cumplirse, los estatutos partidistas han sido un traje a la medida de las decisiones del Jefe Político, lo mismo que la voluntad de los emisarios que han fungido como dirigentes del PRI en los términos, ritmos y circunstancias que la decisión de una sola persona ha marcado.

Así, ninguna de las dirigencias priistas en los últimos años, ha satisfecho a cabalidad los requisitos y métodos que marcan los documentos básicos del tricolor, para renovar la dirigencia estatal. Las elecciones, y prelaciones, no han sido más que una grosera pantomima, en la que todos han jugado a una democracia de pésimo calado.

En estas circunstancias, lo que realmente minaría al priismo sería el nuevo acto de avasallamiento. El senador Toledo Infanzón asumió la dirigencia priista como parte de los arreglos posteriores a la designación del candidato a Gobernador; a pesar de ser el más aventajado en las encuestas, fue marginado y desacreditado en dicho proceso, y sólo aceptó la dirigencia priista para, hasta ahora, cargar con las peores prácticas y los peores resultados que se han visto en el priismo.

Independientemente de su voluntad, decisión e intereses, él como dirigente permitió y legitimó innumerables imposiciones y decisiones erróneas en cuanto a la definición de candidatos a diputados y presidentes municipales; permitió que dichas postulaciones se “jinetearan”, se negociaran, y se comercializaran, para ser entregadas —como en el caso de la propia candidatura a gobernador— no al mejor prospecto, sino a quien mejor respondía a los intereses del grupo, aún siendo el peor candidato.

Hoy, las nuevas circunstancias (es decir, la derrota electoral y el fin del sexenio) paulatinamente harán disminuir la influencia avasalladora del Jefe Político. No obstante, éste continúa tratando de imponer implacablemente sus decisiones. Pero será decisión del senador Toledo permitir o no que, en menos de cinco meses, lo dobleguen de nuevo para imponer a un nuevo líder priista.

IMPONER LO PEOR

Si Toledo Infanzón se resiste a abandonar su cargo partidista actual, y lo doblegan, eso podría provocar la ruptura que no ocurrió en febrero pasado, cuando le pasaron por encima, y luego él lo legitimó, para imponer al candidato a Gobernador. Lo acepten o no, moral y políticamente eso sería fatal para un PRI que hoy de por sí se encuentra cuestionado y debilitado.

Pero si, independientemente de que Toledo ceda o lo dobleguen, llega el diputado Pérez Magaña a la dirigencia priista, con él arribará a la estructura formal de ese partido, un grupo de personajes que, al ser perfectamente conocidos, se sabe que aportaron muy poco a la edificación de un PRI fuerte, pero mucho a la desacreditación profunda de las prácticas y la fama pública del tricolor entre los electores oaxaqueños.

En efecto, el plan inmediato de lo que se conoce como “la burbuja”, consiste en colonizar y adueñarse del priismo local y sus sectores. Por eso, estarían buscando que el ex candidato Pérez asumiera la dirigencia priista: para que sus principales operadores, consejeros y manejadores, asimismo asumieran las respectivas dirigencias de los sectores y organizaciones del tricolor, y desde ahí continuaran “teniendo presencia” en la escena política, ejerciendo los recursos económicos que se les transfirieran desde alguna otra entidad priista, y controlando “los destinos” de ese partido.

Esos personajes son, en buena medida, los que con su soberbia, corrupción e ineptitud, llevaron al PRI a la debacle actual. Son los mismos que “coordinaron” sin eficacia alguna la campaña proselitista, los que se impusieron como caciques regionales para imponer a sus incondicionales en candidaturas; los mismos que por unos meses se creyeron faraones y dueños del futuro de Oaxaca… y que fueron regresados a su disminuido tamaño real, al calor de la voluntad popular y los resultados electorales. En esas manos quedaría el priismo. Ese es su plan.

EJERCER LIDERAZGO

Eviel Pérez Magaña, y sus principales incondicionales, tienen un compromiso importante en la diputación federal oaxaqueña. Que demuestren ahí su arraigo con Oaxaca y su liderazgo político. Lo mismo el senador Toledo en sus funciones legislativas. Ninguno tiene sustento suficiente como para asumirse como “salvador” del priismo oaxaqueño.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

Insensibilidad con militancia, otro factor negativo de PRI

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+ Militancia agredida: algo que tricolores no pueden negar

Uno de los problemas que más se acusa en la derrota del Partido Revolucionario Institucional del pasado 4 de julio, es la insensibilidad de sus líderes y dirigentes para atender y procesar los llamados a la cordura y a la reconsideración que, en más de un caso, lanzaron a gritos sus militantes. Antes y durante las campañas proselitistas, hubieron numerosas voces de inconformidad, que constituían señales de alerta que nadie pareció ver, hasta que fue tarde.

¿Por qué estas señales de inconformidad y enojo que nadie atendió en el PRI? porque tal parece que en los últimos años, el PRI mantuvo intacta aquella vieja tradición que lo hacía ser un partido de verticalismos, en el que manda una sola persona y todas las demás atienden disciplinadamente sus designios. El problema, en todo esto, es que si dicho partido mantuvo intactas sus prácticas y verticalismos, la sociedad no se mantuvo en esa dinámica, y más bien ha buscado formas distintas en el ejercicio de la política.

Habría que concatenar dos preguntas: ¿Por qué ese triunfo tan contundente, que no se esperaba ni se vaticinaba, del candidato de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso, Gabino Cué Monteagudo? Y ¿Por qué tan honda y tan contundente la tendencia negativa del priismo? La respuesta está en el mensaje enviado, recurrentemente, a los electores. Gran parte de la respuesta a estos cuestionamientos, se encuentra en el control, y el descontrol, en el manejo de la suficiencia y la soberbia.

No sería exacto decir, en términos de polarización, que quienes integraron la coalición opositora no pecan de soberbios de cuándo en cuándo; o que todo lo hecho por el priismo estuvo plagado de soberbia y de indiferencia hacia la opinión real de los electores militantes, y de quienes definieron su voto hasta el momento de estar en la casilla. El problema es que mientras la soberbia de los primeros, es decir, de los hasta ahora opositores, no fue más que un asunto dirimido y exhibido entre particulares, los segundos dejaron ver en toda su magnitud que lo que menos les importaba era la opinión del voto incondicional y del volátil, que decidió el sentido de su voto al momento de encontrarse en la casilla o de marcar la boleta.

Ejemplos hoy, a la distancia, pueden verse en abundancia. Sólo en algunos municipios como Santa Cruz Xoxocotlán, Santa María Huatulco y el mismo Oaxaca de Juárez, dejaron ver que el sentir de los electores, para ellos, era lo de menos. En cada una de esas demarcaciones, hubo manifestaciones claras de rechazo a la imposición. En Huatulco, por ejemplo, debido a que el candidato elegido por el PRI para representarlos, era el que menos trabajo de bases y aceptación popular tenía; aún contra todo, lo impulsaron gracias a un engañoso acuerdo cupular que luego trataron de replicar con los demás aspirantes, que aparentemente se disciplinaron, aunque en nada abonaron a la posible victoria de un hombre sin posibilidades.

Algo similar pasó en Xoxocotlán. Ahí, los arreglos turbios, los intereses económicos y las actividades poco claras que ocurren todos los días al amparo de la autoridad municipal, desplazaron a cualquier forma de democracia interna. A todos los de la cúpula priista con algún interés en dicho municipio, les convenía que el sucesor de Argeo Aquino fuese alguien del grupo y no un ajeno. Eso determinó una candidatura que, para todos menos para ellos, era inviable. Y los resultados están a la vista.

De Oaxaca de Juárez ni se diga. Beatriz Rodríguez nunca figuró entre las personas que hicieron permanentemente trabajo social y político en las bases del priismo de la capital oaxaqueña. La decisión a su favor, fue una más de las emitidas por los verticalismos. Nadie se explicó cómo la postularon, por qué, y para qué. No se rodeó de las personas ni de las estrategias correctas. Además, no tenía el sustento necesario como para pensar que podría lograr un extra en la votación. Todo lo hicieron a nivel de cúpula, acuerdos y declinaciones. Pero muy poco en cuanto al trabajo territorial. Y el resultado está a la vista.

CRÍTICA CIUDADANA

Hace unos días, en el blog de esta columna (http://wp.me/IlC9), un lector dejó un comentario (el cual se puede revisar, en su redacción original, en la dirección electrónica http://wp.me/pIlC9-bx) que vale la pena reproducir porque, a nuestro juicio, representa el sentir de muchos priistas que fueron marginados del trabajo político, y desoídos en sus consideraciones. Lo asentado, no dista mucho de lo que cualquiera de nosotros escucha cotidianamente sobre la derrota priista.

“Creo que Oaxaca merecía un cambio en la gubernatura y con lo que sucedió en días anteriores y las noticias de hoy en todos los medios, dieron vista de que realmente la gente común como nosotros o ‘el populacho’ dijo en las urnas lo que no podía hacer en la vía pública porque luego interviene la ‘ley’”

Muchos Priistas apoyamos este cambio de estafeta, porque la burbuja que traía Eviel manoseo las candidaturas a concejales y diputaciones en el estado, dejando muchos cuadros valiosos que saben sudar la camiseta en el trabajo de campo en las comunidades, dícese dirigentes natos en las regiones, dirigentes partidistas y los mismos cuadros que están dentro del mismo partido que no fueron llamados para hacer un trabajo real. Solo los tenían abandonados y sumidos en las oficinas sin margen de maniobra para resolver los diferentes problemas que tenía la ciudadanía que llegaba al partido revolucionario, quizás porque los encasillaron con un jefe al que los mismos priistas hicieron a un lado al no jugar de manera limpia a la hora de tomar decisiones, cuando eran 6 los candidatos y que este último no participó mas en estas elecciones al hacerse a un lado por la traición, sabe a quién me refiero.”

ESCARMIENTO

“Bueno Lic., leyendo sobre la “Titis” creo que no tenemos nada porqué que estar tristes el que haya perdido una persona que no representa a los que vivimos en la capital, llevando dentro de la planilla a un individuo como Israel Ramírez Bracamontes, quien es el que invadió las calles con los ambulantes y si eran gobierno, “regularía” a los comerciantes callejeros, ¡Por favor! Es esto una burla a la inteligencia a los que sufrimos por esta invasión callejera. Me alegro que no estén festejando el triunfo que esperaban.” Hasta ahí el comentario, que tiene nombre y firma, aunque para este efecto lo reservamos, pero que pudo haber redactado casi cualquier priista oaxaqueño.

“Rebelión” en el PRI: a nadie debería sorprender los roces

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­+ Cambio de actitud: legitimación no llegará por inmovilismo

Más de uno se sorprendió cuando Javier Villacaña Jiménez exigió hace dos días que la coordinación de la próxima bancada del Partido Revolucionario Institucional, recaiga en alguno de los ahora diputados electos que obtuvieron su curul por el principio de mayoría relativa, y rechazara con ello que el edil citadino con licencia, José Antonio Hernández Fraguas, encabece la bancada. Independientemente de cualquier conflicto personal que exista entre ambos personajes, es evidente que ahora, ante las circunstancias, el tricolor sí debe modificar sustancialmente las formas en que toma sus decisiones importantes.

Una de las bases en que se sustenta el principio de la representación proporcional, dice que los candidatos a diputados por ese principio constituyen los intereses que la cúpula del Partido desea involucrar en el trabajo legislativo. Es decir, que si los candidatos propuestos por el principio de mayoría relativa —que son los que ganan los comicios a través del trabajo territorial en el distrito respectivo que representan— llevan consigo la voluntad y la aceptación directa de la población votante, los llamados “plurinominales” son quienes materializan la posibilidad de que las bases ideológicas del instituto político sean plasmadas en el trabajo legislativo que se realice.

Se entiende, teóricamente, que si los diputados de mayoría no necesariamente deben tener un alto grado de preparación y sustento académico, político y de la ideología del partido que representan, los de representación proporcional sí están obligados a ello. Los primeros, pues, tienen la legitimidad directa de los electores; y los segundos serían quienes complementarían la labor, con las propuestas y el “trabajo legislativo fino” que los primeros naturalmente no tendrían capacidad de hacer, pero que el partido espera de sus diputados para hacer válidos sus postulados.

De este planteamiento —que no es el todo, pero que sí representa una parte de los argumentos en que se basa la existencia de la representación proporcional—, parecería que ya nadie se acuerda. Según lo que hemos visto desde hace décadas en el sistema político no de Oaxaca, sino del país, es que la representación proporcional asegura las cuotas para las cúpulas, y los grupos y factores de poder y decisión dentro de cada partido, pero que muy pocas veces esas curules de representación proporcional son entregadas a personajes verdaderamente preparados o de amplia trayectoria dentro del partido, y que por esa razón serían garantía de un trabajo legislativo y de un debate de altura dentro de la Cámara en la que participaran.

Esa es una práctica que, en buena medida, el priismo no ha podido desterrar de sus tradiciones políticas: no sólo la de entregar las curules de representación proporcional en base a criterios de grupo y de reparto de cuotas, sino también la de definir los liderazgos en base a las conveniencias del grupo, pero no de la trayectoria y el verdadero consenso interno entre quienes integran el grupo a representar.

Es decir, que lo predominante es una práctica abierta de verticalismos y decisiones no consensadas. Eso se entiende y se explica, sin embargo, en medio de un sistema en el que una sola persona tiene todas las riendas del grupo; pero no en un escenario en el que el poder y el grupo quedaron maltrechos y cuestionados, y en el que existen voces que llaman no a mejorar o empeorar las prácticas prevalecientes, sino simplemente a cambiarlas.

Todos los que en algún momento se quejaron, por ejemplo, del verticalismo en el que se eligió a Francisco Rojas como coordinador de la bancada priista en la Cámara baja del Congreso de la Unión, ahora tampoco deberían sorprenderse de que, en un escenario totalmente distinto, surja una voz que llama a tomar en consideración no sólo las decisiones impuestas, sino los liderazgos reales que podrían existir dentro de ese partido.

ESCENARIO INÉDITO

Ciertamente, José Antonio Hernández Fraguas representa un liderazgo importante dentro del priismo; pero para efectos del escenario que tiene ante sí el tricolor y la próxima bancada priista del Congreso del Estado, ese liderazgo es simplemente inexistente y carente de cualquier grado de legitimidad. Recuérdese que la posibilidad de que él encabezara no sólo a la bancada, sino que fungiera como Presidente de la Gran Comisión, surgió a raíz de un acuerdo cupular, y particularmente en la negociación para el otorgamiento de la candidatura a gobernador.

¿Qué significa esto? Que independientemente de cuáles hayan sido los acuerdos previos, el resultado de la elección deslegitimó a todos los que ocuparon sitios de relevancia en la coordinación de la campaña, y que por tanto se debe hacer una nueva evaluación de la correlación de fuerzas, y una nueva redistribución de los espacios de decisión. En ese contexto, los liderazgos hechizos o consensados cupularmente, pero no legitimados por la fuerza de los votos, tendrán poca cabida y poca utilidad para el PRI de los próximos tres años.

Nadie duda, en ese sentido, que Hernández Fraguas pueda hacer un trabajo excepcional al frente de la bancada, y más cuando lo que habrá de definir el funcionamiento y el éxito de la próxima Legislatura, son precisamente los consensos y la posibilidad de generar acuerdos. Sin embargo, independientemente de que recaiga o no en él la posibilidad de la coordinación de la bancada, lo que es necesario es que esa decisión sea consensada y no reproduciendo los vicios y los verticalismos que los llevaron a la derrota.

Villacaña Jiménez propuso que la coordinación de los priistas recayera en Martín Vásquez Villanueva o en David Mayrén Carrasco. Los tres, al igual que Hernández Fraguas, han demostrado ser sólidos cuadros del priismo con capacidad para emprender esa misión. Pero sea cual sea la decisión y el método, lo que deben demostrar es que tienen la capacidad de ponerse de acuerdo más allá de las decisiones de un jefe político. Como en todos los demás casos, si logran convertir la crisis en una oportunidad, pero no en oportunismo, entonces habrán de tener un escenario más equilibrado y claro para el futuro.

COORDINACIÓN FEDERAL

Si Eviel Pérez Magaña está dispuesto a retornar a su curul, sería ideal que lo hiciera y que demostrara que la derrota no lo demuele. En las dos ocasiones que ha sido diputado, ha tenido intermitencias que no hacen más que poner en duda su trabajo y representación. Este sería el momento de demostrar lo contrario.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

Diputados federales del PRI: ahora sí deben ver por Oaxaca

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+ La elección terminó; a demostrar capacidades no electorales

El resultado de la elección del pasado 4 de julio, debía servirle a los 14 diputados federales del Partido Revolucionario Institucional por Oaxaca, para entender que el trabajo legislativo no se reduce a las peleas partidistas y al uso de la tribuna legislativa para dirimir disputas con sus adversarios políticos. La derrota debe también hacerlos entender que este es el momento de reordenar sus prioridades en el Poder Legislativo Federal, de asumir sus responsabilidades formales, y de demostrar que tienen más intereses, aparte de los electorales, en la labor pública.

Hasta ahora, la bancada tricolor de Oaxaca en la Cámara baja federal, ha tenido un solo éxito, que podría ser asimismo cuestionable: el logro del presupuesto para el presente año, que hasta ahora ha sido el más alto que la federación ha asignado para la entidad. Es un éxito, sin duda, por la cantidad de recursos que habrán de ser invertidos durante 2010 a rubros como el carretero o el de la generación de infraestructuras.

Sin embargo, ese presupuesto se logró a partir de una propuesta impulsada a nivel nacional por el priismo, de elevar impuestos a cambio de recibir más altos márgenes de gasto público. Es decir, que comenzando por el cuestionamiento de tener un gobierno rico en medio de un pueblo pobre —que paga más impuestos para que, en tiempos de crisis, haya más gasto—, no parecía ser tan magnánimo el logro de un presupuesto sin precedentes para la entidad.

Y en todo esto, hay más. Al ser del mismo color partidista, y del mismo grupo, el gobierno de Oaxaca y la mayoría de legisladores que obtuvieron aquel presupuesto, unos y otros olvidaron establecer reglas más precisas en cuanto a la fiscalización de ese gasto, para garantizar no sólo que se eliminara cualquier posibilidad de desvío, sino que además esos recursos fueran ejercidos en tiempo y forma para evitar dispendios o subejercicios que alteraran las finalidades para las cuales dichos recursos fueron etiquetados. A pesar de lo que digan, la militancia partidista determinó que los recursos extraordinarios se entregaran sin reforzar los mecanismos de control, que a todo gobierno se le deben aplicar.

Así, con esa primera gran bandera que tiene algunos puntos oscuros, los diputados federales del PRI por Oaxaca se han caracterizado por todo, menos por una eficiente labor legislativa. Salvo algunos destellos interesantes de propuestas legislativas y trabajo en comisiones, que ha sido lo menos, la diputación tricolor oaxaqueña ha sido protagonista en la defensa de todo tipo de intereses y posicionamientos, que nada tienen que ver con su responsabilidad formal.

En los últimos meses, han sido constantes las apariciones de diputados oaxaqueños haciendo defensas partidistas, defendiendo intereses electorales, dirimiendo ataques de sus pares en la tribuna legislativa, e incluso atacándose a manotazos e insultos en los pasillos de San Lázaro. De eso pueden dar cuenta puntual los diputados Héctor Pablo Ramírez Leyva, y las diputadas Sofía Castro y Margarita Liborio. Si algo han aportado a los trabajos formales de la Cámara de Diputados, ha sido mínima su notoriedad. Y menos si se compara con el tiempo y la atención que les ha ocupado, en ese recinto, el proceso electoral que apenas hace unos días llegó a su cúspide y en el que, valga decirlo, perdieron.

CAMBIO DE PRIORIDAD

La mayoría de los diputados federales priistas por Oaxaca ocupan espacios en comisiones y encargos que serán fundamentales para los próximos dos años. Ahora que el interés electoral quedó atrás, sería benéfico para ellos, para la entidad que representan, y para el país, que se abocaran a retomar las riendas del trabajo que realizan. Es lamentable corroborar que, al menos en sus respectivos registros de participación, asistencia y propuestas que están asentados en el sitio electrónico de la Cámara de Diputados, la mayoría de ellos tenga una productividad que, cuando mucho, puede considerarse como regular.

Más allá de su conocimiento de la política electoral, y de las grillas partidistas de Oaxaca, a los 14 diputados federales del tricolor debería, a partir de ahora, preocuparles escrupulosamente el estar enterados a fondo de los temas que les ocupan en las comisiones legislativas, en desahogar los deberes que tienen rezagados, y en convertir su presencia en el Congreso en una participación activa y protagónica en los temas y en las causas que benefician al país. Por mantener su propia dignidad y decoro, ninguno de ellos debía permitirse la posibilidad de asumirse como ignorantes, cuando se les cuestiona sobre asuntos relacionados con las comisiones que integran, o con los problemas de los sectores a los que, se supone, están dedicados a investigar, proponer y resolver.

Esto, al final de cuentas, y aunque parezca un idealismo, habrá de legitimarlos como legisladores y habrá de darles las herramientas de acción política que ahora no tienen, y que les hará mucha falta ahora que, en Oaxaca, pasarán a integrar la oposición. Si su trabajo apunta a lo que ayer aseguraba a Quadratin el diputado Emilio Mendoza Kaplan, en el sentido de que se alejarán de la mezquindad y trabajarán con el gobierno opositor como si fuera de su partido, siempre que sea en beneficio de Oaxaca, ahora sí tendrán que saber cómo se utilizan las herramientas de control y fiscalización, y cómo ellos tendrán una participación directa en esas tareas para garantizar que los recursos se apliquen correctamente.

Si la diputación federal actúa con responsabilidad, sabrá convertir esta adversidad política en la que quedó su partido, en una oportunidad inmejorable para dignificar su trabajo, su imagen, su presencia en el Congreso, y la representación legislativa que recibieron de los oaxaqueños. Sólo así podrían asegurar que actuaron acorde a su circunstancia, y que lo hicieron no en base a una militancia recalcitrante, sino a la noción de lo que requiere Oaxaca y el país.

DIPUTADOS INVISIBLES

Más allá de los diputados que en los últimos meses han tenido una participación “importante” en el Congreso federal, hay varios otros de los que no se sabe nada ni en de gestión legislativa ni tampoco de su peso partidista. ¿Alguien sabe a qué se dedica, por ejemplo, Manuel de Esesarte, Heliodoro Díaz, Heriberto Ambrosio y casi toda la bancada tricolor? Por vegetar, como ellos, es que los diputados tienen una pésima fama pública entre los mexicanos.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

Recuento de daños en el PRI: son víctimas de su soberbia

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+ La derrota, por la suma de errores y quebrantos internos

En las pocas declaraciones dadas hasta ahora por líderes y dirigentes del Partido Revolucionario Institucional en Oaxaca, existe un dejo de “satisfacción” por el alto margen de votación que, dicen, obtuvieron en los comicios del pasado 4 de julio. Más allá de sus automedicaciones discursivas, parece claro que en el recuento implacable de los daños, se tendría hacer una revisión no sólo de los errores cometidos en la recta final del trabajo proselitista, sino de lo mal que inició el proceso sucesorio dentro del tricolor.

Bien dice el refranero, que lo que mal comienza, mal termina. Al hacer un ejercicio de retrospectiva, podremos darnos cuenta que desde el inicio, en el tricolor se dejó ver un ánimo implacable por el avasallamiento y por las decisiones tomadas no bajo esquemas democráticos, sino por verticalismos. Más allá de que hubiera quien justificara todas esas prácticas por ser parte de una “tradición priista” poco comprensible, lo que dicho proceso dejaba ver era un ánimo oculto de resentimiento y confrontación que, además, no era inédito en dicho partido, y que finalmente se vino a combinar con los errores que se cometieron en los meses posteriores.

Veamos. El 6 de noviembre de 2009 se realizó una comida en la que la cúpula tricolor presentó a quienes figurarían como sus seis prospectos para convertirse en candidato a Gobernador. En aquella reunión participaron José Antonio Estefan Garfias, José Antonio Hernández Fraguas, Adolfo Toledo Infanzón, Eviel Pérez Magaña, Jorge Franco Vargas y Martín Vásquez Villanueva. Se dijo entonces que a partir de ese momento se daba el banderazo de inicio a una especie de “contienda interna fáctica” en la que todos competirían con reglas claras y en condiciones de equidad. Se dijo que ganaría la candidatura aquel que demostrara un mejor desempeño y mayor aceptación por parte del electorado.

Nada de eso ocurrió. La contienda interna no fue más que un intento de legitimación de quien, desde el primer momento, se vio como el inminente candidato a gobernador. Los cinco personajes restantes, sin embargo, fueron orillados a abandonar sus cargos, y a servir de legitimadores de la causa que ya para entonces visiblemente favorecía al diputado federal Eviel Pérez Magaña.

Sorprendentemente, los dos precandidatos priistas con mejores índices de aceptación por parte del electorado —Hernández Fraguas y Toledo Infanzón—, fueron quienes finalmente dejaron ver una actitud de mayor sumisión que los demás competidores. Sin asumir la importancia como aspirantes sólidos que en sí mismos revestían, ambos se doblegaron ante el primer amague del grupo que impulsaba a Pérez Magaña.

Sólo que en el camino, ellos y todos los participantes fueron cuestionados, descalificados, soslayados y literalmente insultados por sus mismos compañeros priistas que, en el intento de lograr el objetivo de la candidatura, minaron las bases sobre las cuales descansarían después sus posibilidades de triunfo.

CONFRONTACIÓN INTERNA

Hace ocho meses, el 9 de diciembre de 2009, en este espacio hicimos un ejercicio de retrospectiva, en el que comparábamos aquel proceso interno, entonces en ciernes, para la designación del candidato a Gobernador por el PRI, con el proceso que tres años antes había vivido el priismo nacional de cara a la designación de su Abanderado presidencial.

Eran abundantes las similitudes habidas entre ambos ejemplos, fundamentalmente por la soberbia y el ánimo avasallador con que éstos se habían llevado a cabo. En el caso del 2006, Roberto Madrazo Pintado se convirtió en candidato presidencial del tricolor, pero luego de un proceso ríspido, que desgastó desde sus bases a la organización interna del priismo, que generó confrontaciones insalvables, y que finalmente eso fue lo que llevó a todos a un proceso profundo de división y traiciones, que desembocó en la peor derrota priista de la historia.

En aquel momento apuntamos que “Roberto Madrazo hizo una campaña presidencial basada en el avasallamiento. Al final, la mayoría de los gobernadores y factores de poder en el priismo, le negaron su apoyo por una razón elemental: no le darían la posibilidad de llegar a la Presidencia de la República, a un hombre que los coaccionó, que trató de pasarles por encima, y que provocó conflictos irreconciliables.

“Esto porque lejos de ponderar cualquier beneficio político o económico por tener un presidente priista, darle ese poder a Roberto Madrazo habría significado empoderarlo, consolidar la validez de sus manotazos, y darle las pautas para la repetición del avasallamiento y prácticas duras que les aplicó en la lucha interna de 2005 y 2006. Por eso todo, prácticamente todo el priismo del norte del país le dio la espalda a Madrazo, y éste perdió los comicios estrepitosamente.”

Y terminábamos asegurando que “eso lo deberían saber todos los que impulsan, hoy, una precandidatura —la del diputado federal Eviel Pérez Magaña— que rompe con todas las reglas del proceso interno en el priismo de Oaxaca. Se equivocan los que piensan que pueden pasar por encima de todo y de todos, y que luego la ‘institucionalidad’ de los priistas hará su trabajo mágico para que los avasallados se sumen. Al contrario: con eso generarán traidores y enemigos que sobrevivirán. Aún a costa de ellos.”

Hoy, ante la derrota, el priismo oaxaqueño tendría que comenzar su evaluación y autocrítica interna, si es que cabe en sus posibilidades, preguntándose si no fueron ellos mismos quienes inicialmente se provocaron las heridas que les resultaron mortales. Hubo soberbia y aplastamiento desde el inicio; después se cometieron errores abominables en la designación de candidatos, en la definición de liderazgos, en la manipulación de su propia corrupción y cooptación interna, y en el desgaste y menosprecio de sus figuras importantes (como Hernández Fraguas y Toledo Infanzón) que, además, no supieron estar a la altura del momento —y de su momento como políticos—, que el PRI y la entidad requerían.

RECOMPONER AL PRI

El priismo sigue siendo una fuerza política determinante en Oaxaca. Eso no debemos pasarlo por alto. Sin embargo, tampoco se debe dejar de ver que la votación del 4 de julio, no superó la que hace seis años hizo llegar a al poder a éste grupo aún gobernante. La estructura de dirección del PRI se tendrá que recomponer con los activos que aún tiene. Pero, ¿podrá depurar sus procesos y a sus integrantes que están viciados de origen?

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Poder Legislativo: posibilidad de cambio… y de inmovilismo

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+ Congreso dividido: una oportunidad que puede ser riesgosa

De acuerdo con el Programa de Resultados Electorales Preliminares, la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso habría ganado no sólo la gubernatura del Estado, sino también 15 de las 25 diputaciones locales, y un número importante de Presidencias Municipales. Ante ese resultado, es previsible que en la conformación de la próxima Legislatura no habrá una mayoría definida. Esa circunstancia abre la posibilidad de que se forme un bloque de consenso que impulse reformas y un trabajo legislativo intenso. Pero también podría dar pie a una falta total de acuerdo, que termine en la confrontación entre fracciones parlamentarias, y el inmovilismo en las funciones del Congreso del Estado.

En principio, queda claro que nuevamente la intención del voto estuvo lejos de ser diferenciada. La ventaja obtenida por el candidato a Gobernador Gabino Cué Monteagudo, arrastró también a quienes aparecían como aspirantes a diputaciones locales y alcaldías. En no pocos casos, dichos personajes habían realizado un trabajo proselitista discreto y, en otros como el de Huatulco, la postulación de la Coalición opositora a la Primera Concejalía entró en la ruta de la disputa ante los tribunales, y se definió sólo dos días antes de los comicios. En ambos casos, la intención del voto favorable al candidato a Gobernador, impulsó a los demás abanderados que habrían obtenido victorias no por trabajo sino por inercia.

Así, en global la victoria es para la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso. Pero, en el caso de todos los elegidos —diputados y ediles—, cada uno de ellos tiene una militancia establecida, que pronto saldrá a relucir en la función que le toque realizar. Es decir, que esta unión de partidos se aprecia como simplemente electoral, pero no para la consolidación de proyectos de trabajo o alianzas a futuro. Al asumir sus responsabilidades, los panistas se declararán como tales y ya no como parte de la Coalición, igual que los perredistas, petistas o convergentes. Y, seguramente, cada uno formará sus propios bloques.

Esta es la previsión en la conformación del Congreso del Estado. A reserva de cuál sea el resultado final de la votación en los 25 distritos electorales, y cómo se repartan las 17 curules restantes bajo el principio de la representación proporcional entre todas las fuerzas políticas participantes, lo que desde hoy puede preverse es que ninguna de las fuerzas políticas, por sí sola, tendrá una mayoría absoluta de legisladores, y por ende de votos. Esto, como se asegura en líneas anteriores, abre posibilidades inéditas al trabajo legislativo del Congreso del Estado.

En primer término, estas posibilidades se abren, porque ahora como nunca será necesario demostrar la capacidad de negociación e interlocución política que construyan todas las fuerzas políticas ahí representadas, para poder conseguir consensos. Del mismo modo, una vez que asuma la gubernatura del Estado, Gabino Cué Monteagudo tendrá ante sí el reto de construir una relación civilizada, indistintamente con todas las fuerzas políticas. Puede preverse que casi siempre necesitará el apoyo de más de dos representaciones parlamentarias para poder materializar sus proyectos, o lograr la aprobación de leyes o decretos sobre los cuales tenga interés particular o sean apremiantes para el Estado.

Es decir, que será únicamente a partir de ahora —ante el fin de las “aplanadoras legislativas” y los llamados “carros completos” característicos del priismo, que aprueban o desechan decisiones por verticalismos, pero no por convicción—, que se inaugurarán episodios reales de interlocución, debate y también oposición. Si se construye una verdadera labor política en el Congreso, el solo hecho de que nadie tenga la mayoría hará que cada decisión sea más discutida, analizada y legitimada.

MALOS AUGURIOS

En el ámbito federal, la Cámara de Diputados carece de una mayoría simple de legisladores de una fuerza política desde 1997; en el Senado de la República, ésta mayoría no existe desde 2006. El común denominador en el trabajo legislativo de ambas cámaras, en ese marco, ha sido el de la falta de acuerdos, la confrontación casi siempre poco razonada entre fracciones parlamentarias, y el triunfo del inmovilismo por encima de cualquier buen resultado en el trabajo legislativo.

Este es el riesgo que se corre en Oaxaca, si la pluralidad de fuerzas no es razonada, y si se prefiere la confrontación al consenso. El Congreso del Estado podría convertirse en una suerte de Babel, en la que todos gritan y todos denuncian, pero en la que nadie logra entenderse para nada. Para que esto pase, o se conjure, será entonces indispensable que cada una de las fuerzas políticas determine con exactitud y prudencia en quiénes habrán de recaer sus respectivos liderazgos y coordinaciones de fracción, y que éstos personajes designados puedan estar a la altura de las decisiones, del papel y del momento histórico en el que les tocará participar en la política oaxaqueña.

Particularmente, habrá que considerar el papel que desempeñe la fracción parlamentaria del PRI, que ahora será minoritaria, pero que no por ello dejará de ser importante para la función del Congreso del Estado. A nivel federal, el PRI ha demostrado cierto grado de institucionalidad, aunque también ha sido una de las grandes protagonistas y responsables del inmovilismo que afecta a las cámaras legislativas. Si las posturas de oposición recalcitrante que han demostrado a nivel federal se reproducen en Oaxaca, junto con las intrigas de las que también son expertos en sembrar entre sus adversarios, no habrá entonces una expectativa muy alta de ellos.

Pero tampoco hay que perder de vista el trabajo que hagan las fuerzas que ahora son de oposición, pero que a partir de septiembre serán mayoritarias. El solo reparto del poder podría hacerlas entrar en la ruta de la confrontación. Y si privilegian las ambiciones sobre la oportunidad que tienen ante sí, entonces ya podremos ir previendo la falta de resultados, que los afectará a ellos, pero que impactará de peor forma sobre Oaxaca.

RECUENTO DE DAÑOS

Pronto comenzará el análisis interno de lo que les hizo falta a los priistas para ganar esta, que era la más importante de todas sus batallas. Más allá de las mañas o todo lo que le achaquen a la oposición como herramientas de triunfo, ellos deben revisar sus propias prácticas y procesos. La soberbia los derrotó. Pronto abundaremos.

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Resultados Preliminares Oaxaca

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En esta página se pueden constatar, en tiempo real, los porcentajes de votación de los candidatos a gobernador, diputados y presidentes municipales en Oaxaca:

http://www.prepoaxaca.org/index.cfm

Hasta las 3 am del lunes 5 de julio, el triunfo es para el candidato a Gobernador de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso, Gabino Cué Monteagudo.

Resultado electoral, a pesar de todo no tiene credibilidad

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+ Competitividad: paradójico lastre para nuestra democracia

Más que el resultado de la jornada electoral —del cual, en las primeras horas del lunes ya deben existir referencias claras—, a los oaxaqueños debía causarnos preocupación el nivel tan bajo al que hemos llevado el ejercicio más básico de la democracia, que es el sufragio. Prácticamente todos los elementos que, en otro escenario democrático, harían de una competencia electoral un ejercicio altamente perfeccionado, en nuestro medio resultan ser lastres. En cada jornada electoral, corroboramos los vicios del sistema político, pero no valoramos los avances democráticos que se minimizan, se vulneran y se soslayan.

En general, la jornada electoral de ayer podría ser considerada como un ejercicio de alto perfeccionamiento, si es que se toman en cuenta sólo los elementos objetivos. Es decir, que en esta contienda hubo pluralidad de opciones políticas; que las campañas se realizaron conforme a normas electorales modernas y consensadas; que las instancias encargadas de regular y organizar los comicios pudieron lograrlo sin mayores contratiempos; y que en el desarrollo de la jornada, los ciudadanos que participaron como funcionarios de casilla y observadores, tuvieron un papel determinante para constatar la limpieza y respeto habido a la decisión ciudadana expresada en votos. Al sólo tomarse en cuenta estos elementos, es que se asegura que la democracia electoral mexicana es de las más avanzadas del mundo.

Sin embargo, es necesario considerar también los elementos subjetivos. Es decir, todas las cuestiones de hecho que menguan la limpieza, independencia y certeza en la realización de la jornada electoral, y que menoscaban el derecho de los ciudadanos a emitir su voto con entera libertad, secrecía y universalidad. Es claro que frente a cada uno de los avances logrados en nuestro sistema electoral, se ha creado una antítesis basada en mañas, prácticas indebidas y transgresiones a la ley, que son las que siguen haciendo cuestionable cualquier resultado electoral, que sea distinto al triunfo aplastante de una fuerza política sobre otra.

En una democracia civilizada y moderna, alejada de los vicios electorales que aquejan a nuestro país, sería un signo claro de “salud política” que frente a la elección de nuevos representantes populares, hubiera un alto nivel de competencia; que entre las fuerzas políticas que luchan por el poder, en el poder o contra el poder, hubiera alianzas sólidas que plantearan esquemas de gobierno unificados, y que como opción de gobierno brindaran desarrollo y gobernabilidad a los electores.

Sería, además, un signo indiscutible de civilidad que, como ocurre en México, la jornada electoral fuera organizada por ciudadanos: es decir, que éstos fueran quienes encabezaran las casillas, recibieran y contaran los votos, y que fueran los encargados de vigilar que éstos se sumaran con claridad al conteo final de sufragios, para garantizar la efectiva participación ciudadana. E incluso, no tendría que ser dañino que la decisión final fuese revisada por tribunales jurisdiccionales especializados en materia electoral, para corroborar no sólo un correcto procesamiento y conteo de los votos, sino que también pudieran verificar el cumplimiento de los principios mínimos de legalidad que se deben cumplir en el proceso electoral.

Toda esta enumeración sería, en otra democracia, una garantía de perfeccionamiento, civilidad y certeza. En la nuestra, más bien parece un lastre del que no hemos encontrado la fórmula para superar.

SIGNOS PREOCUPANTES

Veamos el caso de Oaxaca. Aquí, en la jornada electoral de ayer, se cumplieron prácticamente con todos los requisitos democráticos antes enumerados. Sin embargo, desde las primeras horas de la tarde, diversos grupos políticos —como algunos grupos radicales de la Sección 22— discutían a nivel interno la posibilidad de iniciar protestas por un posible fraude electoral, a pesar de que no se había reportado aún ninguna cifra preliminar confiable sobre las tendencias del voto.

Antes de que eso ocurriera, ya se había puesto en duda la confiabilidad del Instituto Estatal Electoral; se había cuestionado el funcionamiento del Programa de Resultados Preliminares; emergieron acusaciones sobre el uso de recursos públicos para cooptar o condicionar el voto; se denunció la presencia de operadores dispuestos a comprar o coaccionar los sufragios; se descubrió a grupos de personas que, presuntamente, trataban de generar violencia, robar urnas, quemar boletas, o simplemente encender los ánimos de una población que fácilmente se puede tornar enardecida.

Incluso, era previsible que ante cualquier imperfección, se acusara nuevamente el relleno de urnas, el “mapacheo” de casillas, o aquel fatídico lugar común relacionado con el fraude a través de “la caída del sistema”, como solía ocurrir cuando regían reglas electorales anticuadas, que en nada se parecen a las actuales.

Además, para mal de esta maltrecha democracia, todas las tendencias recogidas hasta las primeras horas de la tarde de ayer, apuntaban a que estos comicios estatales que fueron competidos, participativos, ríspidos y trepidantes, posiblemente terminarían en lo que comúnmente se conoce como un “empate técnico”; es decir, en una diferencia de votos tan mínima, que sería necesario contar todos los sufragios antes de saber quién obtuvo el triunfo.

Si este vaticinio se cumple, ¿cuál será el escenario? Seguramente, de inconformidades, protestas, posibles acciones de resistencia civil, e incluso de confrontación violenta. Ninguna de las garantías de certeza en estos comicios cumple con su cometido, porque han sido los propios partidos y sus operadores, quienes han creado un vicio a partir de cada virtud, y porque somos las personas quienes no parecemos estar preparados para afrontar civilizadamente los resultados de una contienda altamente compleja y competitiva.

¿DEMOCRACIA APLASTANTE?

Para tener certeza de los resultados, se supone comúnmente, la votación tendría que ser aplastante a favor de un candidato. Esto no ocurrirá en Oaxaca. Y como no será así, lo tenemos enfrente es un escenario seguro de más convulsión. Será la constatación de que somos las personas, y no el sistema, lo que resulta un lastre para nuestra democracia electoral.

Twitter: @aortizromero

Blog: almargenoaxaca.wordpress.com

Narco en México: Estado y guerra, fallidos

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El pasado 29 de junio, murió ejecutado el candidato del PRI al Gobierno de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú. Este hecho, abominable en sí mismo, redimensionó la crisis institucional que se vive en el país por la lucha contra el crimen organizado. El gobierno federal, que ha esgrimido la guerra antidrogas y por la seguridad pública, como su principal bandera de gobierno durante toda la administración, entró en fuertes cuestionamientos y contradicciones.

El hecho reveló, en su brutal magnitud, que el Estado ha sido incapaz de articular una estrategia eficaz contra los criminales, que éstos continúan teniendo una capacidad de fuego y operativa capaz de lograr ejecuciones de alto impacto con toda libertad e impunidad; el crimen organizado no tiene límites y, sobre todo, que la guerra paralela que se ha emprendido desde la Casa Presidencial, contra sus adversarios políticos, hoy tiene al país en un estado de crispación tal, que los llamados presidenciales al más alto nivel para revisar las estrategias contra el crimen organizado y articular estrategias conjuntas, son calificados sin ningún rubor, como electoreros y oportunistas.

Ante ese escenario, cabe preguntarnos: ¿en qué nivel de descomposición están tanto la seguridad pública, como la convivencia política en el país? Es cierto que en una guerra las bajas humanas son uno de los elementos imprescindibles. Sin embargo, en el sentido más estricto, la que hoy se libra no tendría que ser calificada por el mismo Estado como tal: en una conflagración armada, denominada como “guerra” se enfrentan dos Estados soberanos, cada uno por defender una posición que considera legítima, y por la cual vale la pena enfrentarse con las armas.

En el caso mexicano, la guerra no es tal: mientras el Estado se encuentra perfectamente legitimado para hacer uso de la fuerza en contra de quienes transgreden la ley, el crimen organizado (narcotraficantes, secuestradores, falsificadores, contrabandistas, asaltantes y demás) constituyen un frente amorfo que, de sí, carecen de toda legitimación tanto en sus métodos como en sus principios, e incluso en su composición. Desde la sola denominación, el Estado mexicano legitimó la lucha y los postulados de un enemigo que no tiene denominación exacta, ni principios claros, y mucho menos normas o convicciones que los rijan para continuar la lucha.

No obstante, el de la denominación parece ser apenas el primero de los problemas. Acaso, en todo esto, el más grave, es que más allá de los dichos y las acusaciones electoreras o partidistas de oposición, la estrategia anticrimen del gobierno federal ha demostrado una ineficacia profunda. Se pensó inicialmente que con la utilización de las fuerzas armadas (Ejército, Marina y Fuerza Aérea) las labores de acotamiento y persecución en las zonas de influencia del crimen organizado, se harían con éxito e incluso con mayor contundencia y rapidez que valiéndose de las corporaciones de seguridad pública.

Los hechos demostraron lo contrario. Existen estadísticas serias que demuestran que en cada uno de los estados donde hizo presencia el Ejército para combatir a los criminales, los índices de inseguridad y violencia no sólo no disminuyeron sino que, al contrario, se incrementaron de modo importante. Hoy, territorios que antes tenían niveles “medianos” en cuanto a acciones criminales, hoy están avasallados por la inseguridad. Para el gobierno federal, la guerra anticrimen se ha convertido en un asunto incontrolable que, además, no parece tener solución ni consenso frente a las demás fuerzas políticas con influencia en el país.

El escenario, así, parece ser el peor: no existe salida cercana al problema de la inseguridad; la interlocución política está prácticamente rota debido a este fracaso, y a las afrentas recientes que se abrieron con las fuerzas políticas de oposición a raíz del proceso electoral. Las banderas del gobierno federal agonizan. Y la administración del presidente Felipe Calderón parece estar sepultada en todas sus posibilidades de generar un cambio sustantivo que pueda ser bien recibido por la ciudadanía.

CRIMEN POLÍTICO

No existen elementos para asegurar que el homicidio del candidato Rodolfo Torre Cantú, ocurrido el lunes en Tamaulipas, tenga un móvil o motivación política. Sin embargo, para efectos prácticos, ese hecho sí modificó el escenario político-electoral no sólo de aquella entidad, sino de todo el país. Los efectos trepidantes de esta convulsión abominable, se dejaron sentir a nivel nacional e internacional.

De acuerdo con sobrevivientes al ataque, un grupo de hombres vestidos con uniformes de la Marina Armada de México interceptó los dos vehículos en que viajaban el Abanderado priista y sus más cercanos colaboradores, en la carretera que conduce al aeropuerto de Ciudad Victoria. Teniendo información privilegiada sobre las acciones, agenda y ruta de desplazamiento de su objetivo, los sicarios bloquearon con un vehículo pesado la carretera justo ante el paso del convoy priista. Los ejecutores marcaron el alto a las camionetas, sus ocupantes descendieron ante la posible confianza por los elementos militares, y todos fueron atacados certeramente, siendo el principal objetivo el de ultimar al abanderado.

El hecho desató una ola convulsiva que hacía mucho tiempo no se veía en México. Desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio, ocurrido en marzo de 1994, no se había vuelto a atentar consumadamente en contra de un aspirante a cargo público. Sea como sea, independientemente del partido o la entidad, el hecho de que se asesine violentamente a un candidato a Gobernador se convierte en un hecho de trascendencia profunda y motivo de cuestionamiento para un Estado que si no tiene la capacidad de prevenir este tipo de crímenes de alto impacto, mucho menos lo tendría de salvaguardar a la población civil que está expuesta a todo tipo de agresiones.

¿Y LA INICIATIVA MÉRIDA?

En enero de 2007, el presidente de Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush vino a México a proponer a su homólogo que recién había tomado las riendas del país, Felipe Calderón, un pacto para luchar conjuntamente contra el crimen organizado. Se prometió participación conjunta de ambos países no sólo para labores policiacas y de investigación, sino también para cortar todas las arterias que dan vida a las bandas criminales.

Al parecer, más allá de la lucha que se libra en las calles, todo lo demás ha fracasado. El gobierno de México ha sido incapaz de desmantelar las estructuras financieras y de provisiones de las bandas criminales. Es decir, que independientemente de las bajas, ellos tienen toda la capacidad para continuar haciendo frente a las fuerzas federales, que tienen el poder de la impunidad para corromper a funcionarios de todos los niveles, y para sostener sus caudales violentos y sus operaciones. Así, lo que hasta ahora ha hecho el gobierno es una simple “poda” de sus bases operativas. Pero las raíces de ese delincuencial negocio continúan intactas, proveyendo de todo lo necesario a quienes hacen del crimen y la violencia su forma de vida.

El gobierno de Estados Unidos ha sido incapaz de responder con eficacia. Han evadido su responsabilidad por el flujo constante de armas desde la frontera norte. Está documentado que alrededor del 90 por ciento de todas las armas que entran al país desde la Unión Americana, tiene como objetivo cubrir las necesidades de las bandas criminales. Así, con ese abastecimiento constante, no existe modo de que los decomisos de dinero o incautación de armas, así como de la aprehensión de simples lugartenientes pero no cabecillas, infieran daños estructurales a las redes criminales.

GUERRA POLÍTICA

La falta de acuerdos políticos y de consenso al más alto nivel, han hecho inviables varios de los puntos de la Iniciativa Mérida. Casi todos, son sustanciales para incrementar el potencial de la lucha anticrimen. Por eso, por esa falta de acuerdos e interlocución para hacer más eficaz la persecución a los cárteles de la droga y la delincuencia organizada, es que hoy el presidente Calderón se encuentra urgido, pero descalificado, para entablar diálogo con las fuerzas partidistas.

A la par de esta guerra contra el crimen, entabló otra contra los partidos. Desgraciadamente, para su causa, ninguna de sus apuestas ha tenido el éxito esperado. El PRI, a quien pretende limitar, es el partido que más ha avanzado en sus objetivos de reposicionamiento. Hoy, para el Presidente es fundamental dialogar con el PRI porque éste representa el equilibrio que su partido no tiene en el Poder Legislativo. Sólo que, por las disputas partidistas, el panismo federal ha descalificado sistemáticamente a un tricolor que ahora se muestra renuente a una forma de entendimiento que no sea bajo la tónica de la autocrítica y la aceptación de responsabilidades por los agravios que se infringieron al calor de la lucha electoral.

PRESIDENTE, SIN SALIDA

La combinación de todos estos hechos y circunstancias políticas, deja en claro que el gobierno de Felipe Calderón ya no tiene un rumbo cierto. El asesinato del candidato Torre Cantú dejó en claro que la lucha, al menos moralmente, ya tiene un fracaso sin regreso. Para efectos políticos, la posibilidad de acuerdos duraderos con las fuerzas opositoras es escasa y tirante. Sus banderas principales están agotadas, y el diálogo prácticamente roto. Así, lo único que parece quedar, es simplemente administrar esta crisis hasta que llegue el 2012. El gobierno federal parece estar en vías de “bajar las cortinas” anticipadamente, respecto a sus principales proyectos de gobierno.