Comparecencias: institucionalmente, un show

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+ Función política, no de una verdadera revisión

Ni siquiera los “nuevos tiempos” que políticamente vive Oaxaca, fueron suficientes para hacer entender a los diputados locales, que transición no significa venganza, y mucho menos circo. Al parecer, eso justamente fue lo que entendieron que debían hacer frente a los funcionarios del Gobierno del Estado a quienes llamaron a comparecer, como parte de la glosa del VI Informe de gestión del gobernador Ulises Ruiz. Si la administración saliente tiene una cartera inmensa de asuntos sobre los cuales no puede dar una explicación, los nuevos diputados tienen el enorme reto de hacer que las comparecencias eliminen todo elemento circense del debate público, y que, al contrario, éstas sirvan para algo más que un deplorable espectáculo.

En efecto, es uno de los tantos supuestos democráticos que rigen la vida política de nuestro Estado, que como parte de cada informe de actividades del Gobernador en turno, los diputados integrantes del Congreso del Estado llamen a algunos de ellos a comparecer en el Recinto Legislativo.

En ese sentido, las normas constitucionales que rigen ese supuesto, permiten que la presencia del funcionario sirva para que los legisladores pregunten, aclaren dudas e incluso les interpelen si es que existe algún asunto en el que la crítica lo permita. Sólo que, hasta la LX Legislatura, el priismo tuvo una amplia mayoría, que permitía que todos los servidores públicos —también emanados del tricolor— llamados a comparecer, tuvieran pocos cuestionamientos y sobresaltos durante sus respectivas visitas al Congreso. De ello, en general, se acuñó aquella frase del “día de campo” para los funcionarios estatales en la Cámara de Diputados.

Dicha facultad tuvo los alcances que ameritaban los tiempos políticos que ya se fueron. Hasta ahora, los diputados locales tienen la posibilidad de exigir que cierto funcionario del Gobierno del Estado acuda a dicho recinto, para ampliar la información relativa a los informes de gobierno, y que durante su comparecencia exista cierto margen de libertad para que éste pueda ser cuestionado e incluso señalado por los legisladores, pero sin que éstos tengan posibilidad alguna de hacer algo más que un simple diálogo verbal sin mayor trascendencia. Esto, en los tiempos de mayoría priista, hacía aparentar la pluralidad y la democracia, a través de la simple posibilidad de emprender un debate.

Sólo que, como bien sabemos, hoy los tiempos son distintos. El Gobierno del Estado se encuentra a menos de una semana de pasar a manos de un Titular del Poder Ejecutivo emanado de un partido de oposición; hoy, del mismo modo, el Congreso del Estado tiene una integración no liderada ni de mayoría priista.

En ese marco, el “trago amargo” para los funcionarios salientes, ocurrió ahora que tuvieron que comparecer frente a una Cámara de Diputados ya no controlada por su mismo partido. Como podía preverse, ninguno de los encuentros entre legisladores y funcionarios estatales fue agradable. Empero, más allá de las naturales discordancias entre administradores y legisladores emanados de fuerzas políticas distintas, e incluso de las afrentas personales o de grupo que existen entre ellos, es evidente que por su propio bien y dignidad política, los mismos integrantes de la LXI Legislatura deben tomar con seriedad la necesidad imperante de que unas comparecencias como las recientes, no vuelvan a ocurrir en Oaxaca.

 

DIÁLOGO CIRCENSE

Más de uno se regodeó viendo sufrir a prácticamente todos los titulares de las dependencias del gobierno estatal, que comparecieron en la Cámara de Diputados.

Ante los excesos, la soberbia de otros tiempos, y la corrupción que este régimen expira a través de todos sus poros, muchos vieron con agrado que al menos por una ocasión varios Secretarios de Gobierno, y la Procuradora General de Justicia del Estado, fueran duramente cuestionados, encarados e incluso exhibidos por las insuficiencias, las sospechas de corrupción, enriquecimiento y tráfico de influencias en las que se encuentran involucrados. Al ya no contar con una mayoría legislativa que los respaldara, en esta última ocasión no hubo red de protección alguna que les amortiguara una imparable andanada de cuestionamientos y críticas.

Sin embargo, de haber una verdadera reflexión serena, y si alguno de los diputados locales de la LXI Legislatura entendió bien el mensaje de “sacrificio” del actual gobierno, lo que los funcionarios estatales salientes fueron a hacer a la Cámara de Diputados, no fue más que a permitirle un desfogue de sus aversiones, críticas y deseos de venganza, para luego asegurarse de que todo quede en el olvido, o la impunidad que tanto les conviene.

Veamos si no. Durante varios días, el salón de plenos del Congreso del Estado fue algo que parecía entre un circo y una romería babélica. Como nunca antes, todos se dieron vuelo gritando, señalando, encarando e incluso acusando, gracias a la pluralidad que existe en la Cámara, y a la libertad que hoy tienen para no quedarse callados.

Sin embargo, al ver la utilidad real de todos esos gritos y sombrerazos, se podrá ver que éstos sirvieron prácticamente para nada. Al final, no quedó más que el desfogue de todos los sentimientos guardados, de la venganza política y de las demostraciones de fuerza al grupo derrotado que está a punto de alcanzar el poder. Aunque todos los funcionarios comparecientes salieron vapuleados, esto no tiene —ni tendrá— mayor trascendencia, simplemente porque las comparecencias tienen sólo finalidades políticas, pero ninguna fuerza vinculante como para hacer algo más que gritar y señalar sin ninguna trascendencia ni utilidad real.

 

CONGRESO, UN SHOW

Les guste o no, los diputados locales que demostraron su “valor” y “fuerza moral” al encarar a los cuestionados funcionarios salientes, ahora deben honrar esos gritos e interpelaciones, haciendo una revisión escrupulosa de la gestión, y cerciorándose de que la Auditoría Superior del Estado, y la de la Federación, revisen peso por peso, y documento por documento, sus respectivas actuaciones para castigar duramente a quien haya incurrido en actos de corrupción. Sólo así podrán convalidar todas las acusaciones que ahí vertieron, y también habrán de demostrar que la Cámara de Diputados es algo más que un mercado. De no ser así, pronto los burlados serán ellos. Más de uno les dirá, en medio de la impunidad, que quien ríe al último, ríe mejor.

Twitter: @aortizromero

 

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