En gobernabilidad, la Federación le vuelve a dar la razón a Oaxaca

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+ Paradoja de EPN, doblegarse frente a problemas que antes repudió


Si las protestas por los desaparecidos de Ayotzinapa demostraron que sí era posible sacar al gobierno federal de su balance, las protestas de la CNTE, y las estériles concesiones oficiales frente a sus acciones, han demostrado que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene la solidez de un barco de papel. Hasta hace tres días nadie cuestionaba la realización de la elección intermedia; pero hoy, es generalizada la idea de que el país está a la deriva y en manos de la disidencia al gobierno de la República.

En efecto, hoy se reitera aquella percepción que nació el gobierno federal perdió por completo el control frente a los desaparecidos de Ayotzinapa: en aquel momento —hace apenas nueve meses— el gobierno no encontró la forma de reaccionar frente a la crisis generada por la detención-desaparición de los normalistas, y ante la incertidumbre comenzó a ceder no frente a los que exigían justicia, sino ante quienes querían ver al país incendiado. Entonces, el gobierno de Peña Nieto le mostró la mano blanda a los manifestantes —que deliberadamente sacaron el problema de su contexto real, para convertirlo en una causal de derrocamiento del Presidente— y les envió la señal de que la tolerancia federal no tendría límites.

Cuando eso pasó, todos los grupos constataron que este era el momento débil del gobierno federal, y entonces comenzaron a actuar replicando las protestas por los desaparecidos de Ayotzinapa. El principal grupo que decidió ir al frente —aún estando arrinconado— para recuperarse fue la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que parecía que pasaba por momentos difíciles luego de que un año antes hubiera sido desalojada de la plancha del zócalo de la Ciudad de México para que se realizara el desfile militar del 16 de septiembre, y desde entonces no había podido articular una contraofensiva eficaz en contra del gobierno federal para reavivar sus protestas.

La ruta, pues, la hallaron en la debilidad federal. En paralelo a las protestas por los desaparecidos, la CNTE revivió su pliego petitorio, y de él recuperó como demanda principal la de la abrogación de la reforma educativa, y la cancelación de todos los procesos de evaluación a los profesores del país. La Sección 22 de Oaxaca tomó la iniciativa en esa ruta, y entonces el amago pasó de las protestas por Ayotzinapa al amago de la reinstalación de un plantón masivo en la capital del país, el paro indefinido de labores en varias entidades de la República, y el boicot a las elecciones.

Hasta hace una semana parecía que todo estaba bajo control. La Secretaría de Gobernación había mantenido un diálogo más o menos fluido con la Coordinadora, y nada parecía que podría perturbar la realización de los comicios. De hecho, hace apenas dos semanas estuvo en Oaxaca el líder nacional del PRI, y los maestros de Oaxaca habían mostrado una actitud tolerante y desentendida frente a ese hecho —que en otros momentos hubiera provocado una persecución violenta—.

Nadie parece terminar de comprender qué ocurrió en ese inter que descompuso el escenario, cuando se supone que lo que había tratado de hacer el gobierno federal era afianzar el acuerdo con la CNTE y garantizar la realización pacífica de los comicios.

 

ESCENARIO DESCOMPUESTO

En sólo tres días la Coordinadora desplegó toda la fuerza, que había tenido contenida durante meses. Al mismo tiempo organizó protestas en varias entidades del país, estalló el paro indefinido de labores, se inconformó con los nuevos anuncios federales, y todavía se dio el lujo de ir a romper la tranquilidad electoral atacando las sedes del INE, quemando papelería electoral, y perpetrando acciones de sabotaje como la toma de instalaciones de Petróleos Mexicanos en Oaxaca, que de inmediato provocaron escasez de combustibles y angustia entre la ciudadanía que no estaba preparada para esto.

¿Qué pasó? Que el gobierno federal pareció haber querido congraciarse con la Sección 22 de Oaxaca y con la Coordinadora, anunciando la suspensión indefinida de la evaluación a los docentes. Sólo que si hay alguien experto en la negociación y en el juego de espejos que eso implica, ese es la CNTE, que de inmediato captó el intento federal y se fue de frente a rechazarlo. Nadie en la opinión pública le aplaudió al gobierno del presidente Peña Nieto que decidiera dar marcha atrás en el punto más sensible de la reforma educativa, y la Coordinadora lejos de festejarlo también repudió la decisión.

La ciudadanía vio que esta era la decisión más burda que habría podido tomar el gobierno federal para negociar la ley con la Coordinadora; y ésta vio que esa era la decisión más burda que habría podido tomar el gobierno federal para tratar de engañarlos. Para la ciudadanía la situación era claramente reprobable porque implicaba reconocer la derrota del Estado frente a un poder fáctico; y la CNTE rechazó desde el primer momento que la medida pudiera si quiera dejarlos parcialmente satisfechos, porque lo que ellos han exigido es la cancelación total, y no la suspensión temporal de las evaluaciones y de todo el contenido de la reforma educativa.

Luego vino la violencia, y todo lo que hemos visto en toda la semana. El común denominador, ominoso, es que el gobierno federal parece estar aplicando como nunca la política del avestruz, porque es el único ente público que no ha hecho caso, ni ha respondido, frente a los abiertos ataques orquestados desde el magisterio ya no para manifestarse sino para boicotear, con toda virulencia, lo que resta del proceso electoral, y para descomponer el escenario político a menos de cinco días de los comicios.

El gobierno federal pretende seguir apostando a la política de la tolerancia que hace apenas unos meses reprobaba del gobierno de Oaxaca. Qué paradójico resulta que con esta situación un gobierno le vuelva a dar la razón a otro (el federal al de Oaxaca) pero en el marco en el que los dos terminan haciendo lo mismo: rompiendo la ley para mantenerse a flote; negociar lo que deberían aplicar como autoridad; y desestimar el sentir ciudadano priorizando su supervivencia como régimen.

Qué rápido cambian los tiempos. Hoy queda claro que el Presidente escupió al cielo, y que lo que hace poco repudió, ya le cayó en la cara.

 

TRIUNFO DE NADA

En el PRI están muy contentos. Dicen que los números les serán favorables el domingo. ¿La razón? Sólo deben ganar un distrito para salir “tablas”. Con dos, el triunfo será avasallador. Vaya consuelo.

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