+ Incita a no acudir a la evaluación, pero sin ofrecerles una ruta alterna
Es inminente la consolidación de la evaluación a los profesores oaxaqueños, y en ese contexto queda claro que la Sección 22 está pagando el costo de su irreflexividad, y de su incapacidad de generar un escenario de consenso no únicamente entre quienes están convencidos de su lucha, sino también entre quienes aceptando los postulados políticos del sindicato magisterial, también desean prepararse para tener mejores condiciones de trabajo. Carente de esa visión, la Sección 22 se está condenando sola.
En efecto, este fin de semana se llevó a cabo la jornada de orientación e información a los profesores oaxaqueños que en fechas próximas participarán en el primer proceso de evaluación implementado en Oaxaca. El sindicato magisterial había amagado abiertamente con emprender acciones de sabotaje tanto a las jornadas informativas, como a la realización de la evaluación docente.
Los gobiernos estatal y federal respondieron señalando que la aplicación de los exámenes a los docentes se realizará en las instalaciones de Ciudad Administrativa, y que utilizarán a la fuerza pública si es necesario, para garantizar que dicha jornada se realice. La respuesta de la 22, fue ya no hacia el gobierno, sino hacia sus propios agremiados, exigiéndoles que no se presentaran a las evaluaciones.
La escasa respuesta a ese llamado —porque la jornada de información ocurrió sin incidentes, y se prevé que un número importante de profesores acuda a la aplicación de los exámenes, para lo cual la SEP y el IEEPO están ofreciendo diversas facilidades— tiene su explicación no únicamente en el “miedo” de los evaluados a perder su empleo si no acuden a presentar su examen, sino en otras circunstancias que terminan siendo propias del sindicato magisterial. Vale la pena repasar algunas de ellas.
Primero, la Sección 22 no le ha ofrecido a sus agremiados una ruta alterna, viable, a la evaluación docente. Hasta ahora, el sindicato magisterial no ha logrado ubicar una ruta jurídica a través de la cual puedan evadir las responsabilidades de evaluación que les impuso la Ley General del Servicio Profesional Docente, y que esto no les genere la situación de vulnerabilidad para perder su empleo. Hasta ahora, han fracasado los amparos que han intentado y la CNTE no ha podido recobrar el diálogo con el gobierno federal como para poder explorar la posibilidad de prologar el periodo para el inicio de las evaluaciones. Es decir, que por radicales hoy no pueden ofrecer alternativas a los profesores para que rechacen la evaluación sin riesgos.
Segundo, en los últimos años el radicalismo de la Sección 22 los llevó a distanciarse de sus cuadros preparados. Es un error pensar, por ejemplo, que todos los que esencialmente coinciden con los planteamientos políticos de la CNTE, se resisten a la evaluación. Por naturaleza, el magisterio es un gremio plagado de pluralidad y diferencias.
Esto hace que así como existen trabajadores de la educación comprometidos con la lucha magisterial y dedicados de lleno a ella, también existan profesores que estando comprometidos con las causas de la CNTE también estén preocupados permanentemente por prepararse, por incrementar su nivel de formación, y por tener un mejor desempeño en su labor docente. Para muchos, esa búsqueda constante de preparación tiene como objetivo incrementar su salario y prestaciones. Y en ese contexto, no temen un proceso de evaluación, independientemente de su origen o de si esto pone o no en duda sus coincidencias ideológicas o políticas con su sindicato.
¿Qué ha hecho la 22? Todo, no para estimularlos, sino para alejarlos. En los últimos años, la tendencia marcada por el sindicato magisterial fue la de excluir a todos aquellos que no coincidieran a pie juntillas con sus parámetros de radicalidad y compromiso con la lucha política.
Por eso hubo —como una verdadera tendencia— una marginación de quienes provenían del normalismo académico, o de quienes ascendieron salarialmente y en jerarquía a través de su desempeño. Los “favoritos” eran los que estaban inopinadamente en la lucha sindical, los que anticipadamente se oponían a los nuevos estándares o a cualquier cambio, y a los que demostraran más radicalidad. Y salvo excepciones, preparación y radicalidad eran condiciones excluyentes en las filas sindicales.
¿QUÉ SIGUE?
Los llamados de la Sección 22 a movilizaciones siguen teniendo eco, pero cada vez más escaso. Muchos de los que participaban lo hacían por mantener la salud de su hoja de participación sindical, que era indispensable de presentar para realizar casi cualquier tipo de trámite ante la autoridad educativa. Toda esa parte quedó sin efectos, y ahora sólo ocurre la participación por coincidencias políticas o por adoctrinamiento. Hasta ahora, la 22 no ha conseguido una sola forma de mantener la atracción de los agremiados hacia su lucha, y por eso el llamado a la no evaluación se nota deslucido y con escasa convocatoria.
Es evidente que no han terminado de entender que su movilización masiva estaba basada en la disciplina coaccionada, pero que esto se acabó. No puede haber esa misma disciplina cuando ya no existen las condiciones por las que antes se profesaba ese temor a no acudir a las movilizaciones y llamados del sindicato magisterial. Además, es menos probable que esa disciplina y esa convocatoria continúen como la Sección 22 quisiera para continuar oponiéndose, cuando lo único que le ofrecen a los agremiados es un salto al vacío, cuando lo convocan a no hacer caso al llamado a la evaluación.
Finalmente el sindicato magisterial debe asumir su nueva realidad y buscar formas adecuadas de defender sus intereses, pero sin tomar a sus agremiados como kamikazes. Hay muchos más factores en juego que la sola lealtad a una lucha que hoy no sólo no les ofrece alternativas, sino que se ha evidenciado como una lucha con formas torpes y poco eficaces de defensa, ante la embestida que largamente les anunció el Estado, y que hoy les está aplicando tal y como hace tres años anunció que lo haría.
“APOYOS”
A nadie debería sorprenderle que hoy la 22 denuncie los “apoyos” que ofrece el Estado para los profesores que realizarán su evaluación. Esto consiste, dicen, en una suma de dinero para transporte y alimentación. Algo que la 22 nunca dio a nadie que participara incluso en sus movilizaciones. Por eso eran tan famosas las “cuotas” que se daban por escuela, o por sector, para apoyar “la lucha”. Menudo contraste.