+ APPO-AMLO: dos desgracias de izquierda inconsistente
Es evidente que junto a los incuantificables daños materiales que dejó la jornada violenta del 25 de noviembre de 2006 en Oaxaca, también existe un saldo político pendiente en el que muy poco parece haberse reparado. Es cierto que aquella jornada violenta que protagonizaron la Sección 22 del SNTE, la APPO, las fuerzas federales e indirectamente el gobierno estatal, dejó una estela de agravios, quebrantos e impunidad. Pero también, en esa jornada se consolidó la pérdida de una oportunidad única para la materialización de los cambios democráticos que sigue requiriendo con urgencia nuestro Estado. Esa, para mal de todos, parece ser la constante que están siguiendo las expresiones de izquierda en Oaxaca y el país. Vayamos por partes.
Hasta ahora, prácticamente todas las atenciones se han centrado en el modo tan poco decoroso en cómo se consiguió el pacto de paz en Oaxaca. Ése acuerdo, como bien ha quedado claro, fue logrado entre el gobierno de Oaxaca, el llamado “magisterio democrático” de la Sección 22 y la APPO, gracias a la negociación de la ley y cuantiosos recursos públicos, y al otorgamiento de incontables cartas de impunidad.
Esos acuerdos fueron los que permitieron la cancelación de expedientes judiciales, la decisión discrecional de las autoridades ministeriales de no iniciar averiguaciones previas, o no continuarlas, dejando con ello de indagar y esclarecer hechos relacionados con el conflicto, en los que hubiere participación de profesores o integrantes de los grupos inconformes, la excarcelación de quienes estaban detenidos, o el cumplimiento de demandas relacionadas con la situación laboral, salarial y sindical de los trabajadores de la educación.
Sin embargo, es claro que más allá del aspecto político, económico y “judicial” de todos esos arreglos, en Oaxaca quedó un doloroso agravio democrático que tampoco ha sido —y seguramente no será— cubierto por ninguno de los protagonistas del conflicto. Ese saldo, sin duda, es el de las reformas legales y constitucionales que pudieron y debieron hacerse a partir del conflicto magisterial, pero que dejaron de hacerse por indolencia, incapacidad, tozudez o vocación antidemocrática.
Es claro, hoy (pero también desde 2006), que en ese aspecto dejó de hacerse lo que pudo haber sido más trascendental para Oaxaca. Ese “hacer” nada tenía que ver con la resistencia violenta, ni con los enfrentamientos con las fuerzas federales, ni incluso con la posibilidad de lograr el derrocamiento del gobernador Ulises Ruiz. La Sección 22 y la APPO, aún sin lograr todo lo anterior, hace tres años sí pudo haber logrado los cambios democráticos que al final se negó, no tuvo el atrevimiento, o careció de las capacidades para impulsar. Por eso el conflicto fue una enorme oportunidad perdida para Oaxaca.
Nada se ganó con la quema de vehículos y edificios. Mucho se hubiera logrado si desde entonces, y al calor del movimiento, se hubiera logrado el impulso de iniciativas que reformaran el poder.
Nada se ganó con los enfrentamientos. Pero sí pudo haberse avanzado mucho, si el momento excepcional del 2006 hubiera sido aprovechado para impulsar instituciones de fiscalización, y transparencia más sólidas y menos dependiente de la potestad política discrecional del Poder Ejecutivo del Estado.
Nada se ganó con los pactos de impunidad y con la exoneración de todos los participantes de la revuelta; es evidente que esos pactos fueron, en realidad, un intercambio: gracias a eso, se canceló la posibilidad de que Oaxaca fuera un parteaguas del significado más trascendental que tiene una revolución: la transformación del orden jurídico y la organización política en un Estado.
Ese es un quebranto democrático gravísimo, por omisión, que resulta ser de los más dolorosos y costosos para Oaxaca. Eso es lo que da todas las pautas para asegurar que el conflicto magisterial fue la más grande oportunidad perdida para nuestro Estado.
DEBILIDADES DE IZQUIERDA
No les falta razón a quienes aseguran que el 25 de noviembre de 2006 se decidió la suerte del movimiento magisterial, y de Oaxaca. Esto fue así, en la medida en la que todos decidieron hacer una apuesta total de la razón por la fuerza. Finalmente ganó la segunda. Y todo se resolvió a base de manotazos, para que al final nada cambiara.
La Sección 22 del SNTE fue, en todo esto, la que menos perdió. El llamado “magisterio democrático” consiguió la satisfacción total de sus demandas salariales, y hasta hoy continúan teniendo un programa político perfectamente definido. Sin embargo, los grupos políticos de izquierda que lo acompañaban, fueron los que dejaron ver en toda su magnitud las inconsistencias y titubeos que sistemáticamente les ha impedido convertirse en un factor de oposición que no por ser combativos, tendrían que ser irreflexivos, poco propositivos o irresponsables.
La prueba de todo eso, está en que nadie pudo plantear un solo viso de democracia y perseverancia de un movimiento tan nutrido, como el que emergió en Oaxaca hace tres años. Esos mismos titubeos y falta de claridad en sus postulados y definiciones, son también lo que ha llevado a otros movimientos, como el del ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, a verse diluidos en medio del hostigamiento que les profesan sus adversarios.
Ser una verdadera oposición política no se traduce en únicamente salir a las calles a vociferarlo. De tener más sustento y contar con más ganas de sobrevivir, trascender y aportar al escenario político, esa oposición habría echado mano de una serie de herramientas y circunstancias, que hoy ni siquiera parecen preocuparles. Al final, es una desgracia que fuerzas como esas, tengan los respectivos finales que hoy aparentan: sus debilidades, excesos y titubeos, no hacen más que fortalecer a quienes detentan el poder, y abonar al aplazamiento de las reformas democráticas que requiere nuestro estado, y nuestro país.
ESCANDALIZADOS
Ayer, escandalizados, no pocos perredistas y lopezobradoristas, acusaron de traición a la ex diputada Ruth Zavaleta, quien el día anterior renunció a su militancia en el PRD. Todos ven la paja en el ojo ajeno: tendrían que voltear y ver lo que está a punto de ocurrir en Oaxaca. Aquí, disimulados, derechistas e izquierdistas están a punto de trabar una alianza que será histórica. Sí, porque será un ejemplo claro de cómo sin renuncias o jaloneos, se pueden unir por una causa común dos enemigos jurados. Ah, pero es la democracia. Cómo no.
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