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Oposición: dirigencias locales, un lastre para la Coalición

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+ Cuilápam-Cuatro Venados: ese conflicto nunca tendrá arreglo

Hoy, existe una pequeña gran guerra al interior de algunos de los partidos políticos que conforman la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca. La disputa, en casi todos ellos, se centra no sólo por la repartición de las candidaturas a presidencias municipales y diputaciones locales, sino también por la realización del trabajo político mismo en los municipios y distritos locales. Esto parecería sorprendente. Pero las diferencias que desde el principio se marcaron entre las dirigencias nacionales y las locales en los partidos opositores —es decir, la determinación de las primeras por impulsar la alternancia, y el sospechoso desgano de las segundas—, lejos de desaparecer, se ha acentuado.

Aunque en mucho se le regatea el mérito de conformar la coalición, es evidente que el hoy candidato Gabino Cué Monteagudo tuvo una participación decisiva en la edificación de dicha unión partidista; pero es asimismo innegable que ésta se formó por la voluntad política y los momentos coyunturales en que se ubicaron fuerzas opositoras tan lejanas como Acción Nacional y el PRD, luego de conocerse el resultado de los comicios federales de 2009, que les fueron adversos a ambas fuerzas, y que reposicionaron al Revolucionario Institucional.

Ante esa circunstancia, es claro que tanto el esfuerzo unificador de Cué Monteagudo, como la disposición de las direcciones nacionales de las fuerzas de oposición, hicieron posible la conformación de la alianza, independientemente de lo que opinaran o determinaran las respectivas dirigencias locales. De antemano sabían, tanto el inminente Candidato a Gobernador como los Comités Nacionales, que si todo lo dejaban a las decisiones y resistencias de las representaciones oaxaqueñas —y las determinaciones que se tomaran desde sus particulares vicios y cooptaciones—, simplemente no habría Coalición opositora en Oaxaca.

Así fue como todo se negoció desde la Ciudad de México. Si bien se recuerda, desde principios del mes de septiembre del año pasado, fueron los dirigentes nacionales del PAN y PRD quienes anunciaron el inicio de las pláticas y negociaciones para la conformación de una alianza opositora en la entidad. Ambos esgrimieron la necesidad de conseguir una alternancia de partidos, en una entidad políticamente tan atrasada como Oaxaca. Y ambos saludaron, desde el inicio, la posibilidad de que Cué Monteagudo se convirtiera en su abanderado.

¿Qué mensajes enviaban tanto al oficialismo, como a las dirigencias locales de los partidos de oposición, todas estas señales? El principal era que, independientemente de los arreglos o las resistencias internas que hubiera entre las cúpulas y las militancias opositoras locales, de todos modos la Coalición se conformaría desde la Ciudad de México, y ahí también se decidiría el nombre de quien la abanderara en cuanto a la candidatura a Gobernador.

Razones había de sobra, para emprender esa misión que, de antemano se sabía, aquí sería descalificada y condenada como un acto de imposición. Había abundantes sospechas de que las dirigencias locales de las fuerzas opositoras, habían dejado el estado de convivencia con el oficialismo, para convertirlo en connivencia. Es decir, que de la sana distancia habían pasado a la cooptación y las complicidades. Y que, por tanto, no eran confiables.

¿TRABAJAR PARA PERDER?

Así, una vez conformada la coalición opositora, y definido el nombre de Gabino Cué como su candidato a Gobernador, las dirigencias nacionales tanto del PAN, como del PRD —porque tanto las direcciones local y nacional del Partido Convergencia, siempre estuvieron en la misma posición, que han mantenido con congruencia— transfirieron parte de la labor política a los Comités Estatales.

Irremediablemente, éstos tendrían que encabezar las negociaciones con las fuerzas regionales, las cúpulas y las tribus de sus respectivos partidos, para definir conjuntamente a sus abanderados para las presidencias municipales y las diputaciones locales. Hoy, en ese punto, nuevamente emergieron los más hondos vicios y cuestionamientos a esas dirigencias y grupos opositores, que dejan ver su sentido orgánico al tratar de hacer campañas y poner candidatos, con un evidente ánimo e intención por conseguir derrotas que beneficien al priismo.

Un caso particularmente visible de esta práctica ocurre en la ciudad de Juchitán de Zaragoza. Ahí, los grupos perredistas tienen hoy una disputa particularmente llamativa. Esto porque, históricamente, ha sido la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo, quien propone, designa y hace ganar, a través del PRD, a su candidato a Presidente Municipal. ¿Qué sucede hoy en la determinación del partido negroamarillo, en esa demarcación?

Que la COCEI, que es una fuerza política determinante, impulsó la candidatura de Héctor Sánchez López. Y una tribu perredista que ha perdido todas sus batallas, y que ha demostrado tener una cercanía abominable con importantes sectores del oficialismo, la de los herederos de Daniel López Nelio, impulsó a Lenin López Nelio. Esta disputa metió a Juchitán en un brete, que finalmente habrá de impactar negativamente al trabajo de Cué Monteagudo.

Lenin López Nelio López, se hizo de la candidatura a través de métodos poco claros. Sánchez López impugnó. Y hoy todo se encuentra indefinido y, por si fuera poco, empantanado en lo que ya se aparece como una insalvable disputa interna. Así,  independientemente de quién resulte candidato, las fuerzas coceístas ya se sienten menospreciadas, y ya prevén resultados. Hace tres años el PRD hizo lo mismo, y la COCEI llevó a Mariano Santana al triunfo a través del Partido del Trabajo.

¿Tendrían que haber sido las dirigencias nacionales también quienes definieran las candidaturas a ediles y diputados locales? Qué mal se ven esos partidos. Lejos de aparentarse como demócratas, se aparecen como inmaduros, antidemocráticos y cooptados. Y flaco favor que le hacen al priismo.

¿Y LA SEGEGO?

Ayer, nuevamente hizo crisis el conflicto entre Cuilápam de Guerrero y Cuatro Venados. Si bien, este lío agrario ancestral no tiene solución, lo menos que se esperaba era que la Secretaría de Gobierno llamara diligentemente a los manifestantes, que sitiaron la capital oaxaqueña por varias horas, para evitar el daño a terceros. Nada de eso ocurrió. Evencio Martínez, de nuevo, dio muestra de su brillante vocación por la ineptitud.

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EPR: desaparición de sus militantes y la vigencia del conflicto magisterial

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+ Gobierno federal: a eperristas, los ignoran pero les temen

Hoy se cumplen tres años de la desaparición de los militantes del EPR, Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya. Este es un asunto trascendental que, independientemente de que lo acepten o no, cada año cobra vigencia no sólo por el hecho mismo, sino porque también deja ver no sólo la importancia nacional que tiene el pasado reciente de Oaxaca, sino también la afrenta que aún significa el conflicto magisterial de 2006 para los grupos que participaron en él; y la obtusa petulancia de un gobierno que sólo voltea a ver su negro historial, cuando no comprende desde qué frente es atacado.

Aún hoy existen varias circunstancias que pareciera que no quedan claras. Fue desde junio de 2007, apenas unos días después de la denuncia sobre la desaparición de los dos eperristas, cuando la Comandancia General de ese grupo armado dejó en claro varios puntos: Reyes Amaya y Cruz Sánchez desaparecieron desde la noche del 24 de mayo de 2007; no estaban hospedados y tampoco fueron aprehendidos en el operativo militar ocurrido en el Hotel del Árbol al día siguiente, pero sí desaparecieron por ese rumbo. El EPR, además, aceptó expresamente que esos dos, y muchos más de sus integrantes, participaron en el movimiento magisterial y popular del año previo, en su calidad de luchadores sociales. Incluso, desde entonces, dejaron clara la corresponsabilidad tanto del gobierno de Oaxaca, como el federal, por ese hecho que, tres años después, sigue sin ser aclarado y los desaparecidos sin ser presentados.

Así, es claro que el hecho se bifurca en por lo menos tres vertientes: la primera, es la que tiene que ver con el brutal cuestionamiento sobre la subsistencia de la práctica de las desapariciones forzadas; la segunda, tiene que ver esencialmente con la preponderancia que todavía hoy tiene el conflicto magisterial y popular de 2006 en Oaxaca —aún cuando los gobiernos estatal y federal pretenden hacerlo pasar como un capítulo cerrado—; y una tercera apunta a la enorme irresponsabilidad —o la aceptación de su culpabilidad— por parte del gobierno federal al resistirse a atender y resolver este asunto, y más bien utilizar a la guerrilla como un fantasma. Pero vayamos por partes.

En el primero de los puntos, aunque el gobierno federal desestima los señalamientos del eperrismo, es evidente que, en el mundo, ninguna nación que se jacta de ser democrática y garantista de los derechos y libertades fundamentales, tiene asuntos pendientes o cuestionamientos por la desaparición forzada de personas.

Lo acepte o no, el caso de los eperristas resulta ser el más emblemático de los casos recientes de persecución y desaparición, aunque no el único. Por esa razón, el propio EPR ha buscado algunos mecanismos de denuncia y solidaridad —como los pronunciamientos de organismos internacionales de derechos humanos, y la conformación de una Comisión de Mediación, a la que aceptó pero no ha atendido el gobierno federal—, con el objeto no sólo de elevar la protesta, sino también de esparcirla y darla a conocer en el mayor número posible de foros y organismos relacionados con derechos humanos, en el ámbito internacional.

En este marco se inscribe el cese unilateral de cualquier acción de sabotaje, que hace más de un año decretaron mientras la Comisión de Mediación realizaba las gestiones correspondientes ante el gobierno federal para localizar a los desaparecidos. A pesar de la aparente “tibieza” que algunos perciben en esa tregua que aún se mantiene, es evidente que con acciones y decisiones políticas como esas, el EPR logró catapultar la denuncia respecto a las desapariciones, pero también sobre su capacidad de fuego y organización (que ya demostró en la voladura de ductos de Pemex en 2007) y su voluntad por la paz.

OAXACA EN EL 2010

No obstante, junto a la importante acción política que hoy realiza el EPR respecto a sus desaparecidos y la suerte de ofensiva no violenta que libra contra el gobierno federal, no debe desestimarse todo lo relativo al conflicto magisterial de 2006. Aquella afrenta continúa hoy cobrando vigencia no sólo por el proceso electoral que ahora mismo ocurre en Oaxaca —en el que los distintos partidos en competencia pretenden ubicarse como los “buenos” y “malos” de aquel episodio, desatendiendo la responsabilidad conjunta que todos tienen en él—, sino porque Oaxaca sigue siendo hoy un paradigma de la lucha social por los cambios democráticos que aún no ocurren.

El 12 junio de 2007, 19 días después de la desaparición de los dos eperristas, en un comunicado emitido por la Comandancia Militar en Hidalgo, estableció lo siguiente: “La detención-desaparición de nuestros compañeros Edmundo y Raymundo se da en el contexto de la militarización y opresión política que ejerce el Estado mexicano en contra del pueblo de Oaxaca y sus organizaciones sociales y populares. Ellos como otros de nuestros militantes participaron desde la base en el movimiento magisterial-popular de Oaxaca motivados por su conciencia de clase y alta sensibilidad humana. Ese sería el único ‘delito’ por el cual se efectuó su ilegal detención y se les impone un castigo de lesa humanidad.”

Ante ello, ¿cómo no dimensionar la trascendencia del conflicto de Oaxaca, cuando en él participaron desde los ciudadanos desorganizados, hasta la más impenetrable de las organizaciones beligerantes que existen en el país? Esto, sin duda, sólo pudo ocurrir en medio de un episodio extraordinario de la vida nacional, que no será comprendido mientras todo se siga viendo desde la óptica obtusa de la lucha entre buenos y malos.

¿Y qué decir de las reacciones del gobierno federal ante hechos como la desaparición del abogado panista Diego Fernández de Cevallos? De inmediato, voltearon a ver al EPR como un fantasma. Especularon sobre su probable responsabilidad. Y esa sospecha, en realidad, emergió no de datos corroborables, sino de la incertidumbre que el mismo gobierno federal abreva sobre los dos desaparecidos que cargan en la conciencia. El gobierno de Oaxaca, mientras, se hace cada vez más amigo del silencio.

AGRESIÓN

La noche del domingo, dos gorilas protegidos por el edil de Xoxocotlán, Argeo Aquino Santiago, golpearon y despojaron de sus equipos de trabajo, a los compañeros fotógrafos Luis Cruz y Mario Martínez. ¿Qué la autoridad actuará sólo cuando hechos como esos culminen en desgracia? ¿O vale más seguir protegiendo los excesos de un abominable priista como Aquino? Los hechos hablarán.

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Sección 22 le quita los tapujos a su participación política

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+ PRI: gran reto, conquistar las principales plazas urbanas

A pesar de que hace unos días el secretario General de Gobierno, Evencio Nicolás Martínez Ramírez, aseguró que este año no habría paro indefinido de labores entre los trabajadores de la educación, ayer domingo se oficializó la intención de la Asamblea Estatal de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, de emprender una serie de acciones que contemplan paros rotativos en las distintas regiones del estado, plantones, marchas y protestas en Oaxaca y la Ciudad de México. La idea del magisterio, como fue largamente anunciado, es la de aparejarse, a su modo, en el proceso electoral que ahora mismo se desarrolla en la entidad.

Por principio de cuentas, lejos de lo que se piensa, el calendario de acciones de lucha de la sección 22 para este 2010, resulta ser particular y hasta sospechosamente tolerante. A diferencia de casi todos los años, en los que inician sus jornadas intermitentes de protesta a partir de la marcha del Día del Trabajo, el 1 de mayo, para ir intensificando las acciones hasta llegar a la fecha conmemorativa del Día del Maestro, el 15 de mayo, y a partir de entonces anunciar las acciones verdaderamente radicales, como los plantones o el paro indefinido, ahora tanto sus ritmos como la toma de sus decisiones ocurren en periodos más pausados. ¿Por qué?

Porque la respuesta no se encuentra, al parecer, en sus necesidades, sino que, más bien, todo se explica en los tiempos electorales. De este modo, al hacer un recuento somero de las acciones de lucha anunciadas por la dirigencia magisterial, se dijo que a partir de este día se instalará un plantón representativo en la Ciudad de México, con el que se dará cobertura a las mesas de trabajo que se instalarán en la Secretaría de Gobernación para buscar respuesta a sus planteamientos; que a partir del próximo jueves 27 iniciarán los paros de labores. Y que será el lunes 31 de mayo, cuando comience la instalación de plantones por delegaciones regionales, la toma de edificios públicos y los bloqueos viales hasta que, el 15 de junio, se determine el estallamiento del paro indefinido de actividades.

La relación con los tiempos electorales parece directa: a diferencia de otros años, hoy se promueve una prolongación inexplicable de los periodos de negociación, de las acciones parciales de lucha, y de la espera a que las autoridades estatales y federales brinden respuesta a sus planteamientos. Esta aparente tolerancia, en realidad, tiene que ver con los ajustes que ellos mismos están haciendo a su calendario para tomar parte de la batalla electoral que se libra en Oaxaca.

Así, independientemente de cuáles sean sus intereses momentáneos, ellos de todos modos desplegarán acciones y medirán qué tanto impactan, perjudican o benefician, a sus particulares intereses electorales. Si ahora, apenas a mediados del mes de mayo, ellos hubieran desplegado todas sus formas de manifestación radical en Oaxaca, se habrían desfasado de los ritmos que marcan los tiempos electorales. Aún no es el momento de hacerlo, porque acciones mal planeadas podrían llegar a provocar daño a las causas que pretenden defender.

Así, dicho en otras palabras, la 22 no podía decretar desde ahora la cancelación de todas las acciones de lucha, aún cuando les fuera concedido todo lo exigido en su pliego petitorio. Esto se tomaría como una ayuda no a la oposición, sino al gobierno.

Además, si la Sección 22 definía ahora mismo el paro indefinido, esta acción habría de dar márgenes amplios al sector oficial para enderezar una ofensiva mediática no sólo en su contra, sino sobre todo en perjuicio del aliado coyuntural que para ellos significa el abanderado de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo.

Y sobre todo, en un tercer escenario, con esta prolongación de las acciones de lucha, se da también mayor posibilidad de que los acuerdos hagan ganancioso al magisterio oaxaqueño. Lucrarán con la amenaza de su paro indefinido. Durante 22 largos días asustarán a todas las autoridades con ese fantasma. E independientemente de qué les concedan y qué determinen, ellos decidirán no en base a las exigencias cumplidas, sino a sus intereses políticos.

PARO, ¿BENEFICIOSO

PARA LA OPOSICIÓN?

Parece erróneo afirmar que la Sección 22 tiene intereses electorales definidos, cuando apenas un par de meses atrás la Asamblea Estatal del magisterio decidió, expresamente, no apoyar a ninguna fuerza política o candidato, y tampoco tener participación directa en el proceso electoral, porque ellos consideran que tanto los partidos políticos como sus integrantes, no representan las soluciones a las necesidades que tienen Oaxaca y el país. ¿Cómo interpretar estas dos visiones?

En este sentido, es necesario comprender que cuando se analizan determinaciones y posturas como las de la Sección 22, la lógica que debe acompañarnos no es la de ciudadanos comunes, sino la de un grupo de lucha social y política que se asume como tal, pero que también se ajusta a los lineamientos básicos de un sindicato que se dice democrático, y que está identificado con los sectores más radicales de la izquierda en el país.

Así, era de antemano previsible que, formalmente, la Sección 22 decidiera no participar en la lucha electoral. Esta es una decisión que pone a salvo su congruencia como sindicato. Sin embargo, aun cuando niegan su participación en política electoral, hoy esa cooperación es directa.

Es decir, que ellos no promocionarán a partido o candidato alguno, pero que emprenderán una suerte de lucha paralela, a través de sus propios medios y con sus formas particulares, para conseguir el mismo objetivo que se plantean las fuerzas de oposición. Ese objetivo, para los partidos, es ganar el gobierno estatal; y para el magisterio, es la derrota del PRI. Y sólo irán juntos hasta ese momento. Porque si la oposición triunfa en los comicios, no pasará mucho tiempo antes de que la Sección 22 se declare como su enemiga.

RETO URBANO

Los más grandes desafíos electorales del priismo se encuentran en los centros urbanos. Por eso, ayer que iniciaron las campañas a las diputaciones locales, los tricolores pusieron particular atención a sus abanderados por los dos distritos de Oaxaca Centro, Martín Mathus Alonso y José Escobar, a quienes el propio Eviel Pérez Magaña les dio el banderazo de inicio de sus actividades proselitistas.

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México, a merced del crimen organizado

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Nuestro país se encuentra en las manos de los delincuentes. Así lo demuestran las constantes escaladas de violencia que se desatan cada vez con mayor frecuencia, en puntos cada vez más extendidos del territorio nacional.

Mientras el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, asegura que la violencia es consecuencia de la desesperación que generan los golpes que el gobierno federal le asesta al narcotráfico y el crimen organizado, la percepción que existe entre los ciudadanos es que esta es una guerra entrampada entre los vicios propios de la política nacional, la corrupción de servidores públicos, el poder del narco, la infiltración de las fuerzas de seguridad y, sobre todo, la incapacidad de todos los factores de poder para hacer frente a unos criminales que cada vez parecen tener menos miedo a la acción de la justicia.

La situación actual de México, desde la óptica que se le vea, es para preocuparse: en menos de un mes, un candidato del Partido Acción Nacional a presidente municipal en Sinaloa, fue asesinado junto con su hijo; por esos mismos días, ocho jóvenes fueron asesinados en Coahuila. Ocurrió también la desaparición y presunto secuestro del militante panista y connotado abogado, Diego Fernández de Cevallos; al otro lado del país, sucedió también un ataque con granadas, a instalaciones de una televisora. Y ahí en Sinaloa, ante la ejecución del aspirante a Alcalde, varios aspirantes a cargos de elección popular renunciaron a sus aspiraciones ante la aceptación de las amenazas que han recibido, y la brutal demostración de que, impunemente, en cualquier momento les pueden hacer efectivos los amagues.

DOS VISIONES DE MÉXICO

Todo esto ocurre en el frente de guerra, en el que todos los días nos desenvolvemos la mayoría de los mexicanos. En el otro, en el de la acción política, policiaca y gubernamental, los ritmos y las prioridades parecen ser distintos. Mientras la violencia se vuelve cada vez más intensa, más feroz, y más cotidiana, los principales factores formales y reales de poder en el país, tienen visiones distintas.

Así, en el ámbito del Ejecutivo, el presidente Calderón no duda en afirmar que los índices de criminalidad han disminuido y que el miedo que abreva la población por la inseguridad, no es más que un problema de percepción que será remediado no cuando se aplaque a los criminales, sino cuando los mensajeros emitan de modo distinto la información que todos los días se hace llegar a la población.

En el ámbito del Poder Legislativo las cosas no son distintas. Ahí, mientras se convierte en una acción cada vez más urgente la de dotar a las fuerzas armadas de un marco legal que dé sustento a sus operaciones, los diputados y senadores prefieren tener sus propias expectativas y “discutir con calma” lo que más urge a la nación. Iniciativas como la de la Ley de Seguridad Nacional, y el marco jurídico que exigen las fuerzas armadas para sostener con legalidad su participación su lucha en contra del crimen organizado, se encuentran prácticamente en la congeladora o, por decir lo menos, en el limbo de las discusiones y las tendencias eminentemente partidistas.

INCONFORMIDAD MILITAR

Mientras todo esto ocurre, las fuerzas armadas tienen amargas quejas. De acuerdo con diarios como Reforma, los principales mandos castrenses del país, se han mostrado insatisfechos con el trabajo legislativo del Senado, y más con la decisión de no realizar un periodo extraordinario de sesiones para discutir la ley de seguridad en comento. En ese sentido, los militares opinan que tal y como se encuentra hoy la norma, no favorece la protección de los ciudadanos ni mucho menos la defensa y seguridad del territorio nacional.

“Significativamente, los temas de seguridad pública y de espionaje son los protegidos (por las reformas). Curiosa o incomprensiblemente se habla más de seguridad pública que de seguridad nacional o de seguridad interior o exterior”, comentaron, al tiempo de afirmar que pareciera “que prevalece la experiencia vivencial como persona no como político o legislador al servicio de su elector, de quienes participaron en su elaboración”.

Esto, en relación a que algunas fuerzas políticas decidieron supeditar el accionar de las fuerzas armadas a ciertos tipos de conflictos (vedando, por ejemplo, su participación en trastornos de tipo social que pusieran en riesgo el estado de derecho y la subsistencia del Estado) o imponiendo intrincados caminos legales y de decisión para la disposición de las fuerzas armadas. Y, según las fuerzas armadas, decisiones como esta se desprende de la visión y las experiencias particulares de algunos legisladores. Pero aseguran que esto, en caso de un verdadero conflicto de grandes magnitudes, haría inoperantes las garantías de defensa del Estado.

¿Y LA SEGURIDAD PÚBLICA?

No obstante, ese no es el único problema al que nos enfrentamos todos los mexicanos, derivado de la poca preocupación que tiene tanto el gobierno federal como el Poder Legislativo por la revisión integral de las normas bajo las cuales actúan las fuerzas armadas y del orden que enfrentan al crimen organizado.

A pesar de las acciones policiacas, existen importantes sospechas de que las fuerzas federales tienen graves problemas de infiltración y corrupción, que no han sido remediados. Las experiencias anteriores, han demostrado que los grupos criminales tienen una capacidad económica impresionante, y que para llevar siempre la delantera al Estado, han enderezado acciones que van a ofrecer “plata o plomo” a todos aquellos a quienes les interesa tener de su lado, o eliminar.

Pero, en eso, también existen innumerables traidores que dicen estar del lado del Estado, pero que sirven al crimen organizado y que no tienen castigo alguno como consecuencia. Acciones como la llamada “operación limpieza” se quedaron en nada más que buenas intenciones que nunca trascendieron más allá de lo que deberían.

Y si a esto se le aumenta el bajo nivel de compromiso, y los pocos recursos públicos que reciben los gobiernos estatales y municipales para sostener y robustecer sus cuerpos de seguridad, el resultado es el que está a la vista: la Policía Federal es insuficiente y corrupta. Las fuerzas armadas actúan bajo un inadecuado marco jurídico, y las policías locales no cuentan con la capacidad y la voluntad efectiva como para aparejarse con las corporaciones federales en el combate al crimen organizado.

Así, lo que puede verse es que existen reformas que son urgentes para la seguridad, pero que no son lo mismo para las fuerzas políticas. Mientras la ciudadanía padece crímenes abominables y cada vez más lesivos y violentos, el gobierno federal dice que el problema es de simples percepciones; desde el sector público, todos ofrecen resultados y paz… aunque lo único que se aprecia es un país cada vez más asolado por el crimen, una población cada vez más vulnerable a los ataques criminales, y a unos delincuentes cada vez más diversificados y sabedores de que, hagan lo que hagan, el supuestamente largo brazo de la justicia, difícilmente los podrá alcanzar.

CRIMINALES, DIVERSIFICADOS

En todo esto, habría que entender perfectamente que crimen organizado no necesariamente es sinónimo de narcotráfico. La ley federal contra la delincuencia organizada, establece que tal denominación se establece cuando tres o más personas se organicen de hecho para realizar, en forma permanente o reiterada, conductas que por sí o unidas a otras, tienen como fin o resultado cometer alguno o algunos de los delitos siguientes, serán sancionadas por ese solo hecho, como miembros de la delincuencia organizada. Dichos delitos son el terrorismo, el acopio y tráfico de armas, tráfico de indocumentados, tráfico de órganos, corrupción de personas menores de 18 años (pornografía, turismo sexual, etcétera) y trata de personas.

Así, si el código penal federal regula la comisión de delitos como la extorsión, el tráfico de drogas, y el secuestro, en las demás normas aplicables se establece un ensanchamiento importante de las conductas penadas. Esto, sin embargo, hoy apenas si alcanza para penar todas las conductas que día a día se despliegan en las calles.

Los traficantes de drogas “tradicionales” no generarían por sí solos el grado de violencia. Esto, en un principio, no era así porque México era un territorio de paso pero no de comercialización de drogas. Hoy, ocurre exactamente lo contrario. El consumo interno provoca una guerra total por las calles, las zonas y los corredores carreteros del país. Y ante la capacidad de generar violencia que tienen los criminales, y lo atestado que hoy se encuentra el negocio de las drogas, quienes antes eran gatilleros de los capos, hoy lo son de sí mismos, para administrar otros “negocios”, tales como el secuestro, el comercio ilegal de productos y personas, la extorsión, etcétera.

PAÌS INGOBERNABLE

Así, si nuestro país no está en las manos de los delincuentes, entonces es un país ingobernable. No es admisible que frente a una ola tan intensa de criminalidad, se continúe diciendo que los problemas son de percepción, o que se aduzcan razones políticas para seguir teniendo en jaque a la seguridad del país. Mientras los políticos pelean, debaten y se engañan todos, México tiene necesidades apremiantes que son cubiertas con altas cuotas de sangre por quienes son partidarios de las acciones duras para hacer valer su hegemonía.

Veamos la lista de violencia. Ahí podremos darnos cuenta que la sorna de nuestra clase política es totalmente opuesta al temor con el que vivimos los mexicanos.

+ Televisa y caso Diego: ¿por qué no informar sobre el secuestro?

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+ “Responsabilidad ética”, no en todos los casos para la tv

El pasado lunes 17 de mayo, apenas unos minutos después de haber iniciado el noticiero nocturno del canal 2 de Televisa, el conductor de este espacio, el periodista Joaquín López-Dóriga, hizo un anuncio un tanto inaudito, y que generó amplia polémica no sólo en la televisión, sino en todos los medios informativos del país: aseguró que Televisa había tomado la determinación de no dar más información sobre la desaparición del abogado Diego Fernández de Cevallos, hasta en tanto éste no apareciera.

Este anuncio, por sí mismo, activó una fuerte discusión que no sólo implicó el debate sobre la responsabilidad ética de los medios informativos, sino que también dejó ver que la supuesta sensibilidad de la televisora, en este caso, no necesariamente tiene que ver con una cuestión moral, sino con quién sabe qué recovecos en los que se asoman intereses disfrazados de responsabilidad informativa.

En efecto, la noche del pasado lunes, en el noticiero nocturno de Televisa, López-Dóriga dijo textualmente lo siguiente: “Y ahora le voy a informar lo siguiente. Mire usted, ante esta delicada, incierta situación por la que atraviesa Diego Fernández de Cevallos, por respeto a su familia, por el espacio que nos han pedido para las posibles negociaciones con los captores, pero por encima de todo, por el respeto a la vida de Diego, noticieros Televisa ha tomado la decisión editorial de no volver a informar de este caso hasta su desenlace, es una decisión de anteponer una vida humana, la de Diego, a este que es el ejercicio periodístico. No ha sido, no, una decisión fácil, pero sí una decisión firme”.

Esta determinación, de sí, causó un enorme impacto. ¿Por qué? Existen varias razones. La primera de ellas, es porque, como lo asentaría días después en su columna “Historias de reportero”, publicada en el periódico El Universal, de la Ciudad de México, otro integrante protagónico de Noticieros Televisa y conductor estelar de otro de sus noticieros, Carlos Loret de Mola, esta era la primera ocasión en la que un medio de información del tamaño y la influencia de esa televisora, transparentaba y explicaba al público televidente, una decisión editorial que sólo tendría que haberse procesado y determinado a nivel interno.

Pero, independientemente de lo dicho por López-Dóriga, y reforzado por Loret de Mola, en el sentido de que cada medio informativo tiene la entera potestad de generar, determinar y hacer valer unilateralmente su política editorial, porque esa es una de las libertades de toda empresa informativa, dicha decisión fue polémica por la influencia que representa Televisa.

De este modo, si tomamos en cuenta que esa cadena televisiva tiene la capacidad de concentrar la audiencia de unos siete de cada diez televisores que se encuentran prendidos en el país, y que esa cobertura la logra gracias a que tiene en su poder la más amplia gama de canales y programación de televisión abierta, por cable y por servicios satelitales, entonces podremos darnos cuenta que la decisión de no informar sobre un hecho determinado, sí abarca un radio de acción importante.

Por ello, aunque resulta irreprochable el argumento esgrimido por Televisa, en el sentido de ponderar la vida del ex Senador por el PAN a cualquier afán informativo, lo cierto es que aún así continúan quedando muchas preguntas en el aire, que poco a poco han pretendido ser contestadas. No sólo abarcan, dichos cuestionamientos, si se debe o no informar, o qué es lo que se debe difundir, sino también cuál es la razón de fondo que motivó esa decisión editorial de la televisora.

DEBATE Y ESPECULACIÓN

A través de un texto publicado el 19 de mayo en la página electrónica de la revista de análisis de medios “etcétera”, el director de dicha publicación, Marco Levario Turcott estableció ciertas directrices que no deben dejar de tomarse en cuenta, respecto a la posición editorial de Televisa sobre la desaparición del llamado Jefe Diego.

En su texto, denominado “Réplica a Loret” —en alusión a la columna antes comentada,—, Levario disiente y apunta lo siguiente: “La decisión de Televisa podría ser reconocible, incluso aunque la tome en un marco en el que, y esto es una paradoja, nada hay que informar más que aquello que las autoridades correspondientes consideren necesario. Otro atenuante es el que cuestiona por qué ahora y no antes, es cuando Televisa muestra ese supuesto talante de responsabilidad. Al comentar el caso de Paulette, dice Loret que la amplia cobertura que le dio Televisa se debe a que los padres de la niña así lo solicitaron, como si Televisa fuera receptáculo de las demandas que hacen diversos grupos de la sociedad mexicana, como por ejemplo en el tema de los medios de comunicación, la necesidad de que haya un cuadro normativo para que tengan vigencia legal las radios comunitarias. Según mi parecer, es mucho más probable que el tratamiento sensacionalista que Televisa le dio a esa tragedia se debe a la búsqueda de los más altos niveles de rating posible (me cuesta trabajo creer que los padres de Paulette hubieran pedido —y que así nada más Televisa hubiera aceptado— contar con una amplitud y una reiteración de las entrevistas como las que le hizo la televisora y que fueron difundidas obsesivamente en todos los horarios de la barra informativa, y en especial, en los de mayor audiencia).”

Además, respecto al silencio de Televisa, el periodista Raymundo Riva Palacio apuntaba ese mismo 19 de mayo, en su columna Estrictamente Personal, publicada en el portal web www.ejecentral.com.mx que “El lunes por la tarde [17 de mayo] hubo una reunión especial en Los Pinos para definir cómo abordar la comunicación sobre la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. El pensamiento que prevalece en el gobierno, en este y en el caso de la lucha contra el narcotráfico, es que el problema es el mensajero, por lo que a quien hay que controlar es al mensajero. Coincidencia o no, por la noche Televisa anunció, en una claudicación a parte de su responsabilidad social, no volver a difundir nada hasta que se informara oficialmente sobre el caso.”

ALGUNAS PISTAS

De este modo, podemos hallar algunas pistas más allá de lo que parece una decisión editorial responsable. Es positiva por la preservación de la vida del desaparecido. Es mala porque Televisa esconde sus intereses en un supuesto marco de responsabilidad informativa.

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Diputaciones “pluris”: los partidos no tocan sus privilegios

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+ ¿Qué calidad de diputados tendremos en la LXI Legislatura?


Dedicado a la memoria de mi padre, Ismael H.

Ortiz Romero, a diez años de su fallecimiento.

En Oaxaca, como en el país, la repartición de las diputaciones por el principio de representación proporcional, significó para los partidos políticos el jaloneo propio de quienes se reparten un botín. Acostumbrados a ver esas posiciones como un premio a quienes sirven de manera importante a los grupos de poder, nadie en las fuerzas políticas repara en la urgencia de emprender modificaciones sustanciales a dicho esquema que, sin duda, serían recibidas con amplio beneplácito por el público votante.

Tal como hemos visto en los últimos días, el Partido Revolucionario Institucional reaccionó con calculada alarma ante la postulación, en las fuerzas de oposición, de personajes como Flavio Sosa Villavicencio, o el ex priista, Raúl Bolaños Cacho Guzmán. En general, todas las fuerzas de oposición registraron a sus representantes más significativos. Pero, como suele ocurrir, nada garantiza que todas las posiciones legislativas ya aseguradas de antemano —es decir, los primeros sitios en las respectivas listas— sean sinónimo de lo que inicialmente buscaban representar las diputaciones por el principio de representación proporcional.

En todo esto, el priismo tampoco se escapa. En el primer escaño de la lista plurinominal, ubicaron al edil con licencia, José Antonio Hernández Fraguas. Dejando de lado el orden de las postulaciones, éste es seguido por personajes como Carolina Aparicio Sánchez, Javier Villacaña Jiménez, Marco Antonio Hernández Cuevas. E incluso por priistas de total ausencia, como Bernarda Martínez Santiago, quien parece encaminada a la posibilidad de ser electa para luego dejar la curul a Elías Cortés, que aparece como su suplente.

¿Por qué decir, en todo esto, que el priismo no se escapa? Porque, sin ánimo de emprender descalificaciones a priori, de antemano se puede corroborar que varios de los postulados no son ni los mejores priistas, ni los más preparados, ni los que más se han caracterizado por aportar a las discusiones constructivas que tanto le apremian al Estado.

En realidad, para los grupos que controlan hoy los partidos políticos, esta fue una repartición en la que trataron de ver representado, en el Congreso del Estado, a sus respectivos factores de decisión. En nada les preocupó que la gran mayoría de sus postulados son personajes que representan intereses determinados, a facciones, a tribus y compromisos políticos; pero que, escasamente, tendrán la capacidad de afianzarse como los diputados no de los grupos, sino de los partidos políticos —y los electores— a los que representan.

El caso opositor es representativo. Más allá de los o tres panistas de cepa que ya aseguraron su arribo al Congreso, y uno que otro personaje que sí puede aportar al debate legislativo que necesita Oaxaca, las listas de candidatos de las fuerzas opositoras son un mero reparto de posiciones entre familias y tribus. Por eso, no extraña que ahí aparezcan reiteradamente algunos apellidos y ascendencias afectivas, y que los demás cuadros propuestos —como Flavio Sosa Villavicencio— representen otros factores que, del mismo modo, no garantizan ni una representación popular homogénea, ni la materialización de un proyecto o ideología, y ni siquiera la posibilidad de hacer un debate propositivo.

Así, de antemano podemos prever que el bajo nivel del Poder Legislativo local se mantendrá. Prácticamente no mereció ninguna atención la urgencia de tener un cuerpo legislativo más eficaz, y más eficiente; y tampoco el que los partidos —no los grupos— propusieran a quienes tendrían que ir a elevar el nivel, y no a representar a familias o intereses sectarios.

INTERESES PRESERVADOS

A pesar de que en los últimos años han ocurrido importantes reformas en materia electoral, ninguna fuerza política se ha atrevido a cuestionar la legitimidad actual de las diputaciones por el principio de representación proporcional. Siempre, la salida fácil en el ámbito de lo retórico, apunta a exigir su desaparición. Pero una verdadera claridad de ideas tendría que llevarnos a cuestionar de modo distinto su permanencia y, sobre todo, el modo en que las llamadas diputaciones plurinominales son otorgadas.

Tenemos que comenzar por cuestionarnos por qué apareció el principio de representación proporcional. Fue, hace más de treinta años, una solución que se le dio a la falta de representación que existía en los poderes legislativos. Algunas fórmulas previas, dieron cabida a representantes de los partidos de oposición en los Congresos (locales y federal); pero fue la representación proporcional la que ensanchó el camino a las fuerzas que antes no tenían acceso a las curules.

Así, a través de estas posiciones, los partidos pudieron hacer llegar a sus hombres fuertes. Es decir, a sus líderes, ideólogos y principales representantes de sus bases. Esta representación de las llamadas “élites partidistas” fue lo que dio vida y legitimidad a ese tipo de posiciones. Sólo que hoy, esta idea inicial se encuentra totalmente desvirtuada. Y por eso, a los Congresos llegan por la vía plurinominal, todos aquellos que representan compromisos y cuotas de partido, pero no los militantes de ascendencia en las fuerzas políticas.

Sin embargo, como esto sigue conviniendo a los grupos decisivos de los partidos, y las candidaturas plurinominales continúan fungiendo como una fórmula adecuada para el pago de favores, nadie se ha atrevido a tocarlas. No es necesario que desaparezcan. Pero, como ocurre en otros países, éstas posiciones deberían también estar sujetas al escrutinio y posibilidad de elección por parte de la población.

¿Y LOS ELECTORES?

El PRI no le preguntó a ningún ciudadano si está de acuerdo en la postulación de una desconocida como Bernarda Martínez Santiago. Aún cuando una posición como esta ejemplifica lo peor del pago de compromisos y afectos para lo que hoy sirven las posiciones plurinominales, seguramente esta priista será diputada, y quizá siga el camino de las llamadas “Juanitas”, que todos conocemos. Lo mismo ocurre, en la oposición, con personajes como Flavio Sosa. Serenamente preguntémonos: ¿Quién nos preguntó si los queríamos como diputados? Nadie. Y las consecuencias de su buen o mal trabajo, no la pagarán los partidos. Seremos los oaxaqueños quienes carguemos con ellos.

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2006: las cuentas pendientes, también para gobierno estatal

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+ Flavio Sosa, candidato; ¿Qué y quiénes lo dejaron “llegar”?

En medio de las campañas proselitistas, están a punto de revivir algunas de las más añejas rencillas derivadas del conflicto magisterial y popular de 2006. El anuncio de la postulación de Flavio Sosa Villavicencio a una diputación local por el principio de representación proporcional, por parte del Partido del Trabajo, reactivó de inmediato aquella acusación —que en su momento se vertió desde el sector oficial—, en el sentido de que había una plena comunión entre los agitadores que encabezaron la revuelta popular, y el grupo opositor encabezado por Gabino Cué Monteagudo. Más allá de las discusiones estériles y las verdades a medias, en este asunto todos salen mal librados.

En efecto, la noche del pasado martes se dio a conocer que uno de los principales dirigentes visibles de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, Flavio Sosa, encabeza la lista de candidatos a diputados locales por la vía plurinominal, propuesta por el Partido del Trabajo. Ayer mismo, en conferencia de prensa, el diputado Héctor Pablo Ramírez Leyva, reaccionó a nombre del Revolucionario Institucional, señalando que la postulación del Dirigente appista, “muestra que es obvia la alianza que había desde 2006 entre Gabino y la franja de agitadores que comandó Flavio Sosa”,

Ante ello, es necesario preguntarnos si esta discusión es tan bipolar como se pretende hacer ver. Aunque pareciera que, en efecto, los tricolores tienen razón en su señalamiento, es claro que, indirectamente, la postulación de Sosa tiene más causas y responsables de los que ahora se enumeran y satanizan. Si volteamos la mirada al pasado, encontraremos que no sólo fueron la agitación y la violencia dos de los comunes denominadores del conflicto popular del 2006. Hubo otro factor, esencial, que es responsabilidad de quienes hoy gobiernan y que ellos mismos prohijaron de modo abominable en todo lo concerniente a la revuelta popular. Ese factor, se llama impunidad.

Así, hoy parece muy sencillo para el priismo, alzar escandalizado la voz para señalar que la postulación de Sosa Villavicencio demuestra los vínculos que permanentemente ha tenido con el ahora candidato a Gobernador por la coalición Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo; a partir de ello, los tricolores deducen que éstos dos personajes tuvieron vinculación estrecha para organizar las acciones de inestabilidad y violencia que caracterizaron a la revuelta social ocurrida hace cuatro años en Oaxaca.

En ese planteamiento, seguramente a los priistas no les falta razón. Fue desde siempre perceptible la existencia de un claro entendimiento entre varios de los principales dirigentes de la Asamblea Popular y la Sección 22, con los de las fuerzas partidistas que encabezan la oposición en Oaxaca. Unos y otros, en 2006, buscaron el objetivo común de derrocar a Ulises Ruiz Ortiz del cargo de Gobernador del Estado.

Así, los grupos de lucha social buscaron cumplir con ese objetivo a través de la presión popular y la revuelta, mientras que los partidos de oposición, lo hicieron por medio de la acción política y legislativa, y el impulso a acciones como la desaparición de poderes en el Congreso de la Unión.

Luego, en 2007, el Partido de la Revolución Democrática postuló al también dirigente y vocero de la Asamblea Popular, e integrante de la dirigencia seccional de la Sección 22 del SNTE, Zenén Bravo Castellanos. En aquel año, el PRD también impulsó la candidatura por la vía plurinominal de la profesora Carmen López Vásquez.

Ambos personajes, de modo abierto, y tanto en el frente popular como en la lucha magisterial, habían luchado por conseguir la salida del gobernador Ruiz, a través de la revuelta popular de hace cuatro años, para luego unirse a fuerzas políticas opositoras y acceder así a cargos de elección popular. De este modo, hoy uno de ellos, Bravo Castellanos —adherido a la fracción de Convergencia, pero también miembro de la APPO—, es integrante de la LX Legislatura del Congreso del Estado.

GOBIERNO, RESPONSABLE

A diferencia del diputado Bravo, y de la profesora López Vásquez, Flavio Sosa sí enfrentó un proceso judicial, sí estuvo en prisión… y sí fue absuelto por la justicia federal, al corroborar que las acusaciones promovidas en su contra no habían sido fundadas y probadas fehacientemente por la Procuraduría y el Poder Judicial de Oaxaca, y que, al contrario, éstos órganos había actuado deficientemente en la conducción de los procesos penales por los que estuvo casi dos años en prisión.

Ese es, en realidad, el punto cuestionable de su postulación. Nadie duda que él y otros personajes pudieran haber cometido delitos durante la revuelta magisterial de 2006. El mismo Sosa, así lo aceptó públicamente en una entrevista concedida hace unos meses a Milenio Televisión. Pero también dijo que si él cometió alguna falta, ya la pagó en prisión. Y no le falta razón al asegurarlo. Sólo que, en ese sentido, también habría que ver si lo que Sosa pagó metido en la cárcel, fue lo que correspondía a los delitos verdaderamente cometidos.

El asunto no es menor: Sosa Villavicencio obtuvo su libertad absoluta en abril de 2008, no porque hubiera cumplido la totalidad de las penas impuestas por un juez, sino porque sus defensores pudieron acreditar ante los tribunales de amparo, que las causas legales no tenían el sustento suficiente como para comprobar los delitos que se le imputaban. Así, éste abandonó definitivamente la prisión, quedando cancelada toda posibilidad de que se definiera si cometió o no delitos, y si tendría que pagar por ellos ante los tribunales jurisdiccionales.

IMPUNIDAD, IMPUNIDAD

¿Y quién fue el responsable de la libertad, y ahora la elegibilidad de Sosa? Los órganos ministeriales y jurisdiccionales locales, que integraron y condujeron deficientemente las averiguaciones que luego fueron declaradas como inconstitucionales por la justicia federal. Es decir, que la Procuraduría de Justicia, y el ahora secretario de Gobierno, Evencio Martínez, se convirtieron en cómplices de no sólo de la impunidad que impera sobre la revuelta de 2006, sino también de que personajes a los que el mismo gobierno, y el partido gobernante —el PRI— ha tachado de delincuentes y agitadores, hoy aparezcan, legal y legítimamente, como candidatos a diputados. Toda una incongruencia.

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PRI: el trabajo sectorial, sólo en el campo de lo aparente

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+ Dejar todo a ingeniería electoral: riesgo y sobreestimación

El pasado lunes, con motivo de la visita a Oaxaca del aspirante a la dirigencia de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, Emilio Gamboa Patrón, el presidente estatal del Partido Revolucionario Institucional, Adolfo Toledo Infanzón enfatizó, a través de un comunicado, que “es el sector popular una de las fortalezas del Revolucionario Institucional, porque en ellos radica la fuerza y el intenso proselitismo a favor de los candidatos priístas.” ¿Será cierto eso que dice el líder del tricolor en Oaxaca?

La interrogante parte no de la imaginación, sino del doble discurso que es perfectamente perceptible entre lo que dice y lo que hace la dirigencia y los grupos de decisión al interior del PRI oaxaqueño. Aunque a la menor oportunidad unos y otros pregonan unidad y trabajo político de todos sus sectores, lo cierto es que todas sus expectativas están volcadas al trabajo y la efectividad de las estructuras electorales. Ello, evidentemente, ha dejado a los otrora poderosos sectores del tricolor, como meras entelequias que sólo sirven para continuar cubriendo las necesidades, los aparadores y las apariencias en la clase gobernante.

En el mismo comunicado al que hacemos alusión, el senador Toledo aseguraba que “es el sector popular el que realiza proselitismo casa por casa, colonia por colonia, manzana por manzana, para posicionar el proyecto de gobierno que el PRI tiene para lograr consolidar la transformación de Oaxaca.” ¿Es eso real? ¿O no será todo esto parte de un mero discurso para justificar la existencia de ese y los demás sectores priistas? Para contestar estas preguntas, es mejor hacer a un lado las palabras, e ir a los hechos.

Hasta este momento, cuando la campaña proselitista por la gubernatura del Estado está completando su primer tercio, y parecen estar definidas las candidaturas a diputaciones y presidencias municipales, es prácticamente nada lo que verdaderamente se ha demostrado sobre la aportación de los sectores al trabajo político de ese partido. Tanto la CNOP, como el sector juvenil y el popular, han invertido cantidades cuantiosas de tiempo —tiempo electoral—, en estructurar sus respectivas bases y organizaciones de apoyo a la labor proselitista.

Así, tendríamos que preguntarnos no sólo si los sectores y las organizaciones adherentes al Revolucionario Institucional son, de verdad, entes que aportan fuerza y legitimidad a ese partido, sino también cuál es la causa por las que cada una de ellas están en esos niveles tan primarios de organización y fuerza aparente.

La revisión de cada uno de los sectores, revelaría que su capacidad de organización y convocatoria ya no son las del pasado, que los corporativismos y clientelismos que representaban —particularmente los sectores campesino y popular, que antes eran dos de las fuerzas más pujantes de ese partido— hoy están desmantelados pero también desatendidos. Y que, en la idea de grupos políticos como el de Oaxaca, éstos fueron completamente superados por la eficacia de las estructuras electorales.

Así, este no es sólo un asunto de posible desatención y desapego por parte de los dirigentes sectoriales o las organizaciones, sino de la voluntad habida para confinar a esos sectores a la posición de representatividad sin fuerza, e incluso al bloqueo de todos los esfuerzos encomiables que desde cada uno de ellos se pretende hacer para fortalecer los fines del partido.

Por esa razón, nadie mejor que quienes dirigen e influyen en las determinaciones de ese partido, deben saber qué, por qué y quiénes son los que han hecho todo para restar la importancia que deberían tener los sectores de aquel partido. Los discursos no son más que retórica. Y el poner todas las expectativas a un mero trabajo de estructuras electorales —que trabajan en base al dinero, y no al convencimiento efectivo del elector sobre la opción política que se representa—, es tanto como dejar el destino de todo un pueblo, en manos de mercenarios.

TRABAJO OLVIDADO

Aunque hoy exista una vocación de desdén hacia sectores partidistas —que en el pasado fueron factores esenciales del tricolor— por la imposibilidad de que éstos funjan como sendos imanes de atracción del voto corporativista de las organizaciones agrarias, sindicales y de trabajadores y obreros, nadie debería pasar por alto que su minimización equivale a negar también muchos de los postulados ideológicos que, se supone, le dan sustento y legitimidad como fuerza social y política al tricolor.

¿Cómo explicar, por ejemplo, que las acciones más visibles de los sectores priistas, sean hoy meramente representativas? Al acudir a lo tangible, podremos corroborar que organismos como la CNOP existe y se deja ver, en acciones tan poco influyentes, como el supuesto apoyo corporativo de algunas organizaciones de transportistas —todas las que no están afiliadas y que, por tanto, “pertenecen” a la Confederación de Trabajadores de México—, tales como taxistas, algunos grupos de transportistas de pasajeros y otros grupos; o que el sectores como el juvenil hubiera sido objeto de tantos y tan prolongados bloqueos que, hasta hace apenas unas semanas, hacía parecer al Frente Juvenil Revolucionario como un auténtico organismo fantasmal.

¿Qué representación de los verdaderos sectores sociales, puede explicar el PRI con unos sectores políticos en esas condiciones? El Frente Juvenil, por ejemplo, ha rescatado algunos nichos de presencia, e incluso ha mostrado, con discreción, algunas propuestas positivas para la campaña proselitista que ahora se desarrolla. Sin embargo, hasta donde se puede observar, es poco el apoyo y la atención recibidos, y son muchas las trabas a las que se han enfrentado para atraer al sector más numeroso de la población votante, pero también uno de los más desdeñados, que es el de los jóvenes.

TRIUNFO SIN SUSTENTO

En esas condiciones, el PRI está construyendo sus propias posibilidades de triunfo, en medio de un profundo mar de cuestionamientos por la inconsistencia de su trabajo político, y por la escasa legitimidad que están aportando a sus bases ideológicas y sociales. Todo esto, se supone, deberían estar estimulando fuertemente en estos tiempos electorales. Pero los sectores partidistas, sólo están vivos en discursos como el del senador Toledo.

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Jefe Diego: líneas de desinformación apuntaron a guerrilla

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+ Festinar su desaparición, equivale a legitimar a criminales

La tarde del pasado sábado 15 de mayo, el gobierno federal reconoció oficialmente que, desde la noche previa, el controvertido político y abogado, militante del Partido Acción Nacional, Diego Fernández de Cevallos, se encontraba desaparecido. De inmediato, corrieron por lo menos cuatro versiones sobre el hecho. Y mientras tanto, la sociedad mexicana se volcó en actitudes que, por lo menos, resultan ser contradictorias y contraproducentes en relación al momento crítico que vive hoy el país.

Pero vayamos por partes. La misma tarde del sábado, la PGR dijo que, ante la desaparición de Fernández, había iniciado una Averiguación Previa, en la que se tenían varias líneas de investigación. La primera de ellas, tenía que ver con un posible ajuste de cuentas por motivos profesionales. La segunda, que el hecho se hubiera derivado de motivos personales. Una tercera apuntaría a un secuestro de tintes políticos, ejecutado por alguna célula subversiva. Y la cuarta, que se tratara de una acción perpetrada por el crimen organizado, ya fuere como parte de una venganza en contra del gobierno federal, o para exigir una suma de dinero por su rescate.

Así, una vez establecidas las líneas de investigación, tanto la PGR como la Procuraduría de Querétaro (ya que Fernández desapareció en esa entidad) se cerraron a cualquier intercambio de información con los medios de comunicación. Esta decisión —que en la explicación oficial fue tomada para dar oportunidad de diálogo con los posibles captores—, de inmediato se convirtió en un vacío informativo. Y éste, en la ocasión perfecta para las especulaciones.

Además de la posibilidad de que éste fuera un secuestro como tal, fue la propia percepción ciudadana la que apuntaló dos versiones a partir de la sola utilización de la lógica: la primera de esas versiones, establece que el gobierno federal encabeza una guerra contra el crimen organizado que ha costado miles de bajas y daños a las estructuras criminales. Y que así, siguiendo esta lógica, la desaparición del llamado Jefe Diego, podría ser un ajuste de cuentas por parte de criminales, no sólo para causar daño a un connotado panista, sino también para demostrar a la comunidad nacional e internacional que ellos son tan poderosos como para ejecutar libremente una acción de esa magnitud.

La segunda de las versiones apuntó hacia la guerrilla. Y es que, por la sola concatenación de referencias, esta posibilidad también resultaba lógica: la próxima semana, se cumplen tres años de la desaparición de los militantes del Ejército Popular Revolucionario, Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya. Y si esto es así, ¿no podría pensarse entonces que el EPR pudo haber tomado como secuestrado o rehén a un personaje de la talla de Fernández de Cevallos, para presionar al gobierno a que dé respuesta en cuanto a los dos desaparecidos?

Ayer mismo, esta versión —que sólo fue aceptada por quienes no entienden la lógica y las acciones de reivindicación de los grupos armados— fue desmantelada por el propio EPR. A través de un comunicado, negaron cualquier relación con los hechos y, como era de esperarse, incluso se solidarizaron con los familiares de la víctima, dejando claro que si ellos mismos han sido objeto de la desaparición forzada de sus militantes (particularmente los levantados en Oaxaca el 25 de mayo de 2007), y conocen el dolor y la pena que eso provoca, no le pagarían al gobierno con la misma moneda.

En realidad, la versión que apuntaba al grupo armado, e incluso la que señala una acción de fines políticos por parte del crimen organizado, tienen poco sustento: Fernández de Cevallos no es integrante y, al contrario, aún siendo panista, ha sido un feroz crítico de la forma de gobernar del presidente Felipe Calderón.

Así, su desaparición y posible secuestro, es impactante por la relevancia que, nos guste o no, ha tenido en la vida política de este país en las últimas décadas; y porque esto deja ver que cualquier mexicano —independientemente de su condición social, posición económica o preeminencia política— puede ser blanco de la comisión impune de cualquier tipo de delito.

SOCIEDAD DESBOCADA

Un hecho de esa magnitud, rápidamente se convirtió en tema de conversación y debate en todos los niveles. Mientras propios y extraños se enfrascaban en hondos o superficiales análisis sobre las posibles vertientes de esta desaparición, muchos otros dejaron ver muestras de satisfacción, e incluso de alegría por el posible secuestro de Fernández de Cevallos.

Así, tanto en las redes sociales, como en los foros de discusión de todos los medios en los que se ventiló la noticia, no faltaron expresiones que trataban de decir que un secuestro o una ejecución, era lo menos que se merecía el llamado Jefe Diego, por todo lo que ha hecho en su vida profesional; que ojalá que las autoridades no lo localizaran con vida; o que éste sufriera tanto como padecen las cientos de víctimas que todos los días se enfrentan a la comisión de delitos como el que Fernández de Cevallos ahora vivía en carne propia. Así, en esa vertiente, abundaron las expresiones en los últimos tres días.

¿Es eso válido? Tal parece que, en el marco de la libertad de expresión, sí. Sin embargo, todos aquellos que han festinado, o que se han alegrado por la desaparición de Fernández de Cevallos, están también convalidando una afrenta que no está encaminada en contra del PAN, del gobierno federal o de los abogados postulantes de dudosa reputación. No. La afrenta, en realidad, es contra México.

¿Por qué? Porque lo que se festina, o por lo que se alegra, es la comisión de un delito que se llama secuestro, y posiblemente de otro llamado homicidio. Así, cada ciudadano que por equivocadas razones “políticas” se alegra de la desaparición de Fernández, está también convalidando acciones incalificables del crimen organizado. Pero eso, aunque nos sorprenda, es lo que hoy está pasando.

GAMBOA EN OAXACA

Ayer estuvo Emilio Gamboa en Oaxaca. Vino a asegurar el apoyo oaxaqueño, ahora que pretende ser dirigente nacional de la CNOP. Hubiera sido interesante que alguien le dijera que aquí, ese y los demás sectores del PRI tienen presencia y trabajo político arrinconados. Los operadores confían todo a la ingeniería electoral. Y, por decisión propia, a los organismos del PRI los tienen en el más completo de los abandonos.

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Oaxaca: delincuencia y ¿errores? de la Policía, en aumento

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+ Inseguridad: no todo tiene que ver con “motivos políticos”

A diferencia de prácticamente todo el país, en el que las corporaciones policiacas estatales y municipales deben enfrentarse a la delincuencia, en Oaxaca los cuerpos de seguridad pública deben hacerlo en dos frentes: por un lado, el de la criminalidad común; y, en el otro frente, a la violencia que emerge por motivaciones sociales, étnicas, políticas o electorales. Hoy, cuando los tiempos marcan una intensa actividad político-electoral en el Estado —que también incluye a la seguridad—, no deberíamos dejar de poner atención a lo que ocurre en el campo estricto del control y combate a la delincuencia.

Tal parece que las últimas semanas no han sido fáciles tanto para la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, como para las corporaciones policiacas. El pasado 28 de abril, una caravana de observadores de derechos humanos, fue atacada en las inmediaciones del municipio autónomo de San Juan Copala, en la región triqui del Estado. Ante ello, los cuerpos de seguridad estatales desplegaron importantes operativos para resguardar una zona que ha sido azotada por andanadas intermitentes de violencia.

Días después de ese hecho —que se incrustó como un foco rojo en la contienda política que hoy se desarrolla—, el comisionado de la Policía Estatal, Jorge Alberto Quezadas Jiménez, aseguró en sendas declaraciones a la prensa local, que la seguridad para los comicios del próximo cuatro de julio está garantizada; que existe también vigilancia permanente en la zona triqui para evitar nuevos enfrentamientos. Y, particularmente, que solicitaría al Instituto Nacional de Migración la expulsión del país, en base al artículo 33 de la Constitución federal, que se encontraran inmiscuidos en asuntos políticos del país, en los que sólo se pueden involucrar ciudadanos de la República.

Sin duda, todo esto deja ver que, en efecto, para las corporaciones policiacas estatales es un asunto de primer orden el de la manutención de la paz y la seguridad, respecto al proceso electoral que ahora se desarrolla en Oaxaca. Hoy, para la administración estatal, la paz es una condición determinante para la imagen de buen gobierno que están tratando de hacer percibir a los ciudadanos, y a la opinión pública nacional que tiene puestos los ojos en Oaxaca.

No obstante, al margen de los acontecimientos que, directa o coyunturalmente se encuentran relacionados con la efervescencia electoral, es claro que también ocurren hechos enmarcados en la delincuencia común, que deberían ser motivo de atención no sólo para las corporaciones policiacas o las instancias públicas de las que dependen, sino también de los altos círculos del poder estatal, y de la sociedad que exige seguridad en su vida cotidiana.

Veamos si no: en la última semana, ocurrieron al menos dos hechos que revelan la facilidad de desplazamiento y operación que tienen algunos grupos de delincuentes bien organizados, y los fallos de las corporaciones policiacas a la hora de hacer no labores de altos vuelos, sino de cumplir con las funciones más básicas de su misión de proteger y servir a la sociedad.

Así, la noche del pasado viernes fue asaltado un lote en el que se realizaba la compraventa de vehículos usados, ubicado en las inmediaciones de un centro comercial al sur de la capital oaxaqueña. De acuerdo con reportes de la prensa local, en la operación los delincuentes hurtaron libremente una docena de vehículos apenas unas horas después de concluidas las operaciones cotidianas de la negociación, y señalaron la posibilidad de que también pudieran haberse llevado consigo a tres personas, en calidad de rehenes o secuestrados.

El segundo hecho es no menos grave: ese mismo día viernes, un recluso en el Penal de Santa María Ixcotel, que había sido ingresado al Hospital Civil para recibir atención médica, se fugó del nosocomio ante las sospechas, los errores, y, por decir lo menos, el exceso de confianza de quienes ordenaron su traslado, permitieron su salida del reclusorio, y lo custodiaron mientras recibía la atención médica.

DELINCUENCIA LIBRE

Pero vayamos por partes, en cada uno de los hechos. En primer término, respecto al hurto en el lote de vehículos usados, el hecho resulta grave en cuanto a las corporaciones policiacas, porque una operación de esta magnitud conlleva la movilización de más de una docena de personas, un número similar de vehículos y, sobre todo, el accionar de maniobras violentas a horas de la noche, en las que aún había un tránsito de personas más o menos fluido, y que por tanto la presencia policiaca debería de ser más constante y sensible.

Además de todo eso, también se debía estar poniendo atención a las posibilidades que se desprenden de ese hecho. Así, el robo de una docena de vehículos debe llevar también a preguntarse qué finalidad tenía respecto a los propios dueños de la negociación (por la posibilidad de un autorobo); también debía ser motivo para accionar las instancias de información e inteligencia que ya debería tener bien armada una corporación como la Policía Estatal. Esto, con el objeto de determinar si este fue un indicativo claro de que grupos relacionados con la delincuencia organizada nuevamente hicieron presencia importante en la entidad, y están haciéndose de pertrechos para sus operaciones.

El segundo de los hechos no es menos grave. ¿Cómo decidir el traslado de un reo de alta peligrosidad —si se toma en cuenta que se le sigue un proceso penal por secuestro, y se sabía perfectamente de sus ligas con corporaciones policiacas estatales de élite, e incluso con el Ejército mexicano— solamente resguardado por un par de elementos? ¿Cómo haber terminado, con tanta simpleza, que no intentaría escapar? Y, sobre todo, ¿Cómo explicará el comisionado Quezadas Jiménez, que por negligencia o complicidad de sus agentes, un secuestrador altamente peligroso está nuevamente suelto en la entidad?

DOS POLOS

Ahora que comenzará el traslado de dependencias del gobierno estatal a Ciudad Judicial, parece haber entendimiento pleno entre el Sindicato de Burócratas que encabeza Víctor Hernández, y el secretario de Administración, Francisco Márquez Méndez. A ellos debería recurrir Evencio Martínez para pedir consejo, pues no da una en su relación con la Sección 22 del SNTE. A éste sí, y pronto, le van a estallar los problemas. No hay duda: el cargo no hace necesariamente eficaces a los funcionarios.

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