+ Arnaud: uno de los seis desplazados; ¿Y rupturas priistas?
La renuncia al Partido Acción Nacional de Pablo Arnaud Carreño —símbolo icónico no de ese partido, sino de la oposición en Oaxaca—, refleja uno de los efectos que hasta ahora se habían reprimido respecto a las decisiones impositivas y excluyentes, de las que se valió la conformación de la coalición Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca. Esto es, el grosero desplazamiento y ninguneo del que fueron objeto todos los personajes que inicialmente fueron presentados como los prospectos de cada uno de los partidos que participan en dicha alianza. Este efecto, que no es privativo de las fuerzas opositoras, revela la calidad de la democracia interna en las fuerzas políticas.
¿Alguien recuerda, por lo menos, quiénes fueron los personajes que, en diciembre pasado, presentaron las fuerzas de oposición, como sus potenciales “cartas fuertes” para disputar la gubernatura del Estado al Partido Revolucionario Institucional? El 28 de diciembre pasado, ocurrió una reunión pública en la que participaron los siete principales prospectos opositores. Éstos fueron, por Acción Nacional, Pablo Arnaud Carreño, Huberto Aldaz y Gerardo García Henestroza; por el Partido de la Revolución Democrática participaron Carlos Altamirano Toledo y Othón Cuevas Córdova; y por el PT y Convergencia asistió el ahora candidato, Gabino Cué Monteagudo. Incluso, en aquella reunión inicial también participó Irma Piñeyro Arias, en representación de Nueva Alianza.
Hoy, ante la renuncia de Arnaud Carreño, no sólo tendríamos que preguntarnos cuál fue la razón que motivó esa decisión, sino también ver algo por demás lógico: que todas las inconformidades, y hasta los deslindes que hasta ahora han ocurrido en la Coalición opositora, se explican en la forma en cómo ésta se conformó y tomó sus principales decisiones. Pero vayamos por partes.
Quizá la desmemoria ataca a muchos que ahora se dicen sorprendidos por la decisión de Arnaud Carreño. Pero fue en enero pasado, cuando una dirigencia nacional no sólo “destapó” oficialmente a Gabino Cué Monteagudo como su candidato a Gobernador, sino que asestó, además, un certero albazo a la democracia interna a la que, según, jugaban las fuerzas y los personajes que aquí en Oaxaca luchaban por conformar la Coalición, y ninguneó a todos los que habían creído en esa democracia. Ese partido, para quien no lo recuerde, no fue ni Convergencia ni el PRD. Fue Acción Nacional. Y el ahora ex Panista, fue uno de los damnificados directos de ese madruguete.
Arnaud, que se caracterizó en Oaxaca por ser un panista congruente y comprometido, y que, con sus triunfos electorales tanto en la alcaldía, como en una diputación federal, en tiempos de un partido oficial mucho más dominante e intolerante, se afianzó como uno de los iconos más representativos de quien alcanza cargos públicos desde las trincheras ciudadanas. Bueno, pues todo eso no le fue suficiente como para ser tomado en cuenta por su partido no sólo respecto a las postulaciones más recientes, sino tampoco para ocupar puestos importantes ahora que el gobierno federal es, y desde hace una década, nada menos que panista.
La suma de esos factores, fue lo que seguramente motivó a Arnaud a abandonar las filas del partido en el que tradicionalmente militó. Fue él, pero igual pudo haber sido otro de los personajes que, lo acepten o no, fueron la comparsa perfecta que finalmente contribuyó a legitimar la candidatura de Cué Monteagudo. Ninguno de ellos fue tomado en cuenta para la labor política que seguramente esperaban. Y pudo haber sido él, o cualquiera de los que fueron presentados como “cartas fuertes”, y finalmente fueron echados en el saco del olvido, apenas se cumplieron las formas democráticas mínimas en la alianza opositora.
¿“UNIDAD” PRIISTA?
La renuncia de Pablo Arnaud, además de ser la consecuencia natural de una posible oferta que pudieran haberle hecho desde el priismo, es también un reflejo fiel de lo que provocan los procesos internos que no alcanzan a tener el calificativo corroborable de “democráticos”. Si esto es así, ¿por qué en la casa de enfrente, es decir, en el PRI, no hubo ruptura?
La respuesta fácil podría encontrarse en lo que se conoce como “operación cicatriz”. Es decir, en las negociaciones que se hacen en medio de un proceso interno, para que a través de ella nadie resulte ser un completo perdedor, frente a quien de antemano ya se impuso sobre todos los participantes. Si esto pudiera ser parcialmente válido, la respuesta también debería enfocarse a lo irremediable que resulta ser, para muchos priistas, la disyuntiva entre atender a la congruencia, o doblegar sus convicciones ante una mera conveniencia.
Existen dos ejemplos claros, en el priismo, de cómo se atiende a la convicción, y cómo a la conveniencia. Una ruptura que el priismo no ha querido reconocer como tal, pero que ocurre en los hechos, es la relativa al diputado federal Jorge Franco Vargas. Éste, además de participar en el proceso interno y de haber jugado un papel trascendental en el ánimo del actual Jefe Político, resultó ser uno de los varios desplazados por la decisión final que se tomó en el priismo.
Fue, junto con el senador Adolfo Toledo Infanzón, uno de los que se dijeron en contra de las prácticas antidemocráticas en el priismo, y que amagaron con ruptura. ¿Y cuál fue la diferencia entre uno y otro? Que Franco Vargas, frente a todas las consecuencias posibles, decidió asumir la decisión de no involucrarse en tareas políticas si no era él el abanderado.
Pero Toledo Infanzón, aún cuando era el puntero en las encuestas, prefirió doblegarse y anteponer a sus pretensiones “la unidad del partido”. Aunque, en realidad, ese fuera el escondite en el que ocultó el temor de quedar no sólo fuera de la contienda, sino también de la sucesión, del posible triunfo electoral, y de todos los privilegios que esto implica. Así, las fracturas existen, pero hasta ahora, por decoro o conveniencias, ninguna ha sido expuesta.
LOS ERRORES DE PABLO
Lamentablemente, toda la congruencia que demostró Pablo Arnaud con su renuncia, la dilapidó en la imprudente decisión de mostrarse, inmediatamente, como un aliado del candidato priista, Eviel Pérez Magaña. No es mala su adhesión: al contrario. Pero fue eso lo que dio pie a todos los improperios que le lanzaron desde el PAN. Fue un error descuidar las formas. Para no parecer un oportunista.
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