Al parecer, en Oaxaca estamos arañando los límites del egoísmo y el desdén por la realidad que ven y padecen miles de personas. Esos linderos son diariamente confrontados y traspasados por organizaciones sociales y sindicatos que, sin miramientos y sin piedad ante la realidad, exigen y presionan como si sus necesidades fueran las únicas válidas en una realidad donde cada vez más son despojados para que ellos reciban algo. Es una práctica perniciosa pero común, frente a la cual los ciudadanos no sólo debemos ser sensibles sino proactivos.
En efecto, desde el inicio del año hemos visto un cúmulo de acciones que tienen un común denominador: organizaciones y sindicatos exigiendo vorazmente, a pesar de las señales de agotamiento —en todos los sentidos— de las instituciones a las que les exigen. Un ejemplo pueden ser los sindicatos de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca; otro, la Sección 22 del SNTE; uno más, los grupos, organizaciones y sindicatos que existen al interior de los servicios de salud en la entidad; y detrás de ellos, una cauda de grupos que a lo largo del año exigirán cuotas políticas, prebendas, recursos económicos y canonjías, a instituciones colapsadas por los excesos continuados.
¿De qué hablamos? De que, en el caso de algunos sindicatos, éstos actúan con un egoísmo infame frente a patrones que institucionalmente se encuentran en el límite de lo que pueden hacer. Un ejemplo perfecto es la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, que vive momentos que no sólo son parte de sus ciclos anuales de exigencias y negociaciones salariales con sus sindicatos, sino que hoy se enmarcan en el colapso financiero de la Universidad, que se encuentra incluso en vías de declararse en insolvencia ante la incapacidad de mantener el régimen de privilegios que ha pervivido durante décadas, y por el que existe un riesgo fundado de quiebra.
Eso lo sabemos perfectamente, igual que como se conoce a los responsables históricos y actuales de esta enorme crisis financiera de la Máxima Casa de Estudios. En esa lógica, de lo que poco se habla es de la necesidad no sólo del rescate financiero y del replanteamiento de la relación entre la Universidad y sus trabajadores, sino también el castigo a los responsables inmediatos —y mediatos— de esa crisis. Si de por sí se habla poco de la necesidad de ese acto de justicia, resulta que lo menos importante en todo esto sigue siendo el enorme boquete académico que la crisis y la irresponsabilidad institucional que las sucesivas administraciones universitarias, le han heredado a Oaxaca.
En el fondo, los conflictos políticos, los excesos administrativos, el saqueo al que ha sido sometida la Universidad, y la voracidad permanente que ejercen sus sindicatos, organizaciones, grupos políticos y porriles, ha impactado en que la vida y el aprovechamiento de los universitarios oaxaqueños sea de los más rezagados del país, y que la UABJO sea una opción excluyente y aislada sólo para aquellos que no se encuentran en posibilidad de costear estudios universitarios en un centro educativo cuando menos ordenado, y ajeno a las prácticas indebidas e inestabilidad propias de nuestra lastimada Máxima Casa de Estudios.
Al final, pareciera que en la vorágine perniciosa de exigencias y chantajes de los sindicatos a la administración, nadie ve que la herencia que esto le deja a Oaxaca estará marcada en los universitarios, que gracias a eso tienen un presente académico lleno de carencias y posibilidades negadas, y que muchos de ellos —la gran mayoría— tendrán un futuro sombrío, a partir de que los recursos que debían ser destinados a una mejor educación superior, son invertidos en chantajes y exigencias de quienes, además, ya no están dispuestos a aportarle nada distinto o mejor a la formación de los universitarios.
MÁS EGOÍSMO
Algo similar ha ocurrido con la Sección 22 del SNTE, que marcó una ruta oprobiosa que han seguido muchos de los sindicatos en Oaxaca. El magisterio inauguró y marcó una ruta en la que el gobierno atendía todo tipo de peticiones y exigencias, cuando éstas se volvían amenazas; y en la que el gobierno accedía a privilegios incosteables siempre que éstos le reportaran una ganancia extraordinaria —política, económica, o ambas— al régimen en turno.
Por esa razón, hoy vemos que muchos sindicatos actúan como pequeños émulos del magisterio, y que cuando se revelan sus condiciones de trabajo, salarios y privilegios, se pone también en evidencia que durante mucho tiempo los propios servidores públicos fueron cómplices de quienes ahora aparecen como verdugos de las instituciones por sus exigencias insaciables y reiteradas.
¿A poco, por ejemplo, la enorme crisis que viven hoy los Servicios de Salud de Oaxaca fue sólo propiciada por un puñado de funcionarios corruptos, o solamente estimulada por dirigentes sindicales voraces e irresponsables? Lo que queda claro es que lo que ocurre hoy es resultado de la connivencia entre ambos sectores, y de la irresponsabilidad con la que fueron históricamente manejadas esas instituciones, mientras los fines para los que éstas fueron creadas mermaron hasta límites inadmisibles.
¿Con qué cara exigir privilegios, por ejemplo, cuando esos mismos privilegios dejaron a miles de oaxaqueños sin la atención médica que merecían; a niños enfermos de cáncer sin los tratamientos adecuados a los que sí tenían derecho; y a las clínicas y hospitales sin los insumos médicos más básicos para atender a la gente? El problema en realidad no es que a pesar de todo eso los sindicatos puedan exigir, sino que lo hacen de manera indiscriminada igual que como los sindicatos universitarios amagan con radicalidad a pesar de ser trabajadores privilegiados, frente a estudiantes vilmente precarizados.
RECHAZO CIUDADANO
Por eso mismo es que los oaxaqueños debemos ser empáticos para rechazar el egoísmo de quienes exigen vorazmente, sin considerar que por cada privilegio obtenido se le niega un derecho fundamental —educación, salud, bienestar, etcétera— a alguien que sí lo merece. La actitud de egoísmo e insensibilidad de quienes no parecen ver y considerar otra realidad más que la de sus conveniencias, le hace tanto daño a Oaxaca como quienes han tolerado la corrupción. Eso va más allá de las campañas y de los discursos fáciles que escucharemos durante estos días.