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PC y Oaxaca: ¿se preparan para ruptura de “izquierdas”?

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+ “El que sirve a dos amos”, en política, es jugar con fuego

 

Pareciera que el grupo gobernante en Oaxaca se prepara para la ruptura de las llamadas “fuerzas de izquierda”, rumbo a la elección presidencial del próximo año. Las tensiones generadas entre la militancia del Partido Convergencia, el silencio del Jefe Político al respecto, y la simultaneidad de los coqueteos con el Gobierno del Distrito Federal y la entrega de ese partido a la causa de Andrés Manuel López Obrador, así parecen dejarlo claro.

Hemos visto desde hace semanas, cómo a nivel nacional, entre la militancia del Partido Convergencia existe un fuerte enfrentamiento por el destino del partido. Una corriente, la que pugna por conservar el nombre, la identidad y la estructura partidista tal y como está, ha señalado enfáticamente que la transformación del PC responde fielmente a la pretensión de los reformistas, por entregarle “un traje a modo” a las pretensiones políticas de Andrés Manuel López Obrador.

Los reformistas, por su parte, aseguran que el cambio de Partido Convergencia a Movimiento Ciudadano, en realidad es parte de su preparación para los nuevos tiempos, y las nuevas necesidades electorales y políticas del país. Dicen, en este sentido, que la transformación va encaminada a abrir ese instituto político a las verdaderas necesidades, causas y aspiraciones de los ciudadanos sin partido, y que para eso iniciarán por replantear los órganos de dirección de ese partido y entregar la mitad de todas sus candidaturas a ciudadanos que no necesariamente sean sus militantes.

Oaxaca ha sido referencia no sólo de esta pugna actual, entre quienes acusan que se pretende entregar Convergencia a López Obrador, y quienes dicen que en realidad es para darle viabilidad y sustento ese partido, para que no esté en riesgo de perder su registro. En realidad, nuestra entidad ha sido referencial —y proveedora de fortaleza y presencia política— para Convergencia a nivel nacional, desde el momento en que aquí se estableció no como un partido morralla, sino que adquirió fortaleza con Gabino Cué, primero como Presidente Municipal de la capital, luego como Senador de la República, y finalmente como Gobernador del Estado.

La incógnita, en todo esto, radica en la posición expresa que está asumiendo el gobernador Cué como figura de liderazgo y representación del PC. A raíz del cambio de denominación y el replanteamiento de los documentos básicos de ese partido, surgió una corriente opositora encabezada por Alberto Esteva Salinas, Mario Arturo Mendoza Flores y Margarita García García. Y en la contraparte quedó la dirigencia formal de Convergencia, encabezada por Saúl Díaz Bautista, y apuntalada por Benjamín Robles Montoya.

En realidad, ambos grupos apelan a conseguir sus pretensiones, aunque de antemano la tendencia está perfectamente marcada a favor de la causa reformista. Queda claro que la corriente crítica encabezada por Esteva, Mendoza y García, pretende no sólo la permanencia de Convergencia, sino el respeto a los espacios de poder, las candidaturas y el reconocimiento político que innegablemente les corresponde. Pero Saúl Díaz obra, asimismo, claramente en función del dictado de Robles Montoya. Y éste, necesariamente, en función de lo que le ordena el Gobernador del Estado, en su calidad de Jefe Político de los convergentes. Por eso, queda claro que aún con su silencio, el gobernador Cué está claramente inclinando la balanza de su partido, a favor de López Obrador.

 

¿MENSAJES CONTRADICTORIOS?

Todo esto ocurre, aparentemente sin rompimientos. Más allá de las corrientes internas del PC que hoy están fuertemente confrontadas, el Gobierno de Oaxaca mantiene relaciones cordiales con López Obrador; asimismo, ha tratado de cuidar sus relaciones, y las ha alimentado, con la retroalimentación y los esquemas sociales que recibe del Gobierno del Distrito Federal. Parecería que, en todo esto, envía señales contrapuestas a sus aliados Marcelo Ebrard y López Obrador —que son adversarios entre sí— para tratar de no provocar rupturas con algunos de ellos.

Pareciera que, en este sentido, el gobierno de Oaxaca busca mantener vigentes sus alianzas a partir de dividir sus espacios de poder, y los alcances de su potestad, entre sus dos principales aliados, y esperar que la bifurcación de los dos proyectos políticos con rumbo a la elección presidencial, hagan todo lo demás.

En ese sentido, queda claro que no romper con López Obrador significa operar favorablemente la conversión de Convergencia en Movimiento Ciudadano, y moldearlo de tal modo que le sirva, junto con el Partido del Trabajo, como plataforma electoral para ir en busca de la elección presidencial.

Del mismo modo, queda claro que el sostenimiento de sus relaciones con el Gobierno del Distrito Federal, y los calurosos recibimientos que organiza el gobierno de Oaxaca a Marcelo Ebrard cada que visita la entidad, también tiene como objetivo “abonar” su presencia para cuando éste sea candidato presidencial. En ese sentido, la apuesta de fondo —en la que calculan que podrían salir, asimismo bien librados— parece radicar en la posibilidad de apostar a que el Gobernante de la capital del país asuma la candidatura presidencial del PRD, o incluso que éste logre una alianza con el PAN, para ir juntos por “la grande”.

Estos cálculos parecen perfectos. A simple vista podrían parecer como “la segunda fase” de un gobierno de coalición, que luego segmenta su poder para no descobijar a todos sus aliados. El problema, en este sentido, radica en que la política mexicana —y más las fácilmente radicalizables fuerzas de izquierda—, difícilmente podrían aceptar de un aliado, una ayuda parcial, condicionada o conjunta a la que éste diera a alguno de sus adversarios.

Más bien, lo que pareciera es que el gobierno de Oaxaca está jugando con fuego, y que existen muchas más posibilidades de que salga quemado, a que todos sus cálculos se materialicen de forma tan alegre como ellos prevén. Ya lo veremos. Y si no, como dice Ricardo Alemán, al tiempo.

 

¿Y EL MUNICIPIO?

De nuevo quedó claro que más allá de las aseveraciones engañosas y pretenciosas del edil Luis Ugartechea, la capital oaxaqueña no está preparada para contingencias. La tarde de ayer, luego de los primeros minutos de lluvia intensa, las alcantarillas comenzaron a expulsar aguas negras ¡en pleno Centro Histórico! ¿Así prepara la ciudad para la fiesta de los Lunes del Cerro? Que no ayude.

Contraloría: el recurso político se enfrenta a la viabilidad legal

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+ Investigación, menos ruidosa que los anuncios

 

Como recurso estrictamente mediático, y de impacto político, los anuncios sobre el hallazgo de evidencias de corrupción en la gestión previa, son de excelentes ganancias y legitimación para el gobierno en turno. Sin embargo, como medio estrictamente legal para hacer justicia y llevar a la cárcel a ex funcionarios corruptos, no parece ser tan ganancioso ni tan sencillo de manejar en el corto y mediano plazo.

Por eso, y por el efecto búmerang que todo esto puede tener, los anuncios de la Secretaría de la Contraloría del Estado, deben hacerse —y tomarse— con todas las reservas posibles, para que no termine siendo más costoso, para todos, el remedio que la enfermedad.

Ya en varias ocasiones, la secretaria de la Contraloría y Transparencia Gubernamental, Perla Woolrich Fernández, ha hecho anuncios sobre los hallazgos que la dependencia a su cargo ha realizado, en las revisiones que se hacen al último tramo de la administración del ex gobernador Ulises Ruiz Ortiz. Ayer mismo, la Contralora hizo uno más, en el que estableció que el monto del quebranto patrimonial detectado, asciende ya a más de tres mil millones de pesos, y que por él se investiga el desempeño de 32 funcionarios de la administración anterior.

Anuncios como éste, entendidos en su sentido estrictamente político, continúan respondiendo a la dinámica de legitimación del gobierno actual, y la revisión del anterior, como uno de los elementos de diferenciación y ajuste de cuentas que el electorado que votó a favor de ellos, desea ver.

Más allá de cualquier tema legal, lo que el gobierno estatal está también tratando de hacer, es establecer el parámetro común de que el régimen anterior fue corrupto, y que el actual hará justicia al respecto. En ese sentido, anuncios como éstos invariablemente se convierten en un foco de atracción para la mirada de la opinión pública, que casi por naturaleza desea ser parte de este tipo de juicios que responden a la dinámica descalificar-legitimar, respecto a los gobiernos saliente y entrante, respectivamente.

Empero, en esto el gobierno estatal debe ser cuidadoso en extremo. Esto porque si bien es cierto que hoy anuncia la investigación a una treintena de ex funcionarios —muchos de ellos de jerarquía estrictamente administrativa, y sujetos al control y la potestad de quienes podrían ser los verdaderamente responsables del quebranto— y se habla de un monto ya más o menos específico, ello no significa ni que los 32 ex funcionarios tengan necesariamente que ir a parar a prisión —y ni siquiera que enfrenten un proceso judicial—; o que los faltantes de comprobación de que se habla, vayan a ser los que finalmente resulten —luego de agotar todos los procedimientos administrativos y judiciales— como concepto de quebranto patrimonial al Estado.

Esto bien puede ser un efecto bumerang porque, como en todos los casos en los que se encuentran involucrados procedimientos jurídicos y leyes que norman tanto la actuación como la fiscalización de los servidores públicos, la revisión, la solventación, la declaración de faltantes, las declaratorias de quebranto patrimonial y los castigos a que se hacen acreedores, están todos sujetos a normas específicas que deben ser respetadas. En este sentido, la aplicación de la ley no debe verse ni como una venganza ni como un ajuste de cuentas.

¿Y todo eso qué tiene que ver? Mucho: que a partir de ahora, y más con los anuncios hechos, el gobierno estatal está obligado, en el marco del derecho, a verdaderamente comprobar que todos los montos, y todos los involucrados —de los que incluso ya dio nombres— verdaderamente tuvieron relación con los presuntos quebrantos.

Si no consigue hacerlo, legal y legítimamente, quedarán mal parados ante la ciudadanía, que seguramente ahora estará esperando que ese monto de 3 mil 787 millones de pesos, o más, sea lo declarado como quebranto patrimonial, y esos 32 ex funcionarios, o más, sean llevados a prisión.

 

LARGO TRECHO

En una visión política, y no legal, de las cosas, eso podría esperarse: que los más de 3 mil millones de pesos, hasta ahora descubiertos, como posible quebranto, fueran los que finalmente terminaran comprobándose a los 32, o más, ex funcionarios involucrados. El problema para el gobierno en estos deseos de justicia, es que ésta es menos sencilla de lo que parece. Y para verdaderamente declarar que todo eso es el saldo final a las auditorías a la administración anterior, deben agotar ciertos pasos y procedimientos que aún ni siquiera se han iniciado.

¿De qué hablamos? De que lo primero que debe ocurrir, son los procedimientos administrativos respectivos, en los que se les debe dar garantía de defensa y prueba a los señalados como responsables, para que éstos tengan oportunidad de solventar y acreditar las acusaciones de quebranto, desviación o no comprobación del destino de recursos públicos, que se les finca.

Si agotados esos procedimientos no se logra hacer una comprobación completa de los faltantes, entonces sí puede procederse a la declaratoria de quebranto patrimonial, a través de la cual se le da vista al ministerio público para que, en base a las indagatorias administrativas, se le puedan iniciar las Averiguaciones Previas correspondientes, y se establezca algún tipo de posible responsabilidad penal. Y será hasta entonces, cuando los hasta entonces involucrados, tengan que enfrentar un procedimiento que podría llevarlos a prisión, si ante los órganos jurisdiccionales no se acredita su inocencia.

Hasta donde se sabe, a los involucrados en estos posibles desfalcos, no se les ha dado oportunidad de defensa ante la Contraloría. Más bien, el claro ánimo de todo esto, es dar parte al Ministerio Público simultáneamente a como se realizan las investigaciones, para llevar a prisión lo antes posible a más ex funcionarios.

El riesgo de todo esto, se encuentra en la debilidad de los procedimientos, y la premura con que los están llevando a cabo. Y todo eso, que les redituará en el corto plazo importantes ganancias políticas, en el mediano plazo podría convertirse en el principal foco de cuestionamientos por actos de persecución política, o de uso faccioso de la justicia. Todo puede ser. Aguas.

 

¿PUEDES O NO PUEDES?

Más bien, ¿los priistas habrán ya reparado que esa frase marcó el inicio de la persecución de la que hoy son objeto? Y así cómo quieren no generar enconos internos, y proponer una “política de altura”. De risa.

Órganos Autónomos: régimen democrático en riesgo

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+ ASE, IEAIP y demás: ¿nadie entiende la estabilidad?

 

La renuncia de la auditora Superior del Estado, Rosa Lizbeth Caña Cadeza, tiene diversas lecturas que, independientemente del cargo vacante que deja y la posibilidad del régimen gobernante de impulsar para éste a un personaje acorde a sus intereses, sí debería provocar preocupación no sólo en el Poder Ejecutivo, sino también en el Congreso del Estado, por los movimientos y decisiones que están tomando, y por la forma en que éstos fortalecen o debilitan el entramado democrático de la entidad.

Aunque no lo parezca, un acto de esta magnitud está revestido de diversas implicaciones que, en el fondo, no debían llegar a la posibilidad de revelar una nueva forma de chantaje, acuerdo político, presión o colonización de los órganos autónomos, impulsada tanto desde el régimen gobernante como desde las fuerzas de oposición.

Los órganos autónomos, como bien se sabe, son una de las expresiones más recientes de la democracia y la rendición de cuentas en el Poder Público. Por eso, instancias como las Auditorías Superiores (que no gozan de autonomía plena, pero juegan un papel fundamental para la democracia), los Institutos de Acceso a la Información, las Comisiones de Derechos Humanos, y demás, tienen como parte esencial de su naturaleza política y jurídica, el no estar sometidos a los poderes del Estado, justamente para no depender ni obrar en función o a favor de ellos.

En el caso particular de Oaxaca, y haciendo una lectura puramente política sobre las posibilidades de esta decisión, bien podría significar, primero, que —como se denunciaba desde hace tiempo—desde el gobierno estatal se buscó ejercer presión sobre los titulares de esos órganos, para que “voluntariamente” dejaran sus cargos, y dieran paso a personajes afines a los “nuevos tiempos” políticos, y el actual régimen gobernante en la entidad.

En una segunda lectura, una renuncia como la de la ahora ex auditora Caña Cadeza, bien podría ser parte de los “acuerdos” internos tomados entre las fracciones legislativas (oficialistas y opositoras) junto con el gobierno estatal, desde el momento en que se consensó la reforma constitucional que fue aprobada el pasado mes de abril.

Sólo que, en este caso, sería fundamental que la fracción priista en el Congreso del Estado, explicara detalladamente a cambio de qué habría pactado no oponerse a que los titulares de los órganos autónomos (impulsados por el régimen de gobierno del que también emanaron ellos) dejaran sus cargos voluntariamente o bajo presión, y qué beneficio traería esto no a ellos, al gobierno o a los grupos de poder, sino a la rendición de cuentas y a la reputación democrática de nuestro Estado.

Una tercer lectura, incluso, podría revelar la posibilidad de que pudiera haber existido ya un acuerdo de alto nivel entre cúpulas de poder (es decir, entre el actual régimen, y el anterior) para ceder mutuamente en ciertos temas (como ciertas órdenes de aprehensión que se preparan en contra de ex funcionarios, auditorías o cuestiones de ese tipo), a cambio de que aquellos “entregaran” ciertos espacios públicos que aún se encontraban en sus manos.

De ser correcta esta lectura, entonces tendrían coherencia, como hechos de algún modo concatenados, tanto la renuncia de la Auditora Superior del Estado (y la “filtración” de que próximamente se renovarán también las titularidades de otros órganos autónomos), como las aseveraciones hechas por funcionarios estatales, en el sentido de que no existen órdenes de aprehensión libradas, o de que las auditorías aún llevan poco avance y que tardarán aún tiempo en culminarse, cuando apenas dos días antes, filtraciones a la prensa aseguraban  que se había ejercido ya acción penal contra varios funcionarios de la administración estatal anterior.

 

¿Y LA DEMOCRACIA?

En un escenario como el actual, caben y encajan perfectamente como posibles, todas las lecturas que puedan darse a un hecho como éste. Sin embargo, y más allá de los meros aspectos materiales, queda claro que esto también puede significar tanto un escollo, como una verdadera oportunidad para la democracia que, en una entidad como la nuestra, es urgente reforzar y dotar de credibilidad.

En este sentido, una de las características fundamentales de los órganos autónomos es que sus funcionarios deben gozar de ciertas garantías de estabilidad laboral. Es decir, actuar libremente acotando y fiscalizando al poder público, justamente por tener la certeza de que su periodo como empleado público no se encuentra sujeto a los vaivenes políticos, ni a la voluntad del gobernante, ni a las funciones de un régimen de gobierno.

Esa es una base esencial, que luego se refuerza con el hecho de que los periodos de trabajo de los funcionarios de los órganos autónomos, son generalmente distintos en lapsos de tiempo (un nombramiento de siete, nueve o quince años, por ejemplo), y nunca empatados a los cambios de gobierno.

Es decir, que siempre a un gobernante le corresponderá hacer la renovación parcial del órgano (es decir, de uno o varios de sus integrantes, pero no todos), pero de siempre, de todos modos, ese gobernante deberá coexistir cierto tiempo con esos integrantes de los órganos autónomos que fueron nombrados durante el tiempo de sus sucesores, independientemente de la procedencia de unos y otros.

Frente a todo esto, ¿qué justificación democrática puede tener, para los actuales Poderes Ejecutivo y Legislativo del Estado, el hecho de que al arranque del gobierno los empleados de los órganos autónomos comiencen a renunciar “voluntariamente”, y que todo esto tenga como telón de fondo (y sospecha), la posibilidad de que hubieren sido presionados por el régimen gobernante para dejar sus cargos?

Frente a todo esto, la línea real de sostenimiento de la dignidad democrática del régimen gobernante, de la Legislatura, y de la democracia misma que se ejerce en Oaxaca, es muy delgada. Todos los actores políticos deben hallar las rutas correctas, y decorosas, para cumplir con sus fines sin dañar aún más, y provocar cuestionamientos más serios, a esta serie de movimientos que de por sí ya ponen en mal la vocación democrática de quienes nos gobiernan.

 

HERENCIA

¿Que en la ASE sólo operará el escalafón para sustituir a la auditora Caña? ¿Será que esto es posible? Debían revisarse con cierto detalle los parentescos entre los posibles beneficiarios, y quienes tomarán la decisión al respecto. Tal “acuerdo” podría agravar aún más toda esta abolladura a la democracia.

Senado: que digan para qué quieren llegar

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+ Abundan políticos sin propuesta ni control

 

En función de los resultados de los comicios del pasado 3 de julio, en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, muchos creen éstos fueron una previsión de los resultados de la elección presidencial del año próximo, y otros más se aprestan a buscar la forma de enlistarse como candidatos a diputado federal o senadores. Queda claro, sin embargo, que tan equivocados están unos como los otros; y que, en realidad, más allá de su mero trabajo electoral, todos aquellos que aspiran a un cargo deberían explicar detalladamente a la ciudadanía para qué quieren hacerlo, y qué beneficio le reportarían al interés público con eso.

Vayamos por partes. En primer término, es un claro error considerar que la elección del Estado de México fue una perspectiva clara de lo que será la elección presidencial del año próximo. En este sentido, y a pesar del amplio margen con el que Erivel Ávila Villegas ganó la elección el pasado domingo, queda claro que esto ocurrió no por las bondades del candidato ni tampoco por la magia electoral de los alquimistas, sino más bien por el férreo control, y el trabajo político-electoral constante y continuo que el gobierno priista de aquella entidad, ha desarrollado en los últimos cinco años.

Todo esto, además, se combinó con dos factores fundamentales: primero, la resistencia de las fuerzas políticas de derecha e izquierdas a la posibilidad de entablar una alianza que fortaleciera los alcances políticos de la oposición mexiquense; y segundo, la debilidad propia de los respectivos candidatos a Gobernador por el Partido Acción Nacional y por las llamadas “fuerzas de izquierda”.

En ese sentido, hoy es improbable saber si hubieran ganado, de haber ido juntos en alianza. Sin embargo, lo que sí queda claro es que las insuficiencias propias tanto de Alejandro Encinas Rodríguez, como de Luis Felipe Bravo Mena, fueron lo suficientemente importantes como para impedirles que incrementaran sus respectivos márgenes de votación, y remontaran el escollo que significaba el hecho de que las fuerzas opositoras fueran separadas.

No obstante lo anterior, queda claro que México no es el Estado de México; que el PRI nacional no es el gobierno de Enrique Peña Nieto; que —nos guste o no— el gobierno federal no es la oposición endeble que existe en la entidad mexiquense; y que —del mismo modo, nos guste o no, lo aceptemos o no— tampoco el presidente Felipe Calderón es Bravo Mena, ni Andrés Manuel López Obrador es Alejandro Encinas.

A partir de ello, podemos comprender que la elección del Estado de México poco o nada tendrá que ver con la elección federal del año próximo. Dentro de sus factores internos, Peña Nieto ganó este proceso electoral con un amplísimo margen, debido a que tenía todos los hilos de poder en las manos, tenía un orden estricto en su esquema de trabajo, y había antes neutralizado cualquier disputa al interior de su partido.

No obstante, no existe certeza de que pueda lograr lo mismo con el priismo de todas las entidades federativas, y mucho menos podrá tener el control de todo lo que se haga, y de los posibles errores que se cometan (para tratar de evitarlos, de corregirlos, o de controlar de buen modo los daños).

Algo similar ocurre con sus opositores. Electoralmente hablando, el PRI tiene un control milimétrico en el Estado de México. Sin embargo, el gobierno nacional está en otras manos, y con ello también muchas de las posibilidades para replicar ese control preciso. Más bien, ha sido desde las trincheras gubernamentales —a través de programas sociales, recursos, personal y demás— que el PAN ha construido sus atípicas victorias electorales en los procesos decisivos.

Parece claro que, en ese sentido, poco o nada pudieron hacer en el Estado de México, porque ahí todo el control, avasallante, ya estaba en manos de un tricolor que nunca aflojó el paso. Aunque ello no significa que algo similar pueda ocurrir el próximo año.

 

SENADO, ¿PARA QUÉ?

Ahora bien, más de un priista en Oaxaca —y quizá así existen varios en todo el país—, que creen que por haber participado en la campaña electoral del Estado de México, y haberse subido a un carro de la victoria que estaba perfectamente fabricado mucho antes de ellos, ahora tienen derecho a convertirse en candidatos a diputados federales o senadores en los comicios de 2012.

Sin embargo, queda claro que mientras no muestren algo más que sus simples credenciales como operadores electorales, seguirán pareciendo unos simples oportunistas del poder, que ven sólo el cargo por el cargo, y por sus intereses, pero no como una verdadera oportunidad para servir y hacer algo por los ciudadanos que representan.

El asunto no es menor. Uno de los más graves problemas que tiene la democracia en nuestro país, es justamente que la gran mayoría de los políticos no tiene causas. Es decir, que buscan o acceden al poder, porque lo ven como una forma de satisfacer sus ambiciones, frivolidad, o ánimos de detentar el poder o de ser adulados; pero más allá de eso, desconocen o tienen poco interés en verdaderamente hacer algo positivo por las necesidades de la gente; por atender los problemas nacionales, o por defender alguna cuestión en particular que sea asimismo de interés público.

¿De qué nos sirve tener como diputados federales o senadores a “brillantes” operadores electorales, cuando estos son una pifia como representantes populares? ¿De qué nos sirve tenerlos, cuando su desempeño legislativo es pobre e intrascendente para el verdadero interés público? ¿De qué nos sirve tenerlos, cuando éstos están más dedicados a “hacer patria” denostando a sus adversarios, y yendo de elección en elección tratando de colgarse triunfos que, además, no les corresponden?

Todo esto debían responderlo con verdadera pulcritud todos aquellos que “ya se ven” como candidatos a senadores en Oaxaca. ¿Qué causa tienen, o qué ofrecen a los electores, más allá de la satisfacción de sus propias ambiciones de poder?

 

¿QUÉ BUSCAN?

Eso deben responderlo todos a quienes ya sueñan con el 2012, y particularmente los diputados federales del PRI por Oaxaca —más, aquellos imprudentes y acelerados que ya andan promoviendo a sus pares como posibles candidatos, y quienes ya andan en abierta campaña por conseguir la postulación. Para no quedar como oportunistas, que digan para qué quieren ser, y qué causas o proyectos de interés general defenderán como legisladores.

IEEPC: del escollo inicial, a la vicisitud real

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+ Replantear trabajo y política del Legislativo

 

Ahora que la Sala Superior del Poder Judicial de la Federación ya confirmó la legalidad de la elección del Consejero Presidente, y los Consejeros Ciudadanos del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (IEEPC), es momento de que, ahora sí y con urgencia, tanto éstos como el Poder Legislativo de Oaxaca hagan un verdadero replanteamiento tanto de las formas políticas con las que toman decisiones, como de la eficacia que demuestran. Queda claro que aún con los visos de legalidad, nada bueno les traerá continuar con sendas rutas de trabajo y acuerdo, como las que han demostrado hasta ahora.

En el caso del IEEPC, de algún modo quedó claro que tanto el titular, Alberto Alonso Criollo, como los consejeros, comprendieron desde el primer momento que habían llegado al órgano electoral afectados por un cuestionamiento de origen. Posiblemente por eso, han tratado en todo momento de mantener el perfil más bajo posible en cuanto a sus actuaciones personales, aunque eso no ha sido coronado con algo que se pueda considerar como un trabajo verdaderamente eficiente en cuanto a la resolución de los conflictos postelectorales, que tanta inestabilidad le han traído a nuestra entidad.

Y es que en realidad, esa vicisitud de origen parece nada respecto a otros asuntos de los que sí son responsables, y que en modo alguno alcanzan justificación en otras cuestiones que no sean su propio y real desempeño, y los alcances y la fuerza que puedan tener sus determinaciones como órgano electoral. En los haberes del Instituto en estos últimos meses respecto a conflictos políticos entre comunidades derivados de asuntos postelectorales, se cuentan ya varios temas que han dejado no sólo una estela de inestabilidad, sino también personas muertas y heridas.

Esto porque, aun cuando es cierto que hechos como el de Santiago Choapam (una emboscada que dejó alrededor de una decena de muertos, ocurrida en mayo pasado en esa comunidad) en cuanto a su resultado no son sólo responsabilidad del IEEPC, sino también del gobierno estatal que no procuró las condiciones de seguridad necesarias —y tampoco ha hecho justicia—, lo cierto es que sí debe ser labor urgente del órgano electoral, por ejemplo, dar la viabilidad necesaria al sistema electoral por usos y costumbres, que se ve de por sí amenazado por la voracidad de los partidos políticos, y que recientemente ha sido duramente torpedeado por quienes, codiciosamente, desean que los pueblos y comunidades indígenas de Oaxaca abandonen ese sistema y se adhieran al régimen de partidos políticos para elegir a sus autoridades.

Del mismo modo, si el cuestionamiento inicial lastimó de fondo al Instituto y sus integrantes, éstos debieron haber demostrado desde el primer momento la prestancia y eficacia necesaria para demostrar, en base a hechos, que tenían la capacidad y la experiencia suficiente como para enfrentar los retos que tenían enfrente.

Lamentablemente, hoy sus propios errores y deficiencias los han lastimado tanto o más que todo aquel cuestionamiento que inicialmente se les hizo por la legalidad de su elección. Eso debiera preocuparles más, ya que independientemente de cualquier argumento respecto a su legalidad, queda claro que en una democracia real, un órgano como el electoral basa su fuerza y autoridad precisamente en la legitimidad que ostentan. Y aunque la legitimidad inicial ya la demostraron con el fallo del Tribunal Electoral, lo cierto es que les falta, y mucho, por demostrar que tienen la capacidad para desempeñar la responsabilidad conferida, y con ello hacerse de la legitimidad que tanta falta les hace.

 

PODER DESLEGITIMADO

Pero además, queda claro que independientemente del sentido en que hubiera fallado el TEPJF, de todos modos el Congreso del Estado debía bajar de las alturas, y dedicarse a hacer un examen autocrítico de los embrollos en que mete a la ya de por sí incipiente y endeble democracia de Oaxaca. ¿Por qué?

Porque si sigue tomando decisiones del modo en que trató de integrar al IEEPC, y finalmente lo logró, queda claro que hará mucho, y servirá muy bien a sus intereses, pero no hará absolutamente nada a favor de la democracia.

Esto porque aun teniendo en las manos el fallo sobre la legalidad de la elección de Consejeros de ese Instituto, de todos modos queda como telón de fondo el auténtico desastre que, todos juntos, provocaron los diputados por aferrarse a satisfacer sus intereses (y los del Gobierno del Estado, de los partidos políticos representados, e incluso de los grupos de poder que controlan a las fracciones), antes que verdaderamente velar porque la democracia electoral de la entidad tuviera un verdadero árbitro, legitimado y fuerte, que por esas solas razones tuviera la capacidad para hacer valer firmemente sus determinaciones.

En este sentido, aún con la victoria en tribunales, quedará para la historia que tanto el gobierno como los partidos y las fracciones parlamentarias “del cambio”, eligieron a los Consejeros del IEE a través de un manotazo; que lo hicieron avasallando a sus competidores; que agentes del gobierno estatal estaban prestos en el Recinto Legislativo para entregar camionetas Toyota de lujo a los legisladores a cambio de su voto.

Y que finalmente todos los factores negativos (el entreguismo de unos, el abuso de los otros, y la apariencia de “democracia” que hicieron todos) se conjuntaron para dar como resultado una elección polémica y cuestionada, que en el fondo les significó una ganancia pírrica porque los grandes perdedores fueron el propio Instituto Estatal Electoral con los cuestionamientos, y la democracia ante la falta de un árbitro fuerte.

Sería deseable que, al menos en privado, los legisladores tuvieran este momento de autocrítica. Es poco o nada probable, porque para ellos la política y el acuerdo son sinónimo de cochupo y torcimiento de la ley, si es que con ello se logra un acuerdo o se satisface el interés del Jefe Político. Sin embargo, de seguir como van, seguramente pasarán a la historia pero no como la Legislatura reformista, sino como la que desmoronó lo que tanto hicieron por construir los ciudadanos con su voto.

 

POLÍTICA HUECA

Todos aquellos que ya se proclaman candidatos a senadores, lo hacen en base a un simple trabajo de estructuras electorales, en una elección que estaba previamente definida. Más allá de eso, ¿qué proyecto tienen o qué buscarían para Oaxaca desde la Cámara alta? Que expliquen. Abundaremos.

Tenencia: derogación sin reforma fiscal= demagogia

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+ Federación y estados sólo rodean boquete financiero

 

Como si fuera una disposición nueva, o que verdaderamente resolviera tanto los problemas económicos tanto de la federación, como de las entidades federativas y de los particulares, hace dos días el presidente Felipe Calderón anunció el fin del pago del impuesto sobre tenencia y uso de vehículos, a partir del año 2012. Esta noticia, que sin duda es bienvenida por los contribuyentes, en realidad no equivale sino a otro más de los “reenvíos” que se hacen entre ámbitos de gobierno, de un problema mayor que en el fondo nadie se atreve a resolver.

¿Por qué decir que el anuncio presidencial sobre el fin del impuesto a la tenencia, es un acto claramente populista y demagógico? En primer término, porque la ley federal que soporta dicho impuesto está abrogada por el Congreso de la Unión desde el año 2007; aún con esto, su cobro continúa ocurriendo porque en uno de los artículos transitorios se establece que dicha abrogación se hará vigente a partir del 1 de enero de 2012.

Por esa razón inicial, el anuncio presidencial no es, en realidad, sino un mero recordatorio de una decisión que fue tomada hace cinco años no sólo por su gobierno, sino también por el Poder Legislativo. Incluso, cuando el año pasado diversas fracciones parlamentarias federales pretendieron impulsar un acuerdo para adelantar la abrogación de la Ley del Impuesto sobre la Tenencia y Uso de Vehículos, y poner fin al cobro de la contribución, fue el propio gobierno federal quien se opuso de manera tajante, y aseguró que éste se cobraba no sólo por la necesidad económica, sino que era también un “impuesto verde” para desalentar el uso del vehículo de motor, y la emisión de contaminantes.

Sin embargo, más allá de los “anuncios” que no son sino meros recordatorios, queda claro que esta decisión es demagógica por algunas otras razones, no sólo compartidas por el gobierno federal y los de las entidades federativas, sino también por la ciudadanía. Esto porque a la par de que los particulares siempre tenemos una resistencia natural al pago de más impuestos, tanto los gobiernos estatales como el federal se han negado —por el miedo a los costos políticos que implica una decisión de esa magnitud— a entrar a un proceso real para generar una reforma fiscal que solvente los faltantes que generan la desaparición de impuestos como este.

Actualmente, la Federación no parece tener mayores complicaciones para derogar dicho impuesto. Esto porque aún cuando el impuesto sobre la tenencia de vehículos es de carácter federal, desde hace años dichos ingresos dejaron de ser percibidos en las arcas federales, y pasaron a ser de beneficio para las entidades federativas. Por eso, junto con la desaparición de ese impuesto federal, los gobiernos estatales quedaron en posibilidad de reimplantarlo pero ahora como un gravamen de carácter local, o de simplemente desaparecerlo.

No obstante, más allá de los efectos políticos, y la alta rentabilidad electoral, que tiene la decisión de eliminar dicho impuesto, hoy sigue siendo una pregunta sin respuesta —sustentable— la relativa a qué ruta debe seguir un gobierno estatal para recuperar, a través de otros impuestos, los ingresos que deja de percibir por el cobro de la tenencia.

Queda claro que existen gobiernos estatales que tienen niveles importantes de captación de ingresos por impuestos propios, y que gracias a ello podrían tener menos dependencia de la captación de recursos económicos por impuestos vehiculares. Sólo que eso ni ocurre en todos los estados de la República, y mucho menos existe entidad alguna en México que pueda jactarse de no necesitar ese dinero, o de haber encontrado la fórmula para compensar la caída de su recaudación fiscal.

 

¿PIEDRA FILOSOFAL?

Frente a todo esto, el problema radica no sólo en que nadie haya podido encontrar una fórmula real para compensar la captación perdida por el fin de la tenencia —cual piedra filosofal, que permitiera fabricar oro a partir de metales comunes—, sino en que ni siquiera ha habido esfera de gobierno, grupo de poder, o gobernante, que haya decidido entrar formalmente a la búsqueda de esa posibilidad.

Hoy, los particulares podemos alegrarnos, relativamente, por el fin de la tenencia… aunque más allá de eso todos los problemas sigan tal y como siempre. El gobierno federal se lavó las manos del problema, porque en realidad el fin de la tenencia no lastima a éste, sino a los gobiernos de las entidades federativas.

Éstas, a su vez, —como en Oaxaca— pueden o cobrar un impuesto, que por ya no ser homogéneo en todo el país, ya no es práctico ni viable en su cobro coercible a la población; o dejar de hacerlo a costa de también dejar de percibir recursos frescos, y por tanto deprimir el nivel de los servicios públicos que presta —o de plano prescindir de los que ya no considere estrictamente indispensables para la población—, o incrementar paulatinamente sus niveles de endeudamiento para compensar el quebranto.

¿Qué hacer entonces? En cualquiera de los casos, en lo que todas las fuerzas, facciones y partidos debieran estar preocupados, es en generar un proceso de reforma fiscal que fuera más real y con posibilidades de ser consensados. El de la tenencia, es apenas un problema menor frente a otras contrariedades que enfrenta el país por los bajos niveles de captación de recursos por concepto de impuestos.

El problema, en todo esto, es que todos invierten más tiempo en resistirse, en buscar soluciones meramente dilatorias, o en torear un problema que es real, antes que en buscar verdaderas soluciones y consensos que pongan fin a estas contrariedades.

Todos, en general, deberíamos ir abandonando la proclividad a lo fácil y al cortoplacismo. En entidades como Oaxaca se debían idea formas prácticas de obtener recursos que compensen el cobro de la tenencia —porque ante las facilidades de otras entidades, cada vez menos personas la pagarán aquí—; y en otros estados se debía actuar con más responsabilidad para evitar el colapso de sus finanzas en un periodo relativamente corto de tiempo. Aunque esto más bien se asemeja a los llamados a misa, ¿algún día se preocuparán?

 

IEEPC, EN VILO

Hoy resolverá el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, las impugnaciones presentadas por la elección de Consejeros del IEEPC. Todos se dicen ganadores, y respetuosos de la justicia federal. Ojalá que después del fallo, todos sigan diciendo lo mismo.

Oaxaca y Edomex: los contrastes del ajuste político

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+ Operación: perfeccionan el cómo; deprimen el qué

 

Una elección no se gana sólo en las urnas. Más bien, un triunfo electoral se construye a partir de diversos factores que arrancan con la actuación del propio gobernante, y con el proceso para elegir al sucesor. Al no existir titubeos ni rompimientos en esos dos factores, se tienen ya ganados dos elementos que son fundamentales para todo proceso comicial: uno es el del cálculo preciso sobre lo que se puede y no se puede hacer desde el poder; y el otro, es la unidad real de todos los factores internos del partido postulante.

Todo eso pareció quedar perfectamente claro en la elección de gobernador en el Estado de México, que se resolvió el pasado domingo. En este caso, quedó perfectamente claro que el resultado positivo no fue producto de la operación política, e incluso ni del carisma o el arrastre ciudadano de su candidato electoral. Todo fue consecuencia del orden y la prudencia que tuvo el gobernante en turno (el gobernador Enrique Peña Nieto) tanto para hacer el cálculo del valor de su capital político, como para generar las verdaderas condiciones de unidad dentro de su partido. Veamos si no.

La operación electoral en el Estado de México no fue distinta a la que lleva a cabo el priismo en todas las entidades del país en las que gobierna, o en las que tiene presencia. Independientemente de sus capacidades de movilización el día de los comicios, el priismo está acostumbrado a los actos multitudinarios, al ruteo de zonas, y a la operación electoral que aún tiene innumerables resabios de las campañas políticas tradicionales. Pretenden ganar siempre con “músculo” y con la generación de percepciones de fortaleza, que luego complementan con la operación quirúrgica el día de los comicios.

Junto a ello, queda claro que el candidato priista tampoco era impactante. Lejos de la aceptación fanática, disciplinada o militante que tienen muchos simpatizantes o miembros del PRI por su abanderado —y que lo llevan al auténtico endiosamiento o magnificación de sus virtudes—, queda claro que Eruviel Ávila es un candidato promedio. Es decir, no tiene grandes escollos, pero tampoco grandes virtudes. Actúa, habla y propone tal y como lo marca “el librito” de la política eficaz. Pero no tiene los grandes elementos de empuje que necesitaría un verdadero líder arrasador.

Ahora bien, ¿si la operación y electoral y el candidato a Gobernador son elementos promedio de cualquier elección —es decir, son lo mínimo que dispondría un gobernante que desea repetir en el poder a través de los suyos—, entonces qué fue lo que construyó ese triunfo de más de 40 puntos de ventaja para el priismo en el Estado de México? Queda claro que lo construyó su Gobernante, estableciendo reglas claras e inamovibles del juego, tendientes no a buscar algo en pro o en contra del interés o del bienestar general, sino a conseguir la conservación del poder.

Una parte importante del resultado electoral se construyó a partir no de una actuación moralmente aceptada del gobernador Peña Nieto, o de su impecable ejercicio como gobernante; más bien, construyó el triunfo electoral tomando las decisiones estratégicas para que la mayoría del electorado lo aceptara y decidiera votar por él.

Por eso, aunque su administración está llena de cuestionamientos, él abonó sobremanera su imagen en medios, decidió casarse con una estrella de telenovelas, cuidó al máximo su gestión de los escándalos, e incluso ponderó la unidad dentro de su partido sobre la posibilidad de imponer al posible candidato que personalmente era su favorito.

Todas esas decisiones, en conjunto, explican por qué Eruviel Ávila ganó los comicios con más de 40 puntos de ventaja. Empero, eso mismo también explica por qué en otros escenarios —como Oaxaca— en los que aparentemente el PRI tenía todos los hilos del poder en las manos, ocurrieron sendas derrotas que le costaron no sólo el poder a los grupos, sino también márgenes importantísimos de votos que ahora debe remontar nacionalmente el priismo si es que quiere ganar los comicios presidenciales del año próximo.

CASO OAXACA

Prácticamente todas las que fueron virtudes para el priismo en la elección de Gobernador en el Estado de México, en Oaxaca fueron defectos. Aquí, el año pasado, el gobernante en turno (el gobernador Ulises Ruiz) perdió la dimensión de los alcances del capital electoral de su partido, y creyó que imponiendo hasta a un pato como candidato —su favorito, y el que más le convenía a él—, éste podría ganar por obra y magia de las estructuras electorales.

Si en el Estado de México se cuidó sobremanera el no involucramiento en escándalos públicos al gobierno estatal, y se privilegió la unidad real dentro del partido —además de generar una imagen pública verdaderamente atractiva para los electores—, aquí ocurrió todo lo contrario.

Y es que en Oaxaca, el gobernante y la administración pasada, estuvieron involucrados en todo tipo de escándalos por su evidente proclividad a la corrupción, la frivolidad y los excesos; el proceso para elegir a su candidato a gobernador dejó agraviados a todos los participantes; la campaña electoral fue un ejemplo de derroche, falta de compromiso y descoordinación interna. Y creyeron que aún así podían alzarse con el triunfo, gracias a un electorado acrítico que, según ellos, pasaría por alto todos sus excesos y desprestigios, y de nuevo volvería a votar por ellos.

Tal parece que en el Estado de México tomaron las lecciones que dejaron otros procesos electorales del país en los que el tricolor, y los procesaron adecuadamente para no cometer los mismos errores. Y por eso, queda claro que si el resultado adverso de los comicios del año pasado en Oaxaca no fue sólo culpa del candidato Eviel Pérez Magaña, en este caso la victoria tampoco puede ser adjudicada del todo —y acaso, ni siquiera en un porcentaje importante— a las virtudes del abanderado priista del Estado de México, o a la “operación electoral” de quienes, protagónicos, hoy pretenden colgarse milagritos que en ningún sentido les corresponden.

DISIMULO

Queda claro, por último, que los buenos cálculos del gobernador Peña Nieto no significan, necesariamente, un beneficio para el país. Su triunfo fue concebido gracias a la alianza de poderes fácticos, cálculo político, y suma de factores. ¿Creen que será la panacea para 2012? Sólo vean sus alianzas, y la situación en que dejará al Estado de México. Ahí estará la clave de todo.

GCM: Un año después, el choque con la realidad

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+ ¿Cómo diferenciarse de regímenes del pasado?

 

Ha pasado un año desde los comicios locales en los que Gabino Cué Monteagudo se alzó con la victoria, en la disputa por la gubernatura del Estado. Ha pasado un año en el que se logró una transmisión de poderes relativamente civilizada y pacífica, pero en el que aún no parece encontrarse la fórmula para resolver los dos retos que, al inicio, son fundamentales de todo gobierno de alternancia: primero, cómo diferenciarse —para bien— de sus antecesores; y segundo, cómo controlar la expectativa ciudadana, pero a la vez dar respuesta moderada a los cambios radicales que ésta exige.

Sin duda, por sí mismo el triunfo de los partidos de oposición marcó un episodio fundamental para la historia reciente de nuestra entidad. Históricamente, en el ámbito nacional Oaxaca era considerada como uno de los bastiones del Partido Revolucionario Institucional, que en cada proceso electoral era capaz de aportar una cantidad importantísima de votos, que servían para abonar los proyectos políticos del otrora partido oficial.

En el ámbito estatal, y hasta hace muy poco tiempo, el priismo era capaz de arrasar también en los procesos electorales, y llevar al poder (gubernatura, diputaciones y alcaldías) a la gran mayoría de los personajes que eran postulados por el grupo y partido gobernantes. Sólo en función de ello, la posibilidad del triunfo opositor parece ser un paso importante para toda democracia funcional, independientemente del buen o mal proyecto de gobierno que planteen tanto el oficialismo hegemónico, como la oposición pujante.

Todo esto es importante de ser tomado en cuenta, no obstante que también hoy resulta ser un simple dato que queda para la historia, pero que no es fundamental para el momento actual. La historia de la hazaña electoral se acaba justamente en el momento del triunfo. Y de ahí para delante todo debe verse en función de las decisiones, de la eficiencia y eficacia de los hombres del poder, y de la capacidad que éstos tengan para replantear funcionalmente la administración pública.

En este sentido, nadie regatea las hazañas sobre la larga batalla política que dio, durante casi una década, el ahora gobernador Cué Monteagudo; del mismo modo, nadie tiene la calidad o los méritos suficientes, para regatear algo del histórico triunfo electoral obtenido hace exactamente un año por la coalición opositora. No obstante, para los efectos prácticos del presente, nada de eso resulta ser importante, porque hoy es innecesario hablar de las glorias del pasado, cuando éstas no sirven para fundamentar los grandes proyectos del presente.

Hasta ahora, queda claro que tanto en su etapa de gobierno electo, como ahora ya de régimen constitucional de gobierno, la administración estatal ha tenido serios problemas para verdaderamente poder replantear las inercias del pasado, y para romper con los esquemas por los que justamente la ciudadanía se hartó del priismo hegemónico y votó mayoritariamente por un cambio.

El problema, en todo esto, es que el desencanto social, y eventualmente el abierto rechazo de la ciudadanía, irán creciendo proporcionalmente al tiempo y las dificultades que sigan encontrando los funcionarios actuales para cumplir con las expectativas, los objetivos y el proyecto de gobierno que haya definido el gobernador Cué Monteagudo al arranque de su administración.

 

FÓRMULA PERDIDA

No parece una tarea complicada la de buscar la forma de diferenciarse positivamente del régimen anterior. Desde cuestiones tan banales como los excesos en las custodias, la fanfarronería y la altanería, e incluso el derroche de frivolidades o alardes de abundancia, hasta la demostración precisa de eficacia en las tareas recomendadas, eran un buen inicio para marcar diferencia entre un gobierno y otro.

Algunas de esas cuestiones las lograron a un inicio. Sin embargo, queda claro que el trecho es mucho más largo, y varios funcionarios de la administración estatal han tenido serios problemas para seguir alimentando la necesidad de diferenciación a partir de la demostración de eficiencia y eficacia en las tareas encomendadas.

Debería preocupar sobremanera a los funcionarios de la administración actual, que luego de que ha pasado ya más de medio ejercicio anual aún se siga anunciando el arranque de la obra pública. En ese sentido, sobran las justificaciones o las acusaciones de corrupción en el pasado.

No arrancar la obra equivale a mantener paralizada la economía estatal, y demostrar que la inexperiencia o la ineficacia tienen un alto costo no sólo para los funcionarios o el régimen que es cuestionado, sino también para todos aquellos que directa o indirectamente sobreviven a partir del funcionamiento de la maquinaria transformadora que se impulsa desde el gobierno estatal.

Otro rasgo importante: este gobierno creó nuevas dependencias y coordinaciones, a las cuales no se les ha visto trabajo articulado ni resultados tangibles: ¿De verdad era necesario tener más burocracia? El problema es que los resultados de todo eso no pueden ser percibidos por la ciudadanía. De nada sirve que se le cambie el nombre a las Secretarías, o se decrete la creación de nuevas instancias, si éstas no alcanzan a aportar lo suficiente para generar por lo menos las percepciones que la ciudadanía espera.

Los ajustes debían hacerse con urgencia, antes de que el inmovilismo y la resistencia a ajustar hagan más costosos estos fallos. Aunque no lo parezca, el Primer Informe de Gobierno ya se acerca, y los funcionarios eficientes e ineficientes deberían comenzar a preguntarse qué se va a informar a la ciudadanía y a los otros poderes, si no ha existido la capacidad de establecer los parámetros mínimos que la ciudadanía esperaba de un gobierno de alternancia.

Frente a todo esto, los dichos sobre logros “históricos” o “acuerdos inéditos” deberían ocupar menos espacio en la conciencia y léxico de quienes gobiernan, para pasar a las demostraciones contundentes de evolución y eficacia. Eso, y no más machaconerías sobre el pasado, es lo que espera y demanda la ciudadanía.

 

OPOSICIÓN ANÁRQUICA

Bonitos se ven los tricolores endureciendo las patadas y los golpes bajos que se profieren en su ruta al Senado. Debían preocuparse más por los asuntos públicos, y menos por sus grillas internas. Finalmente la ruta no es sencilla y las definiciones no van a partir de ellos. Por eso mismo, debían preocuparse más por Oaxaca y menos por sus intereses facciosos. Abundaremos.

2 de Julio: ya nadie se acuerda del “cambio”

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+ Fox, Calderón y oposición, juntos en el fiasco

 

Si otra fuera nuestra historia, hoy sería un día de fiesta para México. Hace once años —y quizá sea el último que conmemoremos de este modo— ocurrió el “histórico triunfo” de la oposición que sacó al Partido Revolucionario Institucional del poder federal.

El 2 de julio del año 2000, el candidato del PAN a la presidencia de la República, Vicente Fox Quesada, ganó las elecciones presidenciales por un amplio margen. Contrario a como había ocurrido en diversos países del orbe en sus procesos de desmantelamiento de los regímenes autoritarios y/o hegemónicos, aquí la alternancia llegó luego de un proceso electoral competido, en el que relativamente hubo una amplia participación democrática de la ciudadanía, y que finalmente se coronó con una transmisión de poderes pacífica e institucional, para dar paso al inicio de gobierno de un hombre legitimado y respaldado por la mayoría de la población. Teniendo un escenario así, podría parecer que ese sería el principio de una historia importante —y hasta “gloriosa”— para un país que desea democracia y un mejor porvenir. Podría haber pasado eso en cualquier otra nación… menos en México.

Aquí, en el año 2000, parecería que hubo las condiciones perfectas no sólo para la alternancia de partidos en el poder, sino también para el proceso de transición que pudo haberse esperado. El candidato ganador de las elecciones presidenciales arribó a la Presidencia rodeado de un amplio respaldo popular; tenía un bono democrático altísimo, que en sí mismo se convertía en una fuerza de empuje importante frente a todas las demás fuerzas políticas para consensar y llegar a acuerdos.

Si bien no contaban con mayoría absoluta, sí había también una presencia importante del ahora partido gobernante en las cámaras que integraban el Poder Legislativo. Y sobre todo había llegado al gobierno con un ánimo reformador que era bien visto por la ciudadanía, y era necesario para dar viabilidad tanto al gobierno como a los procesos de estabilidad, desarrollo y crecimiento que eran necesarios para el país. Y por si fuera poco, sus principales opositores llegaban a ese escenario cargando una losa de falta de credibilidad que en sí misma desacreditaba sus proyectos y dichos de oposición al poder.

Ese era, a grandes rasgos el escenario del presidente Vicente Fox Quesada. Llegó al poder el 1 de diciembre del año 2000, y a partir de entonces comenzó a dilapidar el poder que le había sido conferido. Su gobierno fue errático, dilapidador del bono democrático, y carente de un sentido propio de lo que debía ser tanto la transición democrática como el encaminamiento de los nuevos procesos, reformas e instituciones que eran necesarios para el fortalecimiento del país.

El gobierno foxista fue siempre calificado como desastroso. Y no era para menos. Buena parte de la expectativa ciudadana se diluyó por culpa de los errores y excesos de un gobierno que quiso administrar al país como si fuera una empresa a partir de un mal gerente. No obstante, y aunque es una carga que a nadie le gusta que se la achaquen, el fracaso de ese primer proceso de transición democrática también fracasó por la visión cortoplacista y partidizada de quienes jugaron el papel de fuerzas opositoras.

Si bien unos erraron en la administración y en la concertación política, quedó claro que los otros, sus contrarios, hicieron todo para que los primeros no avanzaran. El problema, en todo eso, es que el futuro del país era lo que estaba en juego.

Y aunque siempre lo supieron, y aunque siempre parecieron estar concientes de ello, también quedó claro que voluntariamente decidieron no permitir que avanzara el partido gobernante, aunque a costa de ello también se detuvieran y estancaran las condiciones más importantes de crecimiento para México.

 

¿Y LA TRANSICIÓN?

Hoy nos seguimos preguntando eso: dónde quedó la transición. Y también debíamos preguntarnos en qué momento perdimos los mexicanos el ánimo y la entereza para exigir e inconformarnos con el tipo de gobierno y representantes que queremos. Todos nos quejamos de que las condiciones de vida, económicas y sociales son cada vez más adversas. ¿Pero cuánto hacemos los ciudadanos, para exigir que nuestros representantes populares actúen con un mayor grado de responsabilidad, y tomen decisiones alejados de la demagogia y los falsos dilemas democráticos?

En México, todas las promesas están pendientes. Vicente Fox dijo que reformaría el poder para hacerlo más democrático, y falló. También dijo que resolvería el asunto de Chiapas, y falló. Se comprometió a impulsar sendas reformas económica, fiscal, laboral y política. Y no cumplió. Fueron sólo destellos del cambio los que pudieron verse seis años después de que éste llegara a la Presidencia de la República.

Aún con eso, el panismo repitió en el poder, y hoy no vemos sino prácticamente lo mismo: el presidente Felipe Calderón, como candidato, prometió que su administración sería la del empleo; prometió menos impuestos, y lejos de cumplirlo hoy pagamos más gravámenes que antes. Prometió un combate sin igual contra la pobreza, y terminó combatiendo a los criminales. Dijo que transformaría al país y falló.

Quizá todo esto no sólo sea resultado de las promesas deschavetadas de personajes locuaces que llegan al poder. Quizá es también consecuencia de que no existen las condiciones necesarias para poder lograr alguna de estas metas; que no se han dado los pasos previos para llegar a ese punto. También es responsabilidad de todos aquellos que fueron corresponsables de que hoy México sea un país del mañana, del pasado mañana, o del quién sabe cuándo.

Estamos tan mal, que ya ni siquiera nos acordamos que hace once años el rumbo del país pudo cambiar. No nos acordamos, porque tampoco queremos que eso nos traiga a la memoria el fracaso que hoy es evidente. Y lo peor, es que estamos frente al peor escenario posible: en serias posibilidades de presenciar, el año que entra, que el PRI regrese a la Presidencia de la República.

 

MUNDO AL REVÉS

Tan mal estamos que ahora mismo vemos a un ex “presidente del cambio” vaticinando triunfos del PRI. Vemos también a los viejos opositores emulando a los viejos priistas, ahora que “ya son poder”. Y vemos a los tricolores rasgándose las vestiduras y hablando de democracia, como si de verdad fueran ejemplo. México es un país donde todo pasa al revés. Y, o está mal el país, o estamos —o somos malos— los mexicanos.

Velaria: ¿Qué pasará después con ese “adefesio”?

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+ Urgente, ubicar puntos de referencia para discusión

 

Si ya hace tres días, el gobernador Gabino Cué Monteagudo dijo expresamente que, en lo personal, a él no le gusta la velaria, y anunció que el destino de dicha obra se decidirá a través de una consulta popular en la que se tome en cuenta no solamente no sólo el agrado o disgusto de la población, sino también las posibilidades de retirar la estructura y el uso alterno que pueda dársele, entonces debe ser momento de que tanto el Gobierno del Estado como los sectores de la sociedad, y los expertos —a nivel local, nacional e internacional— interesados en el tema, establezcan los puntos de referencia sobre los cuales podría llevarse a cabo esta discusión sobre la permanencia o retiro de la velaria.

Sin duda, tiene razón el gobernador Cué cuando, al dar su punto de vista personal sobre la velaria, señala que éste no es suficiente para determinar el retiro de la misma, y que incluso también debe valorarse qué desea la mayoría de los oaxaqueños, cuánto costaría quitarla, y qué uso se le debería de dar. En realidad, determinar el destino de esa obra a partir de la percepción o el deseo personal, sería tanto como negar que este sea un asunto de interés general, y que por tanto se deban tomar en cuenta todas las aristas tanto de la población, como del gobierno y los especialistas.

Hasta ahora, la culminación de la obra proyectada e iniciada por la administración del gobernador Ulises Ruiz, ha sido fuertemente criticada; esta crítica ciudadana se ha acentuado, particularmente porque desde los tiempos de las campañas electorales, tanto el ahora Mandatario Estatal, como su equipo de gobierno, dejaron perfectamente claro que ellos no estaban a favor de dicha obra.

Frente a esa postura inicial, parecía un contrasentido, y una falta de congruencia, el decidir terminar una obra que ellos mismos rechazaban. En ese sentido, existe una justificación técnica para haber tomado tal decisión, pero también un aspecto sin duda excesivo, y por tanto ampliamente criticable, de la administración actual del Gobierno del Estado.

¿Cuál es la justificación técnica? Que, de acuerdo con la Secretaría de las Infraestructuras y el Ordenamiento Territorial Sustentable, la obra sólo pasará a ser patrimonio del estado de Oaxaca cuando esté terminada, y su culminación sea validada por el gobierno federal. A decir de la dependencia, los 100 millones de pesos que costó la velaria, provinieron de recursos federales de un fondo denominado Fonregión.

Y, dicen, si se decidía el retiro de la obra antes de su culminación —cuando sólo faltaba la colocación de la membrana, y ya había sido pagada la mayor parte de la obra, por alrededor de 80 millones de pesos—, entonces el gobierno federal exigiría al de Oaxaca la devolución del monto total (100 millones de pesos), lo cual significaría un quebranto para las arcas estatales, y para la posibilidad de hacer más obras prioritarias con recursos de Fonregión.

Esa es la explicación técnica. Sin embargo, junto a esa justificación —que puede tomarse o no como válida—, se encuentra un cuestionamiento que sin duda proviene de los excesos de un sector de la misma administración estatal, que no comprendió la naturaleza de la inconformidad ciudadana:

Hubo funcionarios que promovieron la culminación de la obra de colocación de la velaria como un “reto cumplido” o como un “éxito” de la actual administración. No entendían que independientemente de que ellos tuvieran que terminar una obra heredada de la administración anterior, nada de lo hasta entonces hecho les daba posibilidad de “presumir” una obra que no les pertenece, de la cual tampoco tienen la paternidad, y por la cual seguramente muy pocas personas tendrán la disposición de aplaudir. No queda duda, en ese sentido, que en la insensibilidad y el exceso de presunción, están también llevando la penitencia.

 

DISCUSIÓN TÉCNICA

Ahora bien, luego de las fiestas de los Lunes del Cerro, habrá de ser momento de ver hacia delante. Esto es, verdaderamente entrar en la polémica, y en la discusión formal, sobre qué pasará con la velaria.

Frente a ello, si de verdad el Gobierno del Estado pretende llevar a cabo un proceso pulcro y ajeno a los cuestionamientos, debe comenzar a generar los puntos de referencias respecto a qué se va a discutir, cómo se va a discutir, y sobre todo, qué voces serán las tomadas en cuenta, qué valorización se le dará a cada percepción, y quién o quiénes serán quienes decidan.

Es claro que este asunto debemos verlo más allá de la demagogia. Es decir, que debemos verlo más allá de la sola opinión de la ciudadanía, o incluso de los “oaxaqueños notables” que, sin excepción, ya opinaron que no les gusta la velaria; también, esta discusión debe estar más allá del solo gusto del gobernante o los funcionarios del ramo.

Tomar esos dos como únicos o fundamentales puntos de referencia, será tanto como tomar una decisión igual de arbitraria y cuestionable, que la que hace unos meses llevó a decidir al gobernante de aquel momento, que se instalaría una techumbre en un Auditorio que esencialmente tenía la virtud de ser a cielo abierto.

Por eso, para centrar la discusión deben promoverse, y sobre todo escucharse y valorarse la opinión de todos los verdaderos expertos posibles de Oaxaca, México, y quizá hasta del mundo; es también necesario tomar en consideración todos los análisis técnicos, presupuestales y de viabilidad sobre un futuro alterno para esa obra.

Y todo eso —que son también cuestiones técnicas, que nunca deben faltar, y que más bien deben ser el soporte de una decisión de esa magnitud—, sin duda debe ser contrastado, con transparencia y pulcritud, con la opinión de la mayoría de la población civil que participe en esa discusión.

Sólo así es como verdaderamente podrá tomarse una decisión condensada, posible y legitimada para el futuro de la velaria. Todos, aisladamente, podemos opinar que la estructura sea retirada. Pero para que verdaderamente se decida eso, debe generarse una discusión mucho más amplia y participativa. Se puede llegar al mismo resultado: que se quite. Pero así se tendrá la seguridad de la decisión y del destino de la estructura, y no será —como su colocación— sólo consecuencia del capricho de una sola persona.

 

TOC, TOC

¿Alguien sabe dónde está el secretario de Turismo y Desarrollo Económico? El fondo PYME —cuyo convenio está listo desde enero— está en riesgo porque José Zorrilla no tiene ganas de reunirse con la Secretaría de Economía federal. Ver para creer.