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Oaxaca: ¿Cuándo quedará atrás la pugna electoral?

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+ Gobierno-oposición: no ven el interés de oaxaqueños

 

Cuando se cumplen los primeros seis meses de gobierno, queda claro que ni la administración estatal, ni sus fuerzas políticas aliadas, y mucho menos los opositores, han podido centrar el debate y poner verdaderamente en el foco de la atención pública, los problemas más sensibles que aquejan a los oaxaqueños. Llevamos seis meses de mentiras, de ataques facciosos, de denuestos, de soluciones engañosamente dilatorias, y de falsas estaturas morales. Pero hasta hoy, vemos que ninguno de los problemas reales, que aquejan al ciudadano de a pie, ha sido resuelto al menos parcialmente.

Queda clara la imposibilidad de centrar el debate, y las soluciones que requiere urgentemente la entidad porque, por un lado, la alianza de partidos que llevó al poder al Gobernador del Estado, está comenzando a mostrar las grietas e inconsistencias naturales que, aunque se decía que no existían, es indudable que siempre estuvieron ahí.

Y por el otro lado, porque la relación y la interacción entre el Ejecutivo, y las fuerzas de oposición que orbitan a su alrededor —desde los partidos políticos, el Poder Legislativo, e incluso las trincheras relativamente ciudadanas— hasta ahora no ha podido dejar atrás ni los enconos que ya traían de tiempo atrás, ni las afrentas naturales que se generaron durante la campaña, e incluso ni los conflictos particulares que existen entre los integrantes de los gobiernos saliente y entrante.

Ante este escenario, cabe la pregunta: ¿Cómo hacer un gobierno equilibrado, que de verdad fomente y consiga la paz y el progreso que prometieron, cuando desde el mismo poder se abrieron todos los frentes de batalla posibles, cuando se ha mostrado más ineficiencia e irascibilidad que experiencia de gobierno, cuando su respaldo son una serie de aliados interesados y codiciosos, y cuando las fuerzas opositoras tienen muchas ganas de pelear, pero nada de nivel para aportar y debatir ante los temas públicos?

Este escenario, nada alentador, es el que hoy prevalece en la entidad. Y es que si la relación del gobierno con las fuerzas de oposición es tensa e improductiva, queda claro que sus propias alianzas internas le están provocando tantos o más problemas que los que ya de por sí tiene con sus adversarios. Veamos si no.

Al interior de cualquier gobierno, es natural que se formen ciertos grupos o facciones políticas para tratar de disputarse, conseguir o preservar los cotos de poder que comienza a delegar el gobernante en turno. A partir de esa lucha de grupos se van definiendo las atribuciones, los alcances en las decisiones, e incluso ciertos perfiles sucesorios. No hay gobierno en el que no se formen por lo menos dos o tres grupos —integrados por funcionarios, líderes partidistas, legisladores, etcétera— con esos objetivos.

¿Pero qué pasa en la administración actual? La “pluralidad” del gabinete lo está haciendo francamente ingobernable, porque no existen definiciones ni rumbos políticos claros. Por eso, lejos de conformarse facciones se están haciendo auténticas islas, que provocan que la administración pública persiga, por todos lados, objetivos distintos y muchas veces hasta contrarios.

Lo mismo pasa en el Poder Legislativo. Ahí, los aliados del Gobernador comienzan a demostrar, sin ningún pudor, su alto grado de interés y codicia, al seguir sosteniendo una alianza, pero siempre reclamando posiciones y prebendas que, al cumplirse, ni facilitan la tarea de gobierno ni encauzan las decisiones, sino que más bien lo siguen complicando más y generan más tensiones de las que ya existen.

¿Cómo hacer un gobierno eficiente en esas condiciones? Aun cuando la pluralidad no fuera signo de anarquía o desorden interno —como lo es—, asimismo todos han demostrado un alto grado de desconocimiento o inexperiencia en las tareas que les fueron encomendadas. El color partidista sería intrascendente si todos hubieran demostrado eficacia. Pero al anteponer el interés político al trabajo administrativo, y aún así hacer mal esto último, queda claro que el resultado es el caos interno que enfrenta hoy el gobierno del cambio.

 

OPOSICIÓN INVISIBLE

En una democracia, existe siempre el riesgo de que gobierno muy popular y ampliamente legitimado por el voto popular, pueda también convertirse en una administración ineficiente y desastrosa; sin embargo, aún con esto, puede llegar a ciertos resultados positivos si enfrente tiene a una serie de fuerzas de oposición que le exijan corregir rumbos, que planteen respuestas para los problemas públicos, y que apremien a enmendar los errores que se han cometido.

Esto puede ocurrir, sin embargo, en cualquier otra democracia que no sea la nuestra. Aquí, además de que hemos visto una oposición poco activa y carente de liderazgo, hemos también constatado que, al igual que el gobierno, continúan instalados en los enconos del pasado. Unos y otros pierden tiempo en discusiones estériles; y a partir de ellas pretenden construir falsas estaturas morales… para sólo continuar descalificándose.

Veamos si no. Hace unas semanas, el diputado federal priista Héctor Pablo Ramírez Leyva mandó a colocar en algunos anuncios espectaculares de la capital oaxaqueña la frase: “Gabino, ¿puedes o no puedes?” La respuesta oficial, inmediata, fue mandar a retirar las lonas con la leyenda, y reaccionar haciendo públicos presuntos actos de corrupción de funcionarios de la administración anterior.

Queda claro el error común: ¿Con qué calidad moral un diputado federal encara a un gobernante, sobre problemas que ellos tampoco pudieron resolver? Queda claro que hoy Oaxaca no es mejor que antes; pero tampoco está peor que en los tiempos del PRI. Y, sin embargo, la respuesta oficial fue igual de baja que el ataque: con sus decisiones, no hicieron más que abonar a una disputa que finalmente es intrascendente para la mayoría, y mucho más si la vemos a la luz de los problemas que enfrenta el Estado.

 

INDOLENCIA

¿Con esos revanchismos mal planteados, quieren promover, desde el oficialismo, la paz y el progreso prometidos? Y aún peor: ¿Esos priistas, que prefieren la trifulca al debate, son quienes pretenden regresar al poder? Y lo más importante: ¿Para qué quieren el poder? Si a Oaxaca todos la ven como una simple arena en la que pueden pelear eternamente, sin resolver nada, entonces de antemano podemos esperar que el interés público, el de a de veras, siga durmiendo el tormentoso e indigno sueño de los justos.

Presidentes Municipales, con imagen por los suelos

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+ Replantear responsabilidades; ¿prioritario hacerlo?

 

A la par del recrudecimiento de la guerra contra el crimen organizado, han salido a flote otros vicios y debilidades de la sociedad y la política mexicana. Una de ellas, que se ha particularizado no sólo entre la opinión de los ciudadanos, sino también en la de quienes realizan diversas expresiones de arte, es la de la mala imagen de las autoridades municipales de muchas partes de la República Mexicana. Aunque parezca algo menor, hoy por todos lados surgen ese tipo de cuestiones. Y no debe sorprendernos que, en efecto, sean un reflejo de lo que es nuestro país y nos cuesta trabajo reconocer.

En ese sentido, tres historias ficticias sobre la realidad mexicana actual, que aparentemente nada tienen que ver entre sí, están conectadas por un rasgo en particular que nos dibuja de cuerpo entero lo desgastada —y muchas veces con razón— que se encuentra la figura de los presidentes municipales.

Aunque todas tienen rasgos comunes, en realidad, cada una de ellas refleja cierta parte de la corrupción, la colusión, y las debilidades de esas, que son las autoridades menos reguladas y a las que se les pone menos atención dentro de las más altas esferas del poder. Pero vayamos a ver una por una esas expresiones que reflejan el estado que guarda la imagen de las autoridades municipales, según el propio cine y la literatura actual mexicana.

En primer término, en la película El Infierno, dirigida por Luis Estrada, aparece un personaje denominado simplemente como “El Alcalde”, interpretado por el actor Emilio Guerrero. Éste, que en apariencia es la máxima autoridad del pueblo donde se desarrolla la historia. Sin embargo, al desarrollarse la trama queda claro que éste en realidad es un empleado de don José Reyes, el capo de la zona, que lo trata como un auténtico pelele. Y cómo no. Si éste le pagó la campaña, y es quien le dicta todas las disposiciones que toma como autoridad. Al final de la historia, el mismo Reyes resulta ser la autoridad municipal de la población, hasta que es asesinado, la noche del 15 de septiembre de 2010, por Beny (interpretado por Damián Alcázar).

Por otro lado, en la cinta “Sin memoria”, de manufactura nacional, dirigida por Sebastián Borensztein, y también de reciente estreno en las salas de cine mexicanas, aparece un personaje interpretado por Pedro Armendáriz. Éste, simplemente conocido como “Benitez”, es quien desata toda la violencia que se desarrolla en la trama. Esto, debido a que es quien tiene todos los hilos del poder y del dinero, y la capacidad de fuego suficiente como para cumplir con los fines que se ha propuesto el protagonista de la cinta, Beto Santos, interpretado por Emilio Echevarría. Al final, resulta ser que quien pareciera ser todo un capo de la mafia, en realidad es el Alcalde del lugar donde se desarrolla la cinta.

Y por último, en la edición de abril de 2011, la revista Letras Libres presentó una serie de historias sobre la narcoviolencia que vive el país. Una de ellas, escrita por Julian Herbert, titulada “M. L. Estefanía”, imagina la historia de un hombre adicto a la heroína, que contando con la ayuda de un par de amigos —uno de ellos identificado simplemente como “Esquivel”, el cual es “presidente municipal de un pequeño pueblo fronterizo”—, y la protección de una poderosa dirigente sindical del magisterio, amiga de Esquivel, se inventa un “trabajo” robando la personalidad del célebre autor de historias vaqueras del norte del país, Marcial Lafuente Estefanía.

Así inicia una serie de periplos, que comienzan con un pequeño acto de usurpación para dar “conferencias” en escuelas primarias públicas —auspiciadas gracias a un jugoso contrato conseguido por la líder gremial, a través del tráfico de influencias—, sigue con la incursión en el negocio de la extorsión telefónica (ahora diciendo que llaman de parte de un violento grupo criminal), y termina con una cruel masacre a manos de los sicarios a quienes usurparon su identidad para timar a inocentes a través de un teléfono celular.

 

IMAGEN (Y CARGOS) OLVIDADOS

La conexión entre estas tres historias se encuentra en la imagen retratada de los presidentes municipales de hoy en México: de personajes de dudosa credibilidad, corruptos, sometidos por completo a los poderes fácticos predominantes en la zona, olvidados de los verdaderos poderes del Estado, que desdeñan por completo el mandato constitucional que les fue conferido, y que terminan aprovechando las ventajas de oportunidad que malamente les brindan sus cargos, para tratar de darse la relevancia que no pueden conseguir a través de sus funciones.

Ante este reflejo, habría que comenzar a repensar los alcances de los municipios, y la sustentabilidad que tienen hoy las autoridades municipales. No habrá guerra alguna con posibilidad de ganar, mientras esta realidad retratada, siga siendo también parte de la realidad dominante. Y esto, tenemos que comenzar a pensarlo seriamente en todos los rincones del inmenso, problemático y, por momentos, ingobernable país en que vivimos.

En ese sentido, tendríamos también que comenzar a exigir a las autoridades de los dos ámbitos de gobierno superiores (estatales y federales) que pongan mayor atención a las actividades y alcances que tienen las municipales. Aunque es cierto que el municipio es libre de realizar ciertas actividades conferidas por la Constitución, también lo es que esto no significa que todos puedan hacer lo que deseen, sin que nadie les ponga un alto o les “recuerde” los límites de la legalidad.

Hoy, queda claro que no se puede seguir viviendo en medio de este clima de violencia e ingobernabilidad; pero también lo es que todos los ciudadanos debemos pugnar porque haya mayores márgenes de legalidad tanto en las autoridades, como en nosotros mismos. Porque no podemos exigir, o seguir exigiendo, lo que nosotros mismos no somos capaces de ofrecer como ciudadanos.

 

FELICITACIÓN

El equipo conformado por los alumnos de la maestría en Medios Interactivos de la UTM, Raquel Pérez, Hermenegildo Fernández y nuestro amigo René Mecott Ríos, ganaron el primer lugar en el concurso internacional de Diseño de Interacción que organizó la Asociación de Profesionales de la Usabilidad (UPA), superando a los equipos finalistas de la Universidad Nacional de Singapur y de la Universidad de McGill de Montreal, Canadá. Enhorabuena para estos talentosos oaxaqueños, que ponen muy en alto el nombre de México en el extranjero. ¡Felicidades!

 

Gobernabilidad: ¿nadie quiere a Oaxaca?

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+ Gobierno-oposición: juntos, a construirla

 

Queda claro que uno de los problemas más graves que enfrenta Oaxaca, es que nadie quiere asumir la responsabilidad del momento —ese sí— histórico que les toca vivir. Mientras el estado de cosas se mantiene tal y como ha estado siempre, desde la óptica oficial todas las calamidades sociales tienen explicación en el pasado; y desde las fuerzas ajenas al gobierno, sólo se pasan reprochando sin tomar en cuenta que éstos deberían ser tiempos de construir juntos la estabilidad del Estado.

Oaxaca no está mejor que hace uno, dos, cinco o diez años. Ese es el punto inicial de un problema que, en sí mismo, no radica en eso. La mayoría de los ciudadanos votaron por un cambio en julio pasado, justamente para no seguir viendo las escenas sociales a las que ya estábamos acostumbrados. En última instancia, era redundante saber si ganaba el PAN, el PRD o Convergencia, mientras hubiera la promesa de hacer todo para que aquellos días aciagos de las protestas y la ingobernabilidad, no se repitieran en Oaxaca.

¿Qué ha pasado? A la luz de los hechos, las cosas hoy no son mejores que antes, aunque tampoco son peores. Es decir, que los mismos hechos nos llevan a constatar que la problemática social de Oaxaca es mucho más compleja, fuerte y trascendental, que sus gobernantes. Es cierto que las cosas no pueden estar peor de como ya estuvieron en el último lustro, pero también es cierto que hoy no se puede hablar de una mejoría perceptible.

¿Qué revela todo eso? Que, fundamentalmente, ni se están tomando las decisiones correctas, ni se están enfrentando los problemas para tratar de darles solución de fondo a cada uno de ellos. Vistos los problemas más importantes de la entidad más allá de cualquier efervescencia o tinte partidista o preferencia particular, queda claro que todo ese paquete de asuntos se sigue abordando con la misma lógica de pequeñez y sectarismos de siempre. ¿Por qué?

Porque independientemente de quién gobierne y de quién haga oposición en Oaxaca, es claro que problemas como el del chantaje de la Sección 22 son comunes a todos los oaxaqueños, y que por tanto, todos deberíamos ser parte más de la solución que del problema. Esto es que, aún cuando es obligación fundamental del Gobierno del Estado enfrentar los problemas políticos o de gobernabilidad, también lo es que una verdadera transformación en la conciencia social debía llevar a todos a involucrarse en los temas que aquejan a todos. Sin embargo, nadie parece tener voluntad o ganas de asumir su responsabilidad.

Por un lado, con la negociación anual del magisterio oaxaqueño, el Gobierno del Estado se está enfrentando a una serie de cuestiones sobre las que sólo alcanza a proponer soluciones doblemente parciales (son así porque ni tienen capacidad de desactivar por completo las protestas magisteriales, y porque tampoco están encaminadas a resolver de fondo el grave problema educativo que enfrenta la entidad).

Y es claro que, ante la imposibilidad de resolver esos problemas, el Gobierno del Estado recurre nuevamente a la vieja, gastada y poco creíble táctica de culpar a la administración anterior por los vicios actuales, y culparla de la corrupción que impera en ese sector.

Quizá esas sean “soluciones” dignas de un político en campaña, o de quien pretende evadir la parte de la responsabilidad que le corresponde, al no poder resolver los problemas que se le ponen enfrente. Sin embargo, es evidente que más allá de cualquier tentación política o partidista, lo que queda en el fondo es una gran demostración de testarudez e incapacidad que, por su misma naturaleza, no tiene posibilidad de resolver un problema que va mucho más allá de los solos vicios que se anidaron gracias a la corrupción del régimen anterior.

PROBLEMA DE TODOS

La ruta seguida por el Gobierno del Estado frente al problema magisterial, es la misma que, fallida una y otra vez, ha seguido cuando se ha enfrentado a otras cuestiones: por un lado, asegurar que se está dialogando al límite posible, pero aclarando que es complicado acceder a soluciones de fondo porque los gobiernos pasados le “heredaron” una tradición de corrupción que no se puede romper de un día para otro.

Frente a este derrotero inamovible de la administración estatal, ¿de verdad nadie puede hacer alto para lograr que se varíe hacia soluciones más inteligentes y propositivas? Ahí es donde debía aparecer la responsabilidad —esta sí— histórica de las fuerzas no aliadas, o de oposición, para hacer rectificar el camino no en aras de generarle una ganancia política, sino de establecer un marco de gobernabilidad para Oaxaca. ¿De qué hablamos?

De que hoy tanto representantes del PAN, como del PRD, PT y no se diga del PRI, se deshacen en críticas a la Sección 22, y en auténticos llamados de atención al Gobierno del Estado. Sin embargo, vale preguntarse: ¿Todo eso sirve de algo? Evidentemente no. Porque a la luz de los hechos, cada uno de ellos está sentado en su trinchera, viendo cómo el gobierno se desacredita cada día más al no poder resolver el conflicto magisterial, y cómo las fuerzas radicales toman fuerza ante la incapacidad de sus interlocutores.

Nadie, ninguna fuerza o actor político, ha tenido la disposición o la capacidad para entender que intervenir activamente en la solución de un conflicto, finalmente no sólo le abonará ganancias políticas a él, sino que demostrará que verdaderamente se encuentra preocupado por los grandes problemas de la entidad, y que también tiene capacidad para ayudar a resolverlos.

Sin embargo, hoy el papel de todos los opositores es sólo de descalificación, pero no de exigencia real de resultados, y de colaboración en la construcción de la gobernabilidad del Estado. Esto es claro: si el Gobernador del Estado está equivocado en su ruta de negociación, háganselo saber y exíjanle que rectifique el camino. Incluso, tomen las banderas que sean necesarias para encauzar un problema que finalmente nos involucra a todos. No hacerlo, equivale a convalidar los yerros del oficialismo. Y eso, también equivale a permitir que los errores y las deficiencias de unos, y la indiferencia de los otros, las paguemos todos los ciudadanos.

CAJA DE PANDORA

Por cierto, si hoy se acusa que el IEEPO era la caja chica del gobierno anterior, también deberían preguntarse por qué tanto interés en la actualidad por manejar los recursos de las becas para jóvenes, que serían manejados por Cejuve. Barril sin fondo, sigue siendo el IEEPO. Sólo cambió de manos. Abundaremos.

Jornada de lucha de S-22: el problema queda

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+ Sin solución visible, el gobierno cava su tumba

 

El problema de fondo no es que los profesores integrantes de la Sección 22 del SNTE haya decidido, de nuevo, cerrar más de cuarenta calles del Centro Histórico de Oaxaca; el problema no es que el gobierno estatal, de nuevo, les haya dado literalmente todo a cambio de nada en la negociación anual; el problema, incluso, no es que hoy mismo esté vigente el paro indefinido de labores. El problema, en el fondo, es que a este problema, cada año sólo se le aplican analgésicos; pero nadie le da —o nadie le puede, o le quiere dar— una solución de fondo.

Como cada año, la ruta fácil puede llevarnos —como a muchos— a descalificar las acciones particulares de los integrantes de la Sección 22: asegurar, como se hace cada año, que sus marchas y plantones provocan cuantiosas pérdidas a la economía local; que sus paros de labores tienen postrada a la educación pública a la entidad; o que sus métodos de lucha son propios de personas que pueden jactarse de todo, menos de ser quienes deben de poder un ejemplo constructivo a las nuevas generaciones.

Del mismo modo, en la contraparte puede también decirse, como cada año, que el gobierno estatal está rebasado. Que ahora, a diferencia de antes, se encuentra voluntariamente sometido a los designios de la dirigencia y las bases del magisterio; que sus determinaciones no son sino un sinónimo de sometimiento a un chantaje cometido a cielo abierto; y que su fracaso de la política del diálogo no revelan sino la magnitud en que se encuentra rebasado por este problema.

Es cierto que, además, la sociedad está harta de que la molesten con sus marchas y plantones; que los padres y familia se sienten agraviados impunemente por las semanas enteras que sus hijos se quedan sin clases; que el comercio sea cada vez más intolerante con quienes les provocan el colapso de sus negocios; y que todos, en general, rechacen la decisión oficial de no descontar un solo peso de su salario a quienes provocan daños y pérdidas económicas en todos los sitios por donde pasan.

Sin embargo, queda claro que esos lugares comunes no llegan a abordar el tema de fondo. ¿De qué hablamos? De que, en el fondo, con la forma en cómo se dirimen actualmente los problemas y las demandas y las exigencias de la Sección 22 al Gobierno del Estado, y cómo se canalizan las inconformidades que a partir de esto se generan en toda la sociedad, lo que se está haciendo es dar simples analgésicos a una enfermedad que, por su gravedad y desatención, en cualquier momento podría llevar al colapso a todos los sistemas de este ser vivo llamado sociedad oaxaqueña.

¿Cómo atiende el Estado la problemática? Con puras soluciones parciales. Frente a la sociedad —al ciudadano de a pie, que se siente agraviado por alguna de las acciones o decisiones magisteriales— casi siempre responde pidiendo paciencia y tolerancia, o simplemente ignorando la inconformidad. Eso ha ocurrido siempre. Y hoy no es la excepción frente a todos los que están inconformes con —vaya redundancia— la forma en que se manifiesta la inconformidad magisterial.

Sin embargo, es aún más grave lo que ocurre frente a la enfermedad en sí. Se evade impunemente, a los ojos de la sociedad, sin que nadie ni nada parezca poder hacerse para remediarse o, al menos, para exigir que se atienda de fondo.

BARRIL SIN FONDO

Este año, por ejemplo, el gobierno estatal anunció por todos lados la “respuesta histórica” que dio a las demandas de la Sección 22 del SNTE. Aseguró que fueron más de mil 500 millones los “invertidos” para atender las demandas magisteriales, previendo que con ello los profesores se sintieran constreñidos a corresponder el gesto evitando el paro indefinido de labores.

Sin embargo, más allá de cualquier idealismo, ¿cuál fue la respuesta? La misma de siempre: la 22 calificó de “mínimos e insuficientes” los ofrecimientos gubernamentales; desmintieron la cifra diciendo que “sólo” eran 700 millones los entregados. Y dijeron que esencialmente esa era la razón por la que de todos modos habían resuelto estallar el paro indefinido de labores.

Queda claro que la llamada “inversión”, no es tal. Y no es así porque a cambio de esos millonarios recursos no habrá beneficio alguno, ni lo hay ahora mismo, para el interés general. Es un cheque en blanco, depositado en un barril sin fondo, que al final no va a tener otra potencial repercusión efectiva, que no sea apaciguar el encono y la ira magisterial. ¿Esa “inversión” mejora la educación? No. ¿Contribuirá a abatir el rezago educativo? No. Incluso: ¿ese monto tendrá la capacidad de incidir positivamente en la gobernabilidad, la paz y el desarrollo de la entidad? Tampoco.

Por todo eso, queda claro que todas las “respuestas” oficiales son a cambio de nada. El gobierno estatal no tiene la capacidad de exigir contraprestaciones, a cambio de seguir cediendo al chantaje. Y eso ocurre a la vista de todos: esos mil 500 millones de pesos no resolverán nada de la educación; no repararán las pérdidas de quienes se ven afectados por los paros y los plantones; no desagraviará a la sociedad ofendida (al contrario, profundizará aún más el rechazo); e incluso, tampoco representa una señal (clara o tenue) de que algún día este problema terminará.

Nada de esto podrá ser así porque esto está convertido en un auténtico círculo vicioso en el que todos pierden (perdemos) para que gane la Sección 22. Sin embargo, es tanto o más grave que mientras todo eso ocurre, ya nadie se preocupe por plantear o exigir que —dentro de poco o mucho tiempo— se tome la decisión de emprender soluciones de fondo.

Permea tanto la desesperanza, y el dominio de quienes chantajean, que a nadie parece interesarle algo más que los maestros se quiten del Centro Histórico; que marchen pero que no cierren calles; que no “paren” muchos días las clases; o que hagan lo que quieran, pero “sin ponerse violentos”.

¿Qué solución es más viable? ¿Que el gobierno le exija a la 22? ¿Que seamos los ciudadanos quienes le exijamos primero a los gobernantes? ¿O que tengamos que comenzar a entendernos directamente con los “educadores” oaxaqueños?… En nuestra apatía coronamos el refrán que dice que el valiente vive, hasta que el cobarde quiere.

SELECCIONAR PELEAS…

Ojalá el gobierno estatal esté calculando bien el número de frentes de batalla que está abriendo. Ojalá esté actuando con sapiencia al elegir el momento y el tipo de adversarios con los que se va a medir. Este no es un asunto menor. Abundaremos.

Eperristas desaparecidos: estrategia de denuncia, en marcha

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+ Diagnóstico brutal de Comed; ¿qué hará Oaxaca?

 

Son brutales las conclusiones a las que llega la Comisión de Mediación, respecto a la desaparición en Oaxaca de Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya, integrantes del Ejército Popular Revolucionario, hace exactamente cuatro años, y sobre la actuación que ha demostrado el Estado mexicano en la investigación de los crímenes de lesa humanidad ocurridos en nuestro país en los últimos tiempos.

Como bien se sabe, en los primeros días de junio de 2007 la Comandancia General del Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario, denunció la desaparición de dos de sus integrantes en la capital oaxaqueña. En aquel entonces acusó a las fuerzas policiacas estatales, y al Ejército Mexicano, de haber participado en la operación, y dijo que sus compañeros se encontraban recluidos en alguno de los campos militares de la capital del país, en donde se torturaba física y psicológicamente.

A partir de entonces, el EPR definió como eje principal de sus demandas políticas, la de la presentación con vida de sus compañeros desaparecidos. Luego, pasado apenas un par de meses desde entonces, decidieron emprender actos de sabotaje contra ductos petroleros e instalaciones estratégicas de Petróleos Mexicanos, para que sus demandas cobraran relevancia, y para obligar al gobierno mexicano a que les pusiera atención.

Durante todo el resto del año 2007, el EPR sostuvo que estaban dispuestos a perpetrar todas las acciones de fuerza que fueran necesarias, con tal de dar con el paradero de Cruz Sánchez y Reyes Amaya. Finalmente, en vísperas de que se cumplieran dos años de la desaparición de sus compañeros, decretaron una tregua unilateral, y demandaron la conformación de una Comisión de Mediación, para que realizara todas las gestiones necesarias ante los órganos del gobierno federal y de Oaxaca, en aras de localizar a los desaparecidos.

¿Qué actitud tuvo, y ha tenido, el gobierno mexicano durante todo este tiempo? Fundamentalmente, ha jugado con un evidente doble discurso. Por un lado, públicamente los gobiernos federal y de Oaxaca, manifestaron su preocupación e indignación por esos hechos, y aseguraron que realizarían todas las acciones a su alcance para dar con el paradero de los eperristas. Empero, en realidad, más allá de la retórica quedó claro que esos gobiernos nunca hicieron algo más para localizar a los guerrilleros, que prometer lo que no tenían ni voluntad ni ganas de cumplir.

El EPR tuvo siempre claro todo esto. Sin embargo, dos años después continúan con esa misma exigencia, previa declaración unilaterial de tregua. ¿Por qué? Esto, que podría tomarse como un intento de continuar “por la vía política” un asunto que bien podrían dirimir por la vía armada; o considerar que no actúan por falta de fuerza y capacidad de acción, en realidad tiene objetivos específicos, que no son nuevos.

Hace casi dos años, en nuestra entrega del miércoles 10 de junio de 2009, apuntamos lo siguiente: “Esta vía (la de la denuncia nacional e internacional), por sí sola implica una estrategia política de largo plazo y amplio alcance. El EPR sabe (…) que estos son tiempos en los que resulta tanto o más eficaz el diálogo combinado con la denuncia a nivel nacional e internacional (…) El EPR parece saber que su guerra política tiene posibilidades de hacer tanto o más daño a las oligarquías y grupos de poder que persigue, con el inicio de una bien delineada estrategia política basada en la denuncia. Poco a poco se están allegando de las armas para fortalecer esa estrategia. Pronto veremos cómo se desarrolla.”

DIAGNÓSTICO ATROZ

Esa ha sido la ruta seguida, y hoy las conclusiones de la Comed, luego de dos años de trabajo, así lo demuestran. En un documento denominado “Reflexiones”, dado a conocer ayer martes, los integrantes de la Comisión resuelven que, aún cuando el Estado mexicano ha manifestado voluntad por combatir y castigar la comisión de delitos de lesa humanidad, ha firmado todos los instrumentos internacionales respectivos, y que existen denuncias sobre presuntos actos de desaparición forzada de personas, “lo cierto es que nada de lo anterior ha sucedido y que en México no ha sido castigado un sólo delincuente de Lesa Humanidad. Tampoco se ha investigado de forma legal la desaparición forzada de Reyes Amaya y de Cruz Sánchez”.

Y, acto seguido, hacen señalamientos brutales para este y cualquier gobierno: “Conforme a los parámetros internacionales, la desaparición forzada de los militantes del PDPR–EPR está plenamente acreditada. En esas condiciones, resulta absurda la postura de la Procuraduría General de la República de no orientar sus indagaciones hacia ese delito, sino que dice estar esperando la conclusión de su tarea en este caso (sin fijarse plazos) para determinar si estamos o no ante ese ilícito. Da la impresión de que administra convenientemente el conflicto, para aprovechar la tregua que el grupo armado aceptó a propuesta de la Comed.

“El Estado mexicano se ha desvalorizado ante la Comunidad Internacional, pues ha sido puesto en el banquillo de los acusados ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y en seis ocasiones resultó condenado. Quienes lo representan en juicio no procedieron con honestidad profesional, pues intentaron confundir al Tribunal asegurando que las desapariciones forzadas son en México cosa del pasado, cuando el caso de Reyes Amaya y Cruz Sánchez es del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa.”

Tal parece que la estrategia comienza a ser contundente: el EPR ha mantenido la vía de la denuncia no sólo para demostrar la inmovilidad y la falta de voluntad del gobierno federal para hallar a sus desaparecidos, sino también para impedirle que, como cuando perpetraron actos de sabotaje, el presidente Calderón vuelva a calificarlos como “terroristas”. Mientras ellos despuntan en su lucha, el gobierno federal se queda sin argumentos para justificar su inacción respecto a los desaparecidos.

¿QUÉ HARÁ OAXACA?

En su misiva, la Comed sostiene, respecto al gobierno estatal lo siguiente: “El gobierno de Oaxaca avanza ante la oportunidad de aportar nuevos elementos que contribuyen a la solución de estos hechos. Esperamos que estas acciones pronto aporten los resultados esperados.” Ojalá que la voluntad mostrada por la administración estatal, sea coronada con hechos, y no haya sido sólo una declaración de oportunidad para congraciarse con ciertos sectores del movimiento popular. Ojalá.

Conflicto y codicia en Pueblos Mancomunados

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+ Segego: ¿Bombero o incendiario de conflictos?

 

El tono pareciera hasta heroico, y proveniente de una funcionaria auténticamente comprometida con la legalidad, cuando la secretaria General de Gobierno, Irma Piñeyro Arias aseguraba, hace unos días, que “habrá tala y saneamiento de bosques en Oaxaca, aunque los campesinos que viven en esas zonas no estén de acuerdo”. Pareciera, aunque la realidad es mucho más compleja que su supuesta voluntad por proteger los bosques de la Sierra Norte.

Veamos primero el contexto: La semana pasada, un grupo de comuneros, encabezados por las autoridades municipales de Lachatao y Yavesía, se apersonaron en la capital oaxaqueña para denunciar públicamente los actos de hostigamiento de que han sido objeto, así como la explotación inmoderada de sus bosques por parte de la empresa Forestal Comunal.

Ante tal denuncia, cabe preguntarse cuál es el problema de fondo, y de dónde surge la inconformidad que asimismo los aqueja. Todo esto, particularmente, tiene su origen en la aparición, desde hace poco más de una década, de la plaga de gusano barrenador en los bosques pertenecientes a esas comunidades; a la prolongada indolencia oficial; y a la voracidad actual de unos cuantos que pretenden utilizar la plaga como un pretexto para talar grandes extensiones de terreno boscoso y obtener beneficios económicos de ello, aún cuando todo eso no soluciona el problema de la plaga.

En este sentido, los comuneros de la región afectada refieren que desde hace algunos años apareció la plaga del gusano barrenador, en una extensión de alrededor de cuatro hectáreas boscosas de los Pueblos Mancomunados. Desde entonces, fueron los propios habitantes de esas comunidades quienes estuvieron a cargo de controlar la presencia de la plaga, debido a que las instancias oficiales desestimaron sistemáticamente sus solicitudes de apoyo.

¿Qué hicieron los comuneros? Particularmente, establecer los perímetros de bosque afectados, y determinar la pertenencia de las zonas a cada una de las tres comunidades que integran los Pueblos Mancomunados (Amatlán, Lachatao y Yavesía). Así, cada municipio se hizo cargo de la zona afectada en su respectiva demarcación; y así consiguieron relativo éxito en el control del gusano barrenador.

En este punto, es necesario tomar en cuenta las condiciones políticas particulares de la región. Aunque las tres comunidades comparten el territorio, históricamente han sido más las diferencias que las coincidencias entre los habitantes y las autoridades de cada uno de esos tres pueblos.

Por eso, el hecho de que en años recientes los Presidentes Municipales de las tres comunidades tuvieran la posibilidad de sentarse a la misma mesa para tomar acuerdos comunes a favor de sus bosques —cosa que no había ocurrido en décadas, independientemente de cuál fuera el motivo o la necesidad a atender—, constituyó en sí mismo un logro político, que ahora ha sido desestimado por quienes pretenden lucrar con los bosques a partir del pretexto del gusano barrenador.

¿LEGALIDAD O VORACIDAD?

En un asunto como éste, es fundamental nunca dejar de considerar las particularidades políticas de las comunidades involucradas. Por eso, aunque en 2007 se llegó al acuerdo antes señalado entre los municipios integrantes de los Pueblos Mancomunados, para 2010 todos decidieron no someterlo a revisión por el momento político que se vivía. En aquel momento, se prefirió dejar el tema de lado, para no caldear ánimos políticos que, por la cuestión electoral que entonces se dirimió, ya de por sí estaban encendidos.

El problema de todo esto, es que la autoridad —que es la esencialmente obligada a atender y combatir las plagas— tampoco hizo algo para atender la problemática del gusano barrenador que afectaba al bosque de los Pueblos Mancomunados. Así, de las cuatro hectáreas afectadas inicialmente, hace una década, para 2011 se calculó que ya eran unas 400. Ante el problema, había que hacer algo urgente para combatirlo.

Esa fue la razón por la que, a principios del presente año, las respectivas autoridades de los Pueblos Mancomunados presentaron a la Secretaría General de Gobierno, una propuesta para el combate a la plaga: ellos habían determinado que, como en años anteriores, cada comunidad se hiciera cargo de su parte afectada de bosque, apoyadas con los recursos que las instancias estatales y federales tienen predestinados para el combate a ese tipo de plagas.

En ese punto fue donde surgió una sospechosa determinación de la Segego por darle una solución distinta al problema, de cómo originalmente fue planteada por las autoridades municipales. ¿Qué determinaron? Que la plaga habría de ser combatida por la empresa maderera de Pueblos Mancomunados (Ver Al Margen de ayer 23 de mayo), y, como lo dijo la misma secretaria Piñeyro, que los árboles serían talados, y los bosques saneados, aún cuando los pobladores se resistieran a la medida.

¿Por qué habrían de resistirse los comuneros a algo que según les beneficia? Porque, en realidad, bajo el pretexto del combate a la plaga, la empresa maderera se dispuso a talar esas 400 hectáreas dañadas por el gusano barrenador, para luego aprovechar la madera. Y es que ésta no es la solución: las empresas que verdaderamente se dedican a controlar esas plagas, no cortan los árboles enfermos para comercializar su madera, sino que utilizan métodos específicos, a través de los cuales no se aprovecha la madera pero sí se extermina la plaga, que es el objetivo específico de esas medidas de control.

Curiosamente, tanto la secretaria Piñeyro Arias, como el director de Desarrollo Forestal de la Sedapf, Félix Piñeyro Márquez, están dispuestos a no dar marcha atrás a la decisión de que sea la empresa forestal de Pueblos Mancomunados, la que combata la plaga referida talando árboles para luego vender su madera. Éste último, en declaraciones a la prensa, dijo que “el saneamiento de las 287 hectáreas que amparan unos 10 mil metros cúbicos de madera (…) no tiene marcha atrás, posteriormente pasaremos al tema de la comercialización”

¿NEGOCIO DE FONDO?

El problema no es el combate a la plaga, sino el negocio que pretenden a partir de eso. ¿Qué nadie ve que la inconformidad de fondo está en “la comercialización” que todos dicen que “se verá” después? El problema es que eso puede ser lo mismo un asunto de interés público, que un riesgoso intento de jugar con la paz en aquellas comunidades, a partir de un interés o contubernio económico. Mucho cuidado.

Pueblos mancomunados: ¿Beneficio común?

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+ Empresas comunitarias, todo un poder fáctico

 

Parece una contradicción que los municipios de Santa Catarina Lachatao y Santa Maria Yavesia, integrantes de los Pueblos Mancomunados de la Sierra Juárez en Oaxaca, hoy manifiesten inconformidad con las empresas comunitarias que, podría pensarse, fueron creadas por ellos mismos para su beneficio. Sin embargo, su inconformidad es tan real, como la manipulación que unas cuantas personas han hecho de la bien aceptada figura del comunitarismo, como una forma de encubrir el saqueo y la postración de que han hecho a esas comunidades.

¿De dónde surge la mancomunidad de esos municipios? Históricamente, la unión de los pueblos de Amatlán, Lachatao y Yavesía, data de la época precolombina. Desde entonces, la solidaridad, el respeto y la justicia fueron valores que guiaron siempre sus relaciones y, según cuentan sus mismos pobladores, así sobrevivieron a los hechos violentos de la conquista, la Guerra de Independencia, la lucha por la Reforma, y la misma Revolución Mexicana. Los mancomunados se denominaron así porque, en efecto, eran uno.

Sin embargo, cuenta la historia particular de esas comunidades, que a mediados de los años 50s del siglo pasado, la comunidad de Yavesía solicitó su separación de la mancomunidad. Dicha comunidad señaló como propio un espacio de unas nueve mil hectáreas. Desde entonces, Yavesía enfrenta un litigio para legitimar su separación. Pero, esa misma solicitud de aquella época, fue el detonante para que el Estado mexicano reconociera, a través de una resolución presidencial, dictada en el año de 1957, la mancomunidad territorial de esos municipios.

Fue a partir de entonces que las tres comunidades, junto con sus agencias municipales, decidieron iniciar el proceso de explotación de los recursos naturales que contenían las más de 59 mil hectáreas que les fueron reconocidas en la resolución presidencial. Ante el reto de administrar y mantener su mancomunidad, los pueblos decidieron otorgar, a cambio de una contraprestación económica, la explotación de sus recursos forestales a la empresa Maderas de Oaxaca por un periodo de veinte años. Necesitaban, dicen, dinero para costear las gestiones que realizaban en la Ciudad de México, y también para defenderse de los intentos de separación de ese territorio común.

Sin embargo, al transcurrir esas primeras dos décadas, los Pueblos Mancomunados decidieron no continuar otorgando permisos para que terceros explotaran sus recursos forestales —fundamentalmente madera de pino y agua de los manantiales—, y decidieron constituir ellos sus propias empresas comunitarias, para ejecutar ellos mismos la explotación, obtener recursos y generar empleos que beneficiaran a sus habitantes. Ese fue el espíritu de las empresas de Pueblos Mancomunados, que hasta hoy subsisten pero que, sin embargo, hoy están lejos de cumplir las finalidades para las que fueron creadas.

 

PODER FÁCTICO

Hoy, son famosas dentro y fuera de Oaxaca las llamadas “Empresas Comunitarias de los Pueblos Mancomunados”. Son, a los ojos de la opinión pública y las organizaciones civiles que operan en el ámbito de lo políticamente correcto, un ejemplo de cómo una comunidad puede organizarse y obtener beneficios de sus propios recursos naturales. Sin embargo, para corroborar lo anterior, habría que hacerse varias preguntas.

¿Realmente los integrantes de los Pueblos Mancomunados han mejorado su calidad de vida a partir de esas empresas? ¿De verdad las ganancias que se obtienen de la explotación de los recursos naturales, llegan a todos los habitantes? Incluso, ¿son los pueblos los que controlan a las empresas, y no al revés? Al pasar esta situación por el sencillo tamiz de esas preguntas, queda claro que ese supuesto ejemplo de comunitarismo queda muy mal parado. Veamos si no.

Cuando se constituyó la empresa maderera, se estableció que su órgano máximo de dirección sería un Consejo de Administración, que estaría integrado por tres representantes de cada pueblo de la mancomunidad; también se estableció que dicho Consejo sería renovado totalmente, cada dos años. No obstante lo anterior, existen consejeros que llevan 25 años en funciones, y el administrador, Israel Santiago García, tiene 18 años al frente de la empresa.

¿Cómo lograr lo anterior? A través de la combinación de la abundancia de recursos que tienen a la mano, y de la manipulación que han hecho de los integrantes de los pueblos sirviéndose del poder económico que, se supone, debería ser de todos. En efecto, hoy la empresa maderera es un auténtico poder fáctico de la región, que lo mismo controla al Comisariado de Bienes Comunales, que a autoridades, y no se diga a comuneros.

Es una paradoja, en este sentido, que su Comisariado de Bienes Comunales, no tenga una sola oficina o despacho en las más de 59 mil hectáreas de terreno que tiene el mancomún. También es una paradoja que la empresa maderera no tenga reparos en hacer “préstamos” económicos a comuneros, a cambio de su apoyo en las asambleas comunitarias.

Es harto sospechoso, incluso, que aún con todos los cuestionamientos que hoy tienen las empresas por parte de las mismas comunidades, continúen firmando convenios millonarios con el Gobierno del Estado para la venta de sus productos, argumentando que con ello benefician a las comunidades indígenas que las constituyeron.

Ahora bien, siguiendo esa misma lógica, habría que preguntarse si realmente las comunidades se han visto beneficiadas por la explotación casi irracional de esos recursos económicos, en cuestiones como el empleo, la marginación, la pobreza, o el incremento en los niveles de desarrollo social. La respuesta, en ese sentido, tampoco es del todo provechosa para quienes explotan la madera y el agua de manantial de esas comunidades.

 

NADA CAMBIA

Hoy, los pueblos siguen igual que antes. No existen indicadores claros de que luego de casi tres décadas de explotación continua del agua y la madera, los índices de desarrollo hayan mejorado. ¿Y cómo podrían mejorar? Si de los pueblos sólo se extraen los recursos, pero éstos se transforman y se convierten en productos terminados en otras comunidades (del distrito de Tlacolula y de aquí mismo en la capital oaxaqueña). A lo mucho, allá, sólo dan empleo como talamontes. ¿Y el reparto de utilidades? Hace doce años que éste no ocurre. Y bien, mañana hablaremos del problema en particular que la secretaria General de Gobierno, Irma Piñeyro, se ha encargado de enredar, para variar, quizá también para proteger sus intereses económicos.

Migrantes: por qué el gobierno disimula

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+ Tres niveles de gobierno, atiendan casos

 

Dedicado a la memoria de mi

padre, a 11 años de su fallecimiento.

El secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, vino ayer a Oaxaca a hacer lo que debió hace mucho: atender, personal y preocupadamente, las denuncias sobre abusos cometidos en territorio mexicano en contra de los migrantes y transmigrantes; lo mismo ocurre con el gobierno de Oaxaca. Y algo más o menos similar debía ocurrir con los gobiernos municipales involucrados, que siempre han hecho oídos sordos a esta problemática.

La migración y transmigración en México (que se diferencian una de la otra, por la migración de nacionales hacia el norte, en la primera acepción; y la internación que hacen personas provenientes de naciones ubicadas al sur de la frontera mexicana, con el objeto de llegar hasta los Estados Unidos de Norteamérica, en el segundo de los términos), son dos fenómenos que tienen varias décadas ocurriendo de forma continuada.

Junto con esos fenómenos, también son ya añejos los abusos que cometen todos aquellos que tienen posibilidad de aprovecharse de la vulnerabilidad de esos hombres, mujeres y niños, que van en busca del tristemente célebre —para nosotros— “sueño americano”. Si todo esto siempre ha ocurrido, ¿por qué entonces hasta ahora el gobierno mexicano se preocupa por la situación de esas personas, y decide tomar acciones para tratar de erradicar vicios hondamente arraigados?

La respuesta, parece obvio, no se encuentra en cualquier tipo de interés genuino por atender la problemática, sino más bien por la presión de la opinión pública, y por la necesidad de legitimarse como un régimen que atiende los derechos humanos… al menos en esa vertiente.

México, como es bien sabido, se encuentra inmerso en una profunda lucha criminal, en la que él mismo ha cometido una cantidad infinita de errores y excesos, que hoy le están costando mucho en cuanto a la preservación de su imagen. Aunque en el fondo la guerra contra el crimen organizado constituye una iniciativa loable y ciertamente incuestionable para todo gobierno democrático, también lo es que esto le ha originado una serie de problemas que en mucho tienen que ver con el respeto a los derechos humanos.

Y es que así como es incuestionable la guerra anticrimen, también es imposible de negar que en esta carrera el gobierno ha pisoteado en más de una ocasión el Estado de Derecho, las garantías de las personas, y ha trastocado también los cimientos sobre los que se funda la gobernabilidad. Y por eso mismo, hoy la opinión pública le cuestiona muchísimo —quizá más que cualquier otra cosa, y sólo comparado con la pérdida de la paz— el hecho de que no exista un mayor grado de respeto a los derechos humanos.

¿Qué tiene que ver esto con los migrantes? Esto se entrelaza, por el solo hecho de que uno de los blancos más vulnerables y recurrentes tanto de criminales como de agentes corruptos del Estado, son precisamente los migrantes. Éstos son una carne de cañón perfecta, que sirve como fuente inagotable de recursos para quien pueda explotarlos; y que sin embargo, ni por convicción ni por nada han sido atendidos por las fuerzas de seguridad, más que para también hostigarlos, vejarlos, traficar con ellos y, en el mejor de los casos, deportarlos.

CHOQUE DE VISIONES

Habría que pensar qué hacer con los migrantes. Ciertamente, en este punto chocan frontalmente la visión legalista, que dice que al tener una situación ilegal, el Estado no puede hacerse cargo de los migrantes y transmigrantes que cruzan la frontera de México sin documentos, o que intentan llegar al límite norte para alcanzar Estados Unidos, con aquella que dice que independientemente de cualquier calidad que pudiera tener, éstos son personas y se encuentran tutelados por las leyes mexicanas, así sea en cuanto a algunos derechos fundamentales determinados.

¿Qué hacer con ellos? Lo que sistemáticamente ha hecho el gobierno federal, es negarlos, menospreciarlos y, por si fuera poco, ocultarlos. Los ha negado, porque largamente ha dicho que tal problema es un mito, que las fronteras mexicanas son seguras y que el territorio mexicano también lo es; los ha menospreciado, porque al no ser un “mercado” político ni electoral importante —es decir, la atención del problema no se traduce en votos o en capitales determinados denominados “ciudadanos”, porque aquellos no lo son— tampoco ha habido voluntad por hacer algo para remediar o al menos dar atención a la problemática.

Y los ha ocultado, porque incluso cuando masivamente se dieron a conocer las denuncias sobre graves violaciones a los derechos humanos de que eran objeto, y de los abominables actos que cometían en su contra los grupos criminales, primero optaron por ceñirse a su visión legalista, a través de la cual dijeron que no podían ser responsables por quienes estaban, de sí mismos, fuera de la ley.

Luego, cuando se dieron cuenta que la sociedad mexicana era ya mucho más sensible a los temas relativos a los derechos humanos, decidieron atender la problemática. Hasta ahora, sin embargo, sólo han tomado algunas medidas cosméticas que sin embargo están lejos de arreglar el problema de fondo. ¿Cómo hacerlo?

Podrán darle una solución más o menos viable, cuando entiendan que la legalidad no está peleada ni con la confiabilidad y mucho menos con el respeto a los derechos humanos. La cuestión no es que dejen o no entrar a todos los migrantes, o que los protejan (asemejando quizá algún cierto tipo de apología del delito), sino que entiendan que independientemente de cuán amplio sea el flujo migratorio, ellos deben procurar tener una institución honesta encargada de la migración, a agentes confiables, y generando también condiciones de seguridad no sólo para los migrantes, sino para toda la población.

Desterrando a los grupos criminales, acabaría colateralmente con la mitad de los abusos de que son objeto los migrantes; la otra mitad, la erradicarían limpiando de verdad el Instituto Nacional de Migración, y poniendo tras las rejas a todos los agentes corruptos que hoy lucran con ellos.

SENSIBILIDAD MAGISTERIAL

¿Este asunto le preocupará a un grupo tan encendido de lucha social como la Sección 22 del SNTE? Ellos dicen luchar por las causas de los grupos desprotegidos. Esta es una de esas causas. ¿Por qué entonces repudiar la visita del secretario Blake Mora? Queda claro que sólo les importan sus intereses. Y nada más.

Oaxaca: Legislar con voluntad por no cumplir la ley

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+ Constitución, sin voluntad, no sirve de nada

 

La verdadera transición a la democracia en Oaxaca llegará cuando la sociedad y el gobierno manifiesten voluntad expresa y constante por cumplir las leyes vigentes. El no comprender eso, ha sido parte de nuestro entorno, y por esa razón creemos siempre que con tener nuevas leyes “de vanguardia”, todas las cosas van a cambiar como por arte de magia. Tenemos que ser, sin embargo, más cuidadosos y terrenales para no seguir incurriendo en actos de autoengaño.

Hay quienes aseguran que nuestra cultura política, se encuentra afectada permanentemente por una enfermedad; la del mal del ímpetu de Gonchárov: esto porque, dicen, queremos que un sistema sea (casi) perfecto y que funcione bien y al instante. De lo contrario, el sistema no sirve y hay que cambiarlo por otro “más mejor”. Este, que es un planteamiento que data de las críticas a la Constitución mexicana de 1857, bien podría hacerse a nuestro entorno actual, con el añadido de que hoy, como siempre, los primeros que demuestran voluntad por hacer inservibles las normas son precisamente quienes detentan el poder.

¿Por qué asegurar esto? Porque, de acuerdo a lo que publicó ayer TIEMPO en su sección principal, los tres poderes del Estado, han incumplido con el mandato que, directa o indirectamente, ellos determinaron en las recientes reformas a la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Oaxaca.

Esto, debido a que quedó establecido en los artículos transitorios de esa modificación constitucional, que en un plazo improrrogable de 30 días naturales, a partir de la publicación de las mismas, debía ser conformado el Consejo de la Judicatura en el Poder Judicial del Estado. El problema, hoy, es que dicho plazo ya se cumplió y no hubo demostración alguna de voluntad por parte de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, para hacer cumplir ese mandato, y por tanto instalar dicho órgano que se encargaría de todas las cuestiones administrativas de quienes integran el Tribunal Superior de Justicia del Estado, en sus diversas jerarquías jurisdiccionales.

El problema, en realidad, no es operativo, sino más bien de deber ético, político y moral. De hecho, al tener ya una composición y funcionamiento previo, el Poder Judicial del Estado puede seguir funcionando con relativa normalidad, siempre y cuando no se vea en la necesidad de nombrar a nuevos funcionarios judiciales, determinar ascensos, rotaciones, destituciones o acciones disciplinarias.

Sin embargo, por el solo mandato constitucional, en el momento en que se vea en la necesidad de tomar alguna de esas determinaciones —y otras más que pasaron a ser atribución constitucional del Consejo de la Judicatura— tendrá necesariamente que solicitar la integración de dicho órgano, pues de lo contrario todas las determinaciones que tomen las comisiones actuales simplemente serán violatorias del mandato constitucional, y por tanto la actuación de esos funcionarios nombrados incorrectamente sería nula de pleno derecho.

No obstante lo anterior, no debiera de sorprender que aún así el Tribunal Superior de Justicia, el Ejecutivo del Estado, e incluso el Poder Legislativo, se sigan resistiendo a cumplir con el mandato constitucional. Más allá de cualquier explicación, justificación o hasta condena realizada en términos jurídicos, queda claro que con este primer mensaje negativo, la voluntad por la transición democrática puede ser resumida en el hecho de que se concedieron las reformas… con la determinación de no cumplirlas.

CAMBIOS ILUSOS

Unos y otros pueden decir misa, pero queda claro que sólo se podrá decir  que la verdadera transición democrática es un hecho cuando ésta se demuestre con un cumplimiento cabal de las normas establecidas en la carta constitucional local.

Mientras eso no ocurra —y es justo en la situación en que estamos ahora— lo establecido en la Constitución no es sino un amasijo de visiones dispersas, de buenos deseos, e incluso de ciertas pretensiones de timar a la sociedad con reformas ilusorias —pero de buen calado en el ámbito de lo políticamente correcto— que quién sabe si tengan utilidad práctica real en una sociedad tan compleja como la nuestra.

En este punto, es necesario que volvamos a una cuestión que hemos recalcado en varias ocasiones, y que hoy de nuevo se hace presente: que la lógica de la democracia, es distinta a la del poder. Por esa razón, cuando se pretende captar la atención del electorado para hacerse de sus votos, pueden hacerse todo tipo de promesas basándose lo mismo en engaños, que en las más profundas convicciones democráticas, de tolerancia e inclusión.

Sin embargo, una vez que se tiene el poder la lógica se convierte en otra: ahora, ese poder que ya se tiene en las manos debe ser preservado, estimulado y acrecentado en todas las formas posibles, incluso con un ánimo natural de perpetuación. Por eso, todos los gobernantes, todos, una vez que están bien instalados en sus funciones, comienzan a dosificar las concesiones democráticas que le otorga a la población, cede ciertos espacios a la oposición a cambio de conservar otros, y comienza a tomar decisiones no tanto para ensanchar la democracia, como para más bien conservar las potestades que ya tiene en las manos.

Eso es lo que ocurre siempre, y es lo que podría estar comenzando a suceder ahora en Oaxaca. El gobierno actual cristalizó las demandas democráticas que lo llevaron al poder, pero hasta ahora no ha dado pautas precisas como para también dejar constancia de que tiene la voluntad de permitir que esas reformas —que en sí mismas limitan su poder, y generan nuevos contrapesos— sean utilizadas para esos fines.

¿Por qué resistirse a la existencia de un Consejo de la Judicatura? Porque éste, naturalmente, impedirá que un poder tan importante siga utilizándose como en los tiempos del régimen de partido hegemónico; porque ahora las decisiones tendrán que ser más consensadas; porque se limitará la posibilidad de tener jueces de consigna. Porque, en esencia, se podrá tener menos injerencia sobre una cuestión —la impartición de la justicia— que hoy se encuentra en un completo marco de discrecionalidad, profundamente dañino para la democracia.

AHÍ VIENE EL PARO…

La Sección 22 tiene como anuncio inminente el del estallamiento del paro indefinido. Es parte del plan de acción consensado. Habrá arreglo hasta bien entrada la semana siguiente, si acaso. Todo está “fríamente calculado”. ¿Apuestan?

Caso Instituto San Felipe: politización dañina

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+ Este es el resultado de actuación por consigna

Luego de casi cuatro años, tuvo que ser la Suprema Corte de Justicia de la Nación la que restableciera los parámetros de la legalidad en Oaxaca, respecto al caso del menor presuntamente violado en el Instituto San Felipe. Aunque nadie lo quiso aceptar en su momento, el resultado de hoy es la consecuencia de la manipulación, la politización y la mediatización que inopinadamente provocaron el Gobierno del Estado, los señalados como responsables, e incluso la misma familia y los abogados defensores del niño.

En efecto, sólo aquellos que no quisieron ver, pasaron por alto que desde un inicio este procedimiento penal estaba encaminado al fracaso. A la luz del análisis frío, pudo verse desde siempre que tanto la acción de quienes buscaban justicia, como la actuación del Ministerio Público del Estado e incluso de los tribunales jurisdiccionales, estuvo presionada y determinada por la politización y los efectos de la mediatización de un asunto, que debió resolverse con estricto apego a derecho no en una arena política, sino dentro de los tribunales competentes.

Para constatar esa situación, que siempre estuvo a la vista de todos, basta con recordar el hecho y las aristas particulares que lo envolvieron. En ese sentido, debemos recordar que la madre del menor, Leticia Valdés presentó una denuncia penal ante la Procuraduría General de Justicia del Estado el 23 de mayo de 2007, en relación a una serie de ataques sexuales de que había sido objeto su hijo de cuatro años de edad.

Sin embargo, no fue sino hasta septiembre de ese año, cuando los hechos fueron ventilados en un medio impreso local, denunciando además la lentitud con la que la Procuraduría integraba el expediente judicial, para que fueran libradas las órdenes de aprehensión respectivas.

La publicación masiva de ese asunto tuvo varios efectos. Uno de ellos, fue provocar una comprensible ola de indignación social por las características del hecho. A partir de entonces, diversas organizaciones civiles y de lucha social manifestaron su apoyo a la madre denunciante e iniciaron diversas campañas de denuncia dentro y fuera de nuestro Estado.

No obstante, otro de los efectos que detonó la exigencia masiva de justicia, fue el hecho de que desde un inicio, los denunciantes —la madre del menor, sus abogados y sus consejeros personales— pusieron especial énfasis en sus declaraciones de prensa, que no se hacía justicia justamente porque el abogado defensor de los presuntos violadores (el esposo de la dueña del Instituto San Felipe, y dos profesores) era Jorge Franco Jiménez, padre de un cercanísimo colaborador del entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz.

Con esos dos ingredientes combinados (la indignación social y la denuncia sobre el tráfico de influencias desde las más altas esferas del poder) el asunto adquirió una relevancia sin precedentes. La opinión pública, medios informativos, organizaciones civiles que ya tenían viejas afrentas con el gobierno estatal, y todos aquellos enemigos del régimen que entonces gobernaba, se aglutinaron para denunciar lo ocurrido, y exigir justicia en todos los foros locales, nacionales e internacionales en que les era posible.

El resultado de la investigación, ante todas esas presiones, fue el previsible: apenas unas semanas después de desatadas aquellas presiones, en las que el punto central era el relativo a que el Gobernador era el responsable de fondo de esa injusticia, la Procuraduría estatal, presionada por el escándalo, consignó la Averiguación Previa a un juez, con la orden expresa de que librara de inmediato las órdenes de aprehensión respectivas, sin importar si estaba o no bien soportada la comprobación del cuerpo del delito y la probable responsabilidad de los señalados.

DESGRACIA PARA LA JUSTICIA

Hace casi dos años, en nuestra entrega del 28 de mayo de 2009, en esta columna apuntamos que “El proceso judicial que enfrenta en prisión la profesora (Magdalena) García Soto, no representa más que el eslabón más débil de una cadena de señalamientos, en los que los —probables y principales— responsables siguen al amparo de la impunidad. Esto porque no existe —y seguramente nunca existió— una investigación real para dar con su paradero”. El paradero de los dos inculpados, Hugo Gabriel Constantino Cruz y Adán Salvador Pérez Martínez, dos años después, sigue siendo sospechosamente desconocido.

Pero también, en esa misma entrega, señalamos los riesgos de querer hacer justicia en base no a los procedimientos, sino a la presión política. En ese sentido, apuntamos que “el efecto mediático que le imprimieron las organizaciones sociales desde el momento en que el caso se ventiló públicamente, provocó una guerra de spots y declaraciones desde ambos frentes, que a casi dos años de distancia en nada han abonado a la tarea esencial de demostrar la responsabilidad y, en su caso, la inocencia de los señalados. Todo esto es lo que sigue provocando que hoy sea a través de la presión social, como cada una de las partes busca la justicia a su favor, y la concreción de sus intereses. Y así, simplemente, nunca funcionará eficazmente la justicia.”

Hoy queda claro que, en efecto, así la justicia simplemente no funciona. Si la Procuraduría de Oaxaca actuó presionada por las circunstancias, y consignó el expediente ante un juez sin tener perfectamente soportadas sus acusaciones; y si el Poder Judicial del Estado —también actuando por consigna— sentenció en primera y segunda instancia a la profesora García Soto (primero a 10 años de prisión, y luego con una reducción a seis años y ocho meses), todo para tratar de aparentar que sí hacía justicia, entonces al final todos terminaron siendo víctimas de sí mismos.

Así, si la defensa del menor presionó política y mediáticamente para que se hiciera justicia, fallaron. Si el gobierno anterior hizo todo para dictar una sentencia endeble, pero que aparentara justicia para evitar más cuestionamientos además de los muchos que ya tenía encima, entonces finalmente también falló.

IMPUNIDAD

La libertad de la profesora García Soto corrigió, a juicio de la Corte, un acto de injusticia. ¿Pero qué tan injusto es que con su liberación, también quede demostrado que la Procuraduría y el Poder Judicial cometieron innumerables errores, y los responsables de ellos hoy estén tan campantes como siempre? Finalmente subsiste el asunto de fondo: un niño fue violado, y todos, todos, todos los responsables andan caminando por ahí, libres, como si nada hubiera pasado.