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Guelaguetza en Oaxaca: ¿por qué no conformarnos?

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+ Fiesta debe recuperar su sentido original

 

Oaxaca es una tierra de gente tan generosa, que por eso, aún frente a los agravios y las distorsiones, difícilmente protesta o inconforma por asuntos que realmente tienen que ver con temas tan complejos, como el de sus raíces culturales. Eso es lo que ocurre con la fiesta de los Lunes del Cerro: a pesar de que ésta ha sido modificada, y lastimada, por los meros afanes comerciales, los oaxaqueños seguimos viéndola tan esplendorosa e impactante como si nada se le hubiera cambiado. Por muchas razones, eso no debiera ser así.

En efecto, en los últimos años la fiesta de los Lunes del Cerro ha sufrido modificaciones importantes. Una de ellas, quizá la más significativa, ha sido la del establecimiento de cuatro, y no dos ediciones de la Guelaguetza. Ese replanteamiento, que se hizo bajo justificaciones meramente comerciales, en realidad ha venido a distorsionar de manera importante la lógica que seguía la representación de los Lunes del Cerro, así como la presencia de las delegaciones regionales y hasta el tiempo de duración de cada una de las representaciones.

Es claramente perceptible el hecho de que, en los últimos años, los encargados de organizar esas festividades desde el Gobierno del Estado, se han aprovechado de que generalmente los turistas desconocen cuáles son los antecedentes principales y el origen y significado tanto de la presencia de las delegaciones en Oaxaca, como de las expresiones étnicas y culturales que vienen a representar en el Auditorio Guelaguetza. Piensan que como éstos no saben, y de todos modos se van maravillados por lo que ven (cultura tan rica como la oaxaqueña, es escasísima en casi todo el mundo), entonces les pueden presentar lo que sea y que de todos modos éstos lo consumirán y aplaudirán como si la fiesta estuviera realmente intacta.

Eso último, en efecto, ocurre. Aún con todos sus cuestionamientos y deficiencias, generalmente el turismo nacional e internacional —y los mismos oaxaqueños— se va maravillado por lo que pueden alcanzar a ver en el Auditorio Guelaguetza. Es innegable el hecho de que a propios y extraños impacta y estremece el majestuoso Jarabe del Valle con la presencia de las Chinas Oaxaqueñas; los bailes y sones de la región de la Costa e Istmo; la belleza de las tuxtepecanas y el colorido y alegría de sus bailes y trajes; e incluso el impacto que provoca la Canción Mixteca, entonada respetuosamente por miles de almas en el Auditorio, o la lozanía de los Mixes o representantes de la Sierra Juárez. Sin embargo, al margen de eso ocurren muchas otras cosas que no deberían pasar en los Lunes del Cerro.

Vayamos a algunos ejemplos. Por citar una cuestión específica, hoy esa representación dura casi cuatro horas, de las cuales —dicho con todo respeto—, mucho está de relleno. En cada edición anual de los Lunes del Cerro, se ve con mayor claridad el hecho de que la fiesta se alarga innecesariamente y que, a la par de ello, se invita a delegaciones regionales que, aunque ciertamente son parte de Oaxaca, pero que no por ello son expresiones realmente auténticas de sus regiones o zonas étnicas.

Del mismo modo, para alargar la Guelaguetza, hoy se recurre en exceso a las representaciones de bodas, mayordomías, tradiciones populares y demás, que si bien son parte de las tradiciones de los pueblos, no por ello tienen estar en la Guelaguetza. Haciendo un balance honesto y congruente de lo que debían ser los Lunes del Cerro, y lo que son en realidad, pueden entenderse con toda claridad los amplios cuestionamientos que hoy pesan sobre los organizadores de la fiesta, y sobre el llamado Comité de Autenticidad, que claramente han privilegiado el sentido económico, comercial y lucrativo de esa fiesta, y han desdeñado la verdadera originalidad y autenticidad que debía prevalecer en una representación tan trascendental que, además, no es propiedad de ellos, sino de todos los oaxaqueños.

 

CIUDADANÍA EXIGENTE

Lo grave, en todo esto, es que hasta la gente que sabe se deja cautivar con la fiesta, y hace de lado cualquier cuestionamiento respecto de la Guelaguetza. Se van, pues, al lugar común de que Oaxaca es más grande que cualquier insuficiencia de sus funcionarios o mecenas folclóricos o culturales, y que por esa razón la fiesta de los Lunes del Cerro vale la pena independientemente de cómo se haga, o de lo que se le agregue o se le quite deliberadamente. Dicen, por ejemplo, que la sola presencia de ciertas delegaciones regionales (algunas de ellas mencionadas en líneas anteriores) hacen que la fiesta valga la pena, y que todo lo demás es nimio. Nada más equivocado.

Uno de los principios de cualquier sociedad crítica, radica en que ésta pueda tener siempre la capacidad de autoevaluarse y verse con honestidad y sin falsos pragmatismos. Es cierto, bajo esa lógica, que los Lunes del Cerro valen excepcionalmente la pena por las expresiones culturales que ahí se manifiestan.

Sin embargo, eso no significa que propios o extraños debamos estar de acuerdo, o aplaudir, por cualquier cosa que se nos presente. Y si a los turistas eso se les disculpa por el desconocimiento de la verdadera tradición, para los oaxaqueños eso es inadmisible porque sabemos bien lo que debe tener nuestra Máxima Fiesta, y porque preferimos evadir la realidad antes que hacer algún tipo de autocrítica que involucre signos de interrogación a nuestras tradiciones.

Por eso, un asunto como este debemos verlo desde una perspectiva más amplia. Debemos ser críticos y exigentes, porque sólo así podremos verdaderamente tener una mejor fiesta. Es cierto que quienes la organizan no lo hacen tan mal. Sin embargo, es evidente que la podrían hacer mejor, y que uno de los puntos básicos para eso radica en recuperar la originalidad de la celebración, en rescatar la forma en que originalmente fue concebida, y en quitarle el aserrín y el relleno que solamente abulta pero que no aporta para lo que verdaderamente deben ser los Lunes del Cerro. No seamos evasivos. Exijamos algo mejor, por el bien de Oaxaca y de nosotros mismos.

 

DE RIPLEY…

Que en Oaxaca las más importantes escuelas de educación superior elijan a sus autoridades por el voto popular. Así ocurre en todas las escuelas de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca —y ahí está la raíz de muchos de sus problemas— y ahora sabemos que también lo hacen así en las Normales de Maestros en Oaxaca. Coincidentemente son las más problemáticas. Coincidentemente, son muy corruptas. Qué lamentable.

Transporte: ordenamiento y la ley, un caos

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+ Problema, que no hay voluntad ni reformas

 

Buena parte del problema que enfrenta hoy el Gobierno del Estado en materia de transporte, se debe a dos cuestiones mayores: en primer término, se enfrenta a un gravísimo problema de desorden y predominio de los poderes fácticos del transporte, por encima de la ley; y en segundo, todo se agrava por una discordancia en la propia legislación estatal, que no hace sino alimentar las disputas y las luchas de poder dentro del mismo gabinete estatal. Mientras no haya solución a esos temas, el problema seguirá agravándose indefinidamente. Veamos por qué.

El primero de los puntos es palpable a simple vista. A pesar de que en las dos últimas administraciones (la del gobernador Ulises Ruiz y la actual) se han mandado a hacer sendos estudios sobre la forma en que debe realizarse el reordenamiento integral del transporte público en la capital oaxaqueña y su zona conurbada, no ha habido disposición por parte de todos los actores del sector para de verdad entrarle a una reorganización integral, y eso ha impedido que la autoridad estatal pueda avanzar más allá del simple hecho de saber qué hacer, pero no cómo.

Nadie ha querido acceder a esa posibilidad, porque obviamente cualquier reordenamiento pasa por el fin de innumerables vicios que hoy son cosa común en el transporte público. Y es que, aunque estamos acostumbrados a eso, es evidente que en Oaxaca pasan muchas cosas que no deberían.

Esto se refleja, por ejemplo, en el hecho de que no haya una delimitación específica de rutas y tarifas; que no haya una delimitación específica, y que se respete, en el ámbito de trabajo del transporte citadino y foráneo; que, del mismo modo, no haya certeza en la forma de operación de los automóviles de alquiler, las camionetas, los minibuses y las llamadas “suburbans” dentro y alrededor de la ciudad; y, por si fuera poco, que el servicio de transporte urbano sea asimismo anárquico, voraz e ingobernable dentro de la misma capital oaxaqueña.

Queda claro que no hay orden porque el “orden” que hoy existe es el que ha impuesto no la ley sino los grupos más fuertes. El pasado miércoles, por ejemplo, vimos una muestra clara de cómo la Unión de Organizaciones de Taxistas de Oaxaca sitió por completo de la capital oaxaqueña en aras de presionar a la autoridad estatal para ser atendidos en sus demandas.

Ayer, en respuesta a la presión de la UOTEO, los taxistas foráneos —e irregulares— agrupados en la Confederación Nacional de la Productividad, se apostaron en los principales cruceros y accesos a la capital, en una franca señal de desafío a la autoridad, y llevando con ellos el mensaje de que también están presentes, que también son fuertes (porque son muchos) y que, en base a ello, también tenían capacidad de recetar a la autoridad estatal (y a la ciudadanía) otro bloqueo como el del día anterior, si ésta no los tomaba en cuenta y no los llamaba también a negociar sus demandas.

Es evidente que, unos y otros, los que siempre buscan negociar con la autoridad son canonjías, relajamiento en la aplicación de la ley, y permisividad para la continuación de actividades y prácticas que se encuentran prohibidas por el derecho, pero que de hecho son permitidas porque sólo así, aflojando la observancia de la norma, han podido mantener la “gobernabilidad” en el sector, y un orden que les permita aparentar que cumplen con las funciones públicas que les fueron encomendadas.

Al final, el reordenamiento del transporte urbano, foráneo y colectivo ha sido imposible de realizar, porque siempre ha ganado el poder fáctico de cada uno de los grupos, y porque esos grupos —todos— siempre han hecho lo legal y lo ilegal con tal de que no les sea impuesto un auténtico reordenamiento que marque el fin de sus excesos y de las ganancias indebidas que obtienen del caos que prevalece actualmente.

 

CONFLICTO DE LEYES

Esa permisividad y relajamiento en la aplicación de la ley, se ve aderezada por otro factor que, aunque es poco atendido, sí juega un papel fundamental en la anarquía y la desorganización que existe en la atención y sanción de los temas relacionados con el transporte público. Dos dependencias del Gobierno del Estado, dicen ser autoridades en materia de tránsito. Y como no se ponen de acuerdo ni trabajan coordinadamente, entonces el sector se queda sin vigilancia y esto es aprovechado por quienes, a partir de eso, infringen la ley y obtienen ganancias indebidas. ¿De qué hablamos?

De que tanto la Ley de Tránsito Reformada, como la Ley de Seguridad Pública del Estado de Oaxaca, contemplan la existencia de una Dirección de Tránsito. El problema es, en esencia, un conflicto de leyes (que, con voluntad sería fácilmente subsanable) que, sin embargo provoca confusión, descoordinación y disputas dentro del propio gabinete; y que todo impacta en la situación del transporte, que bien a bien no es regulado por nadie.

Y es que en la Ley de Tránsito Reformada (que es la que formalmente regula todo el sector del transporte público) dispone que “la aplicación de esta Ley y sus Reglamentos, corresponde al Titular del Poder Ejecutivo del Estado por conducto de la Secretaría de Transporte y sus correspondientes Direcciones de Tránsito y de Transporte”. Enseguida establece que la Policía Preventiva está obligada a prestar auxilio a las Autoridades de Tránsito, cuando éstas, en el desempeño de sus funciones, lo soliciten. Y dicho ordenamiento, señala expresamente que son autoridades de tránsito en la entidad, entre otros, El Gobernador, el Secretario de Transporte, y el Director de Tránsito.

El problema es que la Ley de Seguridad Pública establece que son autoridades en esa materia el Gobernador, el Secretario de Seguridad Pública y, entre otros, el Comisionado de la Policía Estatal. Ahí mismo se establece que para la conducción de las operaciones policiales, la Policía Estatal contará con un área de Tránsito y Vialidad.

 

RAZÓN DE INGOBERNABILIDAD

Eso señala cada una de las normas. Aunque lo real es que sólo existe la Dirección de Tránsito y Vialidad establecida en la Ley de Seguridad Pública, que no tiene competencia en materia de transporte; y que, cuando en los hechos se involucra en estos asuntos, lo hace rebasando sus atribuciones. En buena medida, pues, el problema es jurídico. Pero también es cierto que ese problema jurídico se alimenta de un jaloneo entre la Secretaría de Seguridad Pública y la del Transporte, por Tránsito y sus funciones. Y mientras ellos, los gatos, se pelean… los ratones transportistas siguen en la fiesta.

Transporte: claves para entender esta crisis

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+ Solución integral: necesaria ¿y lejana?

 

El del transporte público, es un problema grave que debe ser abordado y resuelto cuanto antes. Para comprender momentos de crisis como el de ayer, y la compleja situación que enfrenta hoy el Gobierno del Estado, es necesario tomar en consideración algunos aspectos de su propio contexto, para después entender qué soluciones debe dar en el corto y mediano plazo para dejar de administrar este asunto, y darle una solución integral y de fondo. Aquí presentamos algunas claves indispensables sobre este tema.

  1. Atendiendo a su causa más inmediata, la crisis generada por los taxistas citadinos tiene como origen la disputa que existe entre ellos y grupos de transportistas foráneos agrupados en la Confederación Nacional de la Productividad, que encabeza el impresentable líder Juan Luis Martínez. De entrada, el conflicto es territorial y tiene que ver con la invasión de rutas y ámbitos de trabajo entre los concesionarios de taxis del centro de la capital oaxaqueña, y los grupos de foráneos que, violando la ley, instalaron en sus unidades los llamados “copetes” con la leyenda de “Taxi”, y las diademas, que sólo pueden ser portadas por los autos de alquiler de la capital oaxaqueña. Los foráneos protegidos por la CNP, portando esos objetos en sus unidades, prestan el servicio de taxi en Oaxaca de Juárez y municipios conurbados, cuando ese es territorio exclusivo de los citadinos.
  2. Este conflicto, sin embargo, no es sólo territorial, sino también es un problema  de manipulación política y de promesas incumplidas. Ya desde nuestra entrega del pasado miércoles 18 de abril, dábamos cuenta del hecho de que Juan Luis Martínez, líder de la temible CNP, es el nuevo personero, en el rubro del transporte público irregular, del ahora senador electo Benjamín Robles Montoya. Decíamos desde entonces, que ellos están manipulando a tal grado el tema del transporte público, que podrían lograr la regularización de cientos de unidades en fechas próximas. Ciertamente, no lo han logrado (aunque eso no significa que no lo hayan intentado, incluso manipulando las decisiones del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Poder Judicial del Estado), pero lo que sí han conseguido es completa impunidad para que sus unidades irregulares, que con concesión de transporte foráneo, presten el servicio de taxi en la capital oaxaqueña.
  3. En esa misma lógica, con toda oportunidad esta columna dio otra clave sobre este asunto el martes 24 de abril, cuando dijimos que “aquí mismo en la capital oaxaqueña los grupos adheridos a Robles Montoya, y secundados por personajes como [Juan Luis] Martínez de la CNP, están tratando de quebrar a la Unión de Taxistas del Estado de Oaxaca, para que un ala de ésta se vaya al nuevo conjunto de organizaciones identificado con Robles, y que a partir de eso puedan generar fuerza capaz de llegar a presionar a la propia autoridad estatal (en manos del grupo que ahora le tiende la mano para crecer políticamente) en cualquier momento, y por cualquier circunstancia que sea conveniente a sus intereses.”
  4. Hoy vemos que esos intentos por romper la UTEO ya provocó una primera reacción radicalizada y potencialmente violenta que, por la desatención del gobierno estatal y por la ambición desmedida de Robles y Martínez por convertirse en los nuevos mandamases del transporte en la entidad a partir de la manipulación de la irregularidad, afectó a decenas de miles de oaxaqueños y además evidenció las prácticas políticas más pedestres de la entidad, justo en los tiempos en que Oaxaca se presenta al mundo a través de la festividad de los Lunes del Cerro.
  5. El conflicto no es sólo entre la UTEO y la CNP de Martínez y Robles Montoya. De hecho, en el ámbito estricto del transporte citadino existen cuando menos tres frentes distintos que no han sido atendidos debidamente por la autoridad. El primero de esos frentes de discordia es, en efecto, entre la UTEO y los foráneos que indebidamente prestan el servicio de citadinos. El segundo, es entre la UTEO y una segregación de taxistas (fundamentalmente del sitio ADO) que formaron recientemente una coalición de sitios independientes identificada con el PRI. Y el tercero, es esencialmente con la UTEO, que en una actitud clara de doble moral, exige la aplicación del artículo 240 bis del Código Penal local para los irregulares, pero por otro lado respalda a ciertos sitios de taxis foráneos que están en esa misma condición de irregulares. Por eso, en la capital oaxaqueña, este conflicto está de entrada tan revuelto y tiene poco margen de negociación.

 

REORDENAMIENTO, ¿CÓMO?

Aquel martes 24 de abril rematábamos este espacio señalando que todo esto (el caos total, la impunidad infecciosa, y la corrupción galopante en el sector del transporte público), sin embargo, choca no sólo con el propósito, sino con el apremio que tiene el Gobierno del Estado, por entrar de verdad a fondo al reordenamiento del transporte urbano, colectivo y foráneo. De hecho —decíamos—, parece claro que la administración estatal ahora sí está convencida de que eludir este asunto de nueva cuenta implica no sólo el incremento del caos en el sector, sino también el pago de costos políticos directos para quien ahora es gobierno. Entienden que parte de las facturas que en 2010 el electorado cobró al PRI fue por la corrupción y el caos que promovieron en el sector del transporte. No quieren repetir el escenario. Pero flacos favores reciben del “aliado” Robles Montoya.

¿Cómo dar solución a esto? Es lo que hoy nos preguntamos. En el corto plazo, parece claro que debe agilizarse el establecimiento de orden en el otorgamiento de concesiones. Esto podría comenzar con la creación de un padrón único de concesiones y, en el caso de los taxis citadinos, la creación de un padrón de choferes, para evitar la discrecionalidad con la que se han entregado las concesiones, pero también para frenar los excesos de los sitios de taxis y las organizaciones de ruleteros, que hacen de las suyas cada seis años.

Después tendrían que venir otras medidas de reordenamiento integral del transporte, rutas y, sobre todo, la estipulación de una ley que contemple la problemática actual y delimite también las competencias de las instancias estatales. Pero de eso, hablaremos en próximas entregas.

 

¿SERÁ?

¿Que los vehículos de motor de algunos de los más altos funcionarios del gobierno estatal, son conducidos por taxistas de sitios como Reforma? ¿Será?

Normalistas: la ignominia, llevada al extremo

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+ No hay autoridad: la ciudadanía, a la deriva

 

Ayer los estudiantes de la Escuela Normal Superior Federal de Oaxaca, desquiciaron la ciudad por un asunto que, como siempre, compete sólo de forma marginal a la autoridad estatal, y que nada tiene que ver con los intereses de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ellos, los normalistas, representan además a uno de los grupos menos comprometidos con el interés general, y que más perjuicios provocan a la entidad con su radicalismo y proclividad a la voracidad e inconformidad sin sentido.

En efecto, ayer representantes del Consejo Estudiantil señalaban que el bloqueo de arterias viales que realizaron, y que provocaron un enorme problema a la ciudadanía y al turismo, tuvieron como origen la supuesta falta de respuesta a su demanda principal, “relacionada con un conflicto interno”. Lo que exigían los normalistas, era el reacomodo de personal e infraestructura educativa para su centro de enseñanza, y justificaron sus acciones en el hecho de que el IEEPO hace caso omiso a sus demandas.

Todas estas son excusas para hacerse presentes en este momento tan importante para la economía y el gobierno de Oaxaca. Es evidente que lo que los normalistas buscan es convertirse en un problema de gobernabilidad para el gobierno estatal, con el objetivo de encarecer la posibilidad de cualquier tipo de arreglo, y de ahí obtener mayores beneficios a los que recurrentemente coinciden.

Sólo quien no sabe la forma de actuación, los cálculos de los normalistas, y los beneficios de los que siempre son objeto, podría pensar que, en efecto, esta protesta fue casualmente coincidente con las fiestas de los Lunes del Cerro, y que verdaderamente los estudiantes normalistas buscan la satisfacción de sus exigencias, y no llamar la atención del Gobierno del Estado.

Y es que la protesta, en este preciso momento, por un problema que sólo corresponde a ellos y a su dirección (y posiblemente a la Sección 22, que es quien controla casi por completo la vida interna de las normales de la entidad), es en realidad una excusa de los normalistas para conseguir todavía más beneficios y canonjías de las que ya goza de manera permanente.

Esto porque los normalistas, a diferencia de prácticamente todos los demás estudiantes de nivel superior de la entidad (que están desprotegidos durante todo su periodo como estudiantes, y que además nunca tienen asegurada una plaza laboral o una seguridad para cuando concluyan sus estudios universitarios), sí reciben innumerables ayudas económicas por parte de la administración estatal para realizar estudios normalistas de los que, bien a bien, nadie sabe qué calidad o competitividad real tienen; y que, además, tienen asegurada una plaza de trabajo al culminar sus estudios.

Oaxaca es la única entidad de la República en la que aún prevalece la práctica nociva de la contratación automática de todos los normalistas, independientemente de su nivel de conocimientos o de su desempeño como estudiantes, y también sin tomar en consideración las necesidades que tiene el sector educativo de la entidad, de nuevos trabajadores.

Todo esto, además, contrasta sobremanera con el alto grado de conflictividad que tienen los normalistas, que hoy por hoy son más conocidos en la sociedad oaxaqueña por integrar los grupos de choque, y la carne de cañón de la Sección 22, que por verdaderamente ofrecer certidumbre sobre el futuro de la educación pública de la entidad.

Los normalistas oaxaqueños, en general, se asemejan más a grupos porriles aparentemente politizados (pues les enseñan que su único objetivo es la defensa de sus intereses al precio que sea), que a futuros educadores que podrán sostener los compromisos y los requerimientos educativos de la entidad para los próximos años.

 

GOBIERNO TOLERANTE

Ayer los normalistas cerraron importantes arterias viales durante varias horas, ante la mirada complaciente de todas las autoridades de la entidad, que no sólo no hicieron algo para destrabar lo antes posible la obstrucción a las vías de comunicación, sino que tampoco hicieron algo para auxiliar a la ciudadanía que se quedó varada —y atrapada— en los bloqueos, y en el caos que provocó la ausencia de representantes del orden.

En efecto, la obstrucción duró varias horas. Durante varias horas, no hubo representantes del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca que pudieran dar cauce al asunto, y —como siempre— los representantes de la Secretaría General de Gobierno estaban más ocupados en otros menesteres, (quién sabe en qué) que en atender un asunto que, al menos por decoro, debían estar también atendiendo.

Mientras todo eso ocurría, miles de transeúntes, turistas, y automovilistas, quedaron en medio de un enorme caos vial, que se agravó por la ineptitud de las instancias municipales y estatales, que nunca llegaron a atender el enorme estacionamiento público en el que se convirtieron la mayoría de las arterias viales del norte de la capital oaxaqueña.

Esto parecía el peor escenario. Propios y extraños (porque estos son los días de más turismo en todo el año en Oaxaca) vieron cómo la autoridad estatal fue incapaz de atender un asunto claramente prefabricado con los normalistas, y también presenciaron cómo todas las instancias abandonaron a los ciudadanos, que tuvieron que arreglárselas como pudieron para dar orden al caos vial derivado del bloqueo, y que se vieron en la necesidad de organizarse solos porque no hubo representante oficial que hiciera presencia cuando menos para desahogar el tráfico.

Esta es una situación inaceptable. Pues es claro que si los oaxaqueños tenemos un gobierno, lo menos que podemos esperar de él, es que actúe con eficacia y prontitud tanto para atender los asuntos que generan perjuicios a la mayoría, como también para que auxilien a los que se convierten en víctimas colaterales de una situación como la de ayer.

Lo grave es que nadie parece tener conciencia de ello. Y por eso sólo dejan pasar los asuntos sin reparar en la gravedad que éstos representan, y en la pésima imagen que se llevan de nosotros (sociedad, gobierno y grupos de lucha social) aquellos que vienen de visita y, por casualidad, se convierten en testigos de esta ignominia.

 

INDIGNADOS

Así nos decimos los ciudadanos. El problema es que nos enojamos y nos indignamos sólo mientras dura el bloqueo, pero luego se nos olvida. Por eso no exigimos más y mejores resultados a la autoridad. Y por eso siempre terminamos siendo objeto de nuestros propios olvidos.

Guelaguetza magisterial: ¿rescate cultural, o qué?

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+ Copia de “Guelaguetza oficial” un error recurrente

 

En 2006, ante el boicot a las representaciones de los Lunes del Cerro en el Auditorio Guelaguetza, y ante el conflicto magisterial que para entonces ya se encontraba en una situación grave, los profesores de la Sección 22 del SNTE se inventaron la decisión de realizar su propia representación de la Guelaguetza. Desde entonces la realizan, cada año, el mismo día en que se lleva a cabo la que ellos denominaron como “Guelaguetza oficial”, y más o menos con la misma dinámica. El problema es que, con el paso el tiempo, la representación magisterial terminó siendo una simple copia de las desviaciones que tiene la Guelaguetza organizada por el gobierno estatal.

En efecto, la Guelaguetza magisterial nació casi como un berrinche. Hace seis años, los profesores de la Sección 22, y de la naciente Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, tasaron a todos los oaxaqueños en dos grandes grupos, a los que simplemente denominaron como “priistas”, por un lado, y “el pueblo”, por el otro.

Los primeros eran todos aquellos que coincidían con las acciones del gobierno en turno —o que simplemente no coincidían con sus razones o prácticas—; y los segundos eran aquellos, “pobres” como se autodenominaban, que sí estaban de acuerdo con sus argumentos y formas de lucha, y que, según ellos, por no tener la capacidad económica suficiente, tenían vedada la Guelaguetza y las tradiciones “oficiales” organizadas por “los priistas” del Gobierno del Estado.

Ésta última fue la razón esencial por la que nació la llamada Guelaguetza popular. Con una acción como esa, los profesores entonces paristas de la Sección 22, reforzaron aquella idea de que ellos eran parte del pueblo, y que estaban a favor de él, y por esa razón movilizaron a sus agremiados en todas las regiones del Estado para que organizaran a sus propias delegaciones regionales. Con eso, y con un financiamiento mínimo (que en los años siguientes fue puesto por el propio gobierno estatal) iniciaron la representación de su propia Guelaguetza en los campos deportivos del Instituto Tecnológico de Oaxaca.

Esto, a pesar de todas las condiciones, tuvo buena aceptación. Desde el primer año, miles de personas han acudido cada año a esa representación, y de algún modo han convalidado aquella decisión de la Sección 22 del SNTE. Ésta última, deliberadamente ha minimizado cada vez más, el hecho de que para su organización sí recibe apoyo económico del gobierno estatal, y que para esos mismos fines también recauda aportaciones supuestamente voluntarias de sus más de 70 mil agremiados (con lo que esto se vuelve un lucrativo negocio para “alguien” a quien no es difícil de identificar dentro del propio Comité Ejecutivo Seccional).

Aunque, en el fondo, lo que más ha minimizado la Sección 22 del SNTE, es el hecho de que únicamente se ha dedicado a hacer una suerte de “fiesta espejo” de la celebración de la fiesta de los Lunes del Cerro, que organiza la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico del Gobierno del Estado, y no lo que todos hubiéramos esperado de aquel gremio que dice estar siempre dispuesto a defender, preservar y rescatar las mejores causas de todos los oaxaqueños.

Es decir, que la Sección 22 ha hecho todo, menos un rescate de la tradición y las costumbres relacionadas con el Lunes del Cerro, y con las expresiones folclóricas y culturales de las distintas regiones de la entidad, y únicamente se ha limitado a copiar en todos sus rasgos las celebraciones que el gobierno celebra, según su retórica, “para los ricos”.

 

GUELAGUETZA COPIADA

La Sección 22 hoy realiza su propio desfile de delegaciones regionales, quema su propio castillo con juegos pirotécnicos, lleva a cabo su propia representación del Lunes del Cerro, y hace todo lo necesario para copiar los pasos de la celebración organizada por el gobierno estatal.

Eso no tuviera nada de malo, si no fuera porque, hoy, la misma representación “oficial” de los Lunes del Cerro está llena de cuestionamientos, mutilaciones, agregados inexplicables, y sinrazones, de las que nadie puede dar una explicación racional, y que son motivo de preocupación y señalamientos por parte de aquellos que sí conocen las raíces y el significado de las representaciones, y que dicen que ni el Gobierno del Estado ni el llamado “Comité de autenticidad” de la celebración, están a la altura de las necesidades de preservación cultural que requiere la Guelaguetza.

Y es que, en el caso de la Guelaguetza magisterial, es claro que no tendría ningún problema en ser una fiesta mucho más auténtica que la organizada por el gobierno estatal, por el solo hecho de que los profesores de la 22 sí tienen presencia en todos y cada uno de los rincones del Estado, que la mayoría de ellos sí tienen arraigo en las comunidades de donde provienen y, sobre todo, que sí tienen contacto —y en muchos casos hasta cierta ascendencia y respeto— con las personas que verdaderamente conocen las tradiciones de cada región o comunidad, y pueden dar testimonio válido de la veracidad de las representaciones, o de la forma correcta en que éstas deben realizarse para no tergiversar su contenido y significado.

El problema es que esto no parece ser una preocupación de la Sección 22 del SNTE. Pareciera que su único afán radica en solamente demostrar al gobierno y a la sociedad oaxaqueña que ellos sí son capaces de organizar su propia representación de los Lunes del Cerro, y que además sus festividades también tienen convocatoria y arraigo entre las personas. Nadie está peleado, ni pone en duda, ese hecho. Pero lo importante debiera ser que, además de ello, ellos buscaran hacer aportaciones culturales importantes, y  no solamente una copia de lo oficial para que las personas de baja capacidad económica puedan tener acceso a ello.

 

LA MISMA COSA

Al final, todos pueden continuar con sus respectivas celebraciones. Pero eso no garantizará que la fiesta de la Guelaguetza pueda preservarse como se espera, o que pueda irse afinando y autenticando como también debiera ser. Sería bueno que los profesores dejaran de lado las frivolidades y se preocuparan por rescatar muchas de las tradiciones y representaciones que hoy se están perdiendo por los afanes comerciales, y el descuido, de quienes organizan los Lunes del Cerro desde el sector oficial. Eso sí honraría verdaderamente a Oaxaca. Pues es un hecho que las copias simples, de fondo, no sirven para nada.

Guelaguetza: oaxaqueños, cuesta abajo

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+ ¿Qué hemos hecho para engrandecerla?

 

Los oaxaqueños podemos seguir quedándonos en el lugar común de que Oaxaca es más grande que todos sus problemas, y de que, a pesar de todo, nuestra ciudad cada año deslumbra a propios y extraños con su generosidad artística, folclórica y cultural. Podemos quedarnos así. Y sin embargo, más allá de la supuesta tranquilidad por tener fiestas y tradiciones imponentes e inagotables, los oaxaqueños debiéramos preguntarnos si en los últimos años hemos hecho algo efectivo, real, para honrar esa grandeza, o aún para ensancharla o consolidarla.

La fiesta de los Lunes del Cerro es, para los oaxaqueños, una especie de fuente inagotable de vida. A pesar de que cada año tenemos docenas de problemas sociales, políticos, y hasta partidistas, y de que tenemos un gobierno que no siempre toma las mejores decisiones, que no siempre resuelve de mejor modo las contrariedades, y que no siempre hace o dice cosas que favorezcan a la Máxima Fiesta de Oaxaca, al final de todos modos la Guelaguetza termina atrayendo a miles de turistas, que vienen a nuestra entidad a gastar su dinero y a darnos un soplo de vida para esperar la siguiente temporada vacacional.

En este sentido, no debemos confundir la expresión cultural de los Lunes del Cerro, y todo lo que los rodea, con el hecho de que en Oaxaca esas, y todas las festividades que atraen al turismo, debieran ser vistas efectivamente como una verdadera industria, y debían ser cuidadas por todos (sociedad y gobierno) porque, a diferencia de una factoría o actividad particular, la Guelaguetza —que engloba nuestras tradiciones, costumbres y raíces culturales como oaxaqueños— nos pertenece a todos y todos somos de algún modo corresponsables de ella.

El problema es que, según parece, no hemos entendido nada de eso. Por eso los oaxaqueños —los ciudadanos de a pie— preferimos siempre evadir cualquier tipo de responsabilidad relacionada con la fiesta de los Lunes del Cerro. A tanto ha llegado nuestro desánimo, que muchos de nosotros decidimos evitar por completo la asistencia o la participación en cualquier tipo de expresión cultural relacionada con las festividades. Como buenos malinchistas, preferimos otras actividades o distracciones, porque damos por hecho que conocemos una cultura o expresiones —las nuestras— a las que, literalmente, nunca nos hemos acercado.

Algo similar ocurre con las organizaciones de lucha social, que nunca dejan de hacer presencia en estos momentos. Éstas, lejos de demostrar preocupación social, lo que inspiran con su “participación” en estas festividades, es el sentimiento de un profundo desprecio por el trabajo y la situación de cientos de miles de oaxaqueños que dependen de la industria turística.

Sus intentos reiterados de boicot a las festividades, únicamente revelan que ellos efectivamente no viven de eso, y que como son ajenos a esa situación, entonces por eso ocupan el momento para exigir su propio modo de vida a un gobierno que sistemáticamente está lejos de encontrar la forma de encaminar o sortear esas adversidades, y que por eso termina cediendo ante las primeras inconformidades.

Si este escenario provoca cierto desánimo, queda claro que es porque, al final, todos los que no somos parte del gobierno, no hemos hecho la parte que nos corresponde. Por eso, evitamos acordarnos del 2006, cuando todos juntos provocamos la cancelación de esa expresión cultural, que también es un negocio; o cuando al año siguiente, del mismo modo todos (por acción u omisión) provocamos que la Guelaguetza fuera rebautizada como la “Guerraguetza”.

Eso debería provocarnos profunda vergüenza a todos. Sin embargo, preferimos omitir el recuerdo porque creemos que con eso es suficiente.

 

NINGÚN AVANCE

Cuando en 2005, el Gobierno del Estado anunció que la celebración de los Lunes del Cerro se llevaría a cabo en dos ediciones por cada fecha, fueron más las críticas que los buenos comentarios recibidos. Derivado de eso, cuando se anunció que se ampliaría la convocatoria a las delegaciones regionales que participan en la Guelaguetza, muchos pusieron en duda —con razón— la posibilidad de que la autenticidad de la celebración pudiera sostenerse.

Cuando se anunció que se instalaría una techumbre al Auditorio que lleva ese mismo nombre, llovió otro montón de críticas y cuestionamientos sobre la innecesaria y mal planeada modificación de la Rotonda de la Azucena, y sobre los efectos que esto podría tener en la celebración de los Lunes del Cerro.

Fuera de esas únicas decisiones, polémicas y consideramos que en gran sentido equivocadas, todos se han dedicado a simplemente mantener el estado de cosas como se encuentra, pero sin demostrar capacidad para hacer más y mejores cosas por esa industria que, directa o indirectamente, nos da de comer a la gran mayoría de los oaxaqueños.

El asunto no es menor. Quienes en otras épocas presenciaron y reseñaron las decisiones que tomaron ciertos gobiernos para establecer la fiesta de los Lunes del Cerro, y todas las representaciones y expresiones que ocurren en estas mismas fechas, hablan de consensos reales, de gran visión cultural y de Estado para la entidad, de aceptación y apoyo por parte de la ciudadanía, y sobre todo de un profundo compromiso e identidad con lo que aspiracionalmente son las tradiciones y las expresiones culturales de nuestro estado.

¿Por qué hoy el gobierno ya no toma grandes y consensadas decisiones para seguir incrementando el impacto de la Guelaguetza, y al mismo tiempo por mejorar los efectos económicos que eso tiene? Primero, porque parece que hoy los oaxaqueños que podrían generar esas propuestas y esos consensos, y que estarían legitimados por la sociedad, o no están en el gobierno, o ya no existen. Segundo, porque parece que ya no hay ánimo de hacer más, de proponer más, de innovar más o, cuando menos, de sistematizar más las expresiones culturales que ya existen pero que no son conocidas ni apreciadas como las de los Lunes del Cerro, u otras que tienen gran aprecio por el turismo nacional e internacional.

 

¿QUÉ NOS QUEDA?

Por eso, según parece, vivimos únicamente de lo que nos queda. Por eso, aunque la Guelaguetza es nuestra “fuente inagotable de vida”, nosotros, los oaxaqueños hemos decidido conformarnos y no hacer ni querer nada más de lo que ya tenemos. Estamos, pues, en una inaceptable zona de confort, que sólo sigue haciendo lo indispensable por mantener intacta una tradición, pero que no tiene ganas de hacer algo más por Oaxaca.

Hugo Jarquín: ganar el poder… para lo peor

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+ Que el PRD se responda por sus abanderados  

 

Ayer, el diputado federal electo por el distrito de Oaxaca Centro, el perredista Hugo Jarquín, intentó tomar por asalto la vía pública en el parque El Llano, para dar paso a la instalación de integrantes de su agrupación con puestos ambulantes. Esto provocó una gresca que pudo haber terminado en una batalla campal, pues dichos espacios ya habían sido asignados por la autoridad municipal a otras organizaciones de comerciantes durante las fiestas de la Guelaguetza. La actitud de Jarquín representa lo más corrupto e impresentable de los excesos que cometen los políticos a partir del poder público.

Hugo Jarquín es uno de esos personajes que son por sí mismos impresentables. Éste representa los intereses no de grupos políticos como tales, sino de lo más retardatario de las organizaciones de comerciantes que, alegando crisis económica e inequidad en las condicione económicas imperantes, terminan rozando la ilegalidad —y hasta la ilicitud— en las actividades y productos con los que se ganan la vida.

Jarquín, de hecho, es un personaje que saltó a la vida política a partir de una engañosa bandera de lucha social. Su supuesta base social parte de la acumulación de poder por el manejo de rancios grupos sociales, que se dedican a hacer el trabajo sucio que los partidos y las facciones políticas siempre necesitan para mantener contentas a sus respectivas clientelas de votantes.

Por eso, los grupos de supuestos “votantes duros” que sí apoyan fielmente a Jarquín, son sólo aquellos que se han visto beneficiados por las peores prácticas que pueden permitirse desde el poder. Es decir, por la invasión de espacios públicos, por el comercio de productos ilegales y de contrabando, por el despojo a particulares de bienes muebles e inmuebles, y por la intimidación violenta de todos aquellos que pretenden impedir sus objetivos.

Hoy, la gran mayoría de los oaxaqueños sabe, y reprueba, el hecho de que el gran respaldo de supuesta “responsabilidad y compromiso” del izquierdista Hugo Jarquín, se base en la utilización de espacios públicos para arrebatarlos al Estado y repartirlos entre sus agremiados; que lo mismo han hecho con propiedades de particulares y de comunidades para establecer ahí colonias paupérrimas e irregulares de paracaidistas, que no cuentan con ningún tipo de servicio o seguridad (más que la protección de su líder); o que vende protección a los que comercian con todo tipo de productos que entran ilegalmente al país, que están prohibidos por la ley, o que son comerciados al margen de cualquier disposición legal o fiscal.

El problema es que nadie está dispuesto a hacerse responsable por un personaje como Jarquín, pero al mismo tiempo nadie le pone un freno a sus intentos, ni le hace ver que el poder público o la influencia política deben servir para generar mejores condiciones para la ciudadanía, y no para afectarla aún más con la agudización de sus prácticas indeseables que no generan beneficio alguno, y sí dañan a muchísimas personas.

En este sentido, ¿dónde está la dirigencia estatal del PRD, que primero traicionó el proceso supuestamente democrático en el que Jarquín fue electo candidato, para luego darle todo su cobijo y permitirle llegar hasta la curul que ocupará a partir del mes de septiembre próximo? ¿Dónde está ese partido supuestamente responsable, que se supone que postuló a un líder de la ciudadanía para ir al Congreso a representar los intereses no de su grupo, sino de todos los oaxaqueños? ¿Dónde están hoy, para responder por los actos inadmisibles e Jarquín, todos aquellos que pidieron el voto a su favor, argumentando que él significa un cambio positivo para Oaxaca?

 

JARQUÍN ES UN LASTRE

Jarquín, incluso, nunca estuvo dispuesto a responder a la ciudadanía sobre el proyecto de trabajo que supuestamente encabeza. Fue electo diputado por el solo efecto del no-voto-diferenciado. Pero los oaxaqueños desconocemos qué piensa el nuevo Diputado. No existe ningún compromiso asumido por él a favor de Oaxaca. Nadie sabe qué tipo de izquierda concibe para Oaxaca y para el país.

De hecho, muchos ni siquiera conocen su voz ni entienden lo que representa. Sin menospreciar a quienes sí votaron convencidos por él, es evidente que su triunfo se debió en cierta medida a una compra disfrazada del voto, realizada a través del lucro con las necesidades más básicas de los oaxaqueños. Jarquín, aunque decía representar un cambio, también recurrió a las mismas prácticas retrógradas de siempre.

Es decir, al regalo de despensas, láminas de cartón, materiales básicos de construcción y apoyos económicos directos. Los mismos que les da a los integrantes de sus organizaciones, cuando envía a los más desposeídos a invadir predios, y ocuparlos (y defenderlos, incluso con la vida) para evitar que sus legítimos dueños puedan recuperarlos, y así él pueda seguir lucrando con la pobreza y la necesidad de la gente, y con la tolerancia que le profiere la autoridad municipal y estatal.

Por eso, lo que intentó hacer ayer en el Parque El Llano, no es sino un pintoresco intento de demostrar su poder frente a todos los que, en condiciones distintas a las de sus agremiados, intentan también trabajar, pero lo hacen sin apartarse de los dictados y límites de la autoridad, y sin arrebatar nada a nadie.

Al final, alguien debería responder por las tropelías y la actitud retrógrada de Hugo Jarquín. Éste, bien lo sabemos, jamás dará la cara y, del mismo modo, nunca tendrá la disposición —ni la capacidad— para explicar a los ciudadanos por qué hace lo que hace. No lo hizo como candidato. Tampoco lo hará ahora que ya tiene asegurada una curul en el Congreso Federal, y que intentará reiteradamente, a partir de eso, seguir medrando e intimidando a la autoridad y a los oaxaqueños, para seguir sacando provecho de su falsa lucha social, de la ilegalidad, y de la necesidad de miles de oaxaqueños que siguen creyendo en sus vulgares formas de obtener lo que desea.

 

VA POR TODO

No se equivocan aquellos que, aterrados, ya ven a Jarquín como posible candidato a Edil el próximo año. Seguramente lo intentará, porque queda claro que más que legislar, lo suyo es el manejo de los espacios públicos, para sacar provecho de ellos. El cargo de Edil sería ideal para él y sus intereses. Aunque sería dantesco para nuestra hermosa capital oaxaqueña. Luis Ugartechea, los priistas, y todos, debían ver esto con seriedad. Las consecuencias de no hacerlo, las pagaremos todos.

Nuevos diputados: ¿hay agenda con gobierno?

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+ No más cheques en blanco ni diputados becados

 

Entendiendo que existe, o que debe existir, independencia plena entre los representantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo, y que también debe haber autonomía entre los ámbitos estatal y federal, ello no significa que el trabajo de quienes representan a los poderes públicos de Oaxaca deba de ser aislado ni distante ni disperso. Hoy que están constatados los triunfos y las derrotas electorales, así como los nuevos equilibrios que existen entre partidos y facciones políticas locales, debe construirse una agenda común en beneficio de Oaxaca. Si ésta no existe, entonces tendremos autoridades administrativas que actúan solas, y representantes populares que ostentan el cargo como meras becas.

La experiencia propia de Oaxaca indica que independientemente de la correlación de fuerzas políticas en el poder, el trabajo coordinado siempre es a favor de la entidad. El no hacerlo, sin embargo, significa una enorme oportunidad perdida para partidos y gobernantes, y un descrédito asimismo importante para las fuerzas políticas y para las coaliciones que dicen ofrecer alternativas diferentes y mejores a las tradiciones, pero que sólo entregan resultados testimoniales.

En efecto, hoy existen experiencias de los dos tipos en Oaxaca. La primera de ellas, fue la que se dio en 2006, cuando ante las complejas condiciones particulares de la entidad, y ante el conflicto magisterial y popular, ocurrió un triunfo sin precedentes de las entonces fuerzas de oposición en Oaxaca, que ya aglutinaban al Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo y Convergencia, y que, en aquellos tiempos, ganaron nueve de las once diputaciones federales y los dos escaños en el Senado de la República.

Como su triunfo no tenía referencias, y era inesperado —hasta por los mismos ganadores—, nadie se tomó la molestia de preguntar si los nuevos diputados electos tenían agenda legislativa, si tenían también disposición de trabajar coordinadamente con el gobierno estatal, o si, en su defecto, contaban con alternativas para no reconocer a una administración entonces repudiada, pero que no por ello dejaran de hacer el trabajo legislativo y de gestión para el que fueron electos.

El resultado fue que nunca hubo trabajo a favor de nada en la entidad. Aquellos diputados ocuparon sus escaños únicamente para aprovechar la ocasión y para fustigar al gobierno de Oaxaca, pero no para verdaderamente hacer un trabajo representativo de las necesidades urgentes e importantes de la entidad, o para conseguir beneficios directos para los oaxaqueños. Su paso por el Congreso de la Unión fue únicamente de referencia, pero no hubo nunca aspectos constatables de que hubiesen hecho algo positivo por su partido, por su grupo político o por la entidad.

En el otro extremo se encuentra la curiosa situación de los diputados federales de la legislatura saliente. Éstos, a pesar de contar con una bancada estatal fuerte y avasallante perteneciente al Partido Revolucionario Institucional, no regatearon al gobierno estatal la posibilidad de trabajar juntos en la construcción de mejores presupuestos y condiciones económicas para la entidad.

A pesar de ser de partidos políticos distintos, hubo siempre interés, o hasta conveniencia mutua por un trabajo conjunto —aunque, ciertamente, sin una agenda específica, y sin coordinación real más que para los temas presupuestales y prioritarios para la entidad. De todo esto, al final, se puede desprender que si aún no habiendo agenda común hubo buenos resultados, los beneficios habidos para Oaxaca de haber un trabajo verdaderamente ordenado, habrían sido mucho mayores a lo conseguido.

El problema es que, hasta hoy, no existe referencia alguna de coordinación entre partidos y entre ámbitos de poder; y tampoco existe una visión clara de quien detenta el poder en Oaxaca (el Gobernador del Estado) en el sentido de asumir su papel preponderante para convocar a todos los ganadores de las pasadas elecciones, a construir una ruta clara de trabajo, y un conjunto de compromisos a favor no sólo de ellos o de sus intereses partidarios, sino de la entidad.

 

AGENDA POR OAXACA

Nuestra entidad tiene un conjunto de asuntos importantísimos más allá del presupuesto. Se entiende que hasta ahora, gobierno estatal y diputados federales hayan trabajado juntos en la construcción de mejores gastos autorizados por la federación a la entidad, porque finalmente de eso obtienen todos beneficios tanto para sus partidos, como para las comunidades que representan, e incluso para ellos mismos. Sin embargo, este debiera ser el momento de ver más allá y de asumir responsabilidades superiores a las que hasta ahora se han asumido.

Por ejemplo, debiera ser prioridad de toda la próxima Legislatura federal que representa a Oaxaca, la defensa efectiva, política, del territorio oaxaqueño de Los Chimalapas, que fue despojado por la entidad vecina de Chiapas. Ese asunto no ha tenido un buen escenario a favor de nuestro estado no porque no le asista la razón, o sólo porque tengan una defensa jurídica desastrosa, sino sobre todo porque en la Federación nadie se ha querido hacer responsable de la necesidad urgente de una defensa articulada y fuerte a favor de la entidad, por parte de todos aquellos que representan a Oaxaca ante los poderes federales.

Hay, aparte de eso, todo un conjunto de temas que debiera ser motivo de un trabajo coordinado, permanente y hasta temático entre los diputados federales y senadores, y el gobierno de Oaxaca. Esta posible coordinación y relación no tendría por qué significar una visión injerencista entre poderes y ámbitos de gobierno, sino más bien debiera ser vista como el aprovechamiento de todos los espacios que tiene la entidad ante los poderes públicos.

 

CHEQUE EN BLANCO

No hacerlo así significaría darle, de nuevo, un cheque en blanco a nuestros diputados y senadores, para que únicamente se den la dulce vida en la capital del país, para que tengan un salario de privilegio, y para que tengan canonjías prohibidas para la mayoría de los ciudadanos. Su curul o escaño debe ser sinónimo de compromiso y no de privilegio. El problema es que hasta hoy, nadie parece tener una visión de conjunto ni de las necesidades de fondo que tiene nuestra entidad, y que podrían ser atendidas —o cuando menos encauzadas— sin ningún problema desde el Congreso de la Unión. Qué lamentable que no sea así.

PRI: su elección es una unificación… imposible

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+ Reprobados todos, en su primera campaña real

 

Si el proceso para elegir al nuevo dirigente del Partido Acción Nacional en Oaxaca representa un reto mayor para su militancia, lo que viene para el Partido Revolucionario Institucional es aún mucho más complejo. Recién terminada la campaña proselitista determinante, para el priismo oaxaqueño quedaron claras al menos dos cuestiones: primera, que su primera organización de campañas fue desastrosa. Y segunda, que están tan pulverizados y confrontados, que la posibilidad de existencia de un líder aglutinante, es prácticamente imposible.

¿Por qué hablamos, en primer término, de “su primera organización de campañas”? Porque, de acuerdo con los hechos —y con sus propios antecedentes—, siempre había sido el gobierno estatal quien había organizado y financiado las campañas. Y no sólo eso, también el Ejecutivo Estatal, en su calidad de “el primer priista del Estado”, era quien establecía el orden dentro del partido y también definía, en el ejercicio de una singular democracia, quiénes serían los próximos candidatos a cargos públicos, quiénes serían sus coordinadores de campaña, qué instancias serían las financiadoras de cada uno de los abanderados, y quiénes fungirían como dirigentes y operadores partidarios.

Todo eso determinaba la existencia de una pesada maquinaria electoral, que era la que hacía funcionar el éxito del priismo como fuerza partidista. Sólo hasta las últimas campañas, los candidatos fueron quienes comenzaron a ponerle dinero al proselitismo. Pero antes de la última década, era exclusivamente el Gobierno del Estado quien suministraba los recursos económicos para aceitar la maquinaria electoral del tricolor.

Por eso, en aquellos tiempos había un orden establecido no en la militancia partidista ni en la identidad con el proyecto político del candidato, sino que todo esto se encontraba determinado en gran medida por el orden jerárquico que implicaba el hecho de haber sido mandados, todos, por el Jefe Político que era al mismo tiempo el Gobernador del Estado, y de depender todos de una cadena de mando y obediencia determinada por empleos, recursos económicos, prebendas y canonjías entregadas desde la administración estatal.

Sin embargo, con la pérdida del poder gubernamental, todo eso se acabó; eso fue lo que, en un primer momento, trataron de minimizar los dirigentes priistas derrotados. En 2010, luego de ser vencidos en las urnas, los líderes priistas, comenzando por el entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz, se decían “satisfechos” por haber obtenido la votación más alta de la historia del priismo oaxaqueño, y aseguraban que en eso se fundamentaría la recuperación del poder en los procesos electorales siguientes. Se autoengañaban, o trataban de engañar a los demás, diciendo que su votación dura estaría incólume, y que podrían continuar teniendo un trabajo eficaz ahora como fuerza de oposición.

Los resultados electorales hablan de lo contrario. En la última campaña proselitista, los priistas que aparecieron como dirigentes partidarios, como coordinadores de campaña y como candidatos, se abstuvieron de arriesgar sus capitales económicos en aras de sus respectivos proyectos políticos; decidieron tampoco arriesgar trabajo y tiempo en aras de causas y candidatos con los que no concordaban; y todos se desentendieron de lo que debían de ser los pilares del trabajo territorial, de promoción del voto y de manutención del voto duro.

Y por esa razón, ya cuando estuvieron solos —y no contaron ni con el respaldo político, ni con la logística, ni con los recursos económicos, ni con el orden y la fuerza coactiva que daba la existencia del Jefe Político y el Gobierno del Estado—, demostraron que simplemente no saben hacer campañas políticas, que no saben estar en orden, que no saben trabajar en coordinación real, y que, por ende, su patético resultado electoral se explica en gran medida en sus propias razones y deficiencias, más que en los efectos de los otros candidatos presidenciales, o en los recursos o compra de votos de sus adversarios políticos directos.

 

¿LIDERAZGO GENERAL?

El otro de los factores es no menos importantes: esta campaña demostró que el priismo está tan pulverizado, confrontado y receloso, que es imposible que hoy exista algún viso de orden o de aglutinación en torno a un proyecto político. Éste último no existe, como tampoco se tiene clara la visión del triunfo y la competitividad, y mucho menos se termina de entender que el priismo no debe terminarse con éstas campañas, sino que más bien tiene que construir los escenarios de lo que será su primera elección plebiscitaria directa a su desempeño y presencia en el Estado.

En estas condiciones, un líder absoluto es imposible. Por eso tienen razón quienes sostienen que la única alternativa posible del priismo oaxaqueño radica en la posibilidad del surgimiento de una fuerza de algún modo hegemónica, que aglutine no a todos los intereses o causas del priismo (porque queda claro que eso no ocurrirá), sino más bien que logre consensar intereses y causas con la mayoría de los grupos priistas determinantes.

Haciendo eso, habrá hecho ya mucho más de lo que hasta ahora han podido hacer los priistas locales que se quedaron con el partido, y que han demostrado que no son sino menores de edad sin capacidad para regirse, para tener una visión amplia de partido, y para poder conducir la causa priista en estos nuevos tiempos.

El problema es que hasta hoy ese priismo aglutinante no existe. La convivencia del priismo es un “todos contra todos”, que lamentablemente se agravará conforme pasen las semanas y los meses, y que podría tener su clímax, cuando unos y otros pretendan obtener espacios en el gobierno federal tratando de valerse de una posición o ascendencia partidista en Oaxaca, que en realidad no existe, y que por tanto sería imposible de tratar de hacer pasar por válida.

 

DEBILIDAD CRÍTICA

Nadie en ese partido entiende que su debilidad política es tan profunda, que por esa razón sus adversarios políticos se atreven, con toda libertad, hasta a encarcelar y perseguir judicialmente a sus principales líderes representativos. La situación que enfrenta la líder femenil del PRI, Maritza Escarlet Vásquez Guerra es preocupante no sólo por los cargos que enfrenta, sino porque no parece haber articulación de parte del partido que representa para también dar la cara por ella. Eso debe valorarlo el priismo. Porque muchos no quieren ver su situación real de debilidad. Y al final, se engañan solos.

PAN: hoy sus derrotas se explican por la pequeñez de sus dirigencias

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+ Proceso interno, al margen de falsos proteccionismos

 

Está a punto de abrirse el proceso interno para elegir al nuevo dirigente del Partido Acción Nacional en Oaxaca, y ya circulan los nombres y los grupos de quienes pretenden tomar el control de ese partido. La descomunal derrota de los pasados comicios federales, y los pésimos resultados globales entregados por quienes tuvieron a ese partido en las manos, pone al panismo oaxaqueño en una disyuntiva, en la que tendrá que elegir entre regresar a ser el partido testimonial que ya fue, o iniciar un replanteamiento profundo que le permita recuperar la identidad con los electores.

En efecto, al iniciar la semana comenzó a hablarse ya con formalidad sobre los detalles del proceso de elección del nuevo dirigente estatal. En ese sentido, quedó establecido que al proceso interno podrían inscribirse el actual presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, Juan Mendoza Reyes; José Manuel Vázquez Córdoba, delegado del Registro Agrario Nacional; Luis Zárate Aragón, profesor jubilado de la Sección 22 del SNTE y actual jefe del Padrón de Beneficiarios de Leche Liconsa en el Estado, y Rolando García Varela, ex titular de la Comisión Estatal de Agua. Estos nombres, y sus antecedentes y pertenencias a las facciones panistas, hacen evidente la disyuntiva que habrá de enfrentar el panismo oaxaqueño. ¿Por qué?

Porque más allá de sus triunfos en coalición en la entidad, y de la fuerza aparente que les daba el hecho de que el panismo estuviera en el poder presidencial, lo cierto es que los blanquiazules en Oaxaca no necesariamente han inscrito historias de grandes éxitos electorales en sus haberes.

Pues lejos de haber privilegiado la apertura, la competitividad y el acercamiento con la ciudadanía, el panismo oaxaqueño se ha esmerado por cerrar y acaparar sus espacios de dirigencia, y por excluir de los espacios partidarios relevantes a todos los que no pertenecen a las facciones más anquilosadas del panismo, independientemente de que éstos sean o no eficaces, o de que reporten o no beneficios electorales o políticos al partido albiazul.

Eso es lo que ha ocurrido en los últimos años con la dirigencia panista en Oaxaca, y eso se ha reflejado fielmente en la gran mayoría de las desastrosas decisiones y postulaciones que han definido en momentos determinantes. En el primero de los casos, todo el panismo local es bien sabedor de que desde hace años la dirigencia estatal se encuentran acaparada por un solo grupo, que ha tratado de defender su poder a capa y espada, y que ha utilizado todo tipo de artimañas —legales e ilegales— para impedir que, en las decisiones fundamentales de su partido, participen otras facciones que no sean la que tiene el poder.

Esa misma facción es la que hoy pretende reelegirse, aunque sólo por una razón de continuidad en el poder… pues de acuerdo a sus resultados, es evidente que no tiene un solo argumento válido para pretender continuar en el poder, o para defender su actuación frente a la militancia panista.

Si es un hecho que todos los que militan en un partido político, lo hacen para acceder al poder público; si también lo es que, la dirigencia panista en Oaxaca lo único que ha hecho en los últimos años es perder, entonces se puede ­deducir que lo necesario es un cambio de fondo, pero que ese cambio debe tener como contenido de fondo un replanteamiento encaminado ya no al acaparamiento o a la cerrazón, sino justamente a la apertura y al replanteamiento de su fuerza e identidad con su militancia, y con la ciudadanía —que necesita verdaderos partidos, fuertes, dispuestos a defender causas de interés general, capaces de tener cierto contenido ideológico, y con cierto grado de competitividad e influencia en el sistema político.

 

NOMBRES Y GRUPOS

De acuerdo con la información que se ha dado a conocer en los últimos días, José Manuel Vázquez Córdoba, delegado del Registro Agrario Nacional, es impulsado y férreamente apoyado por el grupo del ex dirigente panista Carlos Moreno Alcántara y del ex gobernador del Estado —y derrotado candidato a Senador de la República—, Diódoro Carrasco Altamirano.

Frente a él se encuentra el diputado Mendoza Reyes, que a la luz de los hechos, representa el único liderazgo real y comprobable del panismo en los espacios públicos estatales. Y junto a éstos dos, que son los contendientes reales, se encuentran dos panistas que buscan figurar en la contienda, pero que no tienen una influencia comprobable ni en el panismo, ni en los electores, ni en los espacios de poder en Oaxaca.

En efecto, los dos contendientes que parecen mero relleno, son Luis Zárate Aragón y Rolando García Varela. El primero de ellos ha luchado por la dirigencia estatal panista en todos los procesos internos de la última década, y en todos ha perdido. Con el paso del tiempo, ha quedado claro que su estrategia radica en inscribirse para hacerse notar, y finalmente terminar vendiendo el apoyo que pueda acumular a cambio de un espacio en el panismo o, como en los últimos años, en las delegaciones federales.

García Varela, por su parte, tiene una carrera mucho mejor construida dentro del panismo oaxaqueño, sin embargo hoy pesa en su contra el hecho de, primero, haber sido defenestrado de una forma poco clara del gobierno coalicionista de Gabino Cué; y, segundo, de haber perdido una elección interna (ante perfectos desconocidos, como el que finalmente lo derrotó) que parecía que podía llevarlo, casi de cajón, a la candidatura a la diputación federal por el distrito de Oaxaca Centro.

Al final, si a Vázquez Córdoba lo impulsa el grupo también derrotado de Moreno Alcántara y Carrasco, es claro que de entrada no tiene las mejores credenciales ni los mejores antecedentes ante el panismo. Y frente a eso, lo único que queda, que no es poco, es Juan Mendoza, que basándose en un programa sólido de apertura y acercamiento a la sociedad, podría construir una dirigencia panista sólida, reconocida y replanteada frente a los retos nacionales que tiene, ahora en el escenario difícil de tercera fuerza en el país.

 

DISYUNTIVA

Si el panismo oaxaqueño decide por la continuidad, de entrada estará decidiendo mal y a favor de todo lo que los ha llevado a perder todo. Si se decide de nuevo por la cerrazón y por el acaparamiento, entonces estará apostando por volver a ser un partido testimonial. Por eso, como sea, deben apostar por la apertura. Un reto nada sencillo para el partido que más se ha resistido al cambio en Oaxaca.