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Magisterio-Gobierno: dilema de hacer valer la ley

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+ Provocaciones más inexperiencia, igual a conflicto

En un destello de humor mordaz, seguramente alguien en el Gobierno del Estado asegurará, si no es que ya lo hizo, que la beligerancia magisterial y el potencial conflicto que está en riesgo de estallar con la Sección 22 del SNTE, también es herencia del gobierno de Ulises Ruiz Ortiz.

Quizá eso sea lo que haya dicho o pensado el secretario de Seguridad Pública del Estado, Marco Tulio López Escamilla, quien en más de una ocasión ha asegurado que ahí se encuentra el origen de todos los males que vive Oaxaca. Sólo que, en el caso de los hechos de ayer, éstos deberán de verse con más responsabilidad y menos simplismo, y no sólo a la luz del pasado, sino de los errores cometidos frente a una protesta en la que no había un solo motivo para que se saliera de control, y provocara el inmenso lío que ahora amaga con afectar a todos los oaxaqueños.

¿Qué ocurrió ayer? De acuerdo con la información preliminar dada a conocer en el transcurso del día por algunos medios informativos digitales, todo pareció comenzar cuando un grupo de profesores de la Sección 22 se acercó a las inmediaciones del Palacio de Gobierno, para tratar de romper el cerco que habían instalado elementos de las policías Estatal y Federal, para resguardar el espacio que sería objeto de la visita del presidente Felipe Calderón.

Según lo informado, al tratar de romper este cerco, los elementos estatales y federales repelieron la agresión, y ahí se inició una gresca que un par de horas más tarde se recrudeció, y que por la tarde ya alcanzaba matices similares a los vistos recurrentemente durante el conflicto magisterial y popular de 2006.

Al caer la noche, se informaba que la dirigencia magisterial había ya llamado a sus bases para iniciar un mega plantón; que, por otro lado, dos aviones con más elementos federales estaban camino a la capital oaxaqueña; y que los profesores de la 22 de nuevo instalarían barricadas y cercos de seguridad para protestar por lo que ellos ya calificaban como un acto de represión.

Todo esto parece tener una lógica exacta, si lo observamos a la luz de lo vivido y padecido por los oaxaqueños durante el conflicto magisterial de hace cinco años. No obstante, parece indispensable ir a la causa de la causa, para comprender con más precisión qué ocurre ahora, y cuál fue el hecho que detonó esta gresca que luego se convirtió en amenaza para la ciudadanía.

Sólo a partir de ello, y de tomar en consideración todos los elementos objetivos, y no sólo las percepciones, podremos forjarnos un criterio más exacto sobre lo ocurrido la mañana y tarde de ayer.

 

RECUENTO DE HECHOS

Un primer elemento que es indispensable tomar en cuenta, es el relativo a la ausencia de casualidades o actos fortuitos. ¿Por qué decir eso? Porque ante una visita presidencial, los órganos estatales y federales encargados de la gobernabilidad y el control político, construyen escenarios posibles y a partir de ello dialogan y negocian todas las posibilidades que se pueden dar en ese momento.

En esa lógica, la Sección 22 del SNTE y el Gobierno del Estado, ya tenían perfectamente claro que la mañana de ayer los profesores marcharían y protestarían en el marco de la visita presidencial. Unos y otros —la dirigencia magisterial, y tanto la secretaria de Gobierno, Irma Piñeyro, como el secretario Particular del Gobernador Cué, Benjamín Robles— ya habían negociado y acordado con el magisterio que éstos tendrían entera libertad para marchar y protestar en las inmediaciones de Palacio de Gobierno. A cambio, la 22 había pactado no tratar de llegar hasta el sitio en donde se encontraría el presidente Calderón, y el Mandatario Estatal.

Ese pacto, tan natural como las relaciones políticas entre los dos factores políticos más importantes del Estado, fue roto por algo que no resulta ser sino una verdadera imprudencia, y por alguien que no puede ser ubicado más que como un mero inexperto en la contención de manifestaciones o disturbios sociales que debe hacer toda corporación policiaca.

¿De qué funcionario y hecho hablamos? Nos referimos al secretario López Escamilla, y a su imprudente actitud no sólo de pretender dialogar con los manifestantes, sino también de poner en riesgo su vida y tratar de jugar al súper héroe frente a personajes que precisamente iban a buscar un error para tratar de generar violencia.

Así, al pasar los profesores por el lugar donde de manera retadora se encontraba instalado el secretario López Escamilla, aquéllos lo encararon y éste reaccionó cayendo en la provocación. Todo eso derivó en que el Titular de SSPE instruyera a sus elementos a detener a quienes lo estaban retando, a pesar de las recomendaciones del Estado Mayor Presidencial para que no lo hiciera.

Además, desatendiendo aquel principio básico de que la policía se encuentra sólo para resguardar, garantizar el orden y obedecer, y no para dialogar, el Titular de SSPE trató de entablar diálogo con los profesores que se manifestaban. Éstos, como era de esperarse, lejos de dialogar lo tomaron a traición y lo vapulearon como seguramente nunca antes nadie había golpeado físicamente a un Secretario de Seguridad Pública.

Así, lo que comenzó siendo un asunto que no debía pasar a mayores, motivado ciertamente por la combinación de la inexperiencia de un funcionario, con la beligerancia y el radicalismo de militantes fanatizados como los de la Sección 22, ya por la noche amenazaba con escalar de nivel y convertirse en un intento de reedición del conflicto magisterial.

La contención de ese tipo de manifestaciones debe desarrollarse en una lógica y estrategia específicas, las cuales tendrían que ir necesariamente más allá de la sola ingenuidad, imaginación e incluso visceralidad o inconsciencia de un funcionario. El problema hoy es que de nuevo la educación amenaza con perder el trecho apenas ganado en los últimos cinco años. Y la ciudadanía ve con desconfianza y temor los errores de un gobierno que, lamentablemente, pagamos todos.

 

¿Y LA SEGURIDAD?

Por cierto, habría que hacer una comparación quizá poco afortunada, pero sí bastante reveladora: en abril de 2010, la entonces secretaria de Seguridad de Michoacán, Minerva Bautista, fue atacada a balazos; más de dos mil disparos de AK-47 no fueron suficientes para lastimarla. Aquí en Oaxaca, una turba de radicales golpeó, sin más ni más, a quien ocupa esa responsabilidad en el gobierno estatal. Esas fallas son riesgosas y vergonzosas.

 

Sección 22: educación, ni contigo ni sin ti

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+ Deducir colegiaturas: ¿pobres vs ricos?

La mañana de ayer, el presidente Felipe Calderón anunció la promulgación de un decreto, a través del cual el pago de colegiaturas —desde nivel preescolar hasta medio superior— que hagan las personas físicas a instituciones educativas particulares del país, podrá ser deducible de Impuesto Sobre la Renta.

Lejos del ya tradicional sospechosismo que embriaga al ambiente político nacional, parece claro que esa medida compensa a la mayoría de quienes hacen esfuerzos importantes por dar mejor instrucción a sus hijos; y que, en modo implícito, es un reconocimiento a los graves problemas que hoy enfrenta la educación pública en el país.

En el primero de los casos, no faltó quien ante dicho anuncio, denunciara que ese es un paso más que da la “oligarquía nacional” por consolidar y ensanchar las brechas entre pobres y ricos, y que esto no haría sino hacer más notables las diferencias entre las clases sociales y económicas del país.

En gran medida, esto no parece ser más que una patraña concebida por quienes ven a la sociedad polarizadamente, y por quienes, desde el mundo de los pobres o de los ricos, siguen negando la existencia y vigor —incluso hasta cierto tipo de heroísmo— de la siempre castigada clase media mexicana.

Ese estrato económico es el que cotidianamente hace más esfuerzos por subsistir, a pesar de no ser parte ni de los programas de asistencia social que apoyan a quienes se encuentran en situación de pobreza, pero de tampoco pertenecer a las supuestas “clases acomodadas” a las que siempre les endilgan los beneficios que se le niegan a la clase media, y que sí son privilegios de los que gozan los estratos económicos más altos del país.

¿Por qué asegurar que esa medida impacta positivamente en la clase media y no en las clases económicamente más acomodadas? Porque, en primer término, es la clase media mexicana, la que opta por las instituciones educativas particulares que se encuentran en la media nacional en cuanto a sus costos. Es, en términos sencillos, no las del costo deseable, sino las del costo posible. Esto, porque los precios de las escuelas privadas a las que asisten algunos de los hijos de quienes pertenecen a los estratos económicos más elevados del país, rebasan por mucho a las escuelas particulares promedio.

Además, desde otra vertiente este asunto también puede verse como un tema de justicia. Prácticamente todas las medidas fiscales habidas en el país en los últimos años, han sido dirigidas a seguir exprimiendo a los mejores contribuyentes cautivos, que son precisamente quienes integramos la clase media.

Los asalariados de ingresos regulares, somos quienes proporcionalmente pagamos más impuestos, y somos a quienes —de nuevo— ni se nos conceden subsidios importante; y tampoco somos objeto de las exenciones fiscales de las que gozan los grandes empresarios y acaudalados de nuestro país, que ni siquiera necesitan echar mano de ese tipo de beneficios porque éstos se preparan académicamente en el extranjero.

No obstante, en el fondo existen otras razones que no sólo tienen que ver con la economía. Si algún sector ha buscado siempre superar sus propias condiciones, éste ha sido el llamado “clasemediero”.

Son quienes históricamente han venido de menos a más, y hoy comprenden perfectamente que es mejor hacer un esfuerzo económico importante para brindar educación de calidad a sus hijos aún cuando ésta les signifique una erogación importante (que no necesariamente debe ser de mucho dinero, sino proporcionalmente importante para su nivel de ingresos), que seguir prefiriendo la educación pública básica y media básica que hoy enfrente, globalmente, importantísimos rezagos que no tienen para cuándo resolverse.

 

“NI CONTIGO NI SIN TI”

Una de las características esenciales de órganos magisteriales radicales, como lo es la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, radica en no reconocer que ellos son parte, y no víctima —como siempre se quieren presentar ante la sociedad— de los problemas educativos que existen hoy en nuestro país.

Ayer mismo, luego del anuncio del presidente Calderón, la comisión de prensa y propaganda de la Sección 22, emitió un comunicado en el asegura que “esto es un claro subsidio a los ricos del país, los candados que dice tener son obsoletos, el promedio nacional en colegiaturas será una interpretación ‘no estandarizada’ será interpretada a “conveniencia” local de los ricos de cada estado (…) Rechazamos este acto que como otras reformas se tejen en lo obscurito (sic), se conflagran de manera discrecional para hacer más grande la brecha entre ricos y pobres de México; es necesario que el pueblo sepa que la ofensiva de ultra derecha es cada día más ‘astuta’ es necesario que la sociedad mexicana responda a estas medidas que le traerán un financiamiento claro a la clase privilegiada, cuando el pueblo se hunde en la miseria.”

Incluso, su rechazo raya en lo absurdo al localizar, de manera tendenciosamente incompleta —porque no describen la parte de responsabilidad que les corresponde a ellos— las causas que originan el problema educativo y que ameritarían ser resueltas, antes que este conceder este tipo de medidas.

Aseguran que “la educación pública no es solamente la prueba ‘enlace o pisa’ (sic) la educación pública requiere de subsanar desde la raíz males añejos como la buena alimentación, el empleo, los servicios elementales como energía eléctrica, agua potable y salud entre otros; el dispendio del ISR para los ricos significa que se ahorren lo que tienen de más y crezcan mini, media y grandes fortunas, lo que la clase trabajadora tiene en carencias y drogas”.

Frente a esos argumentos, es claro que entes como la 22 no sólo son críticos desequilibrados de las cuestiones de fondo en las que pretenden intervenir, sino que también son enemigos de las formas alternativas de progreso que tiene nuestro país. Anteponer sus argumentos a la educación de calidad, es tanto como aceptar que prefieren ante todo que nuestro país se pudra en la instrucción pública deficiente que ellos tienen en las manos.

 

JUSTICIA PARA TODOS

Desde ayer lunes se desarrolla la “Semana de Seguridad y Justicia para Todos”, que impulsa la Procuraduría de Justicia del Estado. A través de una serie de conferencias dictadas por ponentes de talla internacional, pretenden analizar los temas más relevantes de la procuración de justicia en la entidad. Los eventos se desarrollan en El Casino del Teatro Macedonio Alcalá y culminan el próximo viernes. ¡Participe!

 

Tránsito del Estado: un ejemplo negro del “cambio”

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+ Premian abusos y corrupción contra los ciudadanos

Quizá desde el poder, se tiene la percepción de que el oaxaqueño común acepta y festeja el “cambio” sólo por la alternancia de partidos en el gobierno, o por la rotación de cierto personal en los cargos públicos.

Lamentablemente, la subsistencia de las prácticas de corrupción, los abusos cometidos en contra del ciudadano, e incluso la premiación de funcionarios acusados de cometer excesos y actos indebidos, son muestras contundentes de cómo un supuesto “cambio”, son muestra clara de la permanencia de todo aquello que, en realidad, es lo que la ciudadanía pretendía ver erradicado cuando votó por un partido distinto al que ejercía el poder.

Un ejemplo contundente de ello, lo encontramos en la Dirección de Tránsito del Estado. La historia de corrupción, abusos y complicidades, que quizá es tan añeja como lo es la misma corporación, no fue, ni ha sido remediada. En efecto, algo que quedó muy claro en la administración estatal anterior, fue que esa Dirección no estaría al mando de jefes policiacos, sino que ésta se encontraría bajo la potestad de quienes ejercían el poder. ¿De qué hablamos?

De que, antes y después de que se reformara el esquema de seguridad, para poner en práctica el modelo policiaco de mando único que aún rige en nuestra entidad, y que fue traído por el entonces secretario Javier Rueda Velázquez y sus mandos policiacos (Jorge Alberto Quezadas, Alan Peña y demás), la Dirección de Tránsito no estuvo bajo su potestad.

Su titular, José Guzmán, subsistió a la designación de mandos realizada por el Secretario de Seguridad, debido a que ésta posición en particular le era de interés a quienes ejercían el poder. Así, para efectos prácticos, Tránsito del Estado “se cocinaba aparte”. ¿Por qué? Porque esa es, y ha sido siempre, una auténtica Caja de Pandora de corrupción y negocios, que sólo les fue cedida por algunos meses a los mandos policiacos de Rueda —a través de Jaime Coello—, cuando ya el periodo de gobierno agonizaba.

La llegada de Coello a esa corporación no significó ninguna mejora. Aunque diferencia de Guzmán, que es un civil, éste sí provenía de fuerzas policiacas, ello no compuso los problemas de corrupción y la pésima imagen que el ciudadano tiene de los agentes de vialidad.

De hecho, sólo motivadas por diferencias personales, en algún momento salieron a relucir, por filtraciones de Coello a la prensa, algunas denuncias por la incontrolable venta de permisos provisionales para la circular, datos sobre la venta de plazas, y sobre las “cuotas” periódicas que debían pagar los delegados regionales, y aún los agentes para tener ciertos “beneficios” (como patrullas, motocicletas, o zonas importantes de vigilancia).

En realidad, nunca hubo resultados de esas supuestas “investigaciones”, porque en realidad lo único que ocurrió, fue que el negocio de la corrupción en esa corporación sólo cambió de manos. Y todos sus abusos fueron siempre en detrimento del ciudadano.

Así, en esas condiciones de rechazo y corrupción, fue entregada la corporación al llamado “gobierno de la transición”. Sólo que éste, a pesar de lo públicas y notorias que son sus deficiencias e ilegalidades, no sólo no ha comenzado a poner remedio a los males de esa corporación, y ni siquiera ha dado señales de querer dar certeza sobre el mando firme que ya debía haber ahí.

En realidad, lo que parece es que la autoridad en turno pretende reiterar los abusos del pasado, y consolidar la corrupción y los abusos que tanto repudian los ciudadanos.

 

BOTÓN DE MUESTRA

Aunque ya ha sido ventilado en otros espacios, los abusos cometidos por el encargado de la Dirección de Tránsito del Estado, Francisco Anaya Lozano en contra de la ciudadana Lourdes García Morales, son un botón de muestra perfecto de todo lo que subsiste en esa corporación, a pesar de los “cambios” y la erradicación de la corrupción prometida por el nuevo gobierno.

La ciudadana García Morales tuvo un percance automovilístico la tarde del 16 de diciembre pasado, en el que resultó involucrado un taxi foráneo proveniente de un municipio conurbado a la capital oaxaqueña. Fue citada al día siguiente y, luego de varias horas de espera, fue atendida por el encargado Anaya, quien lejos de ofrecer una solución, le dijo que según el peritaje, ella era la responsable del percance y que por tanto tendría que esperar varios días más para recuperar su vehículo.

El 20 de diciembre el funcionario citó nuevamente a la afectada en su oficina, y ahí le insinuó —según consta en la denuncia por escrito que la afectada presentó a la Secretaría de Seguridad Pública—, que “una mujer tan guapa podía resolver ese problema si lo acompañaba a desayunar”.

Al negarse a sus pretensiones, el trámite de recuperación de su vehículo fue entorpecido, y no pudo concluirlo sino hasta 23 días después y luego de haber pagado más de 10 mil pesos entre multas, trámites y “mordidas”. En ese lapso de tiempo, Anaya llamo varias veces a la afectada para “arreglar” su problema. Y cuando le dijo que ya lo había reportado por escrito ante el Secretario de Seguridad, le advirtió que “no sabía con quién se había metido”, pero que de todas maneras “no pasaba nada”.

Y es que, en efecto, por esas mismas fechas Lourdes García presentó una denuncia por escrito ante la Oficina de Atención Ciudadana del Gobierno del Estado.

Sin embargo, hasta el momento la respuesta a su escrito ha sido el silencio, lo cual confirma que, o al secretario Marco Tulio López Escamilla no le interesa cómo está manejando el “encargado” la corporación que más contacto tiene con la ciudadanía, o más bien ya decidió solapar esos abusos y, de algún modo, ser parte de las ilegalidades que recurrentemente se señalan de los elementos y mandos de Tránsito del Estado.

Sobre Anaya Lozano pesan ya innumerables señalamientos. Uno de ellos, por parte de la ciudadana Lucila Fernández, y muchos más de sus mismos subordinados en esa corporación. Sus antecedentes, por si fuera poco, no son tan dignos de presumir. No obstante, parece que nada de ello ha sido suficiente para que sus superiores tomen cartas en el asunto.

¿SERÁ?

Dicen que César Carrasco insiste día y noche para ser nombrado como Director de Tránsito del Estado. ¿Será posible que tengan ya decidido ese destino tan sombrío, para una corporación a la que le urge orden, honestidad y disciplina? Habiendo policías pulcros y experimentados, sería desafortunadísima una decisión en ese sentido.

Carmen Aristegui: la censura y el efecto boomerang

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+ Censura: Acallar, provoca el efecto contrario

El pasado 3 de febrero, un grupo de diputados federales de la fracción parlamentaria del Partido del Trabajo, colocaron en la Cámara de Diputados una manta en la que hacían alusión al supuesto alcoholismo del presidente Felipe Calderón. Al día siguiente, al dar cuenta de esa información, la periodista Carmen Aristegui dijo en su noticiario radiofónico de la cadena MVS que era necesario que la Presidencia de la República aclarara el punto.

La supuesta difusión de un rumor, el despido de la presentadora de noticias por parte de la empresa, la posible molestia del gobierno federal por el cuestionamiento, e incluso el posible acto de censura, más que un potencial (e ilegal) control de la libertad de expresión por parte del gobierno federal, más bien parece una medida a todas luces errónea que, por donde se le vea, consiguió el efecto exactamente contrario al buscado.

Como si fuera una analogía perfecta, está demostrado que cualquier transgresión a la libertad de expresión resulta ser particularmente estruendosa. Ya en otras ocasiones, cuando algún medio informativo de la capital de la República decidió no publicar información u opinión de algún columnista, reportero o articulista, los cuestionamientos no se hicieron esperar, y mucho menos cuando en algo dicha decisión tuvo que ver, o fue “recomendada” o “sugerida” desde el poder público.

Si el gobierno federal tiene hoy la sensibilidad e inteligencia suficientes como para entender cómo debe ser una estrategia de medios efectiva, debe de saber que una lección primordial tiene que ver con evitar a toda costa interferir de manera visible en la estabilidad de los medios informativos, y de quienes trabajan en él. Todas las lecciones, en todos los lugares del país, indican que cuando se intenta aplicar censura por parte de un gobierno a la prensa, lo que termina ocurriendo es siempre un enorme estruendo que deja mal parados a todos, y santifica a trabajadores de la información que no necesariamente lo merecen.

Si volteamos a Oaxaca veremos muestras tangibles de ello. Hace seis años, el gobierno del entonces recién asumido gobernador Ulises Ruiz Ortiz decidió estallar una huelga en un medio informativo impreso de la capital oaxaqueña.

El objetivo, desde el poder, era el de acallar a un grupo político que tenía en su poder un diario; la inconformidad oficial radicaba en el constante cuestionamiento y señalamiento que hacía dicho medio al régimen gobernante, y a que su oposición no alineado y antioficialista le daba, naturalmente, ascendencia entre el público lector y le brindaba una credibilidad que en realidad no se basaba en otra cosa, más que su imagen de mártir y de perseguido por el poder.

En aquella ocasión, el pleito era eminentemente político, y no necesariamente por la libertad de expresión. En realidad, ésta era el vehículo, y la gasolina, de aquella disputa que tenía una naturaleza distinta. Finalmente, luego de meses de hostigamiento, de argucias legales, e incluso de un conflicto social en el que esa huelga fue uno de los ingredientes indiscutibles, el gobierno de Oaxaca entendió que tratar de acallar, así, cualquier forma de expresión a través de la prensa, no sólo era aventurado, ilegal, antidemocrático y antiético: también entendió que el saldo le era descomunalmente adverso, y que lejos de haber logrado cualquier “control” de la libertad de expresión, lo único que se había ganado era el repudio y la reprobación de la opinión pública nacional e internacional, que sin ver el pleito político de fondo, juzgaron todo como una afrenta abierta a la libertad de expresión. El medio informativo aludido finalmente ganó desde todos los frentes. Y los censores terminaron dependiendo de ellos.

 

EL CASO ARISTEGUI

Dos factores se contraponen de manera profunda en cuanto a la libertad de un periodista para expresar sus ideas: esa, la de la libre expresión, es una garantía consagrada por el Texto Constitucional vigente, por todas las leyes nacionales e internacionales y, sobre todo, convalidada y defendida por la sociedad misma.

No obstante, ésta se ejerce a través de empresas de medios que, aunque tienen la función pública fundamental de informar, en el fondo no son más que eso: empresas que se encuentran siempre sujetas a intereses, a conveniencias, a presiones económicas, apremios y también compromisos que, regularmente, algo tienen que ver con el poder.

Eso es lo que parece quedar en la base del pleito entre Carmen Aristegui y la empresa MVS. Si bien es cierto que la periodista debía tener garantizada su libertad de actuar y decir lo que deseara, en el marco de su ejercicio periodístico y la libertad de expresión, también lo es que todo esto se encuentra sujeto no sólo al arbitrio de la empresa y a sus conveniencias, sino también a sus normas internas y el contrato que firmó con la periodista.

Hasta hoy, nadie conoce el contrato laboral que firmó Aristegui con MVS, como tampoco existe dato preciso alguno que dé cuenta de cuál es el contenido del código de ética del que tanto se ha hablado, y que se ha dicho que fue la base para determinar su despido. Por si fuera poco, en base a esos dos elementos, nadie sabe cuál fue el criterio o el argumento para poder decidir que ésta se separara de sus funciones.

Si el gobierno orilló a su despido, lejos de ser una demostración de autoritarismo, lo que queda claro es que esa decisión no fue sino una soberana estupidez. Si lo que querían era acallar y neutralizar a Aristegui, consiguieron todo lo contrario porque no hicieron sino empoderarla.

Del mismo modo, si lo que trató MVS de quedar bien con el gobierno, consiguió todo lo contrario. Si finalmente el régimen del presidente Felipe Calderón no hizo nada para censurarla, y más bien fue una decisión particular u oficiosa de la empresa de medios, entonces el gobierno federal está pagando erróneamente un alto costo por el señalamiento de censura que hoy generalmente se le endilga.

 

PREOCUPANTE

En efecto, preocupa lo que ocurre en el Gobierno del Estado, que no encuentran ni la pauta indispensable para echar a andar su estrategia de medios. Si lo que pretenden es creer que con la “grilla” y el acaparamiento van a ganar, están equivocados. El “bono de credibilidad” del medio oficial, se desgasta rápida e irremediablemente. Y al estarle apostando todo a esa vertiente pronto los dejará solos, y más vulnerables de lo que ya son frente a las cotidianas fallas del llamado “gobierno de transición”.

 

Velaria: una obra onerosa, desde donde se le vea

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+ ¿Qué hacer con la obra? Sensibilidad y demagogia

La velaria inconclusamente colocada en el Auditorio Guelaguetza es, en sí misma, una peligrosa disyuntiva para el Gobierno del Estado: en los dos extremos, la decisión entre permitir la conclusión de la obra o retirarla, representa una enorme pérdida para Oaxaca. Lejos de los manotazos o las apuestas por el olvido, la administración estatal debería comenzar a tomar decisiones más cercanas a la sensibilidad, y por tanto más alejadas de la demagogia.

Hoy, es claro que si algo se convirtió en icono de los excesos, de la suntuosidad y de la insensibilidad del gobierno que encabezó Ulises Ruiz, eso bien pudo ser la velaria del Auditorio Guelaguetza. Desde sus inicios, esa fue una obra controvertida, repudiada, cuestionada, señalada, e incluso tachada de inservible y faraónica, a la que, además, nunca se le pudo dar una explicación o justificación verdaderamente sustentada.

Si vemos el asunto en una perspectiva más clara, nos daremos cuenta que en realidad la velaria no fue sino una demostración más del tipo de gobierno que se ejerció en los pasados seis años. ¿Alguien recuerda cómo, y en qué condiciones, se realizó la remodelación del zócalo y la Alameda Central, en pleno corazón de la capital oaxaqueña? ¿Alguien recuerda cómo se decidió la remodelación de calles, parques, banquetas y demás que se hizo en el sexenio anterior?

En efecto, todo se hizo a través de la imposición, de los manotazos y de no tomar en cuenta la opinión de los ciudadanos. El gobierno de Ruiz, un día decidió que el zócalo citadino necesitaba remozamiento. Y sin proyecto, ni perspectiva, ni aprobación ciudadana y mucho menos con el respaldo de expertos, se lanzó a la empresa de levantar todas las lozas, pisos, canteras, jardineras, fuentes y demás de la Plaza de Armas. Y el costo que pagó —no sólo por eso, sino por los árboles caídos, por las protestas y por el repudio ciudadano—, fue alto: ahí se comenzó a gestar, en su contra, el conflicto magisterial y popular que en 2006 haría de Oaxaca un caos.

Sin embargo, pareciera que el gobierno de Ulises Ruiz no aprendió la lección. Contra viento y marea concluyeron una obra de remodelación del zócalo citadino, que hoy en día de nuevo ha sido absorbida por el maltrato y los excesos propios de una ciudad convulsionada permanentemente, como la nuestra.

Lo peor del asunto, es que todo lo relativo a esas decisiones controversiales, fue visto por el sector oficial como un asunto de medición de fuerzas, y no de la sensibilidad que se supone que debe tener todo gobierno para escuchar a sus ciudadanos. Cuando la ciudadanía manifestaba su genuina oposición, el gobierno lo tomaba como un asunto de afrentas políticas y entonces lejo­s ­de atender el ­llamado, endurecía las posiciones.

Protegían no sólo el posible negocio que pudiera estarse desarrollando a partir de la autorización de abundante obra pública, sino que también trataban de proteger con ello aquella engañosa imagen de “firmeza” e inamovilidad que, según su lógica, hacía al gobierno fuerte y respetable.

En realidad, la reiteración de esa caótica imagen de “fuerza” del Gobierno del Estado, no fue sino una implacable demostración de cuán insensible, autoritario e impositivo puede llegar a ser un gobierno, que sistemáticamente se niega a escuchar a todos los que se encuentran a su alrededor.

 

VELARIA COSTOSA

La obra del Auditorio Guelaguetza no sólo lleva implícito un altísimo costo económico, sino también político. De quedarse para la posteridad, esa velaria será como una verruga en el rostro de la capital oaxaqueña, que siempre nos recordará quién fue, y qué nos legó, el gobierno de Ulises Ruiz. Empero, de retirarla, también quedará la huella indeleble de cuánto dinero, por un negocio o por un capricho, finalmente fue tirado a la basura por no contar con el respaldo de la ciudadanía.

Hoy la velaria del Auditorio constituye un brete para el gobierno de Gabino Cué. Éste, al anunciar que la obra será concluida, se ganó la animadversión y el rechazo de importantes sectores de la sociedad oaxaqueña que no ven bien ni la obra, ni la complacencia oficial, ni las largas que se le están dando a la realización de una investigación seria para deslindar responsabilidades, y corroborar que en realidad la obra tiene el costo económico que sus constructores cobraron a las arcas estatales.

Sin embargo, viendo el asunto más fríamente podremos darnos cuenta de algo: ¿si se supone que la administración de Ulises Ruiz pagó la obra para que ésta fuera realizada hasta su total conclusión, entonces cuál debería ser el argumento del gobierno actual para impedir su culminación?

Es claro que al permitir que la obra se concluya, e incluso exigiendo su terminación, el gobierno estaría cumpliendo con su deber de corroborar que la empresa constructora no estuviera disfrutando recursos por una obra no realizada. De lo contrario, libremente le estaría regalando recursos que de uno u otro modo hacen falta en Oaxaca.

Así, es evidente que el problema no es que el gobernador Cué haya dicho que la obra se concluirá: el problema es cómo y en qué contexto lo dijo. Al haber primero asegurado que ésta se sometería a consulta, para luego decir que no y que la obra primero se terminará, es tanto como retractarse o aliarse a los intereses que primero había señalado negativamente. Y eso, aunque sea en apariencia, en política tiene un costo muy elevado.

Finalmente, el gobierno estatal no podrá, porque no tendrá los márgenes suficientes, para darse el lujo de que el olvido ciudadano convalide la obra. Necesariamente tendrá que someter a una consulta ciudadana el destino de esa velaria, y deberá actuar en consecuencia. No hacerlo, lo colocará fácilmente en la posición de estar refrendando todo aquello que primero repudió.

No lo puede hacer ahora, es cierto. Pero el reto desde ahora será no sólo someter la velaria a consulta, sino que desde ahora envíe los mensajes correctos a la ciudadanía, para que ésta no siga creyendo que ya se alió, por intereses, con sus adversarios.

 

UNA BURLA

¿Cómo se atreven a asegurar, las autoridades policiacas estatales, que la inseguridad ha disminuido? ¿No tendrán conocimiento, o minimizan, los secuestros, asaltos y extorsiones que se han recrudecido en las últimas semanas en Oaxaca? Son sinvergüenzas, o se engañan solos con cifras alegres. Lamentable.

 

Bonos y sobresueldos: un asunto de voluntad

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Es un paso importante que el gobernador Gabino Cué Monteagudo anuncie que no habrá más bonos extraordinarios para los trabajadores de primer nivel en el Gobierno del Estado, durante su administración.

Aunque Oaxaca es una entidad carente de recursos económicos en abundancia, ya se había convertido en una práctica común la relativa a que los funcionarios de responsabilidad gozaran de sobresueldos discrecionales, que no sólo atentaban contra el principio de austeridad del servicio público, sino que también vulneraban gravemente el basamento de la transparencia y la rendición de cuentas que debe sustentar a todo gobierno democrático.

Particularmente, la administración del gobernador Ulises Ruiz hizo de los bonos discrecionales una práctica común, que de nuevo convirtió en un atractivo negocio el ocupar un cargo de responsabilidad en el Gobierno del Estado.

Aunque los sobresueldos habían sido reducidos paulatinamente hasta ser eliminados en anteriores administraciones, en el sexenio 2004-2010 buena parte de los secretarios de despacho, directores, coordinadores y demás empleados superiores del gobierno estatal, recibían habitualmente cantidades importantes de dinero por concepto de bonos extraordinarios, gestionados discrecionalmente a través de nóminas confidenciales autorizadas desde el más alto nivel.

En la mayoría de los casos, sin embargo, esos sobresueldos no compensaban el desempeño demostrado en la gestión pública, los resultados obtenidos en las responsabilidades encomendadas, y ni siquiera correspondían a criterios claros, sino simplemente a la decisión particular del gobernante para otorgarlos.

Toda la discrecionalidad que rodeaba a esos bonos —que eran ampliamente conocidos a nivel interno en las instancias administrativas desde donde se gestionaban para los funcionarios de primer nivel—, quedaba en evidencia cuando un ciudadano común pretendía saber, a través de los derechos que le otorga la Ley de Acceso a la Información Pública, a cuánto ascendía el salario neto que mensualmente percibía un funcionario a nivel de secretario o director general.

La respuesta, dada desde las mismas oficinas públicas, siempre fue la misma: remitían al ciudadano al tabulador oficial de salarios puesto a disposición del público como información de oficio; y en razón de ello nunca se dio cuenta —porque no iban a poner en evidencia esos sobresueldos— de los bonos o sobresueldos extraordinarios que éstos recibían a partir de nóminas confidenciales. De una manera poco ética, evadieron cumplir con uno de los principios fundamentales que, se supone, determinan hoy a todo gobierno democrático.

Así, cuando de manera expresa se cuestionaba sobre esos sobresueldos, siempre existían negativas, evasivas o retos para que fuera el ciudadano quien demostrara que, en efecto, se otorgaban esas retribuciones.

Esto demostró largamente que aún cuando un gobierno pudiere autodenominarse como austero y transparente, en realidad mucho de todo esto tiene que ver no sólo con las disposiciones de ley o con la voluntad de transmitir verdades completas al ciudadano que pregunta cuánto ganan los funcionarios; sobre todo, tiene que ver con la verdadera disposición de no otorgar beneficios económicos desmedidos a quienes en realidad deberían ajustarse al monto de su salario.

INEQUIDAD SALARIAL

Por si todo eso fuera poco, el otorgamiento de esos bonos extraordinarios también rompió con un principio de equidad y justicia para los empleados de nivel jerárquico medio que, sin temor a equivocarnos, en la última década han sido quienes, salarial y laboralmente, han sido más castigados. Habría que comenzar a poner atención a ese sector de los empleados públicos a los que se les debe mucho más que salarios justos.

Hablamos, particularmente, de los empleados denominados como “mandos medios” y trabajadores de confianza. Son todos los que se encuentran en medio, entre los funcionarios de responsabilidad —que integran la jerarquía más alta de servidores públicos locales, y que van desde secretarios de despacho, hasta directores de área—, y los trabajadores de base, que tienen asegurado un salario y la pertenencia a un sindicato, y que por tanto se encuentran más allá de todo vaivén político o cambio de administración en el gobierno estatal.

¿Por qué poner atención particularmente en ellos? Porque éstos han sido reiteradamente castigados salarialmente. Si se revisa con detalle, éstos han tenido menores incrementos salariales que el resto de los trabajadores. Si bien, ganan más que un empleado de base, también es cierto que sus responsabilidades están potencializadas de manera importante.

Esos empleados, hacen el trabajo que por la presión, la premura o el nivel de especialización requerido, no hacen los basificados. Y son exactamente esas mismas razones, las que hacen que los mandos superiores les deleguen a ellos muchas de las tareas que generalmente no realiza un director de área, coordinador, subsecretario, o secretario de despacho. Son, por tanto, quienes más trabajan de entre todos los empleados del gobierno estatal.

A éstos nadie les ha hecho justicia salarial y, por el contrario, lo que ha ocurrido es que el mismo gobierno estatal ha venido abaratando y degradando esas plazas que debían ser de particular importancia. Hoy, por ejemplo, un empleado de nivel Jefe de Unidad —que carga con responsabilidades importantísimas—, no gana más de 15 mil pesos mensuales; pero el nivel jerárquico inmediato superior, el de Director de Área, gana por lo menos el doble de ese salario. Pero las disparidades, en realidad, son visibles al revisar innumerables ejemplos que existen en el tabulador oficial de salarios de los empleados de confianza.

 

¿HACER JUSTICIA?

Sería saludable ir acortando esas brechas salariales que hoy existen entre los mismos empleados públicos. No se puede exigir un altísimo grado de eficiencia, ni preparación académica de primera, cuando los salarios no corresponden a las responsabilidades encomendadas. El gobierno estatal, sin embargo, sí lo ha hecho a lo largo de muchos años por insensibilidad, por conveniencia y, en el fondo, porque se aprovecha de la necesidad de trabajo de miles de profesionistas, que prefieren la explotación gubernamental en puestos de confianza, a ser parte de aquella masa amorfa, y masiva, llamada desempleo.

Twitter: @ortizromeroc

 

Gobierno-PRI: les ganan las bajezas

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+ Hacer política, urgente para Oaxaca

Cuando se preveía que con la alternancia de partido en el poder, en Oaxaca se inauguraría una época en la que el gobierno y la oposición harían política de verdad para ponerse de acuerdo, hoy más bien parece que todo es una lamentable reedición del pasado. La relación entre poderes, entre fuerzas políticas, y aún entre grupos, parece marcada por los chantajes, los intercambios de favores, e incluso las concesiones de impunidad.

Veamos si no: en los escasos setenta días que lleva la administración del gobernador Gabino Cué, ha habido por lo menos tres referencias claras sobre presuntos actos de corrupción de sus antecesores, que en realidad no son sino dardos envenados que parecerían estar intentando “aflojar” a quienes, ya de por sí, encabezan sólo en apariencia a la principal fuerza de oposición en el Estado.

Sin embargo, es claro que en estos intentos tan malos son los pintos, como los colorados. ¿Por qué? Porque tal pareciera que, por un lado, los eficaces “operadores políticos” del gobierno de Cué no tienen interés alguno en explorar otros métodos de entendimiento con sus contrapartes, que no sea a través de la intriga y los amagues.

Lo peor del asunto es que, en la contraparte, tal pareciera que en el PRI se esmeraron por encomendar sus principales trincheras a algunos de los personajes que cargan con más sospechas y/o cuestionamientos fundados sobre potenciales excesos o actos de corrupción en el desempeño de responsabilidades en el Gobierno del Estado.

El escenario es claro. Sólo entre enero y el presente mes, el gobierno de Gabino Cué se ha referido en al menos tres ocasiones, a los desfalcos que estarían descubriendo tanto en la extinta Secretaría de Obras Públicas, como en la Secretaría de Salud en el estado. A cada uno de esos faltantes les ha puesto cifras: en un primer momento, dijeron que habían hallado cuando menos noventa obras ejecutadas durante la pasada administración, inconclusas o que presentaban irregularidades.

En el segundo de los casos, apenas el lunes el diario Reforma, de la capital del país, daba cuenta de los millonarios b­onos que ­habrían recibido, al concluir la administración anterior, tanto el ­ex secretario de Salud, Martín Vásquez Villanueva, como la secretaria saliente, Sofía León Silva, y un grupo importante de funcionarios de esa dependencia. Fue el mismo gobernador Cué quien le enmendó la plana a Reforma, asegurando que no eran cuatro, sino alrededor de 25 millones de pesos los que se habían repartido esos funcionarios como compensaciones que indebidamente se anexaron a su salario.

Pero antes, a mediados de enero, ya había otras referencias sobre el asunto. El 19 de enero, por ejemplo, la secretaria de la Contraloría y Transparencia Gubernamental, Perla Woolrich Fernández, ofrecía “datos preliminares” —no sustentados entonces más que por su sola palabra— sobre un posible desfalco en esa misma Secretaría de Salud, y otras dependencias que, juntas, constituían un quebranto patrimonial al Estado por unos 400 millones de pesos.

Y como bien dicen que en política nada ocurre por casualidad, entonces parece claro que ninguno de esos señalamientos fue fortuito. Si todo ocurre por algo, esto más bien parece que ocurre en el contexto de un intento de sometimiento político, y no de una posible voluntad por la justicia del gobierno acusante.

 

OPOSICIÓN ENDEBLE

Por todo eso, queda claro que con sus acusaciones de presunta corrupción por parte de sus antecesores, el gobierno de Gabino Cué no busca sino tratar de amagar y someter tanto al presidente estatal del PRI, Eviel Pérez Magaña, como al presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, diputado Martín Vásquez Villanueva.

De querer hacer justicia, y no amagar a sus adversarios, el gobierno de Cué simplemente iniciaría los expedientes administrativos y judiciales respectivos, sin necesidad de hacer tanto ruido ni acusaciones o “filtraciones” a través de los medios de información.

Sin embargo, también habría que voltear a ver cuál es la condición particular de esos dos representantes icónicos priistas —por sus cargos y responsabilidades— de la principal fuerza de oposición en la entidad. Tal pareciera que el grupo político al que pertenecen tanto el dirigente Pérez Magaña, como el diputado Vásquez Villanueva, se esmeró en impulsar a figuras endebles como punta de lanza de su trabajo como fuerza opositora. ¿Por qué?

Porque esos dos personajes ocuparon Secretarías de gran responsabilidad en la anterior administración, y porque —les guste o no, lo reconozcan o no— sobre ambos pesan señalamientos importantes no únicamente sobre posibles actos de corrupción, sino también por deficiencias en el trabajo desempeñado, por los excesos en el gasto ejercido, o por las extravagancias y lujos personales que públicamente se supieron de ellos.

Son abundantes los señalamientos respecto a las incógnitas que rodean la realización de obra pública en la pasada administración. Nadie le regatea a Eviel Pérez la imagen de “bien intencionado” que siempre le han construido sus cercanos, y que incluso él mismo ha llegado a transmitir; sin embargo, es también claro que en esa dependencia, siempre han existido acusaciones sobre enriquecimiento de sus titulares que naturalmente lo alcanzan a él, y que son las que están explotando sus adversarios políticos.

Algo similar ocurre con el diputado Vásquez. La Secretaría de Salud es una de las que ejerce más recursos públicos, y por tanto, haya o no razón en los señalamientos, todo lo hace asimismo naturalmente blanco de las acusaciones.

Dos problemas quedan en el fondo: el primero, que si ha sido estrategia del gobierno estatal arrinconarlos con esas acusaciones, tal parece que lo ha logrado. Hoy, ni Pérez ni Vásquez encabezan la oposición que se esperaría del PRI. La moneda de cambio, en todo esto, podría ser colaboración a cambio de impunidad.

Pero, en la segunda de las vertientes, el gobierno estatal ha dejado muchísimo qué desear en la demostración de sus “estrategias políticas” con las que se supone que interactúa y convive con sus adversarios. Pareciera que cuando se les agoten los chantajes, también se les habrá acabado la imaginación para hacer política.

 

ESPERAR SENTADOS

Habrá que ver cómo terminan la administración, si es que llegan al final, Netzahualcóyotl Salvatierra y Germán Tenorio. A ver si no se los terminan comiendo los mismos demonios que hoy engullen a sus antecesores.

 

Oaxaca en el escenario electoral nacional: ¿Por qué importa?

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+ Comicios 2012: lucha electoral en numerosas bandas

La victoria electoral del Partido Acción Nacional en Baja California no sólo fue vista como eso. Esencialmente, es asumida como una derrota más para el PRI, que se suma a los descalabros sufridos en Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Guerrero, ocurridos todos en menos de siete meses. ¿Por qué hoy importan tanto las entidades federativas, y particularmente la nuestra, en el escenario electoral rumbo a los comicios presidenciales de 2012?

En realidad, más que como victorias o derrotas emocionales, tenemos que ver los altibajos del priismo en las entidades federativas como un indicador claro del termómetro electoral rumbo a la elección presidencial. Ganar o perder una gubernatura, significa no sólo ascendencia o influencia política, sino sobre todo un margen amplísimo de operación electoral traducida en número contante y sonante de votos.

Esa es la perspectiva a través de la cual parece que el escenario del PRI, rumbo a los comicios presidenciales de 2012, nuevamente se descompone. Aunque pareciera que la cúpula nacional del tricolor aprendió algunos errores del pasado (como los choques internos, la división y el acaparamiento), también es claro que con cinco derrotas electorales al hilo, su competitividad real hoy enfrenta severos cuestionamientos.

Este es un escenario peligrosamente inédito. En el primero de los casos, pareciera que el PRI en sus cúpulas nacionales, está poniendo en práctica las duras lecciones que les dejó su pasado inmediato. Contrario a como fueron sus definiciones internas rumbo a los comicios presidenciales de 2006, hoy no existe duda de quién será su abanderado presidencial (el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto).

Tampoco hubo diferendo alguno sobre quién debía ser el sucesor de la dirigente nacional Beatriz Paredes. Como pocas veces había ocurrido luego de abandonar el poder presidencial, prácticamente todas las figuras representativas del priismo nacional, se volcaron a favor de Humberto Moreira. Así, al no haber diferendo, se evitó una fractura mayor como las que en repetidas ocasiones sufrió el priismo por los actos de acaparamiento y exclusión que caracterizaron a Roberto Madrazo.

No obstante esos rasgos de “unidad”, la otra cara de la moneda indica que lejos de tener todo ganado, hoy los priistas enfrentan un riesgo real de volver a verse en aprietos en una elección presidencial, aún cuando al inicio de la contienda gozaban de una amplísima ventaja sobre sus competidores. De nuevo, volteemos al 2006 para corroborarlo.

En aquel año, Andrés Manuel López Obrador basaba su fortaleza como candidato presidencial, no sólo en su actuación como jefe de Gobierno del Distrito Federal, sino sobre todo en su amplia exposición mediática y en la imagen de mártir que le construyó el gobierno del presidente Vicente Fox. En ese escenario, el PAN estaba extraviado por completo.

¿Y qué pasaba con el PRI? Electoralmente, era el partido más fuerte, pues gobernaba casi 20 entidades federativas, entre las cuales se encontraban varias de las que más votos aportaban a la suma electoral nacional para quien pretendiera ser Presidente de la República.

Entidades como Oaxaca, Puebla, Veracruz, Estado de México, Nuevo León y las más importantes del centro y norte de la República, estaban bajo el control priista. Sólo que aún con eso, no les fue suficiente ni siquiera para finalmente dar batalla electoral tanto a López Obrador, como al candidato panista, Felipe Calderón.

Si ese, basado en datos duros, fue el mejor escenario electoral para el PRI en 2006, no existen muchos motivos para pensar que 2012 será el año del regreso del priismo. Porque aún con su candidato de unidad, y su presidente nacional en las mismas condiciones, tienen un escenario mucho más adverso. La configuración de los gobiernos estatales lo dice todo. Veamos.

VICTORIA EN ENTREDICHO

Es cierto que la simpatía de un candidato hace mucho. Pero también es cierto que la otra parte del trabajo electoral lo hacen las estructuras, la operación, el financiamiento y la efectividad del control territorial de la votación.

Sin duda, el gobernador Peña tiene ganado, por mucho, el primero de los factores por encima de cualquiera de sus potenciales oponentes. Sin embargo, habría que comenzar a revisar ese segundo factor que, hasta ahora, ha sido muy poco analizado, y que tiene como uno de sus ejes centrales a la operación electoral en estados como Oaxaca.

Centrémonos en nuestra entidad. Aquí, al priismo difícilmente le alcanzará la operación electoral para hacer que gane Peña como candidato presidencial. Tres factores lo determinan: primero, que el gobierno de Oaxaca, en manos del gobernador Gabino Cué, tendrá que decidir entre apoyar al candidato del PAN, o el del PRD, pero bajo ninguna circunstancia lo hará a favor de un priista.

Segundo: varios gobiernos estatales panistas o perredistas, según sea el caso, se centrarán en abonar estos “territorios fértiles” para la oposición como lo son Oaxaca, Puebla o Sinaloa, con el objetivo de borrar al priismo y llevar su caudal de votos hacia su causa partidista.

Un estado como Chiapas, controlado por completo por su gobernador Juan Sabines, tendrá la capacidad no sólo de hacer que ahí triunfe su candidato presidencial, sino también de enviar operadores para que lo haga en territorios como el nuestro, en donde posiblemente exista cierto interés afín sobre el candidato presidencial.

Y el tercero, que al PRI le faltarán recursos para hacer funcionar una maquinaria electoral que hoy se encuentra abandonada y sujeta a una feroz disputa por los grupos internos del tricolor en Oaxaca. En la reconfiguración interna de la cúpula estatal priista, estará la pauta para saber si alcanzan o no a ser competitivos en los comicios presidenciales. No parece fácil.

SUMA DE VOTOS

Si el PRI pierde de nuevo en 2012, sólo en los cinco estados donde ha perdido recientemente, Enrique Peña Nieto estará en problemas. Una posible suma de votos a favor del PAN o PRD, según sea el caso, de Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Distrito Federal, Guanajuato, etcétera, será una resta de varios millones de votos para el priista. ¿Aguantará su candidatura este embate que ya se ve en puerta? En sus territorios controlados debe sumar millones. Pero desde ahora se percibe un escenario electoral mucho más complejo para 2012, que el del “triunfo en la bolsa” que ya cantaban hace unos meses.

Reformas constitucionales: ¿Nadie frenará a Gabino Cué?

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+ Reformar el poder, asunto de frenos y contrapesos

Más que con júbilo, debía tomarse con reserva y preocupación el anuncio anticipado de cómo, cuándo, y por quiénes, serán aprobadas las reformas constitucionales que envió el gobernador Gabino Cué al Congreso del Estado. Debía preocupar por la aparente ausencia de debate, trabajo legislativo, análisis y, sobre todo, propuesta seria respecto no al futuro de la actual administración, sino al futuro institucional de nuestra entidad.

Todo documento constitucional debe contener, en esencia, el concentrado de aspiraciones, la visión, el rumbo y la forma de organización que desea emprender una sociedad para lograr su bienestar. En ese sentido, toda Constitución plantea una serie de derechos, deberes y garantías para los ciudadanos, además de la estructuración, división y funcionamiento del poder público. Se supone que, fundamentalmente, ahí se conjunta la visión de todo un pueblo. Por esa razón, elaborar un Texto Constitucional legítimo y aceptado, requiere de una labor altamente sensible y compleja.

¿Por qué decir todo lo anterior? Porque habría de suponerse que una reforma tan profunda como la que pretende hacer el gobierno de Cué a la Constitución General del Estado de Oaxaca, tendría que ser motivo no sólo de acuerdos, “alianzas” o intercambios políticos entre fracciones parlamentarias; la discusión, enriquecimiento y depuración de la propuesta inicial enviada por el Titular del Poder Ejecutivo, debería ser una tarea en la que no sólo tuvieran que estar involucrados los diputados, sino toda la sociedad y los factores de poder en la entidad.

En este sentido, es importante que los integrantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo del Estado no se confundan: si bien es cierto que la alianza opositora llevó a Gabino Cué y a los ahora diputados locales por el PAN, PRD, PT y Convergencia, con un grado importante de legitimidad, también lo es que el bono democrático del que ahora gozan tanto el Mandatario como los Legisladores, no es sinónimo de omnipotencia, de infalibilidad, y mucho menos de consenso general independientemente del asunto de que se trate.

En otras palabras, que la legitimidad que hoy tienen tanto el gobernador Cué como los integrantes de las otrora fuerzas de oposición en Oaxaca, no debía asumirse como una patente de corso para hacer de la Constitución, de las leyes generales, e incluso de la misma práctica del poder, un reducto de sus visiones particulares. ¿Por qué?

Porque se supone que un régimen democrático, emanado de fuerzas verdaderamente democráticas, tendría que buscar el consenso y la participación de todos los sectores a los que, durante la época de predominancia del autoritarismo, se les impidió participar, proponer y convertirse en parte de los acuerdos.

Esta es, pues, la visión democrática integral que debía tener tanto el régimen, como los partidos que apoyan al gobernador Cué. Sin embargo, tal pareciera que unos y otros asumen incondicionalmente y sin cuestionamientos, una tarea (las modificaciones constitucionales) que rebasa por mucho la sola legitimidad de un gobernante, y que esencialmente necesita del trabajo sereno, el debate, el análisis, la oposición de quienes deban hacerlo, y sobre todo la participación de todos los sectores de la sociedad.

No debía verse como una simple acción de gobierno; sino como una verdadera labor de Estado, que debería estar más allá de los tiempos políticos, de los estrechos plazos fatales, o de los compromisos para quedar bien con el gobernante.

REFORMAS MUDAS

Desde hace varias semanas, el gobernador Cué hizo llegar al Congreso su propuesta de reforma constitucional para, en su visión, reconfigurar por completo la forma de ejercer el poder público, para replantear la existencia, funciones y alcances de los órganos autónomos, y para establecer mecanismos directos de participación ciudadana en las tareas de gobierno y evaluación de los gobernantes.

Es una propuesta que, más allá de que pueda ser calificada como buena o mala, sí es —como todas— altamente perfectible, y que debe ser analizada y puesta a consideración de todos los factores de la vida pública en el Estado. Y no es un caso aislado de Oaxaca: Ese es un paso de todos los proyectos profundos de reforma a una Ley Fundamental, que de verdad pretenden ser aprobados y respaldados por la legitimidad y aceptación de los ciudadanos.

Sin embargo, las primeras señales que están dando los actores formales que impulsan esas reformas, van en sentido contrario al de una verdadera legitimidad. Hace un par de días, en declaraciones al portal Olor a mi Tierra, el diputado local por el PRD, y presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, Alejandro López Jarquín, “preveía” que el próximo 30 de marzo serían aprobadas las reformas constitucionales propuestas por el gobernador Cué.

En ese mismo sentido, ayer los dirigentes y coordinadores parlamentarios del PAN, PRD, PT y Convergencia, anunciaron su total respaldo a la propuesta de reforma del gobernador Cué y, según la Agencia Quadratín, reiteraron la existencia de la coalición legislativa para sacar adelante esas modificaciones en el menor tiempo posible.

Todo eso, bien puede tomarse como la existencia del “gran acuerdo” necesario. Pero más allá de los maniqueísmos, todo eso también asumirse, ante señales claras, de que ésta podría ser una reforma realizada sin los acuerdos, el análisis y la reflexión necesaria, como para tener la certeza de que eso es lo que necesita Oaxaca.

Por eso mismo, no nos atrevemos a calificar el proyecto de reforma enviado por el gobernador Cué. Seguramente es un proyecto de avanzada que, sin embargo, necesita nutrirse, adicionarse y ajustarse por la participación de todas las voces ciudadanas y especializadas posibles.

Evitar ese paso, y aprobarla en automático, equivaldría a desperdiciar la oportunidad de discutir y analizar qué futuro, y qué visión de largo plazo se tiene para Oaxaca. Y sería tanto como convalidar los errores naturales, e incluso los excesos o los beneficios deliberados, que tuviera el autor de dicha propuesta.

 

¿Y LA OPOSICIÓN?

Habrá que ver, también, qué nivel de oposición existe en todo eso. Porque si los coaligados están por completo echados a los brazos del Gobernador, desde las trincheras opositoras debían estarse construyendo ya los contrapesos naturales y necesarios al sistema político. ¿Tiene idea el PRI del papel que le toca desempeñar? Pronto lo veremos.

El dilema constitucional, más vigente que nunca

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+ Nueva Constitución: ¿Qué opinan los expertos?

Este 5 de febrero, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos cumple 94 años de vigencia. Aunque éste ha sido un documento en constante cambio y perfeccionamiento, hay muchos que opinan que nuestro Texto Constitucional debe ser reformado, mientras que otras voces aseguran que antes de pensar en realizar cambios estructurales, lo primero que debe hacerse es respetar la norma vigente.

En cualquiera de los casos, vemos que en nuestro país el dilema constitucional es plenamente vigente, y que debía ser algo más que una discusión remarcada, en uno de los extremos, por la ignorancia; y en el otro, por el excesivo intento de hacer elitista una discusión que debía ser —sin el demérito propio de la expresión— mucho más mundana.

Prácticamente a diario, los mexicanos hallamos quejas de nuestro gobierno, sistema político, democracia, forma de representación, e incluso por el funcionamiento del mundo burocrático y la forma en cómo la ley es tan poco respetada. Fundamentalmente, ubicamos esos problemas en el extremo de la ley; pero le damos muy poco crédito, por nuestra propia conveniencia, al extremo de las personas. ¿De qué hablamos?

De que, esencialmente, éste es un problema legal, pero también es un problema de respeto de la ley. Es decir, que en la misma medida que la ley es buena o mala, o es también la disposición y la cultura que tenemos las personas para comprenderla y respetarla. En ningún lugar del mundo existen las normas perfectas capaces de regular a todos los individuos independientemente de su voluntad por la legalidad, como también es simplemente ideal e inexistente el sitio en el que la convivencia sea perfecta, y en donde, por tanto, sea innecesaria la existencia de leyes.

Esto es esencial para entender muchos de nuestros problemas como nación. Si bien es cierto que la Constitución General de la República es de las más antiguas a nivel continental, también lo es que ésta ha tenido una observancia voluntaria y dinamismo tal, que hoy el Texto Constitucional vigente, en poco se parece al que fue promulgado en 1917.

No obstante la Constitución, a pesar de ella, o por responsabilidad de ella, vemos que hoy nuestra nación está llena de convulsiones que irremediablemente nos llevan a preguntarnos si las leyes domésticas regulan la vida institucional correcta o si, por el contrario, es necesario darle un nuevo rumbo al país a través de la Constitución.

En ese sentido, el argumento reduccionista habría de llevarnos a creer que las leyes vigentes no sirven y que por tanto es urgente renovarlas. Por el contrario, una postura excesivamente conservadora, podría decirnos que el camino es el correcto, y que no es necesario ningún replanteamiento constitucional en nuestro país.

Esa primer postura es la común de muchos ciudadanos; y la segunda, es la siempre asumida por los gobernantes en turno, que si bien no tienen todos los mecanismos para concretar sus proyectos de gobierno, sí terminan resignándose a hacer lo que se pueda durante su gestión, sin atreverse a tratar de tocar un marco institucional hoy marcado por la pluralidad, como también por la falta de acuerdos, liderazgos e incluso de gobernabilidad entre quienes tienen en sus manos el futuro de nuestra nación.

 

¿NUEVA CONSTITUCIÓN?

En ese sentido, tendríamos que preguntarnos qué piensan al respecto algunos de los constitucionalistas más importantes de México. Recientemente, la revista especializada El Mundo del Abogado, hizo la pregunta “¿Necesitamos una nueva Constitución?” a varios de los más importantes investigadores en materia constitucional. Las opiniones son diversas y enriquecedoras. Aquí, resumidas, reproducimos tres.

Diego Valadés opina que “Desde hace varios años existe la necesidad de una profunda reforma constitucional. La decadencia de varias de nuestras instituciones está en el origen de muchos problemas actuales del país. Sin embargo, los dirigentes políticos no han tenido la capacidad suficiente para llevar a cabo la reforma de Estado. Una de las consecuencias de esta omisión es el acentuado envejecimiento de la norma suprema.

Además, la sociedad se ha acostumbrado a las violaciones a la Constitución. Por ejemplo, el artículo 21 establece que las instituciones de seguridad pública deben ser de carácter civil. El ejército y la marina sólo habrían podido participar en tareas de seguridad si se hubieran suspendido las garantías en los términos del artículo 29. El hecho es que hoy los partidos políticos guardan silencio y la sociedad acepta las violaciones constitucionales. Este fenómeno se conoce como anomia e implica la pérdida de adhesión espontánea a la Constitución. Sólo una reforma de excepcional importancia podría restituir a la Constitución su muy menguado prestigio. De no ocurrir así, en el mediano plazo será inevitable un nuevo pacto político…”

Miguel Carbonell, por su parte, dice que “La Constitución mexicana de 1917 ya cumplió su ciclo histórico. Si la comparamos con muchas de las constituciones de América Latina veremos con claridad su evidente retraso, su falta de sistematicidad, sus contradicciones internas, su anquilosamiento, sus insuficiencias. No tengo la menor duda de que el país requiere un nuevo texto constitucional, apropiado para la consolidación de una democracia moderna, con un catálogo bien ordenado y completo de derechos fundamentales y con mejores arreglos institucionales en lo que concierne a la división de poderes.”

En contraposición, Elisur Arteaga Nava apunta que “Es la ignorancia lo que lleva a proponer el tema de una nueva Constitución. No hay problema nacional que no encuentre solución en el texto actual. Esto es válido a pesar de los muchos defectos que hay en ella. En este momento lo urgente es que gobernados y gobernantes conozcan la Constitución, respeten su texto, que los jueces se atengan a lo que ella manda, sin importar quiénes son parte en los procesos de que conocen. No estaría de más dejarla reposar cuando menos un año, no reformarla, no manosearla con reformas mal pensadas o innecesarias. Éste pudiera ser un buen propósito de año nuevo.”

 

RESPETAR LA LEY

En el fondo, el imperativo más importante debía ser, independientemente de si urge o no una nueva Constitución, el del respeto a las leyes vigentes. Es cierto que la institucionalidad podría ser mejor con nuevas leyes, pero también lo es, que podría haber un mejor panorama con un mejor sentido de legalidad. Y ni eso, que toca a los ciudadanos, tenemos.