¿Que hay otro 2006? No: es la secuela de un problema no resuelto

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Nochixtlán

+ Magisterio vs PF: un enfrentamiento estéril frente a consecuencias


Habría que partir de la pregunta de por qué la gente sale a las calles a enfrentar a la policía. Desde hace una semana, profesores y pobladores de diversas comunidades instalaron retenes y bloqueos en varios puntos de la geografía oaxaqueña, en protesta por la aprehensión de Rubén Núñez y Francisco Villalobos, líderes de la Sección 22 del SNTE. Esa acción detuvo particularmente una actividad estratégica que es la producción y distribución de energéticos en la refinería Antonio Dovalí, en Salina Cruz. Pero fuera de ella, ningún bloqueo tenía otra razón de ser, aparte de la protesta. ¿Tenían razón de ser los enfrentamientos del fin de semana, y los muertos de los que se hablaba hasta la tarde de ayer por el enfrentamiento en Nochixtlán?

En efecto, partir de estas preguntas puede darnos una idea de la sinrazón que, nuevamente, estamos viviendo en Oaxaca. Porque si bien es cierto que resulta entendible la molestia de importantes sectores del sindicato magisterial por la detención de sus líderes, también lo es que esa forma de protesta no es sólo estéril, sino artera y riesgosa para otro sector importante de la población, que quién sabe si se identifica o no con la lucha de los maestros, pero que sí está muy enojada por otras razones y que sólo está esperando un motivo, cualquiera, para salir a las calles a protestar y desfogar su ira particular.

Frente a ellos se encuentra un gobierno completamente reprobado en su capacidad de concertar soluciones que sean algo más que la victoria total o la subordinación incondicional. El gobierno federal tomó la decisión de ignorar al gremio magisterial —y luego utilizar el hostigamiento y hasta la aprehensión de líderes— como una respuesta al fracaso de su primera y única estrategia de negociación con la Sección 22. ¿Cuál fue? La que durante un año y medio intentó implementar el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda Nava con el magisterio de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Esa “estrategia” no era sino el ofrecimiento de la claudicación de la reforma educativa en el sureste del país, a cambio de que ésta retomara su trabajo escolar y no provocara disturbios e inestabilidad al régimen federal.

Como lo hemos apuntado en otras ocasiones, lo que vemos actualmente es la consecuencia de la suma de las ineptitudes y la soberbia tanto federal como de la Sección 22. Siempre pareció que ninguno de ellos quiso nunca encontrar una solución al problema de la implementación de la reforma educativa. Por un lado, la federación fue de extremo a extremo, primero queriéndole entregar todo a la Sección 22 —que no lo quería recibir, porque se quedaría sin banderas—, para después asumir la postura de no dialogar y utilizar la fuerza para tratar de desmembrar a un gremio que, a diferencia del SNTE, no es monolítico.

Frente a ellos estuvo siempre un gremio de decisiones irreductibles e inopinadas, que —igual que el gobierno— siempre tuvo la soberbia postura de todo o nada. La federación quiso entregarles la postergación indefinida de la implementación de la reforma educativa. Ellos no lo tomaron porque querían algo que nunca iba a ocurrir: la abrogación de dicha reforma. Eso trabó cualquier posibilidad de arreglo y, a la postre, fue una de las causas de fondo de la ruptura del diálogo entre ambos frentes.

FRACASO COMÚN

¿Quién habrá hecho creer a las autoridades federales que apresando a los líderes de la 22, podría desarticular a la CNTE? Pues quizá, erróneamente, tomaron como parámetro la experiencia de la detención de Elba Esther Gordillo en 2013, que lejos de provocar una reacción violenta del gremio magisterial, lo que alentó fue el parricidio al interior de la dirigencia nacional a manos de Juan Díaz de la Torre, y la normalización casi inmediata de la vida sindical y política.

Esto no podía ocurrir en la Sección 22 y la Coordinadora, porque es bien sabido que la dirigencia seccional es un mero formalismo, y que la Asamblea Estatal —el verdadero órgano de dirección magisterial en Oaxaca— siempre se ha conducido con apariencia de horizontalidad, que en realidad no es sino el dominio de los líderes invisibles de las poderosas corrientes políticas que dominan la integración de la Asamblea. Por eso, mientras ésta siga funcionando, el gobierno podría encarcelar a toda la dirigencia —como prácticamente ya ocurrió ahora— y de todos modos constatar que se siguen tomando decisiones de resistencia; y que para esos efectos, Núñez Ginez y Villalobos Ricárdez son elementos prácticamente irrelevantes.

El problema de todo eso, es que el resultado frío es un problema político trabado, una ciudad nuevamente presa de la violencia y la incertidumbre, y un inaceptable saldo rojo que no le augurará a Oaxaca sino más conflictos de los que ya tiene. Esto, palmariamente, no contribuye a la implementación de la reforma educativa; tampoco es un paso en la postergada —indefinidamente— reconciliación social; tampoco es una muestra de solidaridad magisterial con el pueblo de Oaxaca, y mucho menos es reflejo de “gobernabilidad democrática”. Este, más bien, es el resultado del caos, de la voracidad y de lo poco que les importa —al gobierno y a la Sección 22— lo que le ocurra, piense o quiera la ciudadanía.

GOBIERNO INVISIBLE

Nadie dio la cara por la Sección 22 y sus “aliados”. Nadie tampoco dio la cara del lado oficial —estatal o federal— para explicarle a la ciudadanía qué pasó ayer. Así de miserables son frente al pueblo, ese del que, en su nombre, todos dicen actuar.

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