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Frontera sur: los claroscuros de la migración en México

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Adrián Ortiz Romero Cuevas

La noche del pasado 16 de diciembre, en el paraje conocido como La Toma, en el municipio istmeño de Chahuites, Oaxaca, un grupo armado secuestró a alrededor de cuarenta indocumentados procedentes de naciones centroamericanas, que viajaban a bordo del tren que corre de Arriaga a Ciudad Ixtepec. Ese hecho, que ha sido documentado y denunciado por diversas instancias civiles nacionales e internacionales, dejó ver en toda su magnitud un problema transmigratorio que hasta ahora ha sido sistemáticamente negado y desatendido por el gobierno mexicano.

El tren conocido como La Bestia, tiene varias escalas, y su andar es a una velocidad no mayor a unos 30 kilómetros por hora. La primera de ellas, es la que cruza los límites entre los estados de Oaxaca y Chiapas, en un recorrido que, de día o de noche, dura alrededor de 13 horas. Al llegar a Ciudad Ixtepec, el furgón principal es removido y los vagones de carga son enganchados a otra máquina que los lleva, en un andar de las mismas características, hasta la comunidad de Medias Aguas, en el estado de Veracruz. Ahí, La Bestia, toma diferentes rutas: una corre rumbo a Tierra Blanca; otra va directamente a la estación Lechería, en la capital del país, y otra se enfila rumbo a territorio tamaulipeco. Todas, de uno u otro modo, llegan a la frontera norte de la República Mexicana.

El recorrido, en cualquiera de las rutas, dura entre tres y siete días más, luego de haber abandonado el territorio oaxaqueño. En el mejor de los casos, el tránsito entre una frontera y otra podría durar alrededor de 10 días para un transmigrante con suerte. Sin embargo, en ese camino debe sortear no sólo el hambre, la deshidratación, los riesgos propios del viaje a la intemperie, y las inclemencias del tiempo, sino que, sobre todo, debe soportar y esquivar las múltiples amenazas de la actividad criminal de grupos organizados, los abusos que cometen las autoridades, las amenazas de los grupos criminales que los secuestran, roban y extorsionan, y las redadas de los agentes del Instituto Nacional de Migración. Es un viaje aventurado y riesgoso, que no tiene garantía de un final feliz.

 

CHAHUITES,

EL PUNTO CLAVE

Los habitantes de la comunidad de Chahuites —municipio colindante con el vecino estado de Chiapas, y el primero al que se llega por carretera y tren desde el municipio chiapaneco de Arriaga— se notan molestos cuando el reportero increpa al presidente Municipal, Ahuizotl Castillo, sobre el evidente desentendimiento de la autoridad municipal respecto a la seguridad en su demarcación.

Aunque en un primer momento el Alcalde había asegurado no tener conocimiento directo de ningún hecho delictivo en la zona relacionado con los migrantes, éste asegura que los chahuitenses son gente solidaria y protectora con los migrantes. Éste asegura que los ilícitos cometidos contra los migrantes son más bien hechos aislados, que no siempre ocurren en Chahuites; y los pobladores denuncian que los abusos y secuestros son perpetrados por personas vestidas con uniformes de la Policía Federal, a quienes atribuyen la desaparición de los 40 indocumentados.

Incluso, una vecina del lugar señala que “por ahí, en El Silbato, una madrugada de julio que llovía, los federales tenían a los indocumentados en el lodo. Avisamos al Ejército y se los quitó. Hubo balazos, pero los militares desarmaron a los policías”. También asegura que en varias ocasiones, cuando la Policía Municipal de Chahuites tiene conocimiento de robos o secuestros cometidos contra transmigrantes, los criminales resuelven el problema “cruzando al otro municipio” (Tapanatepec), para evitar que continúe la persecución.

LA ESPERA

EN ARRIAGA

Desde las primeras horas de la noche, el Centro de Inmigrantes de la localidad de Arriaga, Chiapas, a cargo del padre Eiman Vázquez, comienza a vaciarse. Los centroamericanos que pretenden llegar a los Estados Unidos, necesariamente arriban a esa localidad, procedentes de países como Guatemala, Honduras, El Salvador, Ecuador y, en menor grado, de Nicaragua. Arriaga es el punto de arranque de La Bestia. Y si el tren inicia su recorrido en las primeras horas del día, las cientos de personas que cada día viajan como polizones deben prepararse desde la noche previa.

A simple vista, las vías del tren parecen solitarias. Sin embargo, al caminar cerca de la zona de rieles, uno puede comenzar a distinguir, entre la oscuridad de la noche, a docenas de personas que, agazapadas, se encuentran entre los vagones o ya encima de ellos; otras más, muchas, esperan alertas en las bocacalles, las banquetas, o la maleza, a que alumbren los primeros rayos de sol para iniciar el viaje.

Al acercarse y mostrar algunos botes con agua purificada, los centroamericanos comienzan a salir de sus escondites y se acercan para recibir la ayuda. Ya visibles, comienzan a relatar las peripecias de un viaje que, para ellos, lleva ya varias semanas, varios cientos de dólares gastados, e innumerables precauciones para continuar burlando los cercos y la vigilancia de la autoridad migratoria.

Llaman la atención dos cuestiones en particular. La primera, que entre los migrantes que se acercan existen dos que no tienen las mismas características, lenguaje e incluso vestimenta de los demás; y segundo, que entre ellos no se encuentra una sola mujer.

Ante ello, la cónsul de El Salvador con sede en Arriaga, Vilma Mendoza, ofrece una explicación: que comúnmente entre los migrantes también viajan mujeres y niños, pero que ellos mismos han comenzado a tomar todas las medidas para que éstas no sean vistas o detectadas por los delincuentes sino hasta el momento en que suben al tren. Con esto, dicen, disminuyen los riesgos de secuestros y ataques sexuales en su contra. Y respecto a los dos individuos sospechosos, asegura que uno de ellos puede ser un agente encubierto de la fiscalía de protección a migrantes del estado de Chiapas; y el otro puede ser o un “enganchador” de alguna banda criminal, o una persona que recientemente habría sido deportada de los Estados Unidos y estuviera intentando reingresar a territorio norteamericano.

 

LA BESTIA

Al día siguiente, después del mediodía, el convoy de reporteros se encuentra con La Bestia, ya en territorio oaxaqueño, unos diez kilómetros antes de la zona poblada de Chahuites. Ahí, la Cónsul salvadoreña exige al conductor que detenga la marcha, para poder acercarse al tren y proporcionar agua a los migrantes. Después de unos diez minutos de espera, la Máquina se acerca y entonces preparan unos 50 botellines de agua de medio litro cada uno, para arrojárselos a los polizones.

Al pasar justo enfrente, los cálculos arrojan que sólo ese día viajan unas 150 personas en los techos de los vagones. La temperatura, a esa hora, rebasa los 30 grados Celsius. Y al tren, que ya lleva por lo menos cuatro horas de recorrido, por lo menos le hacen falta otras ocho o nueve para llegar hasta Ciudad Ixtepec.

Eso justamente es lo que le preocupa a la cónsul Mendoza: que el recorrido de La Bestia es altamente deshidratante para quienes viajan un día completo de sol, recibiendo a plomo todo su calor y sus efectos. De ahí su determinación por detener la marcha, y proporcionar agua a todos aquellos niños, hombres y mujeres —ahora sí visibles— que agradecen el líquido proporcionado.

Casi dos horas después, el tren pasa por la zona poblada de Chahuites. Tal y como aseguraba la autoridad municipal, varias mujeres se acercan a las vías del tren para aventarles algo de comida y agua. El ferrocarril, por ser de día, en ningún momento detiene la marcha.

 

MIGRANTES: ¿ATENDERLOS O IGNORARLOS?

México se encuentra en la disyuntiva entre atender los problemas que enfrenta derivados de los procesos internacionales de migración, o simplemente seguir excluyéndose de un asunto que no sólo es de seguridad interior, sino que requiere atención y una eficaz política de Estado. La frontera sur del país, representa no sólo una puerta legal de entrada al territorio nacional sino que, por su porosidad y franca ingobernabilidad, es también polo de atracción para quienes ilegalmente pretenden cruzar el país, en su intento por llegar a los Estados Unidos de Norteamérica.

El Instituto Nacional de Migración tiene detectados siete puntos de cruce fronterizo entre México y Guatemala, en territorio chiapaneco. La población, sin embargo, asegura que en la franja fronteriza, existen casi sesenta cruces carreteros, por los que libremente transitan personas de uno a otro país, sin necesidad de documentos o autorizaciones migratorias. Eso hace que la frontera sea imposible de cubrir y regular. Y es lo que da la pauta para asegurar que ésta es un límite territorial ingobernable.

Ante ese problema, del que no es responsable pero del que sí resiente las consecuencias, el gobierno del estado de Chiapas creó ya una serie de instancias para garantizar ciertas condiciones mínimas a la integridad de los transmigrantes. Aseguran que del total de los centroamericanos que se internan en su territorio, sólo es un número muy reducido el que decide quedarse en territorio nacional más del tiempo indispensable para alcanzar la siguiente frontera. Prácticamente todos van de paso, rumbo a los Estados Unidos.

El gobierno de Chiapas entendió, desde hace tiempo, que existen problemas que no se resuelven culpando al gobierno federal por su incapacidad de regular el flujo migratorio. Temas como la inseguridad, la integridad, la salud y la protección de algunos derechos de los migrantes, para ellos son una prioridad. Por ello, alejados de los debates sobre la legalidad de sus acciones, asumieron una posición garantista de los derechos humanos para brindar ciertas condiciones mínimas a los transmigrantes, independientemente de que éstos tengan una legal estancia, o no, en territorio nacional.

No es curioso que, en función de eso, desde hace algún tiempo la mayoría de los abusos contra los transmigrantes inicien a partir de que éstos se internan en territorio oaxaqueño a través del tren, de vehículos de motor e incluso a pie. El problema que hoy es visible, es que el gobierno de Oaxaca no ha tomado con seriedad un asunto que ya debía ameritar su más elevada preocupación.

Por eso, aunque no se equivocan del todo cuando señalan al gobierno federal por no atender el tema migrante de la frontera sur, sí son indudablemente responsables por toda la criminalidad, los abusos y el desentendimiento oficial en que éstos se encuentran desde el momento en que se internan en territorio oaxaqueño. Éste último, ya no es un asunto de migración, sino de humanidad y garantismo, que al gobierno de Oaxaca urgentemente le hace falta comprender.

 

 

 

 

El caso Kalimba, y la justicia de Televisa

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+ La tele, omnipotente de nuestro tiempo

No han pasado más de tres semanas desde que se reveló en los medios informativos de la capital del país, la exigencia de una investigación ministerial motivada por la acusación violación, que una menor de edad formuló en contra del cantante Kalimba. En unos cuántos días vimos una rara actuación eficaz de la justicia mexicana. Acostumbrados a ver la impunidad y la ineficiencia de las autoridades por todos lados, hace dos días nos fuimos a dormir con la noticia de que a menos de 24 horas de que se le libró una orden de aprehensión al también compositor, éste fue aprehendido a través de una “Ficha roja” de la Interpol, aún cuando se encontraba en territorio de otra nación. Tanta diligencia de la autoridad en medio de este México surrealista, no puede más que conducirnos a la sospecha.

Aunque en México dicen los principios constitucionales que todas las personas son inocentes hasta que se les demuestre lo contrario; y que, asimismo, toda persona tiene derecho a ser oída y vencida en juicio formulado ante autoridad competente, lo cierto es que para el común de los mexicanos Kalimba es culpable desde el día en que el presentador de noticias de Televisa, Carlos Loret de Mola, lo confrontó, enjuició y sentenció pública y sumariamente, frente a millones de espectadores, a través de su noticiario matutino de televisión.

¿Qué ocurrió entonces? Que en un desesperado intento de defensa, Kalimba decidió no sólo enfrentarse a la justicia del Estado, sino también a los tribunales de la televisión. Aunque la acusación ministerial en su contra fue radicada en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo, el asunto se convirtió en un escándalo nacional cuando las principales televisoras del país, (Televisa, en particular) decidió emprender una escalada de información previamente determinada para enjuiciar al cantante.

Así, los noticieros de televisión dieron amplísima cobertura al asunto. Luego de varios días de acusaciones continuas, el cantautor decidió dar la cara en el noticiario matutino de esa cadena televisiva. Ahí, Loret de Mola decidió erigirse en Agente del Ministerio Público, y Juez, para en un solo momento conocer la causa, obviar la presentación de cualquier otra prueba que no fuera una confesión, cerrar la instrucción del proceso, para luego juzgar y sentenciar a quien de antemano ya había sido señalado como culpable.

Este es, sin duda, el peor escenario. Aunque la justicia del Estado apenas comenzará a conocer formalmente del asunto (si nada extraordinario ocurre, hoy sábado Kalimba será presentado ante el juez quintanarroense para que rinda su declaración preparatoria, y de ahí se fijen las condiciones del auto de formal prisión, de sujeción a proceso o de libertad que se le podría librar), para la gran mayoría el cantante ya es culpable.

En estas condiciones, es no sólo temerario, sino políticamente incorrecto e incluso desatinado, asegurar categóricamente —como aquí lo hacemos en este momento— que Kalimba es inocente. ¿Por qué ceñirse a una postura que parece de antemano perdida, que es también disparatada, y que incluso parece machacona y odiosa?

Porque lejos de los reflectores de la televisión, nosotros debíamos comenzar a ver con más detalle eso: que todos aquellos que son acusados de un delito deben ser considerados inocentes hasta que se les demuestre lo contrario. En función de ello, la visión general debería ser menos inquisitiva y considerar que todas las probanzas y actuaciones deben hacerse ante las autoridades que corresponde, y que todo lo demás que diga la televisión no es más que abono para la tervigersación y utilización discrecional de la justicia.

Veamos si no.

 

EFICACIA SOSPECHOSA

El pasado martes se cumplieron 10 años de que Joaquín Guzmán Loera, alias “Chapo Guzmán”, se escapó del penal federal de (supuesta) máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco. Aunque nuestro sospechosismo es exacerbado y paranoico, resulta que justamente ese día, 18 de enero, el gobierno federal anunció la aprehensión de José Jorge Balderas Garza, alias “El JJ”, en un espectacular operativo realizado por la Policía Federal, y derivado de acciones de inteligencia encabezadas por agentes federales. Dos días después, Kalimba fue detenido.

Asegurar que esos tres hechos tienen una conexión causal, podría parecer hasta ofensivo de nuestra parte. Son simples casualidades de la vida, de las cuales no tiene control ni el gobierno federal, ni los grupos criminales, y mucho menos los presuntos atacantes sexuales de menores de edad, que también se dedican a la música, la composición y a ser estrellas juveniles.

Sin embargo, resulta que la fuga del Chapo Guzmán marcó el inicio de esta sangrienta guerra entre el gobierno federal y las bandas criminales, que no sólo ha teñido de sangre al país, sino que también ha acelerado el proceso de envenenamiento de millones de jóvenes mexicanos que hoy son adictos a alguna de las drogas comerciales.

El Chapo Guzmán, además, encabeza el cártel de la delincuencia organizada que más sangre derrama, que más muertos produce, y que tiene más impunidad no se sabe si por la incapacidad del gobierno para detenerlos, o por la existencia de algún acuerdo o complicidad. Todo esto inició, hace diez años cuando el Chapo se escapó de la prisión donde se encontraba, hace justamente una década.

Pues resulta que aunque nada de esto tiene conexiones causales formales, justo cuando la sociedad mexicana debía llegar a punto climax de cuestionamientos y recriminación al gobierno federal por esta evidente inacción para aprehender al capo de la droga, es detenido el JJ y Kalimba. Curiosamente, ambos tienen vínculos estrechos con el mundo de la farándula artística (y por tanto atraen mucha atención), pero son elementos irrelevantes para los verdaderos problemas de impunidad que tiene nuestro país.

Si el JJ no le hubiera disparado al futbolista Salvador Cabañas, y no tuviera un hijo con la famosa “Chiva”, hoy podría seguir operando libremente todos los negocios ilícitos en los que estaba involucrado; del mismo modo, si no hubiera sido Kalimba el acusado de violación, seguramente el presunto atacante de esa menor de edad estaría libre, cruzando cualquiera de las dos fronteras que tiene México.

 

¿ESO ES JUSTICIA?

Es lo que debíamos preguntarnos. Esta es una acción insignificante e intrascendente de la justicia: le dan pan y circo al pueblo para que crea que este es un país de leyes; pero los grandes criminales viven en la impunidad absoluta.

 

Luis Ugartechea: le urge superar el arranque

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+ Se ve buena intención; pero también novatez

El beneficio de la esperanza y la expectativa de cambio que tiene el gobierno de Gabino Cué Monteagudo frente a los oaxaqueños, es el mismo que tiene el presidente municipal de Oaxaca de Juárez, Luis Ugartechea Begué respecto a los habitantes de la capital oaxaqueña. Aunque en su administración no se observan malas intenciones, por ningún lado, es urgente que supere las inconsistencias del arranque de su gestión. La ciudadanía comienza, ella sí, a dejar atrás el letargo de la transición y la llamada “fiesta de la democracia”, para exigir los resultados y la eficiencia que ellos mismos tanto prometieron.

Pareciera que el oaxaqueño de a pie no se da cuenta de las insuficiencias que está teniendo el gobierno municipal de Oaxaca de Juárez, en estos primeros días de su administración. Aunque pudiera decirse, en su descargo, que esos altibajos son propios de cualquier proceso de transmisión de funciones y responsabilidades, es evidente que la labor pública no puede detenerse un solo día; y que, en función de ello, deben apretar cuanto antes el paso para no cometer los errores de estos primero días de gobierno y, sobre todo, para que la ciudadanía no comience a creer que fue más lo que se dijo, que lo que verdaderamente se esté en posibilidad de hacer.

Para muestra de ello, es necesario hablar de cuestiones concretas. Aunque no ha trascendido públicamente como debería, entre los constructores que se dedican a hacer obra en el Centro Histórico de Oaxaca de Juárez, existe una queja, que pronto podría convertirse en recriminación: aseguran que aduciendo la priorización de los trabajos de preparación del proceso de entrega-recepción, la Dirección del Centro Histórico de la administración municipal anterior, dejó de recibir documentación y solicitudes para la realización de obras de construcción en esa zona, desde los primeros días del mes de diciembre pasado.

Cuando ello ocurrió, los particulares que requerían autorización del gobierno municipal para iniciar, continuar o modificar alguna obra arquitectónica en esa zona, creyeron que esa suspensión sólo duraría los días necesarios, y que, en el peor de los escenarios, ésta podría extenderse hasta el final de la gestión anterior. Grande ha sido la sorpresa al darse cuenta que el reinicio de actividades en esa dirección, aún a finales de enero, todavía no ocurre.

¿Cuál ha sido la excusa? Ninguna. Hasta ahora, la Dirección del Centro Histórico del ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, continúa aduciendo que se encuentran en el proceso de recepción de la administración municipal, y que por esa razón será hasta el próximo mes de febrero cuando comiencen a recibir nuevamente solicitudes de autorización para la realización de obras en esa zona.

Es cierto, frente a ello, que el cambio de poderes en cualquier administración no es una tarea sencilla, y menos viniendo del visible desorden en que terminó la gestión del presidente José Antonio Hernández Fraguas. Sin embargo, ello no alcanza a ser pretexto suficiente como para mantener paralizada la atención al público durante casi dos meses. Y ese es un asunto que las autoridades municipales no deben considerar como una cuestión insignificante.

REFORZAR LA POLICÍA

Habría también que revisar el desempeño de la autoridad municipal en materia de seguridad pública. El asalto a una joyería, persecución y balacera ocurrido la mañana del pasado lunes en céntricas calles de la capital oaxaqueña —que derivó en el asesinato de un agente de la Policía Municipal, y otro más que resultó gravemente herido por disparos de arma de fuego— es una peligrosa muestra de inexperiencia de quien ahora funge como Coordinador General de Seguridad Pública en el municipio de Oaxaca de Juárez. ¿Por qué?

Porque aún cuando el accionar decidido y valiente de los elementos de la Policía Municipal, es indiscutiblemente encomiable y digno de todo reconocimiento, también lo es que esos elementos actuaron en desventaja, sin una estrategia ni órdenes concretas —y correctas— de su mando superior en el momento preciso, y sin una perspectiva de cálculo de cuál era el riesgo que corrían al momento de perseguir y pretender intercambiar disparos con los asaltantes.

El hecho habla por sí mismo: al percatarse del hecho ilícito, esos elementos de la Policía Municipal que viajaban en una motocicleta se dieron a la tarea de perseguir a corta distancia a los asaltantes, a lo largo de varias calles de la capital oaxaqueña. Frente a ellos, los delincuentes portaban armas de alto poder, y vehículos de motor, además de llevar superioridad numérica sobre los elementos policiacos.

Aunque la acción correcta de la autoridad superior, debió ser el girar órdenes precisas para que los policías persiguieran a los asaltantes a una distancia prudente, para indicar la ubicación y así facilitar el arribo de refuerzos, a los elementos se les dio la orden de continuar la persecución. Esto es inaudito, por la desventaja que ellos llevaban tanto en número, como en armamento y equipo de seguridad.

Tal pareciera que, en ese sentido, tanto el Coordinador de Seguridad Pública, Vialidad y Tránsito Municipal, Rubén Oyarvide Pedrero, como el director de Seguridad Pública Municipal, José Luis Cruz Arauz, o no supieron cómo conducir las acciones policiacas en un momento de crisis, o simplemente no estuvieron al pendiente para girar las órdenes precisas que contribuyeran lo mismo a no poner en riesgo la vida de los elementos, y a ubicar y aprehender a quienes perpetraron el robo que derivó en este hecho.

Errores como éste no debían cometerse porque cuestan credibilidad, eficiencia… y vidas humanas. Es por tanto urgente que el gobierno municipal de Oaxaca de Juárez tome por completo las riendas de su responsabilidad, que supere su condición de inexperiencia y novatez —lo mismo natural, que inadmisible y nociva—, y que comience a dar respuesta a los oaxaqueños en todas las tareas que tiene encomendadas.

Luis Ugartechea no puede, ni debe, estar en todos lados. Pero sus colaboradores deben dar muestra de que existe compromiso y también eficacia en las tareas de gobierno.

¿Y LOS FUNCIONARIOS?

Por cierto, el gobierno citadino debe publicar cuanto antes en su sitio de Internet, quiénes son los funcionarios administrativos ya designados en la presente administración. Sólo se encuentran los nombres de los concejales. Y eso, en estos tiempos de claridad, no es suficiente.

 

PRI: la dirigencia, con todos los frentes abiertos

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+ Dar cauce a las disputas, sólo haciendo política

El priismo oaxaqueño está a punto de perder su partido. Además de las naturales disputas internas, sobre la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional, se posa un nubarrón de ataques e intentos de desestabilización, que lo mismo abarcan a la verdadera militancia priista, como a quienes desde afuera, e incluso desde el gobierno, están tratando de mermar una estructura partidista que, de por sí, presenta las debilidades propias de una derrota electoral tan abrumadora como la que sufrieron el pasado cuatro de julio.

El presidente del Comité Estatal del PRI, Eviel Pérez Magaña, hoy se encuentra en la mira de todos sus adversarios. Desde el interior del priismo otrora disciplinado, existen ya por lo menos dos corrientes internas que no tardan en hacerse públicas, y una más que asimismo ya se encuentra en proceso de gestación.

Frente a ellos, se encuentra el amague de Jorge Franco Vargas, de presentar recursos legales para tratar de recuperar el cargo del presidente del Comité Estatal al que, dice, solicitó licencia temporal a principios de 2010 para participar en la contienda interna en la que se definiría a su candidato a Gobernador.

Y, por si todo eso no fuera suficiente, el gobierno de Gabino Cué ya comienza a marcar ciertas pautas de lo que serán sus principales amagues y herramientas de presión y persecución, en contra de la dirigencia actual del partido tricolor, que se encuentra en manos del mismo grupo que apenas hace unos meses contendió, en feroz batalla electoral, en contra del ahora Gobernador. Este es, pues, el peor escenario para la dirigencia del diputado Pérez.

¿Qué pasa con esos grupos disidentes al interior del priismo, que están a punto de emerger públicamente? Todos ellos, son grupos integrados por líderes sociales, representantes populares y activistas regionales, que se encuentran inconformes no sólo con el modo en que fue integrada la actual dirigencia estatal, sino también con la forma en que ésta ha actuado a partir de que pasaron a ser una fuerza de oposición.

En ese sentido, las diversas corrientes priistas que asumen posiciones críticas, y que exigen la renovación urgente de la dirigencia, establecen que no es a través de imposiciones y avasallamientos como se pueden seguir definiendo los procesos internos del priismo. Aunque en términos generales todos son productos de esa singular “cultura democrática” en la que sólo valía la voz y la decisión de una sola persona, y todo lo demás se legitimaba “democráticamente” a través de la disciplina de los grupos, hoy aseguran que esa práctica no puede continuar.

Además, ahora que ya no existe el poder coactivo que se ejercía sobre las expresiones priistas desde el Gobierno del Estado, también están saliendo a relucir de manera estruendosa todos los errores que ha cometido la dirigencia. Desde cuestiones tan básicas como la integración facciosa de las carteras del CDE, hasta aspectos como la incapacidad del dirigente estatal para articular una discurso, y una práctica política, que englobe todas las necesidades, la visión y las causas del priismo, y las haga valer frente a las demás corrientes y partidos políticos, hoy más de uno desea hallar una vía alterna que no solamente aleje del priismo a los derrotados del cuatro de julio, sino que también le dé viabilidad a un partido ciertamente importante, pero que con sus estrecheces actuales está devaluando de manera acelerada la ascendencia y el capital electoral, que indudablemente posee en nuestro estado.

 

ENEMIGOS DE FUERA

Nadie sabe bien a bien —seguramente ni él— si el diputado Franco Vargas sea capaz de ganar el recurso legal que ayer mismo anunció que interpondría ante los tribunales electorales, para recuperar la presidencia del Comité Directivo Estatal que abandonó en febrero de 2010. Coincidentemente, todos sus “esfuerzos democráticos” actuales, se desarrollan paralelamente a los primeros señalamientos directos que está vertiendo la administración estatal actual, en contra de sus antecesores. Es todavía más sospechoso y coincidente, que la mayoría de esas acusaciones estén a punto de impactar sobre varios de quienes integran la dirigencia estatal del priismo.

Así, en un primer momento, luego de haber desaparecido por completo de la escena pública durante casi un año —y de haber alimentado con todo ese silencio, las sospechas de que no sólo no había abonado al trabajo del priismo, sino que había actuado con vocación de traidor, colaborando con los adversarios políticos del entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz—, el diputado federal Franco reapareció con la calidad de “presidente con licencia” del Comité Estatal del PRI. Aunque se alejó por completo, ahora pretende ganarse a una militancia rural siempre despreciada a través de algunos mítines y encuentros en zonas visiblemente visibles y alejadas de los grandes sitios donde concentraban votos.

En esas condiciones, es claro que el diputado Franco Vargas pretende ir por la presidencia del PRI, pero no por el rescate del verdadero priismo, sino más bien para operar desde ahí el acaparamiento del membrete legal, y con ello la desmovilización de su militancia y la desarticulación de sus estructuras electorales, sólo que aparentando que se hace trabajo político y que se es oposición, para en realidad ser un adversario blanco.

Para ello, está recibiendo la ayuda paralela, y aparentemente involuntaria, del gobierno de Gabino Cué. Ya el fin de semana, el secretario de las Infraestructuras, Netzahualcóyotl Salvatierra, aseguró que habían encontrado alrededor de 100 obras con irregularidades, realizadas por la dependencia en la administración anterior. A la par, el gobernador Cué ha señalado otras presuntas irregularidades cometidas desde otras dependencias públicas que estuvieron en manos de quienes ahora ocupan un cargo en la dirigencia estatal del priismo.

 

GUERRA EN DOS BANDAS

El gobierno estatal pretende colonizar a la dirigencia del priismo a través de esa doble vía. A la par de ello, y por otros motivos, varias corrientes internas, críticas, se aprestan a exigir la renovación de la dirigencia actual, y a tomar medidas para lograrlo. Sólo que el dirigente real del CDE del PRI —que no es Eviel Pérez Magaña, sino el ex gobernador Ulises Ruiz— todavía cree que puede tener bajo su control, a una militancia que más bien está lista para cobrarle todas las afrentas, y la derrota electoral que los expulsó del poder.

 

Migrantes: lo que no ha hecho Oaxaca

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+ Frontera porosa y segura, el gran reto

TALISMÁN, Chiapas.- Oaxaca tiene mucho que aprender del gobierno de Chiapas en materia de preservación de los derechos humanos de los migrantes que llegan desde los países vecinos de Centroamérica. A pesar de las limitaciones económicas que podrían alegarse, e incluso de la posible negativa a involucrarse en un tema que legalmente no le corresponde, el gobierno de esa entidad federativa ha tomado una serie de medidas que deberían hacer eco en nuestro estado para —más allá de la pose y la foto— verdaderamente hacer algo por los migrantes.

Sólo al estar aquí en la frontera sur del país, uno puede tomar la dimensión real del problema migratorio, y de todas las demás situaciones periféricas que acompañan a este asunto. El flujo de inmigrantes desde el sur de continente hacia nuestro país, no sólo está determinado por la afluencia migratoria natural entre dos naciones, sino fundamentalmente por las agraviantes condiciones de pobreza, marginación y falta de oportunidades que prevalece en los países sureños vecinos, y el hecho de que la frontera chiapaneca tiene amplias posibilidades de ser atravesada al margen de cualquier forma de revisión y control por parte de las autoridades de los tres órdenes de gobierno. El resultado, es que este cruce tiene una actividad migratoria constante, en la que lo mismo convive lo legal con lo ilegal.

¿Por qué hablar de esa doble situación de legalidad e ilegalidad? Porque, en el primero de los planos, tal parece que tanto el gobierno del estado de Chiapas, como el gobierno federal, están haciendo grandes esfuerzos por promover que los centroamericanos que desean realizar alguna actividad en México, lo hagan previa tramitación de documentos migratorios válidos en nuestro país, los cuales no tienen costo y que, al contrario, les brindan una serie de garantías mínimas para tener una estancia relativamente segura en territorio nacional.

Sin embargo, junto a ello convive la ilegalidad que, en realidad, no proviene más que del hecho de que todos los días cruzan la frontera sur de México miles de personas que literalmente vienen huyendo —de condiciones de pobreza, marginación, etcétera— desde naciones que se encuentran al sur de Guatemala, y que por esa razón no se encuentran en condiciones de tramitar documentos migratorios, que les permitan una estancia temporal en nuestro país. A partir de ello es que se crea ese tránsito migratorio no cuantificado por la autoridad, el cual, por esa misma razón, se convierte en presa altamente vulnerable de los abusos que ya todos conocemos.

Aquí en Chiapas, claramente pueden percibirse esos dos tipos de migrantes: los guatemaltecos que cruzan cotidianamente la frontera para realizar alguna actividad dentro de nuestro país, y quienes escondidamente lo hacen para tratar de llegar al límite fronterizo con los Estados Unidos de Norteamérica. Los primeros se encuentran perfectamente salvaguardados por leyes y condiciones importantes de seguridad; pero los segundos son todos aquellos a los que el gobierno federal se niega a reconocer, y que en varias entidades de la República Mexicana se convierten en el blanco perfecto para todo tipo de actividades delictivas.

DERECHOS FUNDAMENTALES

Independientemente de cuál sea la condición migratoria, procedencia o destino, el gobierno de Chiapas ha invertido importantes recursos para que los centroamericanos, y todas las personas que cruzan la frontera y se internan en su territorio, tengan garantías mínimas de acceso a la salud, a la protección de sus derechos laborales, e incluso algunas otras relativas a educación, y a la preservación de su integridad como personas.

En ese sentido, pareciera que lo que se hace no es mucho y que, al contrario, se podría estar incurriendo en una posible apología del delito, al pasar por alto la condición migratoria de las personas con tal de brindarles la protección a esas garantías mínimas. En aras de que esas personas tengan la posibilidad de regularizar su situación migratoria, el Instituto Nacional de Migración ha acompañado y facilitado todas esas tareas. La idea, según lo que se puede percibir, es que los migrantes no sólo puedan alcanzar, en el mejor de los casos, una situación legal regular, sino que también se internen en nuestro país bajo condiciones básicas de preservación de sus garantías fundamentales.

Algo de eso debería ya de comenzar a hacer el gobierno de Oaxaca, en toda la amplísima franja del Istmo de Tehuantepec que, al igual que innumerables zonas de Chiapas —cifras oficiales dicen que son siete cruces carreteros entre Guatemala y México a través de territorio chiapaneco, pero datos de organismos civiles revelan que son alrededor de 54, y que la mayoría de ellos no tienen control y ni siquiera vigilancia por parte de las autoridades migratorias— tiene un altísimo flujo de migrantes a los que, independientemente de su situación legal, se les debería otorgar una serie de garantías mínimas para su subsistencia.

En Oaxaca, en realidad, no existe nada de eso por parte de autoridad alguna. La administración anterior simplemente hizo como que ese problema no existía, y toda la responsabilidad por la situación de los migrantes y transmigrantes la trasladó al gobierno federal que, para variar, tampoco ha hecho mucho para abonar al respeto a los derechos humanos de los centroamericanos ilegales que pretenden cruzar el país, o quedarse en él para realizar aquí alguna actividad de subsistencia.

Hace dos semanas, el gobernador Gabino Cué Monteagudo fue hasta la zona del Istmo de Tehuantepec para ahí manifestar su voluntad por proteger y garantizar la seguridad de los migrantes. Sería bueno que, en ese sentido, comenzara a tomar la pauta del gobierno chiapaneco para “tropicalizar” algunas de las medidas que se han tomado para preservar los derechos fundamentales de los migrantes, y aplicarlas en nuestro territorio. Finalmente, la mejor contribución que pueda hacerse, deberá ser en cuanto a la protección de la integridad de quienes hoy se encuentran en una auténtica situación de vulnerabilidad no sólo respecto a los criminales o corruptos, sino a todo un entorno que en sí mismo les es hostil.


Migrantes: la solución no está en cerrar las fronteras

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+ Gobierno estatal y municipales deben hacer más

CHAHUITES, Oaxaca.- Será imposible frenar el flujo de personas que emigran desde el sur del continente, y que intentan o quedarse en México para trabajar, o que, fundamentalmente, buscan traspasar la frontera que separa a nuestro país de los Estados Unidos de Norteamérica. Como ese proceso migratorio no tiene posibilidad de ser detenido, aquí en México deben tomarse medidas integrales para poder garantizar los derechos fundamentales de esas personas que, hasta hace muy poco, han sido invisibles para el gobierno, para amplios sectores de la sociedad, e incluso para muchas de las organizaciones que se encargan de defender los derechos humanos.

La migración es imposible de detener, primeramente, en los países de origen en Centroamérica. Las autoridades consulares de las naciones centroamericanas, explican que cientos de miles de personas emigran cada año no sólo por tratar de escapar de las precarias condiciones de vida en que subsisten en sus naciones. Llegar a los Estados Unidos de Norteamérica es también para ellos un asunto de dignidad, de porvenir y de reunión con sus familiares.

En el primero de los casos, en el de la pobreza, el nivel de vida que prevalece en las naciones centroamericanas, para mucho de nosotros resulta francamente inimaginable. En la gran mayoría de los países que integran la América Central, la mayor parte de la población ni siquiera alcanza el ingreso mínimo de un dólar al día, que es el que establece la Organización de Naciones Unidas como percepción de referencia para establecer los márgenes de extrema pobreza. Es decir, que en casi todos esos países, las condiciones de vida son extremadamente adversas, que terminan obligando a las personas a buscar medios de vida en otras latitudes.

Pero además, a la par de la pobreza, existen también las demás razones antes apuntadas. En ese sentido, podría asegurarse que, al igual que millones de mexicanos, no existe un solo centroamericano —guatemalteco, hondureño, salvadoreño, nicaragüense, etcétera— que no tenga un pariente en la Unión Americana, que tenga alguna historia de éxito en la búsqueda del llamado “sueño americano”.

Esas historias de supuesta abundancia y buen nivel de vida, abundan entre los transmigrantes. Sin embargo, aún cuando esa presunta bonanza pueda ser en parte real, también es cierto que para los centroamericanos decir que les fue bien al emigrar al norte del Continente, es un asunto de dignidad y de orgullo, independientemente de que sus condiciones de vida sean igual o aún más adversas en los Estados Unidos de Norteamérica, que si se hubieran quedado en sus naciones de origen. Los que están en Centroamérica pretenden irse al norte; y quienes se encuentran allá se resisten por completo, incluso cuando son deportados, a regresar a sus comunidades de origen por el temor a ser señalados u objeto de burla por parte de las demás personas.

¿Cómo frenar el proceso migratorio desde el sur del continente, en esas condiciones? Centroamérica, en términos reales, no tiene posibilidades de superar sus difíciles condiciones económicas, de pobreza, de ignorancia ni de marginación, ni en el corto ni en el mediano plazo.

Así, al no haber posibilidad de que los nativos de esas naciones tengan un mejor nivel de vida, oportunidades de trabajo y desarrollo en sus comunidades, e incluso una identidad hacia su país que haga más fuerte el arraigo, que las intenciones de emigrar al norte del continente, tampoco habrá posibilidad alguna de que ese flujo migratorio sea frenado o modificado.

Y el problema, finalmente, es para México, que involuntariamente capta a todos esos migrantes, pero que no tiene ni una política migratoria eficiente y moderna, tampoco tiene una visión garantista para preservar ciertos derechos fundamentales a esos individuos independientemente de su calidad migratoria, y ni siquiera su seguridad en la ruta a través de la cual pretenden llegar a los Estados Unidos.

DESENTENDIMIENTO

Es abominable el modo en cómo algunos gobiernos municipales, e incluso el Gobierno del Estado, en buena medida se ha desentendido de la protección y provisión de los migrantes centroamericanos. La visión de desentendimiento que ha prevalecido, puede dividirse en dos: la primera, por considerar que como la migración es un asunto federal, entonces ellos no tienen ninguna responsabilidad ni injerencia en el asunto; y la segunda, que como los transmigrantes centroamericanos se encuentran en una situación de ilegalidad (que ellos más bien entienden o asumen como “invisibilidad”), entonces es imposible que puedan preservarse sus derechos.

Eso fue lo que uno puede corroborar al llegar a poblaciones como Chahuites. Aquí, al cuestionársele al presidente Municipal, Ahuizotl Castillo,     sobre el conocimiento que tiene la autoridad municipal tanto sobre la presencia de grupos criminales o de delincuencia común en la zona, como de los abusos de los que son objeto los transmigrantes, éste simplemente dijo no saber nada de nada sobre ningún asunto relacionado con el tema.

La única defensa que halló para su desentendimiento de esos dos temas que son de su competencia, fue decir que los habitantes de esa población son generosos y solidarios con los centroamericanos que llegan hasta esta zona en tránsito hacia el norte del país.

Qué forma tan infame de desentendimiento de temas que son de su competencia. Según el artículo 115 constitucional, la seguridad pública es una atribución de las autoridades municipales. Un Edil que no sabe lo que ocurre en su comunidad, o que se entera a través de la prensa, y lo dice expresamente, es tanto como una autoridad de adorno, temerosa, sin compromiso e irresponsable, que prefiere asumir esa postura antes que enfrentar los asuntos para los que le fue encomendado el cargo.

TEMA, A FONDO

Este viaje a la frontera con Guatemala, es iniciativa de diputados federales de Oaxaca y Chiapas, que independientemente de sus respectivas militancias partidistas, y de las causas que cada uno defiende, pretenden colocar en la agenda nacional el tema de la urgencia de atender la frontera sur del país. De parte de nuestro estado, la iniciativa es del diputado Jorge González Ilescas, que ha buscado tocar todas las puertas posibles para resaltar la importancia de atender este asunto en los tres niveles de gobierno.

 

PRI: la disputa es una guerra suicida

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+ Franco: un “democrático”… traidor

La situación actual del priismo oaxaqueño es deplorable. Mientras su dirigencia estatal se encuentra perdida en un mar de decisiones erróneas, cortas y testarudas, varios “grupos democratizadores” intentan hacerse del poder partidista pretendiendo desconocer y derrocar al dirigente estatal, Eviel Pérez Magaña. Quienes detentan formalmente la representación partidista en la entidad, se niegan a ir más allá de las endebles pompas de jabón en las que, engañándose solos, aún cohabitan; pero quienes ahora se envuelven en las banderas de la democratización, no son más que oscuros personales cuyo común denominador es la traición, los excesos y los vicios que justamente caracterizaron a ese PRI que ahora pretenden “renovar”.

Hoy, tanto la pugna como vicios propios de quienes se disputan la dirigencia estatal del PRI, se encuentran a la vista plenamente. El Comité Directivo Estatal que encabeza el diputado Pérez, se ha negado a ir más allá de los cuadros y las prácticas que, les guste o no, fueron los responsables de la derrota ocurrida el pasado cuatro de julio.

En ese sentido, es claro que independientemente de las pugnas y los cuestionamientos que les hacen los priistas disidentes, ese es un primer factor que, por sí solo, los tiene en un importante entredicho. Es claramente perceptible el hecho de que el dirigente estatal Pérez Magaña se ha resistido sistemáticamente —o no se lo han permitido— a iniciar un verdadero proceso de inclusión al interior del priismo, en el que la dirigencia de su partido ya no sea sólo espacio para un grupo político, y en el que pudiera haber un verdadero proceso de rotación y renovación de cuadros.

Habría que preguntarse, respecto a lo anterior, por qué la dirigencia estatal del priismo hoy alberga no a los militantes más reconocidos tanto en el gobierno como en el trabajo partidista, sino justamente a los personajes más repudiados, señalados por corruptos o ineficaces, e incluso a los que se les hacen señalamientos directos por su contribución a la derrota electoral.

Aunque diversas voces serenas se han pronunciado, en diversos momentos, en el sentido de que debía iniciar un verdadero proceso de inclusión y apertura a todas las expresiones del priismo que —como la misma dirigencia estatal— hoy se encuentra en estado de orfandad, y en el discurso el dirigente Pérez Magaña dice estar dispuesto y dedicado a emprender ese proceso, lo cierto es que todas sus prácticas los han llevado a reiterar el hecho de que la dirigencia estatal priista continúa siendo como siempre lo ha sido. Es decir, vertical, cerrada, excluyente, soberbia y sorda.

Podríamos preguntarnos: Si la dirigencia priista siempre ha tenido esas características, y no había problema, ¿entonces por qué ahora sí? La diferencia entre el antes y el ahora, radica justamente en que antes el priismo detentaba el poder gubernamental estatal, y ello imponía orden y disciplina a su militancia y grupos de poder; ahora el PRI en Oaxaca es un grupo más, que ya no cuenta con elementos coactivos o disciplinarios para “democratizar” sus decisiones autoritarias.

En gran medida, de ahí surge el problema del priismo: no saben cómo actuar, ni cómo estructurarse, bajo un verdadero esquema democrático, en el que se tenga que convencer e incluir, antes que imponer y avasallar. La dirigencia estatal —con sus actitudes de insensibilidad, voracidad y soberbia, propias de quienes aún creen tener el poder del Estado en las manos— no ha entendido que estos tiempos son distintos a los de hace dos meses, y que el verdadero trabajo político de su partido tendría que iniciar por transformar no los estatutos, sino las reglas no escritas de convivencia política que hoy, a todas luces, son obsoletas.

 

ADVERSARIOS,

SIN CALIDAD MORAL

Jorge Franco Vargas se separó de la dirigencia del PRI estatal hace casi un año, y desde entonces también se alejó tanto del trabajo político, como de la operación electoral de su partido. Su inconformidad surgió del hecho de que él no fue el beneficiario de la candidatura priista a Gobernador.

Desde entonces, se ha esforzado por hacerse de un aura de misterio e intriga al propagar “versiones no confirmadas” (o trascendidos, o rumores, o chismes, o como se le quiera llamar) respecto a que “pronto” vendrá a reclamara la Presidencia del Comité Estatal que todavía dice corresponderle, o respecto a que colabora con el gobierno de Gabino Cué; e incluso, que por su experiencia y compromisos políticos, él es de nueva cuenta el cerebro maquiavélico que está dispuesto a hacer el trabajo sucio de la administración estatal. Lo único cierto en todo esto es que, independientemente de cuáles sean las versiones reales y las inventadas para asustar e intrigar, Jorge Franco Vargas es un traidor.

¿Quién, en su sano juicio, podría creer que Franco es un demócrata? Su única valía indiscutible, es la de ser un eficaz operador electoral. Pero eso, la operación electoral, en sí misma, es contrario a la democracia. ¿No los operadores se encargan de asegurar votos a favor, a través de todos los métodos de coacción y trampa conocidos?

Pero además, si alguien tuvo un crecimiento meteórico en la política estatal gracias a la antidemocracia y verticalismos del priismo, ese fue Franco Vargas. ¿A poco el pueblo de Oaxaca lo eligió para ser el vicegobernador del Estado el sexenio pasado? ¿A poco la ciudadanía lo eligió para ser dos veces diputado federal? ¿A poco fue la verdadera militancia la que decidió que él fuera líder estatal? ¿A poco el electorado lo legitimó para que en la pasada campaña electoral traicionara trabajando a favor de la derrota priista?

Algo es claro: alguien no se convierte en demócrata sólo por ser disidente. Y en sus verdaderos antecedentes como político, Franco no cuenta con luchas democráticas ni postulados ni ideal alguno; todas las suyas fueron simples alianzas y circunstancias favorables para ejercer el poder. Pero nada más.

LÍDER LEGITIMADO

Es indudable que el PRI debe pasar por un verdadero proceso de renovación y legitimación democrática. Eviel Pérez y su dirigencia tienen un mar de cuestionamientos. Pero ello no significa que el mejor cuadro para cuestionarlo sea alguien de tan antidemocráticos antecedentes como Jorge Franco. Ambos son hijos del mismo padre político, y producto de la misma circunstancia. Por eso, ellos menos que nadie tienen calidad moral para hablar de democracia.

Partidización de la democracia: una mala opción

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+ Congreso: deben mejorar, no copiar a Federación

Una de las premisas fundamentales de la democratización del poder, se encuentra en la inclusión y la participación de los ciudadanos en los procesos relacionados con la vida pública del estado o país, para que a través de ellos esos procesos y decisiones tengan legitimidad, credibilidad y aceptación general. Aunque en Oaxaca vivimos supuestos “nuevos tiempos”, y la democracia y la transición llegaron con la alternancia partidista en los poderes Ejecutivo y Legislativo, aún nos encontramos lejos de una verdadera ciudadanización y, al contrario, existe hoy el riesgo real de una potencial regresión o estancamiento democrático. Veamos por qué.

Como ya lo hemos dicho en otros momentos, el poder se ejercía tradicionalmente en Oaxaca en base a viejas reglas delineadas por los verticalismos propios de un régimen de partido y gobierno hegemónicos y, en buena medida, autoritarios. Desde mediados del siglo XX hasta hace apenas unos meses, gobernó la entidad un ente que, aunque era una unidad, estaba dividido entre un partido y un equipo de gobierno.

En efecto, la dualidad de gobierno-partido que aquí ejerció el priismo, fue característico de un régimen no de partido de Estado, sino más bien de partido hegemónico. Esto porque aún cuando se cumplía con todos los imperativos democráticos respecto al voto y la participación “democrática” (había elecciones, los votos se contaban, y todo se ajustaba a las reglas constitucionales de la renovación de los poderes), en realidad existía una inequidad visible entre las posibilidades de triunfo, y los medios —económicos, políticos, de coacción, etcétera— con los que contaba el llamado “partido oficial” para realizar su trabajo electorales, respecto a sus adversarios de la oposición.

Todo esto permitió que, en los hechos, el Gobernador del Estado tuviera un poder omnímodo, preponderante y avasallante respecto a los poderes Legislativo y Judicial. Unos y otros, en prácticamente toda la extensión de la palabra, asumían que el dictado del Gobernador era orden, que ellos eran empleados o subordinados suyos, y que por tanto nada valía más que una decisión tomada y anunciada por el Mandatario. Ese era, pues, el ejercicio vertical del poder, que luego se convirtió —y así fue señalado— en una práctica autoritaria.

Frente a ello surgieron dos grandes batallas. Una de ellas fue la de los partidos de oposición, y la otra la de los ciudadanos. Los primeros generaron, no sin innumerables fallas, las alianzas y los puentes necesarios para poder unirse y enfrentar civilizada y democráticamente a quienes ejercían el poder plenamente y no estaban dispuestos a cederlo sin antes oponer resistencia. A nivel federal, hubo alternancia y comenzó un proceso largo —e inconcluso, y ahora más bien inmóvil— de desincorporación de los verticalismos y autoritarismos.

La otra batalla, fue la que poco a poco fueron ganando los ciudadanos a través de los procesos y las tareas en las que fueron ganando terreno. La llamada “ciudadanización” particularmente permeó en todas aquellas tareas que tenían que ver con la fiscalización y control del poder a través de medios e instituciones distintas a las tradicionales.

En los órganos autónomos, particularmente, hubo necesidad de reforzar el paso hasta lograr que ciertos procesos como el de la rendición de cuentas, la fiscalización superior, la defensa de los derechos humanos, y la organización de los procesos electorales, quedaran en manos eminentemente de ciudadanos, para que a través de ellos, este tipo de procesos (que entrañaban en sí mismos la duda por el resultado de las votaciones, por el saqueo a las arcas públicas, la corrupción y los abusos cometidos desde el poder) tuvieran por primera vez la credibilidad y certeza que siempre les había hecho falta.

 

CAMINO EN REVERSA

Instituciones como el Instituto Federal Electoral, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Instituto Federal de Acceso a la Información, o la Auditoría Superior de la Federación, constituyen hoy nuevos equilibrios al poder en el ámbito federal. En su esencia, se entiende que éstos órganos debían estar encabezados por ciudadanos que no tuvieran compromisos con el poder, para poder materializar los fines propios de esas instancias que van precisamente encaminados a vigilar, revisar y acotar al poder.

Sólo que esa esencia no ha sido respetada y, al contrario, en la actualidad ha sido seriamente puesta en duda. Al decantarse el otrora omnímodo poder presidencial, éste quedó en buena medida en manos de los partidos políticos. La lógica del poder los llevó a entender que una cosa es oponerse, y otra muy distinta detentar cierta cantidad de poder. En el primero de los casos, se exige el apego a las reglas democráticas. Pero en el segundo de los casos, se está dispuesto a hacer todo lo que esté al alcance —legal o no, confesable o no, ético o no— para mantenerlo, y para no perder ninguna porción del mismo.

Eso fue lo que pasó con los partidos, que si primero lucharon codo a codo con los ciudadanos para lograr la democratización, luego decidieron arrebatarles por completo esa bandera y ondearla solos para aprovechar todos los beneficios y los espacios de poder que habían logrado. Así, por ejemplo, desde antes del 2006 el IFE dejó de ser, en el ámbito federal, la institución ciudadana icónica, para pasar a ser un ente conformado por cuotas de partido, para responder primero a los intereses de éstos, y luego a los de la democracia y los ciudadanos.

Esos mismos intentos por “colonizar” a los órganos que debían estar conformados por ciudadanos y no por cuotas de partido, se han reproducido en prácticamente todos los entes autónomos. Y esa misma historia, es la que está ocurriendo en Oaxaca, ahora que los partidos representados en el Congreso, ya se dieron cuenta que tienen parcelas de poder, y que pueden utilizarlas como les venga en gana, independientemente de que eso sea o no benéfico o constructivo para la verdadera democracia.

 

DEMOCRACIA EN ENTREDICHO

¿Las fuerzas políticas intentarán, en estos supuestos “nuevos tiempos”, atender a cuotas y no al interés democrático, para integrar los órganos que eventualmente serán renovados? Ya dieron una primera pauta con la integración del Tribunal Electoral. ¿Harán lo mismo con el Instituto Estatal Electoral, la Auditoría Superior y el Órgano de Transparencia? Si lo hacen, como parece, estarían contribuyendo a forjar una democracia con malformaciones congénitas.

TEE, repartido por cuotas: una regresión democrática

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+ ¿El mismo camino seguirán IEE, ASE y el IEAIP?

Como si fuera un simple asunto de reparto de cuotas de poder, y no una prioridad en el reforzamiento de la credibilidad y la legitimidad de las instituciones del Estado, las fracciones parlamentarias del PRI, PAN y PRD decidieron, en base a sus intereses, la nueva integración del Tribunal Estatal Electoral de Oaxaca. Para conformarlo no importaron los conocimientos, la preparación o la experiencia de los aspirantes: únicamente contó la venia, las bendiciones y los intereses de los tres grupos mayoritarios de poder que existen en el Poder Legislativo del Estado. Ello constituye, desde todos los flancos, una clara regresión al sistema democrático que supuestamente nos rige, y que en estos “nuevos tiempos” los partidos prometieron apuntalar en Oaxaca.

Prácticamente desde el día siguiente a la jornada comicial, se tuvo la certeza de que todos los órganos relacionados con los procesos electorales serían renovados por completo, apenas asumieran sus cargos el Gobernador del Estado y los nuevos diputados. El triunfo de Gabino Cué Monteagudo claramente ocurrió no gracias a las garantías de imparcialidad y equilibrio, sino más bien a pesar de la conformación de las instancias respectivas, que siempre habían sido cuestionadas por su proclividad al poder, y por las supuestas relaciones indebidas que tenían con servidores públicos emanados del Partido Revolucionario Institucional.

En ese sentido, temas como el del “pendientito” entre el consejero Presidente del Instituto Estatal Electoral y el entonces gobernador Ulises Ruiz —dado a conocer a través de una reveladora grabación telefónica que, sin embargo, fue obtenida ilegalmente—, o la decisión del Tribunal Estatal especializado en la materia, de forzar la entrega de una diputación local al Partido Verde Ecologista de México —a pesar de la resolución en contrario del IEE, e incluso tratando de convencer de sus dichos a la Sala Regional de Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación—, marcaron sendos puntos sin retorno para sus integrantes. Llegado el momento serían separados de sus cargos amparados en esos cuestionamientos. Pero lo que prometieron los integrantes de la LXI Legislatura del Estado, es que ahora sí se apegarían a los criterios democráticos que marca la Constitución para elegir a sus sucesores.

¿A qué se refiere ese espíritu democrático? En términos sencillos, éste se refiere al hecho de que la Constitución del Estado establece que los integrantes de los órganos autónomos en general (como el Instituto y el Tribunal Electoral, la Auditoría Superior, el Instituto de Acceso a la Información, y demás entidades plena o parcialmente autónomas) deben ser individuos que gocen no sólo de independencia y una reputación intachable, sino también experiencia y conocimientos técnicos especializados en los asuntos que conoce el órgano respectivo. Por si fuera poco, en general la Ley Fundamental establece que debe ser estrictamente en base a esos criterios, que la Legislatura del Estado es como debe elegir a los servidores públicos respectivos.

Se supone, pues, que los legisladores debían ponderar todos esos requisitos objetivos por encima de cualquier otro, e incluso privilegiar a aquellos aspirantes que manifestaran y demostraran de mejor modo su trayectoria y también su independencia al poder. Es decir, que fueran ciudadanos comprometidos con la sociedad, y no con facciones o fuerzas políticas determinadas. Todo esto, se supone, garantizaría que las decisiones que se tomaran en esos órganos (que nacieron específicamente para controlar al poder) fueran lo más imparciales, autónomas y legítimas posibles.

Todo eso, sin embargo, les importó un comino a las tres principales fuerzas políticas representadas en el Congreso del Estado, que hicieron ésta elección de los integrantes del Tribunal Electoral, no como un auténtico ejercicio democrático acorde a los supuestos “nuevos tiempos” y “equilibrios” que ellos tanto presumen, sino como un grosero reparto de cuotas de poder.

 

CIUDADANIZACIÓN,

AL CESTO DE BASURA

Seguramente los diputados locales oaxaqueños lo ignoran —porque ese es el común denominador en el poco civilizado ámbito político estatal—, pero hace apenas hace muy pocas décadas otros hombres y mujeres lucharon fuerte en el país porque las instancias electorales gozaran de credibilidad y legitimidad, y dejaran de estar en manos de quienes ejercían en el poder, para pasar al ámbito de los ciudadanos. Esa fue una auténtica visión democrática, que a nivel federal se ha tergiversado, y que lejos de ser enmendada desde las entidades federativas, aquí comienza a reproducirse.

¿De qué hablamos? De que hace muy poco tiempo, cuando el ejercicio del poder era unipersonal y vertical, todas las decisiones “democráticas” las tomaba un solo individuo denominado Gobernador del Estado, y todos los demás entes obedecían el mandato y dotaban a esas determinaciones de las formas legales y democráticas que pudieran esconder ese ejercicio plagado de autoritarismo.

Ahora, cuando el Titular del Poder Ejecutivo emanó de un conjunto de fuerzas que ondearon como principal bandera la del cambio democrático, y cuando la capacidad de decisión quedó dividida en tres fuerzas en el Congreso del Estado, podría suponerse que las cosas podrían cambiar. Pero no. Lejos de democratizar el poder, unos y otros se están repartiendo, de la forma más vil, se están repartiendo su ejercicio y las parcelas que el autoritarismo dejó vacantes.

Sólo de ahí se explica que aún antes de que se conocieran formalmente las ternas para integrar el Tribunal Electoral, ya se sabía que los electos serían Ana Mireya Santos López, Luis Enrique Cordero Aguilar y, eventualmente, Roberto López Sánchez. La primera, independientemente de sus conocimientos o experiencia, era quien tenía a favor la línea y la bendición del gobernador Gabino Cué; el segundo, la venia del PAN; y el tercero, el respaldo priista, que ayer mismo decidía si lo impulsaba a él o a otro personaje.

¿DEMOCRACIA?

¿Eso es democracia? Para cualquiera con más de tres dedos de frente, eso es un simple arreglo político que luego se dota de formas democráticas. ¿Se decidió por los mejores aspirantes? No. Todo esto fue según las conveniencias de los grupos, y fue una decisión tomada desde la simple lógica del poder. Y lo peor, es que ese rumbo seguirá la integración de los demás órganos autónomos de Oaxaca.

Política local: la praxis se resiste a nuevos tiempos

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+ Gobernador no es el Rey; deberían entenderlo ahora

En Oaxaca tanto el oficialismo, como las fuerzas de oposición, deberían comenzar a entender que la llamada “transición a la democracia” no se encuentra sólo en el fondo, sino también, y esencialmente, en las formas.

Aunque desde las trincheras opositoras se exigen la transparencia y los cambios prometidos, y desde las fuerzas partidistas que ganaron los comicios se promete a la ciudadanía llevar a cabo todas las reformas al poder que plantearon, es claro que a unos y a otros les gana esa especie de propensión innata de asumir al Gobernador como un Emperador, y sus pretensiones como órdenes. Digan lo que digan, en descargo, lo cierto es que ese es el modo en que han actuado prácticamente todos los que ya se dicen instalados en “los nuevos tiempos”.

La resistencia al cambio de forma y práctica política en Oaxaca, quedó clara desde el primer día de la presente administración, que fue también el momento en el que el nuevo Gobernador del Estado comenzó a interactuar con el Congreso local —que formalmente no tiene una mayoría definida—. Aunque hubo una primera muestra de aparente resistencia, cuando un diputado de la fracción del PRI detectó irregularidades en la integración del expediente de la Secretaria General de Gobierno, que solicitaba su ratificación, al final todo fue resuelto al modo tradicional del pasado: es decir, a través de los arreglos políticos, que luego fueran legitimados a través de alguna forma jurídica moldeable.

¿Qué ocurrió entonces? Que la recién nombrada secretaria de Gobierno, Irma Piñeyro Arias, no cumplía el ahora famoso requisito de contar con título o cédula profesional, que exige la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo. Para ejercer plenamente su cargo, la Constitución del Estado establece la necesidad de que dicho funcionario sea ratificado por el pleno del Poder Legislativo.

Independientemente de que unos y otros lograran el objetivo de que la secretaria Piñeyro fuera ratificada, lo verdaderamente cuestionable fue el modo en que lo hicieron. ¿Por qué? Porque tanto oficialistas como opositores evocaron las formas del pasado. ¿Cuáles? Aquellas en las que, luego del dictado de la oficina del Gobernador, buscaron enmendar el error a través de la interpretación legislativa, los acuerdos entre fracciones, e incluso la voluntad oficiosa de algunos que trataron, a pesar de su posición opositora, de atemperar los ánimos y conseguir que finalmente el acuerdo fuera alcanzado a través de los llamados a la moderación o disciplina a sus compañeros de bancada.

En ese sentido, Irma Piñeyro alcanzó la ratificación gracias a la figura de la dispensa, que fue impulsada desde las fuerzas coaligadas para tratar de apagar los señalamientos en su contra, que afectaban de manera importante la imagen del Gobernador del Estado. Era parte de su posición hacerlo. No obstante, lo que no deja de ser cuestionable es el modo en cómo unos y otros omitieron por completo la posibilidad de entablar una verdadera discusión de altura, que permitiera la formación de un criterio, antes que el apabullamiento de las órdenes terminantemente dictadas, o asumidas como terminantemente obligatorias.

Y aún cuando eso pareciera un tema ya de sí grave para un Estado democrático, plural y con fuerzas equilibradas, tal parece que ese ejemplo ha sido el menos revelador de la permanencia de esas supuestas viejas prácticas, en estos supuestos nuevos tiempos.

VIEJOS TIEMPOS

Todo quedó perfectamente claro cuando hace apenas unos días ocurrió la elección del Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado. Aunque se supone que la designación de quien funge como Titular del Poder Judicial del Estado es un acto colegiado, independiente y autónomo de cualquier otro factor real o formal de poder, en Oaxaca se convirtió en una práctica tradicional que éste fuera nombrado según la conveniencia del Gobernador del Estado. En estos “nuevos tiempos”, aquella práctica del pasado se hizo fielmente presente.

¿De qué hablamos? De que, como ocurre “tradicionalmente”, fue desde la oficina del Gobernador de donde salió la “recomendación” para que el magistrado Alfredo Rodrigo Lagunas Rivera fuera favorecido por la mayoría de votos de los demás togados. Así ocurrió. Y el problema, contrario a lo que pareciera, no es sólo respecto a lo que el Gobernador quiere, sino al modo tan obediente y disciplinado en que los Magistrados que integran el Tribunal Superior de Justicia, asumieron esa recomendación como una orden.

Es claro que en la lógica del poder no existen espacios vacíos. Es decir, que siempre un poder buscará abarcar los mayores espacios posibles, hasta que otro poder se le interponga y, por la vía de la ley o de la fuerza, lo obligue a detener su paso o a respetar los límites. Ello es lo que explica que, particularmente en este caso, el problema no sea sólo del Gobernador (que manda), sino también de los magistrados, porque son quienes indebidamente se asumen como dependientes del poder, y obedecen.

Eso fue exactamente lo que pasó en el TSJE, hace apenas unos días, y es lo que estaría a punto de ocurrir respecto a la elección de los nuevos integrantes del Tribunal Estatal Electoral de Oaxaca, que ahora se encuentra en manos del Poder Legislativo. Independientemente del modo en cómo se resuelva (o ya se haya resuelto el asunto), de todos modos ello se resolvió “democráticamente” de acuerdo a las reglas del pasado.

Desde hace ya algunos días, se sabía de manera casi confirmada, los nombres de quiénes integrarían dicho Tribunal jurisdiccional en materia electoral; también se sabía quién lo presidiría, e incluso cuál sería su conformación administrativa. Todo salió, como siempre, de los corrillos administrativos del Poder Ejecutivo, y habría sido ejecutado fielmente por el Legislativo.

 

NADA CAMBIA

¿Esos son los supuestos nuevos tiempos? La transición democrática, en realidad, no significa reformar un montón de leyes para luego presentarlas como innovaciones jurídicas que —como se dice en el argot legal— son vigentes, pero no positivas. Incluso no modificando norma alguna, sería más fácil de lograr una verdadera transformación democrática modificando sustancialmente las formas en cómo se desarrolla la política y cómo se lucha desde el poder, por el poder e incluso contra el poder. Pero esos, entre muchos otros, son signos claros de que poco será lo que verdaderamente cambie.